Friday, May 29, 2015

Mensaje de CEDES



“ENTRA EN  EL GOZO DE TU SEÑOR” (Mt 25, 21)
MENSAJE DE LA CONFERENCIA  EPISCOPAL DE EL SALVADOR
EN LA BEATIFICACIÓN MONSEÑOR ROMERO

 

A nuestros Sacerdotes, religiosas, religiosos, a todos los fieles laicos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

 

1.            El mundo  entero  tiene sus ojos puestos en El Salvador y vibra  de emoción por la inminente beatificación  de Monseñor  Oscar Arnulfo  Romero, a quien los Obispos de El Salvador hemos descrito como hombre de Dios, hombre de Iglesia y defensor de los pobres. En los últimos años nuestro país ha sido noticia sobre todo   por la violencia homicida que enluta a innumerables hogares al arrebatar tantas vidas, sobre todo de jóvenes. Sin embargo, hoy peregrinamos llenos de júbilo y esperanza, hacia el lugar de la beatificación de Monseñor Romero. Caminamos juntos no solo hijos e hijas de esta tierra  sino  también hombres  y mujeres de los países vecinos e incluso de naciones lejanas.

 

A cada uno y a cada una le saludamos deseándole “Ia gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo”. Vivamos con gratitud este acontecimiento de gracia y preparémonos espiritualmente para ser testigos de la glorificación del pastor que dio la vida por Cristo y por el pueblo. En él se cumple lo que dijo en su última  homilía, al comentar el evangelio del grano de trigo que cae en tierra: “Si da fruto es porque muere, se deja deshacer en la  tierra,  y solo  deshaciéndose  produce  la cosecha”.  Por una delicadeza  de  la  Providencia, conservamos sus últimas palabras, así como las dramáticas fotografías que recogen el momento en que Monseñor Romero derramo su sangre mientras se preparaba para ofrecer el sacrificio del altar. Gracias a Dios, todavía viven algunos testigos de su oblación martirial.

 

2.   La muerte  de  Monseñor  Romero conmovió al  mundo  provocando   sentidas muestras  de solidaridad. La más significativa fue de San Juan Pablo II, quien se expresó así dos días después del magnicidio de tan amado pastor:

 

Al conocer con ánimo traspasado de dolor  y aflicción, la infausta noticia del sacrílego asesinato de Monseñor Oscar Arnulfo Romero y Galdámez, cuyo servicio sacerdotal a la Iglesia ha quedado sellado con lo inmolación de su vida mientras  ofrecía la víctima eucarística, no puedo menos de expresar mi más profunda reprobación de pastor universal ante este crimen execrable que, además de flagelar de manera cruel  la dignidad  de la persona, hiere en los más hondo la conciencia de comunión eclesial y de quienes abrigan sentimientos de fraternidad humana”.

 

Tres años más tarde, el 6 de marzo de 1983, el Santo Padre, después de postrarse en profunda oración ante la tumba del IV Arzobispo de San Salvador, exclamaba:

 

Reposan dentro  de sus muros los restos mortales  de Monseñor Oscar Arnulfo Romero,   celoso Pastor a quien el amor de Dios y el servicio a los hermanos condujeron hasta la entrega misma de la vida de manera violenta”.

 

3.   Han pasado, desde entonces, treinta y cinco años y no ha sido fácil el camino que dentro de pocos días culminara a los pies del monumento  dedicado a Jesucristo, el Salvador del mundo. La mayor dificultad fue la manipulación que se hizo de la figura y de la palabra del futuro beato. Por eso, en una ocasión, el Papa Juan Pablo II exclamo: “Romero  es nuestro, es de la Iglesia, no permitamos que nos lo arrebaten”. Correspondió a su benemérito sucesor,  Monseñor Arturo Rivera Damas, la titánica tarea de recuperar la verdadera fisonomía del pastor, profeta y mártir que  fue Monseñor Romero. Porque  él fue  ante todo  sacerdote. Un libro que  ha hecho  mucho bien, lo resume  así: “Así tenía que morir: sacerdote! Porque así vivió  Monseñor  Oscar Arnulfo Romero”.   Allí  encontramos  fragmentos  de  sus  apuntes   personal es  escritos   mientras  se preparaba en Roma para la ordenación sacerdotal. Particularmente reveladoras son las palabras  que  escribió el 4 de abril de 1942: “Mi  sábado de gloria.  El día que hizo el Señor. Mi  ideal se corona entre los aleluyas pascuales. Yo soy sacerdote”.

