BEATIFICACIÓN
DE MONSEÑOR ROMERO, 23 DE MAYO DEL 2015
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Cuando María
López Vigil publicó su biografía colectiva de Mons. Romero, Piezas Para Un Retrato, se dio cuenta
que una “pieza” en particular le hacía falta.
“Cuando escribía el libro supe que
en 1943 Monseñor Romero”—explicó posteriormente López Vigil—“había pasado por Cuba”. Sin embargo, “me frustró no encontrar ningún testigo que me contara más detalles de
este singular episodio de la vida de Romero y tuve que renunciar a incluir la
pieza cubana en el retrato que estaba componiendo”, lamentó la escritora
cubana-nicaragüense.
Ahora «Super Martyrio» aborda el tema, y lo que
encontramos es una verdadera Odisea del joven Romero, hecho sacerdote, viajando
de regreso a su país. Retirando el velo,
publicamos aquí por primera vez fechas, lugares, y detalles que colorean un
escenario sumamente complicado. Algunas preguntas se contestan con más preguntas. ¿Fue la tribulación de Romero precipitada por
una acusación hecha por el futuro premio Nobel de literatura Ernest Hemingway? ¿Fue
Romero una víctima indirecta de la persecución de la Iglesia Española? ¿Por
qué no habló jamás Romero sobre esta experiencia propia de la represión
estatal?
Ciao, Roma!
“Europa y casi todo el mundo eran un puro
incendio durante la segunda guerra mundial”, recordó Romero muchos años después
de los hechos. “Los [extranjeros] que podían
regresar a su patria se jugaban el peligro de la aventura”. La aventura del Padre Romero comenzó cuando
este registró su salida del Colegio Pio Latinoamericano el lunes 16 de agosto
de 1943, más de un año después de ser ordenado sacerdote.
Viajando con
su mejor amigo, el P.
Rafael Valladares y otro salvadoreño, el P. Mauro Yánez Acosta,
emprendió su viaje de retorno después de 6
años de estudio en Roma—una estadía prolongada por la Segunda Guerra Mundial. Volaron en una aerolínea italiana desde Roma
a Barcelona. En España, se detuvieron
varios días, paseando por Madrid y Bilbao, donde visitaron al famoso jesuita,
el P. José N. Güenechea, director espiritual del P. Pedro Arrupe y autor de
varias obras (incluyendo una titulada “Pobreza del culto y Clero en España”).
El domingo 29
de agosto, zarparon desde Bilbao en el buque “Marqués de Comillas” rumbo a las
Américas. Una foto de la época presenta
a Valladares y Romero a bordo del barco, entre unos treinta otros sacerdotes y
seminaristas. La navegación fue feliz; seguramente
los nuevos sacerdotes se sentían ansiosos y emocionados de poder regresar a su
tierra y a sus seres queridos después de esa prolongada ausencia.
Viajaban a
gusto. El “Comillas” tenía capacidad para
570 pasajeros. Con una velocidad
promedia de 16 nudos, hacía el recorrido transatlántico con bastante tardanza
(en su viaje anterior al de Romero, había llevado 25 días cruzando el océano). Pero el trayecto era bastante cómodo. El buque de vapor de una chimenea contaba con
un cine, un hall, un salón de música, y un comedor que parecía un patio con arcos
moriscos, decorado al estilo de las casas solariegas del Norte de España. Tenía fama de servir buenas comidas. En el
rellano de la gran escalera que comunicaba al hall con el salón de música,
había un gran cuadro, obra del pintor coruñés Fernando Álvarez de Sotomayor,
presentando a Don Claudio López Bru, el segundo Marqués de Comillas, que ahora está
en proceso de beatificación.
