Wednesday, May 29, 2013

LA ADORACIÓN EUCARÍSTICA DE MONS. ROMERO



El Papa Francisco nos recuerda que el mundo descuenta la Adoración Eucarística. “Piensen en la Madre Teresa”, dice el Pontífice: “¿qué cosa dice el espíritu del mundo sobre la Madre Teresa? ‘Ah, la Beata Teresa es una mujer buena, ha hecho tantas cosas buenas por los demás’...” Pero, añade el Papa: “El espíritu del mundo no dice jamás que la Beata Teresa, todos los días, por tantas horas, permanecía en adoración… ¡Jamás! Reduce la actividad cristiana a hacer el bien social”.  Lo mismo se puede decir de Monseñor Romero: el mundo recuerda el “bien social” que hizo, pero nunca la adoración eucarística. Con motivo de la Adoración Eucarística en simultánea mundial este 2 de junio en este «Año de la fe», recordamos este importante componente de la espiritualidad de Mons. Romero.

Los despachos reportando el asesinato de Mons. Romero celebrando la Misa destacaron el hecho de que, “La Misa es el acto central de adoración en la Iglesia Católica y se cree que Cristo está presente durante el sacramento de la Comunión o la Santa Eucaristía, que es consagrada durante la misa”. (AP, Arzobispo asesinado, 25 de marzo de 1980.) El martirio de Mons. Romero al comienzo de la liturgia eucarística fue aún más conmovedor, dada su devoción a la Eucaristía. (Véase, Cavanaugh, Dying for the Eucharist or Being Killed by It: Romero’s Challenge to First-World Christians [Morir por la Eucaristía, o ser asesinado por ella: Desafío de Romero a los cristianos del primer mundo], THEOLOGY TODAY, julio del 2001.) Había observado regularmente una “hora santa” de adoración eucarística en la capilla del hospital donde fue asesinado, “lo cual hacía con mucho fervor, elocuencia y profundidad”, de acuerdo a la Hermana Luz Isabel Cueva, la superior de las monjas que dirigían el Hospital. (Carta a las Iglesias, Año XX, Nº.443-444, 1-29 febrero 2000.)

Invitando a los fieles a unirse a la adoración eucarística, Mons. Romero explicó su importancia espiritual y dogmática: “podemos al mismo tiempo que hacer un acto de fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía y ejercitar nuestra oración por las grandes necesidades de la Patria, de la Iglesia, de las familias”. (Homilía del 1 de enero de 1978.) Para el arzobispo Romero, el acto de fe fue profundamente entrelazados con otra importante virtud cristiana, la caridad: “al mismo tiempo hacer un acto de caridad -que nos manda el Catecismo entre las obras de misericordia - visitar a los enfermos y ayudar a esa obra que verdaderamente tiene un nombre que no es sólo nombre sino realidad: La Divina Providencia”. (Ibid.) La Hermana Luz Isabel recuerda que, antes o después de la Hora Santa, Romero solía visitar a los pacientes y les decía: “Ustedes son el Cristo sufriente y su cama es la cruz”. (Carta, supra.)

A lo largo de su vida sacerdotal, Óscar Romero mantuvo un compromiso devoto a la vida sacramental y la vida interior del alma, que se combina con la acción externa en solidaridad. Por ejemplo, mientras que él era un sacerdote en el departamento de San Miguel de El Salvador,

 [É]l visitaba el campo y las cárceles de la ciudad. Organizó clases de catecismo y primeras comuniones. Promovió la Legión de María, los Caballeros del Santo Sepulcro, Alcohólicos Anónimos, la Acción Católica, los Cursillos de Cristiandad, el Apostolado de la Oración, los Guardianes del Santísimo Sacramento, la Asociación del Santo Rosario, la Tercera Orden de San Francisco, y la rama diocesana de Caritas, que distribuye alimentos a los pobres. Él se encargó de que Caritas también enseñara a la gente acerca de la nutrición. “Él siempre estaba preocupado por el bienestar de la persona integral”, dijo una mujer que trabajó con él muchos años en diversas actividades en San Miguel.

 (Brockman, Oscar Romero: A Life, pág. 40)

En los primeros años de su sacerdocio, Óscar Romero comprendió que era necesario que su fe generara impactos en la vida mundana de sus feligreses para ser auténtica. “Es que nos hemos acostumbrado a ver la religión como una cosa de sacristía y procesiones y escapularios”, lamentó a tres años de su vida sacerdotal: “o no se nos ha enseñado que la religión es vida ... porque es comprensiva de todos los sentimientos humanos y capaz de solucionar todos los problemas de la historia”. (Chaparrastique No. 1554, disponible aquí.)

Por lo tanto, la adoración eucarística de Mons. Romero en la capilla de la Divina Providencia abarcó los dos aspectos de su ministerio: la fe y la caridad. “Celebramos”, proclamó: “esa fe que nos ha traído a la Misa del domingo ... [Y]a sea de pie como señal de respeto, ya sea de rodillas como señal de adoración—reconoce que ante sus ojos está realmente en el signo del pan y del vino, verdadera, real y substancialmente presente el cuerpo y la sangre del Señor”. (Hom. Corpus Christi de 1979.) La eucaristía simboliza—predica monseñor—el sacrificio y la comunión: “el alimento que Cristo nos da es amor, es un mismo pan; como en la familia la mamá parte aunque sea pobre, el mismo pan para repartirlo a los niños, a los hijos y así se siente en torno de la mesa la unidad de la familia”. (Id.)

Mons. Romero es un modelo apropiado para las intenciones de oración del Papa Francisco para la adoración eucarística mundial, por la unidad de la Iglesia y su atención al grito silencioso de los necesitados.  Pudo haberlo expresado mejor en sus últimas palabras, pronunciadas segundos antes de ser asesinado:

[E]sta Eucaristía, es precisamente un acto de fe: Con fe cristiana sabemos que en este momento la Hostia de Trigo se convierte en el cuerpo del Señor que se ofreció por la redención del mundo y que en ese cáliz el vino se transforma en la sangre que fue precio de la salvación. Que este cuerpo inmolado y esta Sangre Sacrificada por los hombres nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo, no para sí, sino para dar cosechas de justicia y de paz a nuestro pueblo.
[Después de estas palabras, Mons. Romero fue martirizado en la capilla de su Adoración Eucarística.]

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