 

En la larga relación que evoca ese día inolvidable hay también un compromiso:

 

Oh Jesús, cuando todo esto escribo, tu bondad me ha nublado los ojos. Jesús buena, amigo fiel, que  jamás  sea  yo el  villano  que  conculque  tus  delicadezas  de  amor. Haz  que  sea este mi distintivo: una gran locura por ti. Tú eres mi gloria y la recompensa de toda  mi vida sacerdotal; tu amor, Jesús, tu amor... y eso me basta. iY la muerte antes que ese amor se entibie!

 

4.   Damos gracias desde lo más profundo de nuestro corazón, al Papa Francisco, en nombre de este noble pueblo, por  haber  firmado, el 3 de febrero del presente año, el decreto de martirio “en odio  a  la fe” de  Monseñor Romero. Y damos la  bienvenida  a su enviado  especial, el Señor Cardenal Ángelo Amato, a quien corresponderá declarar  beato a nuestro venerable hermano, así como  al generoso y perseverante promotor de la causa de canonización, Monseñor Vincenzo Paglia. De la misma manera acogemos con inmensa  alegría a los Señores   cardenales y obispos, lo mismo que  a los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que nos acompañarán el próximo 23 de mayo.

 

Monseñor Romero, hombre de Dios

 

5.  Una de las más bellas reflexiones de Monseñor Romero  es la que habla de la vida interior:

 

Vivimos muy afuera de nosotros mismos. Son pocos los hombres que de veras entran dentro de sí y por eso hay tantos  problemas... En el corazón de coda hombre hay como una pequeña celda intima donde Dios baja a platicar  a solas con el hombre;  y es allí donde el hombre define, decide su propio destino,  su  propio  papel  en el  mundo.  Si cada  hombre  de  los  que  estamos  tan emproblemados en este momento entráramos a esta pequeña celda  y, desde allí, escucháramos la voz del Señor que nos habla en nuestro propia conciencia, cuánto podríamos hacer coda uno de nosotros para mejorar  el ambiente, la sociedad, la familia en que vivimos  (Homilía del 10 de julio de 1977).

 

De su profunda experiencia de Dios  brota también esta descripción de la oración:

 

La oración es la cumbre del desarrollo del hombre. El hombre no vale por lo que tiene sino por lo que es. Y el hombre es cuando se encara con Dios y comprende  que maravilla ha hecho   Dios consigo.  Dios ha creado  un ser inteligente, capaz de amar,  libre  (Homilía del 24 de julio  de

1977).

 

6.  Monseñor Romero, hombre de profunda comunión, tenía una profunda estima  del Papa Pablo VI, a quien visitó en 1978. En su Diario, deja constancia de los sentimientos  que embargaban su corazón al  evocar  esa  experiencia  inolvidable:  Le  expresé  mi  adhesión  inquebrantable  al magisterio de la Iglesia. Y que en mis denuncias de la situación violenta  del país, siempre llamaba a la conversión” (Su Diario, 21de junio de 1978).

 

El día de su entrevista con el Papa Montini, Monseñor Romero  cumplía exactamente ocho años de su ordenación episcopal.  Es bueno  recordar  que en el retiro de preparación para recibir la gracia del episcopado, el futuro beato tomó como guía la encíclica inaugural del nuevo pontífice Ecclesiam Suam, que es un documento programático. En sus apuntes de ese retiro leemos:

 

Por Maria, mi Madre, al Corazón de Jesús, sumo y eterno sacerdote, Pastor y Obispo de nuestras almas. Es mi consagración, sintetizada en esta palabra: 'Sentir con la Iglesia'. Hare míos los tres   caminos  de la encíclica Ecclesiam Suam y después de examinar  mi realidad  personal según los criterios de la gloria de Dios y salud eterna de mi alma”.

