Friday, February 24, 2012

LA TENTACIÓN DE LAS PIEDRAS


El proyecto de liberación de Cristo consiste en cambiar a fondo el corazón de cada hombre y cualquier proyecto de soluciones “inmediatistas” que busca solventar los problemas de este mundo “de un golpe” se asimila a las tentaciones que el demonio hizo a Cristo, advirtió Mons. Romero en su primera homilía de su última Cuaresma, pronunciada exactamente un mes antes de su martirio, el 24 de febrero de 1980.

[Esta es la segunda parte de una serie sobre las últimas siete homilías de Monseñor Romero comenzada el año pasado. Para leer el texto original de esta homilía en español, pulse aquí. Para el texto en inglés, pulse acá. Y, para escuchar el audio de Mons. Romero pronunciando la homilía, pulse acá.]

La justicia social no es tanto una ley que ordene distribuir”, predicó el arzobispo, sino que: “es una actitud interna como la de Cristo, que siendo rico, se hace pobre para poder compartir con los pobres su amor”. Por eso, “a la Iglesia no le importa que haya sólo una distribución más equitativa de las riquezas: le interesa que se dé esa distribución porque existe realmente en todos los hombres una actitud de querer compartir no sólo los bienes, sino la misma vida”, con los pobres. “No busquemos soluciones inmediatas”, insistió Mons. Romero: “no queramos organizar de un golpe una sociedad tan injustamente organizada durante tanto tiempo”. Aunque pueda ser fácil decretar a la fuerza una mejor distribución, explicó Monseñor, “no compondríamos el mundo: el rico seguiría siendo egoísta, el hombre no se convertiría”. La justicia de Dios no se alcanza a través de una insurrección marxista: “no por apariencias de salvación sino por la fuerza verdadera que solamente dimana de la cruz y el sacrificio”, dijo.

Aunque presentada como una crítica amiga, la denuncia de Mons. Romero a la izquierda fue contundente. “No sería completo mi llamamiento de Cuaresma para la conversión de los diversos sectores salvadoreños”, comenzó, “si no dijera también una palabra cariñosa de pastor a las fuerzas populares”. Y paso a cuestionar fuertemente las tácticas subversivas:
—¿Es con violencia terrorista proletaria como puede y debe combatirse la violencia represiva millonaria?
—¿Es con bombas, incendios, tomas, secuestros y hasta asesinatos como se podrá por fin instaurar el Reino de Dios y su justicia?
—¿Creen ustedes que el Espíritu Santo y no el demonio el que inspira esos actos vandálicos, subversivos, más de la moral cristiana que de la vida y haciendas de los oligarcas?
No criticar los abusos de la izquierda violenta les restaría eficacia a los reformistas para acabar con los abusos de la extrema derecha, dijo: “Defender o apañar, en vez de condenar con la misma energía la violencia subversiva, es, a mi juicio, provocar más la insolencia represiva”— razonaba—“pues ya estamos viendo por todos lados, cómo reaccionan los sanguinarios cuerpos de represión contra el ataque de los grupos de subversión”.

Aquel primer domingo de Cuaresma de 1980 se había leído el Evangelio en que Satán le dice a Jesús en ayunas que debería convertir unas piedras a pan para aliviarse del hambre, y el Divino Maestro le contesta: “No sólo de pan vive el hombre, sino que de toda palabra que sale de la boca de Dios”. (Lucas 4, 1-4.) Aún los hombres que contemplan el ayuno de todo un pueblo deben de ser comprensivos con el programa de Dios para aliviar ese sufrimiento, y no querer quitarlo de un golpe, dijo monseñor. “El proyecto de Dios quiere darle un sentido al ayuno, quiere darle un sentido a la cruz, al desierto, al sacrificio”, aseveró. “Ya vendrá el pan. La palabra de Dios es justicia, y el pan no solamente se hace de las piedras”. Tener fe: “Que sepan unos y otros vivir la austeridad del desierto, que sepan saborear la redención fuerte de la cruz”.