El ambiente a
bordo del buque reflejaba la tranquilidad de la vida española: gallos
cacaraqueando en la bodega de carga, retratos del Generalísimo Franco en las
habitaciones de algunos miembros de la tripulación, y pancartas con lemas como
“¡Arriba, España!” en los pasillos. El
español sonaba en los corredores, todos alfombrados de rojo. Mientras que algunos miembros de la
tripulación eran partidarios fanáticos de Franco, el capitán, Don Gabriel
Roselló Guiscafré, de 60 años, practicaba la neutralidad tanto en la política como
en los conflictos bélicos que estremecían el mundo. Esa actitud diplomática le debe haber permitido
llevarse bien con los pasajeros de innumerables nacionalidades a bordo.
Seguramente,
Romero y Valladares viajaban tranquilos en el “Comillas”, pensando que habían
superado el peligro al haber dejado las guerras europeas atrás en aquel
continente. Lo que no se imaginaban es
que el Atlántico era un mar de intrigas, inundado de espías y conspiraciones,
rumores de infiltración, y una verdadera guerra auxiliar entre buques aliados y
submarinos del Eje, especialmente los famosos “U-Boots” alemanes.
También había
un tráfico de almas desamparadas tratando de huir la persecución y
exterminación a manos de los nazis. En
1939, las autoridades cubanas habían negado entrada a 900 judíos a bordo del S.S. St Louis que se vieron obligados a
regresar a las garras de Hitler. El
“Marqués de Comillas” fue el transporte de muchos refugiados. En el viaje de Romero, iba una familia judía
polaca, una madre de 36 años, Pesla Parmes, y su hija Helena, de 12 años, con
destino final en el Bronx, Nueva York, donde las esperaba la hermana de Pesla, Edith
Foreman, quien había costado los pasajes.
De estar viva, la niña hoy tendría 85 años.
Quizá Romero y
Valladares sabían todo esto, pero preferían no pensar en ello. “Desde
que era seminarista escuché algo que hoy, en estas circunstancias, me viene muy
a la mente,” diría Romero en mayo del ‘79.
“Es la historia de un aprendiz de
marinero que lo mandaron a componer algo en el mástil y desde aquella altura,
al mirar el mar revuelto, se mareaba y estaba para caer,” contaba
Romero. “El capitán que se dio cuenta, le dice: ‘¡Muchacho, mira hacia arriba!’.
Y fue su salvación. Mirando hacia arriba dejó de ver aquel mar revuelto que lo
mareaba y pudo hacer su operación tranquilo”.
Trinidad y Jamaica
El primer
puerto de escala al llegar a las Américas fue la Isla de Trinidad el sábado 18
de septiembre. Si los salvadoreños presumían
su seguridad al arribar a su propio continente, las trabas de la guerra europea
se hicieron sentir en los minuciosos registros al atracar en la isla.
Resulta que el
ambiente tranquilizador del “Marqués de Comillas” era engañoso. El propio buque era foco de sospechas. El diciembre anterior, el futuro premio Nobel
de literatura, estadounidense, Ernest Hemingway, haciéndola de agente secreto
aficionado en su barco de pesca, vigilaba el tránsito en el Atlántico y
supuestamente detectó actividades sospechosas en el buque en que Romero debería
viajar nueve meses después—el “Marqués de Comillas”. En un informe entregado al FBI y trasladado a
las autoridades cubanas, Hemingway aseveraba haber visto el “Marqués de
Comillas” en un intercambio con un submarino alemán, ya sea abasteciéndolo de
combustible o trasladando espías alemanes.
Un espía nazi había sido arrestado y ejecutado en Cuba ese año (1942).
También el
temor por incursiones de los U-Boots estaba en su apogeo. Entre mediados de 1942 hasta principios de
1944, siete barcos cubanos habían sido hundidos por submarinos alemanes. La acusación de Hemingway contra el “Marqués
de Comillas” fue tomada muy en serio y fue investigada a fondo. Cuando el “Comillas” atracó en La Habana
nueve meses antes del viaje de Romero, un agente del FBI con la colaboración
cubana, interrogó a los 40 miembros de la tripulación y 50 pasajeros a bordo
del barco sobre el supuesto incidente.