 

7.  El hombre de Dios que fue Monseñor Romero, durante el último retiro realizado un mes antes de su martirio,  en un  clima  cargado de  tensión  porque  la  muerte  rondaba  como  una  fiera hambrienta, de nuevo deja constancia escrita de los sentimientos que anidan en su corazón:

 

Así concreto mi consagración al Corazón de Jesús, que fue siempre fuente de inspiración y alegría cristiana en mi vida. Así pongo también bajo su providencia amorosa toda mi vida y acepto con fe en él mi muerte, por más difícil que sea. Así también pongo bajo su providencia amorosa toda mi vida  y acepto con fe en el mi muerte por más difícil que sea. Ni quiero darle una intención como lo quisiera por la paz de mi país y  para el florecimiento de nuestro Iglesia... porque el Corazón de Cristo  sabrá darle el destino que quiera”.

 

Las palabras finales tienen un tono de total abandono en el Señor:

 

Me basta para estar feliz  y confiado saber con seguridad que en él está mi vida y mi muerte, que a pesar de mis pecados en el he puesto mi confianza y no quedare confundido y otros proseguirán con mas sabiduría y santidad los trabajos de la Iglesia y de la Patria”.

 

Monseñor Romero, hombre de Iglesia

 

8.  Detrás del altar en el que Monseñor Romero será beatificado veremos, en grandes caracteres, su lema  episcopal: “Sentir  con  la  Iglesia”.  Esta  idea  aparece desde sus  apuntes personales  de seminarista romano, donde confiesa claramente su amor inquebrantable a la Iglesia y su devota adhesión al Vicario de Cristo.

 

El futuro beato dedicó al tema de la Iglesia las cuatro cartas pastorales que escribió durante su ministerio arzobispal.  La primera  de  ellas, publicada  en  la  pascua de  1977,  es de  tipo programático y lleva el sugestivo  título  La Iglesia de la Pascua”. Siguen luego, “La  Iglesia, cuerpo de Cristo en la historia”, en la que Monseñor Romero se defiende de las acusaciones calumniosas  formuladas  contra  él  y  contra  su magisterio;  La Iglesia  y  las  organizaciones político-populares”, que también lleva la firma de Monseñor Arturo Rivera Damas y examina en profundidad la relación entre fe y política; finalmente, Ia carta pastoral “Misión de la Iglesia en medio de la crisis del país” es la presentación del Documento de Puebla a la Iglesia particular  de San Salvador.

 

9. Merece  especial atención el mensaje de “La Iglesia de la Pascua”, que  comienza  rindiendo homenaje a su predecesor Monseñor Luis Chávez y González, quien gobernó la arquidiócesis de San Salvador  por  cerca  de cuarenta  años. En la  parte  central, Monseñor  Romero  explica ampliamente que la Iglesia existe para anunciar y hacer presente el misterio de la Pascua. Y así llega a su propuesta de Iglesia, es decir, a la formulación de la Iglesia que el desea construir en San Salvador, en total sintonía con la doctrina del Concilio Vaticano II tal como fue interpretado  por los documentos de Medellín. La cita es del documento  del episcopado latinoamericano dedicado al tema Juventud:

 

Una  Iglesia auténticamente pobre, misionera   y pascual, desligada de todo  poder  temporal   y

audazmente  comprometida en  la  liberación de  todo  el  hombre   y de  todos  los  hombres

(Juventud, n. 15).

 

Llama la  atención el exquisito  cuidado  de nuestro amado hermano  en dejar claro que  su concepto  de  liberación  tiene  profundas  raíces bíblicas  y  esta tornado  de la  exhortación postsinodal “Evangelii Nuntiandi”, del Papa Pablo  VI, documento  cuyo  estudio  recomienda vivamente a la comunidad arquidiocesana. Cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe examinó la doctrina de Monseñor  Romero, comprobó que era totalmente  ortodoxa y que no fue contaminada por ninguna ideología.

 

Tomemos, por  ejemplo, una de sus célebres homilías, en la que explica en que  consiste la liberación que nos trajo Jesucristo:

 

La Iglesia no puede ser sorda ni mudo ante el clamor  de millones de hombres que gritan liberación, oprimidos par  mil esclavitudes. Pero les dice cuál es la verdadera libertad que debe buscarse: la que Cristo inauguró en esta tierra al resucitar y romper las cadenas del pecado, de la muerte y del infierno. Ser como Cristo, libres del pecado, es ser verdaderamente libres con la verdadera liberación” (Homilía del 27 de marzo de 1978).