El mensaje de monseñor no se debe confundir con el argumento paternalista que se usaba en otras épocas para decir que los pobres tendrán en el cielo su recompensa. No es precisamente el conformismo lo que monseñor estaba recomendando: “los que sufren perennemente el hambre, la privación”—es decir, los pobres—deben “darle un sentido penitencial a su situación y no adormecerse en esa situación sino trabajar por una justicia social que impere en el país”. Aunque reservó sus palabras más duras para la extrema derecha, los cuerpos de seguridad que cometían graves abusos a los derechos humanos, y los oligarcas que dirigían la ola de represión, recordó que todos tenemos nuestras propias debilidades, con cuales el diablo puede tentarnos: “Unos por el orgullo, otros por la codicia, otros por la vanidad, otros por los triunfos fáciles” y advirtió: “Mucho cuidado, hermanos”.

Su pretensión, había dicho Mons. Romero al principio de su homilía, era “ofrecer a la Patria un pueblo renovado, una Iglesia palpitante con Cristo resucitado, aferrada a la cruz del Señor y dándonos el verdadero proyecto de Dios para salvar a nuestro país”. Al finalizar la homilía, era evidente cual era “el verdadero proyecto de Dios”: “Tengamos fe, creamos de verdad y desde nuestra fe, iluminemos nuestra política, trabajemos nuestra historia, seamos artífices del destino de nuestro pueblo pero no haciendo un proyecto únicamente humano y, mucho menos, inspirado por el diablo”. Contrario a la violencia y el odio que se estaba desatando, la meta señalada por Mons. Romero era, “Un proyecto que lo inspire Dios y que me lleve a creer en Cristo”, dijo, “y que me haga sentir la historia de mi Patria como una historia de salvación, porque Cristo está bien entrañado en mi familia, en las leyes de mi tierra, en mi Gobierno, en todo aquello que es mi patria; Cristo sea la luz que ilumine todo”.

Haciendo esto, “la patria se convierte en una antesala [del] Reino de Dios”. Con esta frase, Mons. Romero distinguía entre las limitaciones de la “liberación” izquierdista y la trascendencia de la liberación integral que es la salvación celestial, y aunque la política tiene que acercarse a la voluntad de Dios, siempre existe un cierto distanciamiento: “el trabajo de la Iglesia es muy distinto del trabajo del gobierno político”, pues, “Nuestro trabajo de Iglesia tiene que ser específicamente de Iglesia”. La voluntad de Dios ejerce una primacía sobre ambos proyectos, que “deben de converger hacia adorar al único Dios”.

Al final, Mons. Romero regresa a la figura de Cristo resistiendo a Satanás: “Les suplico, como Jesús en el desierto, reflexionar, sobre todo, cuál es el proyecto de Dios” y ante las tentaciones de cambiar piedras por pan, “Buscar ante todo la voluntad del Señor y no los caprichos de los hombres”.

Arte: “Monseñor Romero, el Cadejo y yo”, Elena Rendón; yeso, pastel y acuarela sobre papel. Muestra Colectiva Abierta, Catálogo Marzo 2011, San Salvador.

Sigue: El Salvador del Mundo

Post Datum:

En su reflexión cuaresmal durante su audiencia general, las palabras del Papa Benedicto XVI asimilaron la prédica de Mons. Romero sobre las tentaciones. En el desierto, dijo el papa, “Jesús está expuesto al peligro y se ve asaltado por la tentación y la seducción del Maligno, que le ofrece otro camino mesiánico, lejos del plan de Dios, por que pasa a través del poder, el éxito, el dominio y no a través de la entrega total en la Cruz”. Ahora esa tentación, dijo el Santo Padre, toma otras formas: “el secularismo y la cultura materialista, que encierran a la persona en el horizonte mundano del existir, sustrayéndole toda referencia a la trascendencia”. Sólo siendo “fieles a Jesús y siguiéndolo por el camino de la cruz, el mundo luminoso de Dios, el mundo de la luz, de la verdad y de la alegría se nos devolverá”, dijo el Pontífice.