La investigación no llegó a nada, y las autoridades parecen haber
descartado el informe Hemingway. Sin embargo,
este insiste en la veracidad de su reporte y sigue vigilando el “Comillas”
durante 1943. De hecho, en los días que Romero
estaba llegando a Trinidad y Jamaica a bordo del “Comillas”, Hemingway salía en
su último patrullaje de la costa cubana.
No hay evidencia de que las acusaciones del Premio Nobel de Literatura eran
todavía consideradas factibles tan tarde en el ‘43, pero son típicas de las
inquietudes de aquel tiempo.
[Hemingway
escribió una novela titulada Islas en el
Golfo publicada póstumamente, inspirada por estos hechos. Hemingway se suicidó en 1961. Ese mismo año, falleció Mons. Valladares y se
incendió el “Marqués de Comillas” en la costa de Barcelona.]
Detenidos en Cuba
Lo que sí está
claro es que Romero y Valladares fueron detenidos al desembarcar en Cuba después
de haber hecho una segunda escala americana en Kinston, Jamaica. Llegarían a La Habana el martes 21 de
septiembre. Allí iban a cambiar de barco. El biógrafo de Romero describe la perplejidad
de los dos ante su detención: “No
comprendían nada de lo que les estaba sucediendo”. [Delgado, Óscar A. Romero: biografía, págs. 25-26.] El biógrafo de Valladares coincide: “incomprensibles motivos” causaron que fueran
procesados. [De Paz Chávez, La ciudad
donde se arrancan corazones, 2013.] Si
Romero y Valladares no entendían lo que les sucedía, los motivos de la
detención siguen siendo difíciles de comprender. ¡Las razones parecen tan inescrutables como las
de la detención de Cristo!
La teoría más
aceptada es que Romero y Valladares fueron arrestados por que habían originado
su viaje en Italia, un país del Eje (Delgado, Paz, Struckmeyer). Pero, ¿podría ser esta la razón por qué los sospecharon? Una nueva biografía de Romero hace ver que el
9 de septiembre Italia firmó un armisticio, pasándose al lado de los Aliados. [Mata, Monseñor
Óscar Romero: Pasión por la Iglesia, 2015, pág. 33.] Cuando el “Marqués de Comillas” arribó en La
Habana el 21 de septiembre, esto ya hubiera sido conocido por las autoridades
cubanas. De hecho, Cuba liberó a varios
italianos prominentes que había tenido bajo detención, incluyendo miembros de
la familia real italiana, en octubre de ese año. Sin embargo, era un hecho que Cuba tenía hasta
la fecha una política interna de detención de súbditos de los países del Eje, y
que a pesar del armisticio con Italia, seguía habiendo sospechas sobre los
italianos; algunos de ellos continuaban en militancia fascista aún después del
convenio.
Romero y
Valladares fueron minuciosamente registrados e interrogados por el Servicio de
Investigaciones de Actividades Enemigas (SIAE) de la División Central de la
Policía, y no importaron sus sotanas y vestimentas sacerdotales para
salvarlos. De hecho, no serían los
primeros curas a bordo del “Comillas” de ser así acusados. En el viaje anterior del crucero, en junio
del ‘43, las autoridades cubanas habían arrestado a tres curas dominicos
españoles, al supuestamente haberles encontrado propaganda hitleriana entre sus
pertenencias. De todos modos, es evidente
que Romero y Valladares fueron seleccionados de entre los pasajeros para ser
así tratados: el Marqués de Comillas siguió su trayectoria, entrando a Nueva
Orleans el 28 de septiembre y ya estaba de regreso en Europa en octubre sin mayor
inconveniente. (Esto desmiente a
Santiago Mata, cuando asevera que “El
barco … fue detenido en Cuba, quedando la tripulación y el pasaje del buque
encarcelados”—Op. Cit.).