 

Monseñor Romero, servidor de los pobres

 

10. Llegamos al aspecto más conocido y más valorado del ministerio de Monseñor Romero: su amor a los pobres y su total entrega a la promoción y a la defensa de su dignidad como personas y como hijos e hijas de Dios. Por este servicio generoso y arriesgado se le llamó “Voz de los que no tienen voz”, tarea que él asumió con plena conciencia de los riesgos que implicaba:

 

Queremos ser la voz de los que no tienen voz para gritar  contra tanto atropello contra los derechos humanos; que se haga justicia; que no se queden tantos crímenes manchando a la patria” (Homilía del28 de agosto de 1977).

 

Es obvio que para Monseñor Romero la palabra “pobre”  no tenía una connotación ideológica sino profundamente evangélica. Por eso insistía en que también el pobre necesitaba convertirse: “La Iglesia se acerca al pecador pobre para decirle: conviértete, promuévete, no te adormezcas. Tienes que comprender tu propia dignidad” (Homilía del 11de septiembre de 1977).

 

11.  La llamada a la conversión también está dirigida a la Iglesia misma, que debe convertirse en la

Iglesia de los pobres:

 

Esta es la verdadera pobreza de la Iglesia... Pobreza que hace consistir su fuerza en su propia debilidad, en su propio pecado. Pero apoyada en la misericordia de Cristo, en el poder del Señor. Esta Iglesia que no quiere hacer consistir su fortaleza  en el apoyo de los poderosos o de la política, sino que se desprende con nobleza para caminar únicamente cogida de los brazos del crucificado, que es su verdadera fortaleza” (Homilía del 9 de julio de 1878).

 

Monseñor   Romero  hizo  suya  la  opción   preferencial  por   los  pobres   que   los  obispos latinoamericanos proclamaron en Puebla, en 1979:

 

Dios quiere salvar a las ricos también. Pero precisamente porque  los quiere salvar, les dice que no se pueden salvar mientras no se conviertan al Cristo que vive precisamente entre los pobres. Y entonces el mensaje de Puebla dice que en esto consiste ser pobre: 'Aceptar y asumir la causa de los pobres como si estuvieran aceptando su propia causa, la causa misma de Cristo'” (Homilía del 1 de julio de 1979).

 

12.  El  pensamiento  de  Monseñor  Romero alcanza las  más altas  cumbres  cuando comenta  el documento   de  Medellín sobre  la   pobreza  como  pecado,  como  espiritualidad   y   como compromiso. Sin saberlo está en plena sintonía con lo que nos ensena el Papa Francisco, quien sueña con “una Iglesia pobre  y para los pobres”. Meditemos las palabras proféticas de nuestro hermano en el episcopado:

 

Los pobres han marcado... el verdadero  caminar  de la Iglesia. Una Iglesia que no se une a los pobres  para  denunciar,  desde los  pobres, las injusticias  que con ellos se cometen,  no  es la verdadera Iglesia de Jesucristo” (Homilía del 17 de febrero de 1980).

 

Esta denuncia conlleva la persecución. Así lo afirma  Monseñor Romero pocas semanas antes de su muerte martirial:

 

La Iglesia  sufre el destino  de los pobres: la persecución. Se  gloria  nuestro  Iglesia  de  haber mezclado  su sangre  de  sacerdotes, de catequistas   y de comunidades,  con  las masacres  del pueblo, y haber llevado la marco de la persecución. Precisamente porque estorba se la calumnia y no se quiere escuchar en ella la voz que reclama contra la injusticia” (Homilía del 17 de febrero de 1980).

 

13. Finalmente, la pobreza es una espiritualidad y un compromiso:

 

La pobreza es, pues, una espiritualidad, es una actitud del cristiano,  es una disponibilidad del alma abierta a Dios. Par eso decía Puebla que los pobres son una esperanza para América Latina, porque son los más disponibles para recibir  los dones de Dios (...) Este es el compromiso  de ser cristiano: seguir a Cristo en su encarnación.  Y si Cristo es Dios majestuoso que se hace hombre humilde hasta la muerte de los esclavos en una cruz y vive con los pobres, así debe ser nuestra fe cristiana. El cristiano que no quiere vivir ese compromiso de solidaridad con el pobre, no es  digno de llamarse cristiano” (Homilía del 17 de febrero de 1980).