Friday, February 17, 2012

«THE THEME OF THE POOR OF YAHWEH»


Archbishop Oscar Romero’s February 17, 1980 sermon on the Beatitudes, the first of his last seven sermons before his martyrdom, was three sermons in one: The first part of it recapped a powerful exegesis on the political dimension of the Faith, which he had delivered at Leuven University in Belgium, earlier that month. The second part was a full-throated denunciation of social injustice, which included a recitation of his letter to U.S. President Jimmy Carter, requesting the cancellation of military aid to El Salvador. And the third part—which we will focus on here—was his message to the poor and to the advocates of the poor.

[This is the second part of a series on the final seven homilies of Archbishop Romero started last year. To read the text of this homily in English, click here. For the original text in Spanish, click here. And, to hear the audio of Msgr. Romero delivering the homily, click here.]

Romero began by expounding on Jesus’ message, “Blessed are you who are poor: for yours is the kingdom of God.” (Luke 6:20.) He cited the Latin American Bishop’s post-Conciliar pronouncement at Medellin, Colombia, in which they described poverty as an accusation, a spirit and a commitment. The Gospel itself supported the view that poverty is an accusation, Romero said, when Jesus also says, “woe to you who are rich, for you are receiving your comfort in full.” (Luke 6:24.) He explained poverty as a spirit by recounting the historical context and sufferings of Israel as a continually exploited and downtrodden people, and he spoke of poverty as a commitment by highlighting the persecution that the allies and defenders of the poor are exposed to—including, in El Salvador.

Most people who have heard anything about this sermon have probably only heard about Romero’s letter to Pres. Carter—which he read aloud—asking the U.S. to withhold military aid to El Salvador. Romero said that modest aid given that year had already led to a steep spike in repression, which he detailed. He warned against plans for U.S. military advisors to train three Salvadoran battalions. Those battalions would have to be dismantled a decade later, due to their notorious human rights records (See, El Mozote massacre). And he denounced a failed attempt against the Jesuits—whose eventual assassination hastened the end of the war a decade later.

Overlooked by Romero students is the fact that a large part of this sermon, as others, is aimed at the popular organizations of the Left. “One of the most urgent needs of the pastoral ministry of the Archdiocese is a pastoral of accompaniment” of the opposition, he said, “so that they can mature in the faith and from the perspective of the faith live out their political commitment,” and stay “rooted in the eternal resurrection of the Lord and in the redemption of the human person from sin.” Then, turning to the groups directly, he said, “Hopefully you will not look down upon the Church when, from the perspective of faith, She speaks out against your imperfections, your abuses, your strategies, and the limitations of your political groups.”

Romero’s critique of the Left began with the analysis of the Gospel message. “The poverty that Jesus Christ here sanctifies,” he said, “is not simply a material poverty.” But rather, “It is a poverty that awakens consciousness, a poverty that accepts the cross and sacrifice” (See, Romero’s Transfiguration Theology). “Therefore we become holy according to the degree to which ... we hand ourselves over to the Lord and show our openness to God,” he argued. “Jesus’ redemption points out,” he said, “that all earthly liberators are lacking—that is, they are incomplete as long as they do not free sinners from sin.” Then, offering a new take on the Sermon on the Mount, Romero proclaimed, “Blessed are they who struggle to achieve the political liberation of the world and who are also mindful of redemption that saves people from sin and death.” Putting politics in a transcendent context, he said that, “The great liberation is that of Christ and those who incorporate the struggle for the liberation of people into their faith ... are guaranteed an integral, complete and immortal liberation.” But those who “only struggle for temporal realities, for better wages, for lower prices, for a change of government, for a change of structures that tomorrow will be old structures,” he said, they will attain a liberation that is incomplete.

