Thursday, September 09, 2010


"LA VOZ DE DIATRIBA"
Las últimas palabras de Monseñor Romero –contundentes y proféticas:


En este momento la voz de diatriba se convierte en el cuerpo del Señor que se ofreció por la redención del mundo.

(Hom. 24/3/1980, Colección Koinonía.)

Luego una plegaria por que la Eucaristía nos alimente “para dar conceptos de justicia y de paz a nuestro pueblo” -- y pocos momentos después el disparo que sigue reverberando detrás de esas palabras. (Id.) Como opina un venerable comentador del asunto, “Un set de filmación de Hollywood y su coreografía no podían haber igualado el verdadero martirio del Siglo XX”. (Julian Filochowski, “La audacia de Romero”.) Porque, “En un país católico, con el nombre de Cristo -- El Salvador --, el Arzobispo Metropolitano fue muerto a tiros en el centro de la Misa tan pronto terminó su homilía y se trasladó al centro del altar para presentar el pan y el vino en el ofertorio”. (Id.)

El escenario es muy certero, pero el guión hay que rectificarlo. Monseñor nunca dijo que “la voz de diatriba se convierte en el cuerpo del Señor”, ni tampoco que la Eucaristía nos alimenta para “dar conceptos”. Dijo “la Hostia de Trigo” (y no “la voz de diatriba”) se convierte en el cuerpo de Cristo, y nos alimenta para darnos la voluntad de imitar a Cristo en su sufrimiento, y así traer “cosechas” (no “conceptos”) de justicia y de pan a nuestro pueblo. Algunos podrán pensar que las palabras exactas quizá no importen tanto, pero ya que se trata de las últimas palabras de Mons. Romero, y de aquellas que él quiso darnos en el momento preciso de su martirio, tomamos aquí la oportunidad de presentar los comprobantes definitivos que esclarecen sus expresiones.

Pruebas desde el audio. Cualquier persona puede oír la grabación de las últimas palabras de Mons. Romero y escuchar atentamente para confirmar que dice “la Hostia de Trigo” y no “la voz de diatriba”, y que dice “cosechas” y no “conceptos”. La grabación es de baja calidad, pero probablemente posee suficiente fidelidad de sonido para poder distinguir las silabas individuales de las palabras, al escuchar con cuidado.

Pruebas desde lo académico. En su biografía sobre Mons. Romero, redactada en dos ediciones, el P. James R. Brockman, S.J., trascribe las palabras de la última homilía interpretando que dice “la Hostia de Trigo” y no “la voz de diatriba”, y que dice “cosechas” y no “conceptos”. (The Word Remains: A Life of Oscar Romero (Orbis, Nueva York, 1982).)

Pruebas desde el contexto. Cualquier persona puede estudiar el resto del texto de la homilía de Mons. Romero, la cual explicaba la parábola del grano de trigo. En la lectura de aquel día, los feligreses habían escuchado que, “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo; pero si muere, produce mucho fruto”. (Juan 12:23-26.) Recogiendo estas referencias, Monseñor ya había hablado de trigo y de cosechas en la primera parte de la Homilía:

[A]l que se entrega por amor a Cristo al servicio de los demás, éste vivirá como el granito de trigo que muere, pero aparentemente muere. Si no muriera se quedaría solo. Si la cosecha es, porque muere, se deja inmolar esa tierra, deshacerse y sólo deshaciéndose, produce la cosecha.

(Id.) Monseñor hablaba en su homilía de cosechas, y de trigo.

Pruebas desde el uso anterior. Al examinar las homilías anteriores de Mons. Romero, uno se entera que ya había lanzado ese mensaje que estaba enviando el 24 de marzo. En su homilía del 28 de mayo de 1978, Mons. Romero predicaba: “Y han escuchado en la carta de San Pablo hoy, cómo está evidente la presencia de Cristo en la hostia ... ‘Y el pan que partimos, la hostia de trigo ¿no nos une a todos en el cuerpo de Cristo’?”. (Hom. 28/5/1978.) En cambio, Mons. Romero nunca vincula en sus predicas anteriores a la Eucaristía con “la voz de diatriba”. Al contrario, Mons. Romero denuncia esas voces de diatriba, en su oración: “Te doy gracias Padre, porque este servicio a la Palabra que yo trato de hacer, me lo comprenden los humildes, los sencillos de corazón; cuando en cambio se torna diatriba, se torna ofensa, y suscita y desata calumnias para todos aquellos que se creen autosuficientes, soberbios, encastillados en su propio modo de pensar y no quieren que nadie les llegue con la doctrina auténtica del verdadero Evangelio.” (Hom. 23/4/1978.)

En el lenguaje de Mons. Romero, sería raro y confuso asociar la Eucaristía con “diatriba ... ofensa ... calumnias”, pero sería harmónico, lógico y consistente asociarla con la “Hostia de Trigo”.

Pruebas desde la Teología. El aspecto central de la Eucaristía es la unidad. Por eso se le dice “Comunión” – une a los creyentes con Cristo (Catequismo de la Iglesia Católica, §§ 790, 1003, 1391); los une con la liturgia del Cielo (Catequismo § 1398) y los une con otros creyentes (Id.). Mons. Romero predicaba esto. Predicaba que la Eucaristía es Comunión con Cristo: “si un cristiano ... prescinde de ... vivir la comunión con Cristo, no es un liberador cristiano”. (Hom. 28/5/1978.) Predicaba que la Eucaristía es Comunión con la liturgia del Cielo: “esta comunión que nos une ... con la liturgia del cielo”. (Hom. 21/1/1979.) Predicaba que la Eucaristía es Comunión con otros creyentes: “cree la Iglesia en la comunión de los santos y en el amor que une a los hombres”. (Hom. 22/5/1977.) Por estas razones teológicas, es improbable lo contradijera substituyendo la comunión con la diatriba.

Finalmente, es importante esclarecer el tema, porque puede ser un elemento importante en la causa de canonización. El papa Juan Pablo II siempre estuvo impresionado con el hecho de que Mons. Romero fue “impactado durante el momento más sagrado, durante la función más alta, más divina”. (Audiencia General, 26/3/1980.) Visitando la Catedral, el papa elogió a Mons. Romero por “la entrega misma de la vida de manera violenta, mientras celebraba el Sacrificio del perdón y reconciliación”. (Discurso, 6/3/1983.) Considerar, equivocadamente, que Mons. Romero entregó su vida igualando a “la voz de diatriba” con el Cuerpo de Cristo puede restarle meritos injustamente a su causa, cuando verdaderamente alcanzó una corona martirial digna de la perfección cristiana. (Juan Pablo, Audiencia General, 25/3/1981.)

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