Friday, April 29, 2011

FILIAL ADHESIÓN” A JUAN PABLO II


Durante su dramática visita en tiempos de guerra a El Salvador, el Papa Juan Pablo II homenajeó públicamente a Mons. Romero como “un Pastor celoso y venerado, arzobispo de esta grey” que trabajó para que “cesara la violencia y se restableciera la paz”. (Santa Misa en el “Metro Centro” de San Salvador, 6 de marzo de 1983.) El elogio hubiera agradado profundamente a Mons. Romero, quien había declarado días antes de su martirio, “Hermanos, la gloria más grande de un pastor es vivir en comunión con el Papa”. Tres años antes de que Juan Pablo se arrodillara ante su Tumba, Romero había declarado, “Para mí, es el secreto de la verdad y de la eficacia de mi predicación estar en comunión con el Papa”. (Homilía del 2 de marzo de 1980.)

La Comunión con el Papa se remontaba a la primera misa de Romero como sacerdote en El Salvador, ofrecida en enero de 1944 por la “protección constante de tu servidor el Romano Pontífice”. (James BROCKMAN, Romero: A Life [Romero: Una vida]. Nueva York: Orbis Books, 1989, pág. 39). Cuando Juan Pablo II fue elegido en octubre de 1978, Mons. Romero le envió un telegrama para felicitarlo. El secretario del papa respondió, “el Santo Padre ha recibido con profunda complacencia esta delicada prueba de filial cercanía”, transmitiendo “su paternal bendición para cada miembro” de la arquidiócesis, la cual Mons. Romero comunicó en su homilía. (Hom. 12 de nov. de 1978.) Cuando Juan Pablo II cumplió el primer aniversario de su pontificado, Mons. Romero de nuevo envió un telegrama juramentando su voto de fidelidad: “Nuestra Arquidiócesis renueva sentimientos filial adhesión”. (Hom. 21 de oct. de 1979.)

La “filial adhesión” que expresó Mons. Romero no era un voto vacío, sino una identificación profunda con la Cátedra de Pedro, ya que Mons. Romero consideraba el papel protagónico de su arquidiócesis como una extensión del papel expandido de la Iglesia de Juan Pablo II. Mons. Romero elogió la “actitud maravillosa del Papa Juan Pablo II”. (Hom. 16 de dic. de 1979.) Mons. Romero presentó a Juan Pablo como un papa comprometido y destacó, “su participación en la Conferencia de Obispos de América Latina, su visita a la ONU, sus mensajes a los gobernantes del mundo en que abogó por la paz, por los derechos humanos, por los desposeídos”. (Hom. 23 de dic. de 1979.) Bajo Juan Pablo, Mons. Romero analizaba, es que “la Iglesia asumió un papel mucho más activo en la solución de los grandes problemas latinoamericanos”, en lugares tal como “Nicaragua y en El Salvador, donde los Arzobispos se pronunciaron abiertamente contra los regímenes autoritarios de esos países”. (16/12/1979, ibid.)

Mons. Romero se apegaba incondicionalmente al discurso de Juan Pablo: “Cuando escuchábamos al Papa Juan Pablo II en Puebla”, declaraba él, “me pareció escuchar la síntesis más hermosa del contenido de la fe”. (Hom. 22 de abr. de 1979.) Mons. Romero adoptó el “esquema” de Juan Pablo sobre la Doctrina Social, “cuando Él invitaba a los Obispos, maestros de la fe, a predicar la verdad sobre Cristo, la verdad sobre la Iglesia y la verdad sobre el hombre”. (Ibid.) El mismo Cardenal Ratzinger, ahora Papa Benedicto XVI, ha señalado el mismo discurso de Juan Pablo en Puebla como “la base de la verdadera liberación”. (Instrucción sobre algunos aspectos de la «Teología de la liberación».) Mons. Romero se alegró en reconocer de que Juan Pablo, “apoya la lucha por la justicia social, el amor a los pobres”. (Hom. 9 de marzo de 1980.) También reconocía el carisma especial del papa: “Si conmovió tanto Juan Pablo II en su viaje a México, es porque, ante todo, quiso aparecer como el amigo”. (Hom. 20 de mayo de 1979.) Mons. Romero reconoció el don especial del papa Wojtyla: “un amigo en medio de amigos: el Papa”. (Ibid.)