Christians working in political organizations striving to liberate the poor are obligated to live the “spiritual poverty [which] is the theme of the poor of Yahweh,” and requires abiding by godly values. “Thanks to God, there are many people who are doing this,” he said. “[T]hose who are members of popular political organizations,” and “who participate in the Christian community in order to nourish their struggle with faith ... are on the right path.” But, others, he warned, “have lost their faith and, as a consequence, have mutilated that which is primary.” He encouraged those who kept the faith, but he scolded those who strayed: “I want to say that we defend the right of people to organize and we esteem your effort for unity and openness,” he said, “but we repudiate the tactics of certain grassroots groups who appear to act without consulting with their leaders.”

Ab. Romero then listed specific practices of the Left that he decried, such as taking hostages. “What right do you have to deprive another human being of freedom?,” he demanded. “I have witnessed the suffering of many hostages and their families, especially when some of these hostages are ill and need to be cared for.” He lamented the kidnapping of an Argentine citizen and noted the offer of another conational to take his place: “All this would be unnecessary if the protagonists in these actions had human feelings,” he denounced. Then he called for “popular military organizations ... to return to the respectable paths of rationality, of human dignity,” and desist from “abductions, threats and exacting of vengeance.” The Pope, he reminded them, had preached against the use of violence, “even on those whom someone judges blameworthy.”

He also disapproved of the practice of taking over buildings—especially, churches: “In the name of the religious sentiments of my people,” he said, with obvious frustration, “for the good of the poor and of my people, I beg the directors of the organizations that today are occupying church buildings to come by to dialogue with me or with those responsible for the buildings.” As far as churches are concerned, he said, “These buildings are temples of prayer for our people, whose Christian sentiments deserve at least as much consideration as the objectives of those occupying the buildings.” He also noted that the various groups often act at cross purposes with one another, and often thwart the Church’s particular efforts, thus their actions, in addition to demonstrating political immaturity, were also harmful to the cause of the poor.

I want you to see,” he said, “that my denunciations have only one purpose: we want to be a holy people, we want a government that truly understands people who are poor; we want a political system that acts on behalf of the well being of our people and those who are poor.” He concluded, “In this way we can repeat with Jesus: ‘Blessed are you who are poor, for yours is the kingdom of God’.”

Art: Raúl Alfaro, “San Romero de América,” oil on canvas. Colectiva Abierta exhibition, March 2011 catalog, San Salvador.

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Thursday, February 16, 2012

«SIETE» II


El año pasado reflexionamos sobre las últimas siete homilías de Mons. Romero en una serie de ponencias titulada “Siete Sermones a los Pobres”. Este año queremos profundizar sobre el mensaje que Mons. Romero quiso lanzar en sus últimas homilías revisando el contenido que direccionó específicamente a los pobres, y a las organizaciones populares que deberían llevar el interés de los pobres en su accionar.

Tomamos como punto de partida el lema del XXXII aniversario del martirio de Monseñor, el cual la Fundación Romero ha establecido como, “Ya basta de sufrimientos para el pueblo”, una frase de una homilía de Mons. Romero. Es indiscutible que Mons. Romero se guió por el bien común del pueblo, especialmente del pueblo sufrido y pobre. Una dimensión importante de su línea pastoral fue el mensaje que él tuvo para el mismo pueblo y los pobres, ya que su proyecto de liberación para los pobres requería que el mismo pueblo se preparara y se levantara para empezar a definir su propio destino. O sea, una parte de su mensaje era la admonición a los ricos, la denuncia de las injusticias, pero otra parte, de igual importancia, era su mensaje de liberación para los pobres, y este no ha sido reconocido debidamente en las conmemoraciones que se hacen sobre la prédica de Mons. Romero.

