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Monday, November 16, 2015

VALLADARES


BEATIFICACIÓN DE MONSEÑOR ROMERO, 23 DE MAYO DEL 2015




En los estudios sobre la vida de Mons. Óscar A. Romero, se ha reconocido el impacto del P. Rutilio Grande sobre el pensamiento del obispo mártir, pero poco se ha escrito sobre otro amigo igualmente—o más—influyente, Mons. Rafael Valladares y Argumedo, amigo de la juventud, seminario, y sacerdocio de Romero, quien llegó a ser obispo auxiliar de San Salvador en 1956 (esta semana es el aniversario de su ordenación episcopal el 18 de noviembre).  Valladares llegó al episcopado 14 años antes que Romero pero murió prematuramente en 1961.  En cierto sentido, Valladares presagia a Rutilio Grande, y puede ser un eslabón perdido en la interpretación de Romero.
No es ninguna exageración decir que Valladares fue una de las figuras más importantes en la vida de Romero.  Compañeros del seminario, vivieron aventuras inolvidables durante sus años de seminario y sacerdocio.  Convivieron en Roma durante seis años de estudio seminarista; y estuvieron detenidos juntos por tres meses en un campo de concentración cubano durante su viaje de regreso a su patria.  Romero estuvo presente durante la ordenación sacerdotal de Valladares, en su ordenación episcopal, y hasta en el momento preciso de su muerte.  Valladares presenció la consagración de Romero como sacerdote y la alabó con una conmovedora poesía.  Valladares es uno de solo dos amigos a quien Romero llama su “hermano” (aparte de sus hermanos naturales—el otro es Rutilio Grande), y confiesa en su diario en 1979 que “lo siento siempre tan cerca”.
Valladares fue identificado con Romero desde el principio.  Era sobrino de Mons. Juan Antonio Dueñas, el obispo que llamó a Romero al sacerdocio.  Valladares y Romero eran sus mejores seminaristas.  Según una versión de los hechos, Valladares y Romero salieron empatados en el concurso para ir a hacer el seminario en Roma.  Valladares, cuatro años mayor que Romero, fue primero en 1935.   Cuando Romero llega a la Ciudad Eterna en 1937, Valladares lo espera para ser su hermano mayor consejero; un compatriota y conocido que vive con él los momentos más culminantes de su vida espiritual.  Cuando Romero es ordenado sacerdote el 4 de abril de 1942, Valladares le dedica estos versos, algunos de ellos muy proféticos (el negrillo es mío):
HOSTIA DE PAZ 

Fue un instante no mas … y el pobre barro
al calor de unos labios se esfumó!
y, atónito, dilató mis pupilas
y me hallo ante un milagro del amor! 

Sacerdote, ese ósculo de Cristo
ha invadido tu ser,
penetró hasta tu alma y te hizo eterno,
divino como él! 

taumaturgo, en la cuenca de tus manos
sus prodigios dejó;
para que ames y sufras, en tu pecho
metió su corazón. 

Amor, dolor, siempre en sublime,
siempre asi en armoniosa dualidad;
en la cruz son la muerte que redime
y en el pan son la hostia del altar! 

sacerdote, eres hostia. No has sentido
la culpa de los hombres sobre ti?
tu sublime estructura se ha formado
para amar y sufrir. 

Sacerdote, eres hostia. Abre tus ojos
y en un fondo de llanto y de pavor,
mira que se alzan mil escuetos brazos
siluetas del dolor. 

El odio con su rictus de venganza
se arroja por doquier.
Y es Caín fratricida que se sacia
con la sangre de Abel. 

Fue un instante nomas ... y se abrió el cielo
con su aurora pascual
y en las manos de Cristo el pobre barro
se hizo una hostia de paz! 

Sacerdote, tu nombre es un poema
de amor y de dolor;
para amar y sufrir, Cristo en tu pecho
con un beso dejó su corazón. 

En tu rica patena los dolores
de los hombres estrecha a tu dolor;
y la llama que abrase el holocausto…
sea siempre tu amor ... ! 