Todo esto no quiere negar de que hubieron momentos difíciles y que pusieron bajo prueba a la fidelidad fraternal de estos dos grandes hombres. Mons. Romero calificó tales momentos como, “una confrontación de criterios como cuando Pablo iba a Jerusalén a hablar con Pedro”. (Hom. 10 de feb. de 1980.) Pero Mons. Romero insistía que el mensaje del papa, “no fue una regañada para mí como algunos dicen”. (Ibid.) “Un gesto que me quedó grabado para siempre es la atención con que Juan Pablo II escucha”, recordaba Mons. Romero. (Hom. 13 de mayo de 1979.). “Cuando terminaban sus frases y yo comenzaba a hablar, él se ponía todo [en] atención, hasta físicamente se inclinaba para escuchar, como para comprender”. (Ibid.) Aún en la franqueza de Su Diario, Mons. Romero describe un encuentro en que la humanidad de Juan Pablo despeja la dificultad de la hora: “El Papa sentí que estaba muy de acuerdo en todo lo que yo le decía y, al terminar, me dió un abrazo muy fraternal y me dijo que rezaba todos los días por El Salvador”. (Su Diario, 30 de ene. 1980.)

Después de su última reunión con Juan Pablo, Mons. Romero escribió en su diario: “Yo he sentido aquí la confirmación y la fuerza de Dios para mi pobre Ministerio”. (Ibid.)

Antecedentes:

Pronunciamientos de Juan Pablo y Benedicto sobre Mons. Romero

Tuesday, April 26, 2011

ARCHBISHOP ROMERO ON
LIBERATION THEOLOGIES

If Archbishop Romero had been around when Cardinal Ratzinger issued his famous Instruction on certain aspects of the Theology of Liberation in 1984, he would have sided with the Prefect of the Congregation for the Doctrine of the Faith (and future Pope) and would have (gently) prodded Latin American theologians to heed the admonition, according to inferences in Romero’s preaching and writings which show Romero attempting to steer the currents of Liberation Theology towards the Church’s authorized social doctrine for at least a decade.

The evidence shows that Romero’s views on Liberation Theology were fixed in the early 1970s, and that he did not change those views. As Bishop, Romero wrote about Liberation Theology in the Santiago de Maria Diocesan newspaper in the early 1970s. “The most profound social revolution,” is not political change, he wrote, but, “the serious, supernatural, interior reform of a Christian.” (O. A. Romero, La Más Profunda Revolución Social [The Most Profound Social Revolution], DIARIO DE ORIENTE, No. 30867 – p. 1, August 28, 1973.) The following year, Bishop Romero wrote that he had found two Latin American theologians who shared his views on Liberation Theology and that he wished to highlight “what is positive about an authentic Liberation Theology and also the serious reservations regarding a mistaken understanding of the same.” (O. A. Romero, De Acuerdo con una Teología de Liberación bien Intencionada [In Agreement with a Well-Intended Liberation Theology], DIARIO DE ORIENTE, No. 30905 – p. 1, June 18, 1974.) Romero did not add much to his theological understanding of Liberation Theology, later on. An investigation by Romero biographer Jesus Delgado, S.J., concluded that Romero did not read books about Liberation Theology that he received as gifts while he was archbishop, and ranked Liberation Theology at the bottom of the topics of interest which Romero studied then. (Jesús DELGADO, “La cultura de monseñor Romero,” [Archbishop Romero’s Culture] in Óscar Romero un Obispo entre la guerra fría y la revolución, Editorial San Pablo, Madrid, 2003.)

Romero’s sources for his understanding of Liberation Theology were mainstream sources approved by the Church. Romero identified Pope Paul VI as the “man who continually illuminates my thinking regarding these aspects,” and pointed out the Pontiff’s orthodox orientations. (Archbishop Romero’s November 19, 1978 Sermon.) Pope Benedict XVI has proclaimed that, “In the notion of development, understood in human and Christian terms, [Paul VI] identified the heart of the Christian social message.” (CARITAS IN VERITATE, 13.) Romero declared: “Let it be known that I study Liberation Theology through solid theologians, such as Cardinal [Eduardo] Pironio, who currently is the prefect of one of the Pope’s congregations, a man who enjoys the full confidence of the Pope.” (July 24, 1977 Sermon (Spanish).) In addition to the Pope and Cardinal Pironio, Romero’s papers also reveal other writers who influenced Romero’s views of Liberation Theology, including the Opus Dei theologian José María Casciaro, the Franciscan friar Buenaventura Kloppenburg, and the CELAM missionary Segundo Galilea. (DIARIO DE ORIENTE, Supra. Conversely, Romero’s sermons never cite or refer to Liberation Theologians such as Leonardo Boff, Gustavo Gutiérrez, Manuel Pérez or Carlos Mugica.)

