Thursday, September 27, 2007

MONS. ROMERO Y SAN JUAN CRISÓSTOMO

«Sólo El Salvador será fermentado en la vida divina, en el reino de Dios, si de verdad los cristianos de El Salvador se proponen a no vivir una fe tan lánguida, una fe tan miedosa, una fe tan tímida; sino que de verdad como decía aquel santo -creo que San Juan Crisóstomo-: "Cuando comulgas, recibes fuego; debías de salir respirando la alegría, la fortaleza de transformar el mundo".»

--Mons. Romero, Homilía del 28 de mayo de 1978

En sus reflexiones en su audiencia general del 26 septiembre de 2007, Su Santidad el Papa Benedicto XVI profundizó sobre el legado de san Juan Crisóstomo (347-407 a.D.), proclamado patrón del Concilio Vaticano II por el Beato Juan XXIII, como un padre de la Doctrina Social de la Iglesia. El Papa Benedicto explicó como este santo se encontró en su día involucrado en «intrigas políticas», castigado por las autoridades eclesiales por sus enfrentamientos con la emperatriz y los poderosos de su era. Una parte de la Iglesia acusaba a san Juan Crisóstomo y otra parte, que incluía al papa de su día, lo favorecía, pero no tenía la fuerza para ayudarle. Despues de su muerte, pasaron 31 años antes que la memoria de este obispo de Constantinopla fuera restaurada y su nombre vindicado. Benedicto constató las obras de San Juan por los pobres, en seguida añadiendo que «Crisóstomo comprendió que no es suficiente hacer limosna, ayudar a los pobres de vez en cuando, sino que es necesario crear una nueva estructura, un nuevo modelo de sociedad; un modelo basado en la perspectiva del Nuevo Testamento». Los paralelos con la historia de Mons. Romero, de un obispo comprometido con el Evangelio hasta sus últimas consequencias, que queda mal con los poderosos y aboga por los pobres, son tantos que vale la pena comentar algunos detalles.

En la teología de Crisóstomo, explica el Santo Padre, «la vieja idea de la "polis" griega es sustituida por una nueva idea de ciudad inspirada en la fe cristiana». Esto nos hace recordar que en su discurso en Universidad de Lovaina, tanto como en su homilía del 17 de febrero de 1980, Mons. Romero profundiza que, «En su origen política es de "polis", que quiere decir: Ciudad. Los pobres nos dicen qué es la "polis", qué es la ciudad, y qué significa para la Iglesia vivir realmente en el mundo, en la "polis", en la ciudad.» Según lo expone el papa, San Juan Crisóstomo tambien definió la "polis" desde la perspectiva de los pobres, ya que insistió en que ellos fuesen incluidos en su alcanze, mientras que las definiciones griegas de la misma palabra excluían a los pobres y a los esclavos. Así mismo, en la teología de San Juan Crisóstomo, «la vieja idea de la "polis" griega es sustituida por una nueva idea de ciudad inspirada en la fe cristiana».

Crisóstomo defendió, nos dice el gran maestro vaticano, «el primado de cada ... persona en cuanto tal, incluso del esclavo y del pobre». Este «primado de la persona» de San Juan Crisóstomo es lo mismo de lo que nos hablaba Mons. Romero cuando predicaba en su homilía del 2 de marzo de 1980 que:

A la Iglesia no le importa más que el hombre. El hombre, el hijo de Dios; y por eso le duele encontrar cadáveres de hombres, torturas a hombres, sufrimiento de hombres. Para la Iglesia, la meta de todos los proyectos tiene que ser éste de Dios: el hijo, el hombre. Todo hombre es hijo de Dios y en cada hombre matado es un cristo sacrificado que la Iglesia también venera.

