Wednesday, July 11, 2012

POLÉMICO JURISTA INSPIRADO POR ROMERO


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El presidente actual de la Corte Suprema de El Salvador ha anunciado que el Magistrado Florentín Meléndez (foto -  izquierda) lo relevará como presidente del máximo tribunal jurídico de ese país el lunes 16 de julio del 2012. Meléndez fue un colaborador del “Socorro Jurídico” de Mons. Romero, y ha destacado como un jurista eminente en la materia de los derechos humanos—fungiendo por un tiempo como Presidente de la Comisión Inter-Americana de Derechos Humanos de la OEA—pero su llegada al liderazgo de la suprema salvadoreña es bastante incierto. Meléndez y el presidente de la corte actual integran un grupo de magistrados que reclaman ser la Corte Suprema de El Salvador. Pero sus fallos han sido declarados sin efecto por una corte regional centroamericana y la Legislatura y el Presidente de El Salvador reconocen a otro grupo, y a otro presidente entrante, como la verdadera corte.

La crisis institucional resultante del enfrentamiento entre la corte actual y las otras instituciones del poder en El Salvador hacen recordar los enfrentamientos monumentales en los tiempos de Mons. Romero, y quizá algo de la polémica se trace a la injerencia de Mons. Romero sobre su discípulo jurista. Mons. Romero jugó un papel activo en el fortalecimiento de la tutela legal en El Salvador. Como bien lo resume Mons. Ricardo Urioste, “El énfasis de Monseñor Romero en la denuncia de violaciones de derechos humanos tuvo un enorme impacto en la comunidad nacional y despertó el interés de la comunidad internacional, especialmente de las organizaciones especializadas en la defensa, promoción y protección de los derechos humanos”. En efecto, Mons. Romero tuvo una fuerte visión sobre la necesidad de tener vigente un estado de derecho y un papel protagónico para la Corte Suprema de Justicia en El Salvador. De hecho, monseñor se quejaba de que la corte de su época era demasiado tímida: “¿Dónde está el papel trascendental de una democracia de este Poder que debía de estar por encima de todos los poderes y reclamar la justicia a todo aquel que lo atropella?” (Homilía del 30 de abril de 1978.) El papel de la corte, decía Mons. Romero, es “exigir a las Cámaras, a los juzgados, a los jueces, a todos los administradores de esa palabra sacrosanta—la justicia—que de verdad sean agentes de justicia”. (Ibid.) Y añadió: “Yo quiero felicitar a los abogados cristianos o no cristianos, pero con gran sentido de justicia, que están poniendo el dedo en la llaga”, al exigir el cumplimiento de la ley. (Id.)

Florentín Meléndez definitivamente ha estado “poniendo el dedo en la llaga” desde su llegada a la cámara de lo constitucional de la Corte Suprema salvadoreña. “El Tribunal Constitucional de El Salvador”, escribió un eminente bloguero de los acontecimientos en El Salvador, “se ha convertido en un campeón del derecho al voto de las personas, recortando algunos de los poderes de los liderazgos de los partidos políticos”. En varios fallos inéditos en la época de cortes tímidas que Mons. Romero lamentaba, la sala constitucional de Meléndez apachó en reiteradas veces los intereses de los partidos políticos: tachó dos partidos históricos fracasados que habían sido habilitados por un pacto entre los partidos, autorizó la posibilidad de tener candidatos independientes, frustró un atentado de limitar el poder de la sala al requerir que sus votos sean unánimes para poder tener efecto, y ahora ha dejado sin efecto los nombramientos judiciales de la Legislatura en el 2006 y el 2012, propiciando el choque de poderes cuando la legislatura y el presidente de la república se han negado a dar efecto a más fallos de la corte, argumentando que la corte ha sobrepasado sus facultades en sus últimas decisiones.