De hecho, existe la impresión, ampliamente aceptada, de que el mensaje de Romero era desequilibrado, o sea, casi exclusivamente enfocado en una crítica de la oligarquía y de las instituciones de derecha que defendían los intereses de los ricos. Muchas veces, parece que Mons. Romero adopta el mismo lenguaje de una dialéctica izquierdista para describir, y criticar la realidad social de su entorno, lo que hace pensar que Mons. Romero había adoptado ese mismo punto de vista. Al revisar lo que Monseñor decía en sus sermones, podremos ver que, en realidad, estaba usando el lenguaje de su audiencia porque quería hacerse entender con un segmento específico cuya atención había capturado—el segmento de las organizaciones populares, cuyo afán por organizarse era un esfuerzo que Mons. Romero quería acompañar.

Allí tenemos las cartas pastorales de Mons. Romero, en las que él mismo nos hace saber su estrategia. En su tercera carta pastoral, “La Iglesia y las organizaciones políticas y populares” (1978), Mons. Romero dijo que, “La Iglesia ... alienta y fomenta los anhelos justos de organización y apoya, en lo que tienen de justo, sus reivindicaciones”, añadiendo, “Pero no estaría completo el servicio de la Iglesia a estos esfuerzos legítimos de liberación si no los iluminara con la luz de su fe y de su esperanza cristiana, enmarcándolos en el designio global de la salvación operada por el Redentor Jesucristo”.

Desde esta óptica prestada por el mismo Mons. Romero, veremos que la idea que solo criticaba a la derecha es un mito, y que su prédica estaba realmente centrada sobre los pobres. Con ellos dialogaba, elogiando sus aspiraciones cuando estas eran nobles, pero también denunciando sus malas prácticas y excesos, porque estos también sustraían de su marcha hacia la dignidad y la liberación de tantas marginalizaciones. O sea, al decir “Ya basta de sufrimientos para el pueblo”, también estaba pidiendo que las fuerzas liberadoras fueran un verdadero servicio para el pueblo, y que no distrajeran de la meta.

Arte: “Monseñor Romero amigo”, Ángel Portillo, acrílico sobre lienzo. Muestra Colectiva Abierta, Catálogo Marzo 2011, San Salvador.

Siete Sermones a los Pobres:


I.) 17 de febrero de 1980 (Las Bienaventuranzas—inglés)

II.) 24 de febrero de 1980 (Cristo tentado por el Diablo)

III.) 2 de marzo de 1980 (La Transfiguración del Señor—inglés)

IV.) 9 de marzo de 1980 ("Si no os convertís, pereceréis")

V.) 16 de marzo de 1980 (La Reconciliación—inglés)

VI.) 23 de marzo de 1980 (La Ley para el Hombre)

VII.) 24 de marzo de 1980 (El grano de trigo—inglés)

Wednesday, February 08, 2012

TRUTH COMMISSIONERS “WITHOUT A DOUBT
OF D’AUBUISSON’S ROLE IN ROMERO ASSASSINATION


An American lawyer who contributed to the U.N. Truth Commission report about war crimes during the Salvadoran Civil War told a Salvadoran newspaper that he is confident that the Commission’s finding that Roberto d’Aubuisson was the intellectual author of the Romero assassination would hold up in court.

EL FARO newsmagazine interviewed Douglass Cassel, a Notre Dame University Law School Professor and former American Bar Association President who served as an advisor to Thomas Buergenthal, one of the three commissioners charged with resolving several high profile human rights cases and making overall recommendations to foster post-war reforms and reconciliation after the Salvadoran Civil War (1980—1992). Buergenthal is a former magistrate of the International Court of Justice; the two other commissioners were Belisario Betancur, the former president of Colombia, and Reinaldo Figueredo, the former foreign minister of Venezuela. EL FARO questioned Prof. Cassel about the integrity of the Commission’s report, and Cassel noted that no one has ever been able to mount a credible challenge to any of the Commission’s findings. Cassel was emphatic with regards to the Commission’s findings relating to Archbishop Romero’s assassination:
Q. Would you, as a lawyer, be in a position to maintain before a judge—to cite what might be the most famous case—that Roberto d’Aubuisson is responsible for the death of Oscar Arnulfo Romero?

