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Monday, November 02, 2015

Descifrando a Francisco


 
BEATIFICACIÓN DE MONSEÑOR ROMERO, 23 DE MAYO DEL 2015
 

 

Después que el Papa Francisco habló sobre el Beato Óscar Romero el viernes, diciendo que el martirio de Romero continuó después de su muerte de manera que “fue difamado, calumniado, [y] ensuciado”, me ha sorprendido la cobertura de los comentarios de Francisco. [TEXTO]  Me sorprende que el lamento de Francisco que a los muertos “­ se les sigue lapidando con la piedra más dura” en el mundo—la lengua—nos llevara de inmediato a informes acusando ciertos prelados difuntos de calumnia contra Romero. Acusaciones de cuales estos prelados difuntos, al igual que Romero, no pueden defenderse. En general, me sorprendió cómo las palabras de Francisco fueron interpretadas y uniformemente, en mi opinión, mal interpretadas por la prensa.
Para disipar malentendidos, he aquí cinco maneras en que los comentarios de Francisco han sido malinterpretados, y aquí está todo lo que Francisco dijo, que expone los errores en la forma en que sus palabras han sido reportadas.
1. En lugar de condenar a los acusadores de Romero, Francisco estaba alabando a Romero.
El lente de error a través de cual la mayoría de los informes interpretó los comentarios de Francisco es la creencia que Francisco estaba criticando a alguien. Vemos el sesgo en los verbos utilizados para describir la acción de Francisco: que “critica” a los detractores de Romero, los “denuncia”, los “bofetea”, los “condena” y hasta los “desolla”. Todas estas palabras presuponen que los críticos de Romero son el foco de atención de Francisco. De hecho, Francisco está tratando de enfocarnos sobre Romero—no sus detractores:
O sea que es lindo verlo también así: un hombre que sigue siendo mártir. Bueno, ahora ya creo que casi ninguno se atreva pero después de haber dado su vida siguió dándola dejándose azotar por todas esas incomprensiones y calumnias.
Fíjense dónde Francisco está llamando nuestra atención: a la actitud del Beato Romero, que Francisco alaba y propone como ejemplar. Las acciones de los demás son incidentales y periféricas a esta acción principal, que se centra en el hombre, Romero. Este énfasis fundamental es olvidado universalmente en los informes.
2. Las palabras de Francisco tenían la intención de aliviar a los seguidores de Romero, no de fustigar a sus críticos.
Las palabras de Francisco fueron correctamente entendidas por la audiencia de más de 500 salvadoreños como palabras de validación y de reconocimiento de que habían sufrido un trato injusto en la Iglesia. Francisco presenta sus declaraciones improvisadas afirmando: “Quisiera añadir algo también que quizás pasamos de largo”. Los salvadoreños permanecieron sentados en silencio durante la declaración preparada del Papa, sin aplaudir una sola vez durante la lectura del texto. Pero lo interrumpieron con aplausos tres veces durante la breve sección improvisada sobre el tratamiento de Romero en la iglesia. Lo aceptaron como algo que se tenía que decir, una verdad fundamental que necesitaba ser reconocida, no por despreciar a nadie, sino como redención del agraviado—más que todo Romero, pero también a sus devotos entre los fieles.
3. Las palabras de Francisco no estaban dirigidas a la Iglesia salvadoreña.
Muchos informes, en particular los relatos en español, asumieron que el subtexto cuando Francisco habló fue una exposición acusadora de los pecados de la iglesia de El Salvador, donde los obispos se habían dividido de manera infame en torno a Romero, y algunos le fueron abiertamente hostiles en vida. Pero Francisco contradice explícitamente esta lectura diciendo:
El martirio de Mons. Romero no fue puntual en el momento de su muerte, fue un martirio-testimonio, sufrimiento anterior, persecución anterior, hasta su muerte. Pero también posterior, porque una vez muerto –yo era sacerdote joven y fui testigo de eso– fue difamado, calumniado, ensuciado, o sea que su martirio se continuó incluso por hermanos suyos en el sacerdocio y en el episcopado. No hablo de oídas, he escuchado esas cosas.
Si Francisco escuchó directamente las críticas injustas a Romero como un joven sacerdote, debe haberlas escuchado en Argentina, donde vivía en ese tiempo. Si las escuchó directamente, y “no habla de oídas”, entonces está explícitamente no refiriéndose a las cosas que los obispos salvadoreños podrían haber dicho en El Salvador, que él sólo habría oído hablar en la Argentina de segunda mano. Esto no es para absolver a nadie, porque es un hecho que los obispos salvadoreños trataron mal a Romero; sin embargo, no fueron el foco de las palabras de Francisco.
4. Las palabras de Francisco no estaban dirigidas a los conservadores.
Algunas notas informaron que Francisco estaba apuntando a los conservadores ya sea políticos o del clero. Eso también es no necesariamente verdad sentada. Es cierto que los críticos de Romero han tendido a ser conservadores políticos y eclesiales. Sin embargo, no han sido sus tendencias conservadoras las que han requerido ese resultado; Francisco no ha alegado algo al contrario; y no ha criticado ser conservador. De hecho, los conservadores que han entendido a Romero, como el arzobispo emérito de San Salvador Fernando Sáenz Lacalle o el Prefecto de la Doctrina de la Fe el cardenal Gerhard Müller, han apoyado a Romero y su causa de santidad.
5. La advertencia de Francisco es de aplicación universal.
Si hay un reproche en las palabras de Francisco, es una advertencia cautelar y generalizada de no hablar mal de los muertos, porque podríamos estar totalmente equivocados acerca de los méritos de los casos:
Solo Dios sabe. Solo Dios sabe las historias de las personas y cuántas veces, a personas que ya han dado su vida o que han muerto, se las sigue lapidando con la piedra más dura que existe en el mundo: la lengua.
Esto es lo más cerca que Francisco llega a “condenar” o “denunciar” en su discurso. Pero tengamos en cuenta que las palabras son hipotéticas y contingentes. Estas palabras son lo suficientemente amplias como para abarcar cada vez que alguien es criticado injustamente después de la muerte, incluyendo casos tan distintos como los del Venerable Pío XII y San Junípero Serra, a quien el Papa canonizó a pesar de las críticas que había maltratado a los indígenas, a lo que el Papa dijo que era injusto juzgar a la gente del pasado bajo estándares modernos.
Tal vez esta es la mejor lección que podemos desprender del mensaje de Francisco: una nueva versión del viejo adagio, De mortuis nihil nisi bonum: “No hables mal de los muertos,” porque no están aquí para defenderse o para corregirte si malinterpretas gravemente las circunstancias de sus vidas.

Publicado en ‘El Día de los Muertos’

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