El despliegue de aliados que resulta del enfrentamiento es interesante. Se oponen al seguidor de Mons. Romero, Florentín Meléndez, y sus magistrados colegas el partido FMLN conformado por la ex guerrilla, y su presidente, quien tomó públicamente al arzobispo mártir como su referencial para gobernar. Se oponen a Meléndez y sus colegas el sindicato de trabajadores de la corte y se opone lo que queda del partido de la ex democracia cristiana, cuyos antiguos integrantes tuvieron alguna cercanía con Mons. Romero en vida. En cambio: se aglutinan a la causa de Meléndez y los magistrados rebeldes, ARENA, el partido de derecha; ANEP, la cámara de comercio, y grupos industriales y empresariales. Al dejarlo ahí podría parecer que es un enfrentamiento de izquierdas contra derechas, y que Meléndez está jugando por la causa de los sectores más conservadores de la sociedad salvadoreña. Pero también apoyan a Meléndez la conferencia episcopal católica, la universidad jesuita, otros grupos juveniles universitarios, grupos de juristas, varios sindicatos, y un grupo feminista, entre otros. La verdadera distinción es entre los que apoyan el estado de derecho y la estabilidad jurídica y los que quieren apoyar a la izquierda porque le conviene políticamente.

Cuando Meléndez era integrante del “Socorro Jurídico” del Arzobispado, Mons. Romero visitó al grupo de trabajo para firmar un circular que habían elaborado. “Me dio mucho gusto que todavía a las diez de la noche, cuando llegué, estaban trabajando con mucho entusiasmo”, apunto monseñor en su diario. (Viernes 14 de abril de 1978.) Llamándolos un “impulso esperanzador de los hombres de la ley que quieren colaborar con un sentido más noble de su noble profesión”, Mons. Romero notó con aprobación que “están dispuestos a hacer respetar el imperio de la ley”. (Ibid.) Esto sería lo más importante para monseñor, ya que, “El respeto por el imperio de la ley promueve la justicia y elimina las semillas de la subversión”. (Hom. 11 dic. 1977.) Al contrario, “Al abandonar ese respeto, los gobiernos ... invalidan su arma más poderosa, su autoridad moral.” (Ibid.)

Simbolismo

Monumento de Mons. Romero “vestido de blanco”—simbolismo de los que exigen cumplimiento a los fallos de la corte del Magistrado Meléndez (foto Diario El Mundo). Nota del blog: la intención de este escrito ha sido constatar la conexión de Meléndez con Mons. Romero, y jamás especularía si Mons. Romero estaría a favor o en contra de esta o la otra parte, más allá de lo que se ha dicho de forma genérica sobre el imperio de la ley, etc. Condenamos el “vandalismo” del monumento, y la manipulación de su figura.

Perspectivas & análisis

Linda Garrett, Centro para la Democracia en las Américas (inglés)
Fundación para el Debido Proceso Legal
Joaquín Villalobos
Editorial Washington Post (inglés)
Héctor Dada Hirezi
Dagoberto Gutiérrez (video) (escrito)
Facundo Guardado
CISPES (inglés)
Editorial El Faro
Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas" (UCA)
Mary O'Grady, Wall Street Journal (inglés)
Editorial Diario CoLatino
Publicidad del FMLN (video)

Tuesday, July 03, 2012

NEW CDF PREFECT A ROMERO ADMIRER



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In what Vatican watchers are calling a “critically important move” (See Allen, NCR), Pope Benedict has appointed Bishop Gerhard Ludwig Müller as the new Prefect of the powerful Congregation for the Doctrine of the Faith, the Vatican agency where Archbishop Romero’s canonization cause is currently awaiting to be processed. Bishop Müller is personal friends with the “Father of Liberation Theology” Fr. Gustavo Gutiérrez and has expressed admiration for Archbishop Romero.