Otras fuentes
mencionan que Romero y Valladares fueron “sospechados de espionaje” (Brockman,
Morozzo, López Vigil). No está claro si
la sospecha fue generalizada (por que venían de Italia) o suscitada por algo en
particular que dijeron los salvadoreños, o que encontraron entre sus pertenencias. Es difícil creer que dieron razón para tales
sospechas. Los dos eran ávidos
anti-hitlerianos, y admiraban al Papa Pio XI precisamente porque se había
enfrentado a los fascistas, jurando que en su papado “nadie se va a reír de la
Iglesia”.
Romero y
Valladares fueron trasladados inicialmente a la Estación de Inmigración en
Tiscornia. Este era el centro de
procesamiento central para todos los refugiados e inmigrantes que llegaban a la
isla. Se encontraba al otro lado
(noreste) de la bahía de La Habana, en lo que es ahora el sitio del monumento
del Cristo de La Habana (en el barrio de Casablanca).
Los edificios del
campamento eran del mismo modelo que las barracas del ejército norteamericano,
cercados con alambres de púas, y albergaban a los refugiados que llegaban a la
isla sin documentación o recursos, mientras sus situaciones se
esclarecían. Un informe del Comité de
Socorro Adjunto (Joint Relief Committee)
de la época registra las condiciones del campo en mayo de 1942, indicando la
presencia de aproximadamente 450 detenidos, algunos por varios meses. Los reclusos se hallaban sin comunicación
externa, sin poder recibir visitantes, enviar o recibir cartas o usar el
teléfono o telégrafo. “Si bien es comprensible que el Gobierno de
Cuba desea comprobar con mucho cuidado la identidad de todos los nacionales
enemigos que entran en el territorio de Cuba”, reza el informe, “no puede ignorarse el hecho de que la
situación de los refugiados en Tiscornia está lejos de ser buena”. El informe menciona específicamente que la
alimentación era deficiente según los paladares europeos.
Todos los
informes coinciden en que la nutrición que recibieron Romero y Valladares fue
inadecuada—tanto así que causó problemas de salud en los dos jóvenes. “La
alimentación era muy deficiente”, dice Gaspar Romero, el hermano menor del
Beato. “Monseñor Valladares se enfermó gravemente, y Óscar adelgazó muchísimo”. Valladares se enfermó tanto que ya en El
Salvador en 1944, necesitó un periodo extensivo para recuperarse. “Tiscornia
fue un campo de reubicación carente de recursos y facilidades”, recuerda un
refugiado que estuvo detenido en el lugar. [Revista Galega do Ensino, Núm. 35 - Mayo 2002.] La
escritora española Eva Canel es aún más contundente: “ese Tiscornia era un nombre fatídico”.
Trabajo forzado
Las biografías
de Romero mencionan otro detalle de su estadía en Cuba: tuvo que hacer “trabajos forzados”, dice María López
Vigil, “lavando inodoros, lampaceando,
barriendo”. Sin serles extraños, estas
tareas limpiando servicios higiénicos resultaban tan agotadoras que ambos
sacerdotes terminaban extenuados por la noche.
Este dato apunta a la posibilidad de que Romero y Valladares fueron trasladados
a otro lugar, a un campo de trabajo.
Desde
Tiscornia, los detenidos eran enviados a otros campos de detención. Los menos comprometidos eran enviados al Reformatorio
de Torrens en El Wajay (provincia de La Habana), un campamento que fue
posteriormente orientado a la rehabilitación infantil. Jóvenes y menores callejeros eran llevados
allí, empleando como pretexto para recluirlos, la enseñanza de un oficio
(típicamente labores propios de la granja: el trabajo agrícola y la cría de
diferentes animales de corral). Pero
también internaron en el lugar a 3.000 alemanes, 1.370 italianos y 250
japoneses y coreanos desde la
promulgación de una ley especial en reacción al ataque japonés a Pearl Harbor. Si Romero y Valladares tuvieron que hacer
trabajo forzado, esto sugiere que estuvieron en la granja Torrens. Sin embargo, esto es una especulación.