El «primado de la persona» o «primado del hombre», continua Benedicto, «nos dice que nuestra "polis" es otra, "nuestra patria está en los cielos" y esta patria nuestra, incluso en esta tierra, nos hace a todos iguales, hermanos y hermanas, y nos obliga a la solidaridad». Y en la prédica de Mons. Romero encontramos la misma idea:

El cristiano es habitante de la eternidad, que va peregrinando en esta tierra, trabajándola, porque le tiene que dar cuenta a Dios, pero que su patria definitiva es allá dónde Cristo vive para siempre, y donde seremos felices con él, con el gran liberado, los pueblos liberados; los hombres liberados serán aquellos que han hecho suya ésta que San Pablo llama "la energía que posee todo para someterlo todo a Cristo". (Ibidem.)

San Juan Crisóstomo y Mons. Romero, ¡rogad por nosotros! +

Wednesday, September 19, 2007

ROMERO FOR YOM KIPPUR

Perhaps there is no more fitting way for us to pay our respects to the Jewish Day of Atonement, than to reflect on the Hebrew prophets' influence on Oscar Romero's theology and preaching. Yom Kippur is celebrated this year on Saturday September 22. The feast commemorates the episode related in the Book of Exodus wherein the Isrealites built a shrine to a golden calf in honor of the Apis bull, thereby engaging in idolatry. After the crisis was mediated by Moses, it was engrained in the annals of Jewish history as the "Chet ha'Egel" or "The Sin of the Calf."

In his sermon of February 24, 1980 -- given exactly one month before his martyrdom -- Archbishop Romero states that, "one of the services that the Church is providing today is to unmask idolatries: the idolatry of money, the idolatry of power, the pretense to keep men on their knees before those false gods." In this perspective, Archbishop Romero was powerfully driven by the prophets of the Hebrew Bible. The previous Sunday, March 17, Romero had preached: "How awesome are the prophets when they denounce those who annex house to house and conjoin property with property and become the owners of the entire country!" The clear reference to Isaiah 5:8 reveals the Scriptural underpinnings of a man who has been himself called a "modern prophet," who heard in the voice of Christ preaching the Beatitudes, "the accent of the prophets of the Old Testament." (March 17 Sermon.)

Romero explained the pertinancy of the Old Hebrew texts to 20th Century El Salvador:


The impovireshed majorities of our country find the voice of the prophets of Israel in our Church. There are those among us who sell the just for money and the poor for a pair of sandals, as stated by the prophets (Amos 2:6-7,8). Those who stack violence and deprivation in their palaces, those who squash the poor, those who make a reign of violence approach while they lie in marble beds, those who join house to house and annex field to field in order to occupy the entire place and have the country all to themselves. These texts of the prophets are not distant voices that we read reverently in our liturgy, they are the daily realities whose cruelty and intensity we live day to day.
In fashioning his responses to these "daily realities," Archbishop Romero drew on Jeremiah, Isaiah, Hosea, Amos and Micah as much as he drew on the Second Vatican Council and the social teaching of the Popes. The legacy of the Hebrew prophets over Archbishop Romero is made manifest today in the instinctive attraction that Romero's ministry has for the delegations of American Jewish World Service students who have made Ciudad Romero a mecca for exploring their relationship between Judaism and the developing world.

An expert in the Old Testament said a few days after Archbishop Romero's assassination that Biblical Israel had eight great prophets and that, in our days, Archbishop Romero would be one of them. On this Yom Kippur/Day of Atonement, we meditate upon Archbishop Romero's fidelity to the Hebrew prophets:

It is wise to read the Old Testament, to read, above all, the prophets and to hear in the tenor of the prophets the severe reprimands, the calls to order that the prophets made, even to the kings, to the rulers, to the wealthy, to those who abused and who trampled their people. 'You are the cause of God's breaking His alliance with this nation,' the prophets said to them, and they called to repentance. 'Convert, renew yourselves." (Jan. 1, 1978 Sermon.)

Romero believed that Christ's mission resumed that call to repentance and reconciliation, and that his ministry was the echo of that call to repentance: "Convert yourselves, be faithful to the alliance of your Baptism, be faithful to your Lord!" (Id.).