Writing last year in the German magazine Christ und Welt, Bishop Müller responded to a liberal ecumenical group which proposed an unauthorized canonization of Archbishop Romero to protest the beatification of Pope John Paul II. “By what right does one witness the lives of two great servants of God to claim to sow the weeds of discord and distrust in the fields of the Church?,” Müller demanded, warning that to drive a wedge between the two constitutes a “destructive antagonism”, and a “disastrous exploitation of the holy martyrs of Jesus Christ.” Müller argued that John Paul and Romero were united in the service of Christ. “In different ways, John Paul II and Óscar Romero served the kingdom of God,” he argued. “They are committed to the unity in Christ and unity in his church. We should not argue about the saints that God gives his Church,” Müller wrote, “but learn from them,” to obtain a richer understanding of the Gospel.

Writing specifically about Archbishop Romero, Müller defended his orthodoxy. “Anyone who reads the moving sermons of the Servant of God Oscar Romero finds,” he said, “no evidence of a difference with Catholic doctrine.” Moreover, Müller praised Romero as a model bishop: “Archbishop Romero,” he wrote, “is truly the voice of those without a voice, and thus an advocate of the poor and an example to every bishop as a defender and father of the ‘poor, homeless and neediest of all’,” as every bishop is called to be during his ordination. Müller wrote that the final words of Archbishop Romero’s last sermon—the improvised Eucharistic prayer seconds before his assassination—is “his legacy to us.” In a revealing touch, Müller quoted the text in its entirety, and cited the accurate version of the quote, not the commonly available version which contains an error (previously discussed in this blog). Finally, Müller has attended the commemoration of Archbishop Romero’s anniversary in San Salvador.

Bishop Müller also co-authored a book with Fr. Gustavo Gutiérrez on the Latin American church movement, Liberation Theology. (An der Seite der Armen. Theologie der Befreiung [“On the Side of the Poor. The Theology of Liberation”], Augsburg 2004). “With Gustavo, I learned more deeply the meaning of this theological current,” Müller told a Peruvian university magazine in 2008, explaining that he first became exposed to the movement at a Peruvian seminar on it in 1988. He has also stated that Gutiérrez’ theology, “is orthodox because it is orthopractic and it teaches us the correct way of acting in a Christian fashion since it comes from true faith” (Ab. Romero’s theology has been subject to CDF scrutiny for orthodoxy and ‘orthopraxy’).  Müller has reportedly attended retreats with Gutiérrez every year since 1998 to the present. “The great challenge that we have as intelligent beings and creatures of God is studying reality and acting according to morality and ethics,” Müller told the Peruvian magazine. “When Jesus returns, the first thing He will ask us is what we have done for the hungry and those who suffer the most.”

But for all his sympathy Bishop Müller’s appointment might not mean very much for Archbishop Romero’s cause if it were not for one thing—the complete confidence of Pope Benedict XVI, which is that much more important given the climate of leaks and distrust in the current Vatican. “Müller clearly enjoys the pope’s confidence,” John Allen writes, noting that Müller compiled the comprehensive collection of all the pope’s theological writings. Pope Benedict has known Müller for years, and even attended Müller’s Episcopal ordination, where Müller took as his motto “Dominus Iesus,” the title of one of the Pope’s important writings while he was Prefect of the Congregation for the Doctrine of the Faith—the office Müller will now hold.

It is almost certain that Bishop Müller’s appointment won’t constitute an affirmative boost to Archbishop Romero’s canonization. That is, Bishop Müller cannot push the process forward. But it seems equally sure that anyone counting on the process to be derailed by the Congregation for the Doctrine of the Faith now is bound to be disappointed. For example, Fr. Jon Sobrino has said that some objections to the canonization cause arise from Ab. Romero’s collaboration with Sobrino, who is associated with Liberation Theology. Bishop Müller’s collaboration with Gustavo Gutiérrez (who similarly was rebuked by the CDF previously) is likely to take the sting out such objections. And while Müller cannot ordain the beatification to happen, his friendship with Gutiérrez demonstrates that it is more difficult to condemn someone who advocates for the poor once you get to know them: in a recent interview, the rector of the Jesuits in Munich said that John Paul’s interactions with Romero led the pontiff to “a much better understanding of the archbishop’s situation” and “an evolution” in the pontiff’s assessment of Liberation Theology. With Bishop Müller’s appointment, it seems very likely that Ab. Romero will have a fair judge at the CDF.