Rescatados por Redentoristas
La salvación
de Romero y Valladares llegó cuando, después de un mes o más de detención, unos
misioneros redentoristas que trabajaban en el campo de concentración donde estaban
cautivos, certificaron que Romero y Valladares eran sacerdotes. Los redentoristas tramitaron la salida de
Romero y Valladares del campo, y los llevaron a un hospital en La Habana donde
permanecieron un corto tiempo recibiendo atención médica.
Pero,
probablemente su liberación no se debió solo a poder comprobar que eran
sacerdotes. Es difícil creer que su
estado sacerdotal no hubiera sido evidente desde el primer registro de sus
pertenencias. La foto de Romero y
Valladares a bordo del “Comillas” deja ver que vestían de atuendo clerical, y
ambos sacerdotes tenían fama en su juventud de ser estrictos en su vestido, siempre
llevando la sotana o por lo menos el alzacuello y el cuello romano. Todo esto nos plantea la pregunta si la razón
por qué Romero y Valladares no se habían salvado antes por ser sacerdotes es
que eso mismo era la razón que los habían agobiado. De ser así (y no hemos confirmado de que lo
sea), este episodio pudiera sumarse al “martirio anterior” de Romero, dándole una
nueva dimensión a las
palabras del Papa Francisco de que “el
martirio de Mons. Romero no fue puntual en el momento de su muerte”, porque
fue en primer lugar, “un
martirio-testimonio, sufrimiento anterior, persecución anterior”.
Este
“martirio” habría sucedido bajo otra dinámica.
El Fulgencio Batista de esa época era distinto al Batista que Fidel
Castro derrocó en 1959. Batista estaba
en su primer mandato (1940–1944), legítimamente elegido como candidato de la
Coalición Socialista-Democrática, con ministros del Partido Comunista Cubano en
su gabinete. Su gobierno guardaba
hostilidad innata hacia la parte conservadora en la Guerra Civil Española,
donde la Iglesia era sospechada y perseguida por supuesta parcialidad. Romero y Valladares habían visitado a
clérigos españoles comprometidos. Si
fueron hostigados por ser curas, pudo haber sido una repercusión de aquel
conflicto.
Finalmente,
liberados, Romero y Valladares viajaron por barco desde Cuba a Yucatán, México,
y de allí por tierra a El Salvador, llegando a su patria el jueves 23 de
diciembre, “como regalos de navidad” para familiares que ya los daban por
muertos. Guadalupe Romero, la madre de
Romero, ya había llorado su pérdida. Pero
Romero entró triunfalmente a Ciudad Barrios el 4 de enero de 1944, celebrándose
una gran fiesta popular en su honor. El
júbilo de su pueblo natal cuando apareció el viajero extraviado fue
incontenible, recuerda Gaspar Romero. “¡Ah! Todo el pueblo dejó de trabajar para
recibirlo”.
Increíblemente,
Mons. Romero, que denunció con valentía las detenciones prolongadas sin debido
proceso, jamás habló públicamente de su experiencia propia de este atropello. En lugar de hablar de sí mismo, lamentó la
experiencia de las “madres, esposas e
hijos, que de extremo a extremo, en todo el territorio han recorrido el triste
calvario de la búsqueda de aquel ser querido, sin encontrar absolutamente
ninguna respuesta”. (Homilía del 14
de mayo de 1978.) En contradicción a la
constitución salvadoreña y la Declaración Universal de Derechos Humanos, en El
Salvador habían “personas que han sido
detenidas ilegalmente, y retenidas en los cuerpos de seguridad hasta por más de
treinta días”, denunció Romero. Esto
era una injusticia que él conocía de primera mano.
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