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Tuesday, November 12, 2013

Dándole vueltas a Wojtyla y Romero


Romero, Dziwisz y Juan Pablo.
 
Después de conocer a Oscar A. Romero y escuchar de primera mano su respuesta a las acusaciones de que el obispo salvadoreño era político y parcializado, “Juan Pablo II estaba tan convencido de los argumentos de Romero que siempre lo defendió en las filas de la Curia”. Ese relato viene de alguien que debería saberlo—el Cardenal Stanislaw Dziwisz, actual arzobispo de Cracovia, y anteriormente el secretario personal del B. Papa Juan Pablo II en el Vaticano. El relato aparece en el nuevo libro del cardenal Dziwisz, “Ho vissuto con un Santo” (“He vivido con un Santo”). Los extractos relacionados con Romero, difundidos por echar luz sobre cómo Juan Pablo II fue a veces mal servido por sus asesores, también parecen cambiar la narrativa sobre la relación entre Juan Pablo y Romero.
La historia convencional generalmente pinta a un Juan Pablo escéptico, cuyo celo anticomunista le lleva a permanecer sospechoso sobre Romero hasta mucho después de que el prelado salvadoreño fuera asesinado por extremistas de derecha, porque se le había acusado de tener inclinaciones marxistas. Según las versiones anteriores, incluyendo una de María López Vigil, una activista centroamericana, supuestamente basada en la versión del mismo arzobispo, Romero no pudo ganar el pontífice polaco a su lado durante su encuentro cara a cara. Según López Vigil, el Papa se negó a ver los documentos que Romero trató de entregar al Papa para defenderse. El relato de López Vigil varía significativamente de las descripciones de la reunión en los diarios de Romero y en los sermones y entrevistas en las que la describe. La historia de López Vigil también difiere radicalmente de lo que dice el Cardenal Dziwisz.
Según la narración Dziwisz, “cuando Romero llegó a Roma y se reunió con Juan Pablo II, llevaba consigo sus diarios”. Romero le dijo al Papa: "Por favor, júzgueme a base de mi testimonio, y no a base de lo que se dice acerca de mí”. Dziwisz parece estar de acuerdo en que los informes que habían llegado a Roma a través de los nuncios del Papa eran versiones oficiales de los acontecimientos que reflejaban las opiniones del régimen salvadoreño, que era hostil a Romero por sus críticas al gobierno sobre sus abusos contra los derechos humanos. La sugerencia del Cardenal Dziwisz que Juan Pablo fue convencido por lo dicho por Romero en su propia defensa, ya sea durante la sesión, o poco después de esta, marca una vira dramática de la opinión anteriormente vigente, de un Papa que se mantiene frío, o incluso antagónico. Igualmente dramático para los seguidores de Romero sería el hecho de que los defensores de Juan Pablo II estén citando el caso Romero para reforzar al que pronto será el Papa santo. Hasta hace poco, habría sido los promotores de Romero que buscarían vincular a Juan Pablo con Romero para impulsar la causa de Romero.

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