Sunday, July 01, 2012

SENTIRE CUM ECCLESIA



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En estas últimas ponencias, hemos tratado de ubicar a Mons. Romero en el mundo católico. Es que solo midiéndolo en relación a otros católicos sobresalientes—podríamos decir, inconformistas—es que podemos situarlo en su lugar apropiado dentro de la Iglesia. Desde este análisis, Mons. Romero se configura como un personaje eminentemente católico. No es posible entenderlo en otro marco de referencia, cada uno de los puntos de análisis nos dan luces claras sobre el pensamiento y el accionar de Romero, el hombre estratégico, el espiritual, el católico.

Podemos posicionar a los doce (¡hasta el número es católico!) nombres que hemos considerado en un espectro desde el más conservador, política y teológicamente hablando, hasta el más progresista o “profético”, y esta evaluación en sí nos ayuda a ver a Romero en el centro de esta agrupación eclesiástica—y no al margen. Seguramente, Marcel Lefebvre es más tradicionalista—pero no más ortodoxo, ya que Lefebvre no duda en desligarse del papa y de la Iglesia, algo que Mons. Romero dice que jamás siquiera se le ocurriría hacer. Verdaderamente, Marcial Maciel es más oficialista—pero no más santo, ya que su escandalosa vida personal es algo que lo hace contrastarse más con Mons. Romero que su actitud conservadora. San Josemaría Escrivá tiene la fama de marcar el destacamento derechista más extremo del mundo católico. Sin embargo, vemos a Mons. Romero dialogar con el Opus Dei durante toda su carrera, incluyendo sus años de arzobispo, sin ningún problema.

Y cuando consideramos a Mons. Romero con ejemplares convencionales, aceptados sin renuencia alguna en el seno de la Iglesia, vemos mucha incidencia y coincidencia. Igual que Los Cristeros que se enfrentan con un régimen izquierdista por un extremo, o el obispo alemán el Beato Clemens von Galen, que se enfrenta con los fascistas al otro extremo, vemos a un Mons. Romero que está dispuesto a peligrar desde el punto de vista político hasta personal por no traicionar su misión de predicar el evangelio. Y entre estos dos extremos, cuando consideramos la opción por la justicia y por los pobres de San Maximiliano Kolbe, de San Martín de Porres o de la Beata Madre Teresa, encontramos en Mons. Romero un amor por los despreciados y marginalizados que excede la caridad de la mayoría de cristianos para quien la caridad raramente implica tener que tomar posiciones incomodas.

Si bien es cierto que Mons. Romero se mantiene en comunión con el ala activista del catolicismo por decirlo así—refiriéndonos a los Democristianos en El Salvador y la Sierva de Dios Dorothy Day en Estados Unidos—también vemos distanciamientos importantes cuando pasamos de un activismo conforme al magisterio de la Iglesia a puntos de vista más disparados de la tradición, como son las teologías de Jon Sobrino y Leonardo Boff. Mons. Romero mantiene relaciones amistosas con ellos y sin duda comparte su preocupación por los pobres y la búsqueda de justicia para ellos. Pero no duda en reiterar que su teología es la autorizada por la Iglesia, y en algunas ocasiones aprovecha para hacer un contraste o gentil corrección de lo que considera acercamientos equivocados.

Aparte de las diferencias que puedan existir entre una tendencia u otra, lo que sobresale en estas comparaciones es el dialogo constante que Mons. Romero sostiene—a veces directamente, a veces indirectamente, y otras en total silencio—con el mundo católico. La Iglesia es su escuela, su red social, su fraternidad—su madre y maestra. Los criterios que tiene, los ha recibido en el seminario, en retiros espirituales, en su lectura de los papas. Y los que adquiere, los busca primero en el mundo católico y aunque dialoga con todos los sectores políticos de su tiempo, su zona de confort siempre es la Iglesia.