Thursday, October 14, 2010

LA PALABRA QUEDA
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El impacto de Monseñor Romero surge desde sus palabras.

Su prédica fue lo más impactante desde el momento en que apareció en la escena imponiéndose sobre la historia de la Iglesia Salvadoreña de tal manera que el Papa Benedicto XVI habla ahora del, “Evangelio, llevado allí por los primeros misioneros y predicado también con fervor por pastores llenos de amor de Dios, como Mons. Óscar Arnulfo Romero”. (Discurso a los Obispos de El Salvador en visita “ad limina, 28 de febrero de 2008.)

Esta predicación “con fervor”, es lo que mantiene su relevancia hasta hoy: ¿De que otra forma se puede explicar el hecho de que “la gente esté estudiando las homilías de un obispo que ha estado muerto 25 años?” (Mons. Ricardo Urioste, citado por, Robert McClory, Romero called 'prophet of hope' [Romero llamado un ‘profeta de la esperanza], NATIONAL CATHOLIC REPORTER, April 15, 2005.)

Se ha dicho que, “Monseñor Romero vivió como predicador y murió como predicador”. (P. Brian J. PIERCE, OP, Óscar Romero: predicador, Lima, 2005.) Y su prédica se destacó por tres características: (1) su talento natural como orador; (2) su mensaje profético; y (3) su uso apto de los medios de comunicación social.

No cabe duda de que Mons. Romero tenia un don maravilloso de orador. Desarrollado desde los días de su sacerdocio, cuando el Padre Romero predicaba homilías por radio en San Miguel, su destreza verbal consistía de un método organizativo de sus homilías, como también de un gran instinto pedagógico y teatral. Su talento innato fue amplificado por lo urgente, directo e inmediato de su palabra. “Monseñor Romero predicó incansablemente durante los 3 años de su arzobispado, como si hubiera tenido prisa”. (Monseñor Óscar A. Romero: Su Pensamiento, Volumen III, Biblioteca Virtual Universal, Argentina, 2003.) Predicaba, “Como si el tiempo se fuera a ir pronto de sus manos. Como quien sabía que pronto no iba a poder hablar más. Como quien quería hablar para siempre y de una vez”. (Id.) Y esto lo hacía más creíble, como alguien menos apto a decir una mentira, y mucho más apto a decir siempre la verdad, y toda la verdad.

La franqueza y honradez de Mons. Romero combinaron bien con el contenido que le tocó tratar, caracterizado por temas actuales y por ende pertinentes, relevantes y hasta urgentes para la población. Era un contenido dramático, que mantuvo a sus oyentes en suspenso con episodios de asesinatos y secuestros de altos dignatarios y humildes campesinos y sacerdotes. Esto se mezcló con el teatro eclesial de actos litúrgicos, de procesiones y devociones. La Iglesia Católica cuenta con espectáculos conmovedores entre sus actos religiosos, que incluyen la semana santa con sus procesiones y Vía Crucis, la “Bajada” del Divino Salvador del Mundo (fiesta patronal de El Salvador, de cual deriva su nombre), y en las homilías de Mons. Romero, los grandes sagas bíblicos se mezclaron naturalmente con los dramas políticos y sociales de su tiempo, dándole un llamativo irresistible a su presentación.

La actualidad y relevancia contemporánea de las enseñanzas de Mons. Romero crearon un gran apetito por escuchar las homilías, y leer sus cartas pastorales, lo que en turno aseguró se comenzaran a replicar y preservar a través de varios medios de comunicación social. La radio y el semanario fueron los primeros dos medios ampliamente aprovechados para divulgar la palabra de Monseñor. “En esos días podías caminar por las calles y no perderte ni una palabra de la homilía de Monseñor, porque resonaba en cada casa”. (PIERCE, Supra.) La radio no solamente transmitía las homilías, sino que las grababa y las repetía en diversos horarios de transmisión. Luego, el semanario de la diócesis publicaba el texto de las homilías, lo que aseguró su preservación. Además, Romero utilizó la radio y el semanario para difundir su pensamiento, y concedía una conferencia de prensa después de la homilía dominical para contrarrestar las campañas de desprestigio lanzadas en su contra. Predicaba en la Catedral, pero también salía en visitas pastorales a los cantones, hablando con la gente en persona, y publicando cuarto cartas pastorales durante su apresurada gestión.

“[T]odos los que predican a Cristo son voz, pero la voz pasa, los predicadores mueren ... sólo queda la Palabra”, dijo Mons. Romero. “La Palabra queda y este es el gran consuelo del que predica: mi voz desaparecerá pero mi palabra que es Cristo quedará en los corazones que lo hayan querido recoger”. (Homilía 17/12/1978.)

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