 

Monseñor Romero, testigo de la fe hasta el derramamiento de su sangre

 

14. Cuando los obispos de El Salvador decidimos dedicar un trienio de preparación al centenario del nacimiento de Monseñor Romero, aun no sabíamos que el Papa Francisco firmaría el decreto del martirio “en  odio a la fe”. El Dios providente, en su infinita misericordia, había decidido que su testigo   fiel  alcanzara   la  gloria   de   los   altares   durante el  pontificado  del  primer Papa latinoamericano. Al  ver al nuevo Vi cario de Cristo y al escucharle cuando habla del pastor  “con olor a ovejas”, del pastor  que va “delante, en medio  y detrás del rebaño”, de la Iglesia que se arriesga  para ir a las periferias geográficas y existenciales, del cristiano que ve y que toca en los pobres  y los que sufren  “la carne de Cristo”, nos parece que está describiendo a nuestro amado pastor y mártir.

 

El camino  ha sido  largo y poblado de obstáculos. Un camino que comenzó cuando  Monseñor Arturo Rivera Damas anunció su intención de introducir la causa de canonización de su venerado predecesor en 1990, aunque esta se inició formalmente en 1994, culminando la fase diocesana del proceso  en la solemnidad de todos los santos de  1996. Vino luego la fase romana, que tuvo momentos que vale la pena recordar: en 1997 recibimos de Roma el decreto por medio del cual se aceptaba  como  válido el proceso  diocesano. En 2004  se devuelve la  documentación   a la Sagrada Congregación  para  las  Causas de  los Santos  y  queda  a  la  espera  de  un  dictamen definitivo. El 21de abril de 2013 el postulador de la causa anuncia en Roma que la causa ha sido desbloqueada. Y el 3 de febrero del presente año el mundo estalla de alegría cuando conoce la noticia de que  el Papa Francisco  firmó el decreto  en que  se establece que  Monseñor Oscar Arnulfo Romero Galdámez fue asesinado “por odio a la fe”.

 

15. ¿Qué significa  morir  “por  odio  a la fe”   cuando  los asesinos no  son  paganos  sino hombres bautizados en la Iglesia Católica? El debate ha sido intenso y por momentos, apasionado. Poco a poco se ha recuperado la serenidad y se han visto las cosas en su verdadera realidad. En efecto, quienes asesinaron a Monseñor Romero rechazaron las enseñanzas del Evangelio y del Concilio Vaticano II, que ponen  en el centro la dignidad de la persona humana y la opción por los pobres, la lucha por  la  justicia y la  defensa de los derechos humanos. Esta es condición indispensable para hacer anunciar  y hacer presente entre nosotros  el Reino de Dios. Monseñor Romero fue asesinado por amar a los pobres a ejemplo de su Maestro, Jesús de Nazaret. A ellos prestó su voz de profeta y por ellos entrego su vida, renunciando a la cómoda solución de abandonar el rebaño y huir como hacen los mercenarios.

 

Monseñor Romero encarna el perfil del pastor que  encontramos en la exhortación postsinodal del Sínodo  de los Obispos dedicado  al   Obispo como servidor del Evangelio para la esperanza del Mundo:

La labor  del Obispo debe caracterizarse, pues, por la valentía, que es fruto de la acción  del

Espíritu...  El obispo es defensor de los derechos del hombre, creado a imagen  y semejanza de Dios. Predica la doctrina moral de la Iglesia, defiende el derecho a la vida desde la concepción hasta su término natural; predica la doctrina social de la  Iglesia, fundada  en el Evangelio, y asume la defensa de los débiles, haciéndose la voz de quien no tiene voz para hacer valer sus derechos” (n.67).

 

Este es el hombre de Dios que a partir del 23 de mayo vamos a venerar  como beato.  Que su testimonio  nos  estimule  para  vivir  coherentemente  nuestro compromiso  bautismal. Que  su palabra ilumine nuestro caminar cristiano. Y que su intercesión abra caminos a la reconciliación entre nosotros y  nos ayude a vencer todas las formas  de violencia para que se establezca entre nosotros el Reino de la vida, de la justicia, de la verdad, del amor y de la paz.

 

Implorando la bendición de Dios para todos, por intercesión de nuestro Beato Monseñor Oscar Romero, les reiteramos nuestro saludo en El Señor.

 

Dado en San Salvador, en la Sede de la Conferencia Episcopal de El Salvador, el 21 de mayo de 2015.

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