A. Yes, without a doubt.

Q. Would you have been able to so maintain in a trial, had the report been binding? Do you believe that the information gathered by the Commission, set forth in the report, would be enough to convict Roberto d’Aubuisson?

A. If it had been possible to bring him into court, I think that it would have led to a conviction. None of the commissioners and none of the three advisers had the least doubt in this case, because we interviewed key witnesses, who knew what happened. But in a criminal case the question is whether these witnesses would have come forth voluntarily, and the answer, at least at that time was "no." They feared for their lives. It was in fact very difficult to convince them to give evidence to the Commission, even knowing that we would not disclose their identities.
Cassel cited revelations in historic U.S. diplomatic cables recently published in the Salvadoran press, which report that d’Aubuisson aides had hatched a plot to assassinate Salvadoran President Alfredo Cristiani and that the Air Force revolted against Cristiani’s plans to sign the Salvadoran peace accords, to explain why Cristiani did not promote the Commission’s report as the definitive explanation of the Romero assassination and other crimes.

Tuesday, February 07, 2012

«PARA ESTÍMULO DE LA CARIDAD Y LAS BUENAS OBRAS»


Mons. Romero y el Papa Benedicto XVI coinciden desde los lemas elegidos por la Fundación Romero para el XXXII aniversario del martirio de Mons. Romero y por el Santo Padre para la Cuaresma del 2012. El pontífice anuncio un texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras” (10,24) como el foco de reflexión para la Cuaresma, mientras que la Fundación tomó una cita de una homilía de Mons. Romero como el lema de la conmemoración de su aniversario, en que monseñor exhortaba, “Ya basta de sufrimientos para el pueblo” (Homilía 23 de septiembre de 1979).

La armonía entre los dos mensajes se pondrá en evidencia el 24 de marzo, cuando el papa se encontrará por primera vez en tierras latinoamericanas durante un aniversario del martirio de Mons. Romero: el papá llegará a León, Guanajuato (México) el 23 de marzo y permanecerá hasta el 26. Tanto la presencia cuaresmal del Papa en México como la conmemoración del XXXII aniversario de Mons. Romero tendrán como marco un espiral de violencia delictiva que azota la zona, y Mons. Ricardo Urioste, presidente de la Fundación Romero, explica que en este aniversario, el “grito de Monseñor por el dolor del pueblo, hoy sería más angustioso”. (Reflexión de Mons. Ricardo Urioste.) “El sufrimiento del pueblo continúa con más intensidad que entonces”, explica el clérigo. “Y él hablaba de la violencia que está a la base de todas las violencias: la injusticia social y el no participar los ciudadanos en la gestión pública del país”. (Ibid.) Al confirmar su visita durante una misa en honor a la Virgen de Guadalupe en la Basílica de San Pedro, el Papa esmeró a los países de la región a que “continúen avanzando sin desfallecer en la construcción de una sociedad cimentada en el desarrollo del bien, el triunfo del amor y la difusión de la justicia”. (Santa Misa por América Latina, 12 de diciembre del 2011.)

Explicando el sentido profético del lema cuaresmal del papa, el Cardenal Robert Sarah (Guinea) explicó que “la Iglesia se hace profeta en este mundo de hoy por denunciar en concreto la falta de Dios. Esta es la verdadera raíz de las injusticias que nos rodean”. (Conferencia de Prensa, 7 de febrero del 2012.) Pero, el papa lamenta—dijo el Cardenal Sarah—que, “se está realizando una trasferencia semántica, según la cual en nuestro momento histórico la presencia profética de la Iglesia en el mundo comporta la denuncia social de situaciones injusticia y de pobreza” (Ibid.), olvidándose de la denuncia más profunda que es la falta de Dios. Sin embargo, la misión de la Iglesia no se cumpliría si “se limitara a estos fenómenos externos, sin ir a las raíces morales de estas injusticias”. (Ibid.) La misma observación hizo Mons. Romero en su última homilía: “¡Qué fácil es denunciar la injusticia estructural, la violencia institucionalizada, el pecado social!” (Hom. 23 de marzo de 1980.)  Como el papa, Mons. Romero insiste que debemos ir a las causas raíces:  “¿dónde están las fuentes de ese pecado social?: En el corazón de cada hombre ... Por eso, la salvación comienza desde el ... arrancar del pecado a cada hombre”. (Ibid.) 

