Tuesday, September 23, 2014

Estableciendo el martirio de Mons. Romero



 


En su intervención en la 65 ª Religion Newswriters’ Association Conference, Todd Johnson citó el caso de monseñor Óscar A. Romero de El Salvador para ilustrar la dificultad de contar el número de los mártires cristianos. Johnson es un experto en demografía religiosa del Gordon-Conwell Theological Seminary. Señaló que Mons. Romero es reconocido como mártir, pero la motivación de su asesinato es disputada. Para determinar si una muerte en particular es un martirio, señaló, los motivos de los asesinos son la consideración más importante. Por lo tanto, concluyó Johnson, para evaluar el martirio, primero hay que resolver las controversias relacionadas.

Quizás a diferencia del Prof. Johnson, yo si veo maneras de eliminar la controversia y establecer de manera concluyente que Mons. Romero murió como un mártir de la Iglesia con cualquiera de tres modelos del martirio. Los dos primeros caminos hacia el martirio para Óscar Romero son paradigmas que se han utilizado con frecuencia para resolver casos cerrados; mientras que el tercero es una aplicación directa de la norma legal, tradicionalmente utilizada por la Iglesia para establecer el martirio. Los tres llevan a la misma conclusión y, si sigue mi razonamiento, creo que estará de acuerdo que realmente no hay duda sobre el martirio de Romero.

En primer lugar, Mons. Romero es un “mártir de la caridad”. El Papa Francisco pareció respaldar este camino alternativo al martirio en agosto, cuando dijo que el martirio incluye ser asesinado “por la realización de las obras que Jesús nos manda a hacer por nuestro prójimo”. San Lorenzo (c. 225-258) es el gran ejemplo. Según la leyenda, ante la confiscación de las riquezas de la Iglesia por las autoridades romanas, las repartió entre los pobres para evitar su incautación por parte de Roma. Luego, cuando se le ordenó entregar los tesoros de la Iglesia presentó a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los que sufren, y dijo que estos eran las riquezas de la Iglesia. Otro ejemplo destacado, de los tiempos modernos, es San Maximiliano Kolbe (1894-1941), quien se ofreció a tomar el lugar de un fugitivo de un campo de concentración condenado a muerte. Al igual que San Lorenzo, Romero demostró un compromiso sorprendente con los pobres, basado en el Evangelio, y basó su acción 'provocativa' desde esa premisa. Al igual que San Maximiliano, Romero se puso en peligro al tomar el lugar de los que ya estaban en peligro: “Créanlo hermanos, el que se compromete con los pobres tiene que correr el mismo destino de los pobres”, dijo. “Y en El Salvador ya sabemos lo que significa el destino de los pobres: ser desaparecido, ser torturados, ser capturados, aparecer cadáveres”…

En segundo lugar, Óscar Romero fue asesinado en “Odium Iustitiae”. Este argumento puede significar diferentes cosas para diferentes comentaristas, así que lo afirmamos de la manera más sencilla posible. Una formulación generalmente aceptada del martirio es una muerte provocada por “odio a la fe cristiana, o las virtudes cristianas que forman parte integrante del vivir la fe cristiana”. Por ejemplo, si un activista pro-aborto mata a un sacerdote que se había pronunciado en contra del aborto, la Iglesia resistiría por reduccionista al argumento de que el acto no era más que un “crimen por motivos políticos”, cuando la defensa de la vida constituye una virtud que es “parte integrante del vivir la fe cristiana”; del mismo modo, cuando decimos “odium iustitiae”, simplemente significa que la justicia cristiana o la Doctrina social de la Iglesia constituye una virtud importante, “parte integrante del vivir la fe cristiana”, de tal manera que el odio a esta parte importante tiene el mismo efecto que el odio a la totalidad de la fe. Santos como el P. Alberto Hurtado (1901-1952, canonizado por el Papa Benedicto XVI en 2005) y Mons. RafaelGuízar (1878-1938, canonizado por el Papa Benedicto XVI en 2006), que fueron campeones de la justicia social y se identificaron con la causa de los pobres, ejemplifican la calidad heroica de esta virtud.

En tercer lugar, y por último, Óscar Romero fue asesinado en “Odium Fidei”–estricta y directamente hablando. Según la mayoría de los observadores, Romero fue asesinado el Lunes, 24 de marzo 1980 como una reacción directa al sermón que pronunció el día anterior, el domingo 23 de marzo, en la que ordenó a los soldados a desobedecer órdenes de matar a civiles, como contrarias a la Ley de Dios. Mons. Ricardo Urioste fue vicario de Romero. “Yo creo que debió ser su sentencia de muerte probablemente”, dice Urioste. “Ellos dijeron, ‘Bueno este hombre nos va a sublevar a todos los soldados y nos va a poner en apuros muy grandes así que decidieron matarlo”. Fue la versión de 1980 de “¿Quién me librará de este sacerdote turbulento” –una expresión que parece a primera vista ser estrictamente política, pero que tiene profundo contenido teológico. Santo Tomás Becket (1118-1170), de quien la frase “sacerdote turbulento” fue dicha, no fue asesinado simplemente porque se opuso al rey: fue asesinado por defender la jurisdicción de los tribunales de la Iglesia sobre el clero. Santo Tomás Moro (1478-1535) no fue asesinado simplemente por oponerse al rey: fue asesinado por defender la supremacía papal sobre la corona. Y Romero no fue asesinado simplemente por oponerse al régimen: fue asesinado por defender la supremacía de la ley de Dios sobre las órdenes militares de matar a campesinos. “Ante una orden de matar que dé un hombre, debe de prevalecer la Ley de Dios que dice: ¡No matar! Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla”, había dicho. Por eso, fue asesinado.

Sin duda, el asesinato de Romero lleva repercusiones tanto políticas como teológicas. Como dijo el Papa Benedicto a la Congregación para las Causas de los Santos en 2006, el perseguidor moderno hoy “cada vez trata de manifestar de modo menos explícito su aversión a la fe cristiana o a un comportamiento relacionado con las virtudes cristianas, pero que simula diferentes razones, por ejemplo, de naturaleza política o social”. Y como dijo en un santuario para los mártires modernos en 2008, los mártires incluyen aquellos que se “se inmolaron por no abandonar a los necesitados, a los pobres, a los fieles que les habían sido encomendados, sin miedo a amenazas y peligros”... Como Óscar Romero.

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