Los dos jóvenes sacerdotes, Romero y Valladares, fueron íntimos colaboradores.  El Padre Rafael Valladares fue su mejor amigo entre todos los sacerdotes”, recuerda Doris Osegueda, secretaria de Romero en Piezas Para Un Retrato (UCA Editores; Sexta Edición, 2011).  Muy distintos los dos, pero se complementaban. Valladares era más de escribir, Romero de hablar”.  Valladares era alegre y llevadero, y Romero más estricto y reservado.  Osegueda recuerda que Valladares hacía bromas de los disgustos de Romero al ver sacerdotes jóvenes sin sotana y otros comportamientos que él consideraba escandalosos.  ¡Éste se enferma porque se enoja! Con lo fácil que se le sale el indio siempre va a estar lleno de achaques. Yo, como no me enojo”, reía Valladares.
El humorismo de Valladares ocultaba dos tremendas realidades.  Una era su salud, que siempre fue delicada.  Sufrió en Roma, bajo la escasez de alimentos debido a la Segunda Guerra Mundial.  Su salud decayó notablemente después del episodio de la detención en Cuba, y le costó recuperar, y finalmente su condición se volvió precaria después de ser nombrado obispo.  Finalmente, murió en 1961, a causa de insuficiencia renal crónica después de una prolongada dolencia.
Segundo, Valladares compartía la ortodoxia de Romero, pero sabía expresarla a través de las risas.  En su reseña sobre Valladares, en la segunda edición de su libro La ciudad donde se arrancan corazones, alma y memoria de San Juan Opico, 2013, Saúl Antonio de Paz Chávez revela que Valladares sufrió mucho porque “no quería que nadie lo viera sin sotana ni en la cama”.  Los dos, Valladares y Romero, eran “excelentes latinistas” dice Oscar Manuel Doñas e instruían a los seminaristas en el lenguaje litúrgico de la Iglesia en el seminario menor de San Miguel, que los dos regían.  Entre las últimas palabras de Valladares, el día de su muerte fue pedir “Mi breviario… en latín”, para rezar las preces de su agonía final.  Óscar Romero estuvo presente cuando su amigo exhaló su último suspiro, y escribió sobre el hecho en una reflexión que tituló “Murió como santo porque vivió como sacerdote” (compárese el título de la biografía de Mons. Romero por Jesús Delgado, Así tenía que morir: ¡sacerdote! porque así vivió: Mons. Óscar A. Romero, Ediciones de la Arquidiócesis de San Salvador, 2010).
Mons. Romero y Mons. Valladares.
Es de suponer que Mons. Valladares inspiró e influenció sobre el ministerio de Mons. Romero.  Pero, ¿cuáles fueron los puntos de coincidencia?  Propondría tres inspiraciones de Valladares.
Primero, en el estilo episcopal.  Valladares tomó las palabras “SINT UNUM” (Sean Una Cosa) de la Oración Sacerdotal de Cristo (Juan 17:1-5) como su lema episcopal.  Escribe Saúl de Paz que “hacia esa unificación en la calidad en torno de la jerarquía [Valladares] ordenó toda su inteligencia y santidad”.  Romero también adoptó una expresión de unión eclesial como su lema—“Sentire Cum Ecclesia” (Sentir con la Iglesia) de los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, que explicó, “concretamente significa apego incondicional a la Jerarquía”.
Segundo, por su fama como “constante voz por una auténtica reforma social con base en la Doctrina Social de la Iglesia”. Desde su niñez, Valladares amó la justicia, veneraba una imagen de Mons. Ricardo Casanova y Estrada, el arzobispo guatemalteco exiliado por el general Manuel Lisandro Barillas Bercián por sus críticas al gobierno.  Mons. Arturo Rivera y Damas, sucesor de Mons. Romero como Arzobispo de San Salvador fue obispo a la par de Valladares. Rivera recordaba que Valladares llamaba a los pobres “los preferidos de Dios”, y le presentó de modelos a San Nicolás, “el obispo de los pobres”, y Mons. Von Galen, “el León de Münster”.
Finalmente, no se debe despreciar el aspecto sentimental.  Por supuesto, no podemos saber el alcance de esos vínculos, pero me atrevo a especular sobre dos.  Primero, me parece que Valladares presagia y prefigura al P. Rutilio Grande.  Valladares tenía 48 años cuando murió; Grande tenía 49.  No sé si la muerte de Grande hubiera tenido el mismo impacto sobre Romero si Grande no hubiera sido un sacerdote apegado a la doctrina y en comunión con el arzobispado, con un historial de amistad con Romero, así como Valladares.  Segundo, el aniversario de la ordenación sacerdotal de Valladares puede haber influido en un día decisivo de Mons. Romero.  Cuando Mons. Romero se encontraba en Tierra Santa para el aniversario de la ordenación de Valladares en 1956, ofreció una misa en la Basílica de la Bienaventuranzas en su nombre.  La última homilía de Mons. Romero ofrecida el 23 de marzo de 1980 fue en el 40 ° aniversario de la ordenación de Valladares. Yo pensaría que esta fue el más grande tributo (ya sea deliberadamente o por coincidencia) a su gran amigo.
Cuando Mons. Valladares falleció en 1961, Opico (la tierra donde nació) y San Miguel se disputaban el derecho de recibir sus restos mortales.  El Arzobispo de San Salvador, Mons. Luis Chávez y González, determinó que sus restos reposarían en la cripta de la nueva catedral que se estaba construyendo en la ciudad después del incendio de la iglesia antigua.  Esa cripta ahora es conocida como “La Cripta de Mons. Romero”, y allí reposan dos viejos amigos que no supieron que iban a estar unidos en la muerte como lo estuvieron en la vida, haciendo cumplir el evangelio que nos dice que Jesús envía a sus discípulos “de dos en dos” (Marcos 6, 7).
La Catedral en construcción, fotografiada por Romero. Área de la cripta.
En el 50 ° aniversario del Pacto de las Catacumbas y el 26 ° aniversario de los Mártires de la UCA.

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