El mensaje de Mons. Romero encaja con el lema del papa, cuando Mons. Romero nos dice que basta con sufrimientos para el pueblo, y el Santo Padre nos exhorta a emprender buenas obras de caridad, que aseguran el triunfo del amor y la difusión de la justicia—lo que se consigue desde una apertura interior a Dios.

Monday, February 06, 2012

«BUILDING ON THE GOSPEL, IN PEACE OR PERSECUTION»


In El Salvador, the Romero Foundation has chosen a passage from a 1979 homily as the theme for this year’s commemoration of the 32nd anniversary of Archbishop Romero’s martyrdom. “Our people have suffered enough!,” Romero said then. “I do not tire of pointing out the fact that if we want to effectively end the violence then we have to eliminate the root of this violence, namely, structural violence, social injustice, the inability of citizens to participate in the public life of the nation.” (September 23, 1979 Sermon.)

Mgr. Ricardo Urioste, president of the Romero Foundation, explains that the quote from the pre-civil war history of El Salvador has resonance in today’s post-civil war reality: If anything, “Monsignor’s cry for the people’s suffering would be more distressed today than it was then,” he argues. “The people suffer more intensely today than they did then.” Romero “spoke of the violence that lies at the root of all violence: social injustice and the lack of participation by ordinary citizens in the governance of the country,” Urioste explains. “The people are the first to suffer and the last to be taken into account.”

Remarkably, in the very 1979 sermon in question, Romero himself had pondered the applicability of his preaching to a peacetime context. “I am asked: And when tomorrow things have been settled, what will the Church do?,” he recounted. “I reply: It will keep on being the same.” He added, “It will feel fortunate if tomorrow in a more just order it need not speak about so many injustices, but it will always have the task of building itself on the foundation of the Gospel. We will have that work to do in times of peace or persecution.” Those words about building the Church the same way regardless of the circumstance might as well be the motto for commemorating Romero any year, as they speak to the timelessness of his message better than anything we might add to that reflection.

As it does every year, this year the Foundation’s commemorations center in San Salvador, where pilgrims visiting the city for the occasion would be offered visits to the Crypt in the San Salvador Cathedral where Archbishop Romero is buried, 8 am – 4:45 pm (with an 11:45 am – 2 pm recess Mon. – Sat.). The Divine Providence Hospital Chapel where Romero was gunned down on March 24, 1980 also is opening its door to visitors, Mon. – Sat., 9 am – 4 pm (with a 12 pm – 2 pm lunch break). The so-called “Little Holy Week” will take place Mon., March 19 to Sat., March 24 (the “Great Day”). All week, the Cathedral crypt will be showcasing a photographic exhibit featuring murals from San Salvador that honor Ab. Romero. There will be daily presentations in the Crypt at 4 in the afternoon on weekdays, featuring such notable speakers as Mgr. Miguel Angel Morán, the Bishop of San Miguel; José Jorge Simán, a businessman and friend of Romero; Carlos Ayala, the director of Catholic radio in San Salvador; Edín Martínez from the Romero foundation (who will speak about, “Our people have suffered enough!,” this year’s theme for the celebrations), and speakers from various religions united for peace.

The “Great Day” will feature the now traditional candlelit procession from the Divine Savior monument to the Cathedral steps, where Mgr. Elías Bolaños, the Bishop of Zacatecoluca, will say Mass at 7:30 pm, followed by the also customary all-night vigil and fireworks. If you plan to be in San Salvador, you should contact the Foundation and tell them Super Martyrio sent you!

Art: Álvaro Gutiérrez, San Romero de América, acrllic on canvass (inset); Fernando Llort, La Armonía de mi Pueblo, border.