Romero knew that a correction to Liberation Theology was coming. “The president of CELAM, the Brazilian Cardinal [Aloísio] Lorscheider,” Romero announced, “has said that in the meeting at Puebla there will be some very profound revisions of the Christological doctrine as well as revisions in Liberation Theology.” (July 23, 1978 Sermon.) Like Cardinal Pironio, Cardinal Lorscheider also was a good friend of Archbishop Romero’s—the only cardinal known to have stayed with him at the cancer hospital grounds where Romero lived as archbishop. Romero referred to the called-for reform in his final pastoral letter, when he cited John Paul’s exhortation against politicization that “could make a theology of liberation ambiguous.” (O. A. Romero, The Church's Mission amid the National Crisis: Fourth Pastoral Letter of Archbishop Romero, Feast of the Transfiguration, August 6, 1979.) Strikingly, Romero’s pastoral letter goes on to cite the same passage from Pope Paul VI’s EVANGELII NUNTIANDI that he had cited in a 1976 sermon that has been referenced as proof of Romero’s hostility to Liberation Theology before he was archbishop.

In that 1976 Sermon, Romero had preached, “The liberation of Christ and of His Church is not reduced to the dimension of a purely temporal project. It does not reduce its objectives to an anthropocentric perspective: to a material well-being or to initiatives of a political or social, economic or cultural order, only.” (August 6, 1976 Sermon.) He added sternly, “Much less can it be a liberation that supports or is supported by violence.” (Id.) This is the same message Romero was preaching near the end of his term as archbishop: “as we have said a thousand times, true liberation does not simply consist of better salaries, lower prices, or a change in government—these are temporal liberation ...” (November 18, 1979 Sermon.) And, of course, Romero always repudiated hatred and violence: “Liberation that is achieved through revolutions of hatred and violence that destroy the lives of others and represses the dignity of others is not true liberation. True liberators,” he preached, “do violence to themselves just as Christ did violence to himself … These are the true liberators that our country desires, liberators with humble hearts, hearts that shine with the characteristic love of Christians.” (March 23, 1978 Sermon.)

In correcting Liberation Theologians, Archbishop Romero doubtlessly would have been pastoral and collegial—as he was in various sermons in which he cautioned against Liberation Theology’s overly secular and Marxist bent. He grew to admire and know many of them personally and he appreciated their genuine commitment to the poor (which Cardinal Ratzinger acknowledged, too). But, Archbishop Romero would have cared too much to look the other way. “There are no greater slaves than those who rebel against God’s law,” Archbishop Romero preached. (March 18, 1979 Sermon.) “The freedom that God offers has a path that must be followed: the law of God.” (Id.)

Photo: Archbishop Romero with Frs. Ignacio Ellacuría and Segundo Montes, Spanish Jesuits linked to Liberation Theology in El Salvador.  Both were assassinated during the UCA Massacre of 1989.  The tear in the photo is damage to the original print.

Wednesday, April 20, 2011

¿QUO VADIS, ROMERO?

Haciendo un balance de Semana Santa de las meditaciones que venimos haciendo en este blog ya por cinco años, se puede resumir diciendo que hemos venido desarrollando una nueva forma de ver a Mons. Romero que es a la vez más equilibrada y también más radicalmente comprometida con la verdad personal y con la realidad histórica. (¡Bueno, esto ha sido nuestro afán y rogamos a Dios que hayamos logrado alcanzar alguna parte de ese gran reto!) De hecho, ha implicado una verdadera revolución en la forma de verlo.

La lectura más o menos universalmente aceptada de Mons. Romero hasta hoy había sido que él era un clérigo conservador que se convirtió en un profeta radical después de que su mejor amigo fuera asesinado. La radicalidad que se le atribuye varía desde un seguimiento de las corrientes de la Teología de Liberación, hasta acusaciones de simpatías con el marxismo y, en las versiones más truculentas, de agitación a la violencia, insurrección, etc. La idea central tiene su atractivo y ha ganado amplia aceptación: Romero, se dice, experimento una “conversión”. Pero nadie ha cuestionado a fondo o sometido a prueba este modelo de Romero, preguntando: ¿cómo fue esa conversión?, ¿cuándo se dio?, y precisamente ¿en qué forma se desarrolló? O sea, si en concreto hubo una “conversión”, ¿cuál fue su alcance y definición? Nadie lo ha descrito, nadie lo ha examinado críticamente, presentando el “antes” y “después” del pensamiento de Romero y señalando los puntos de ruptura. Lo más sorprendente es que el propio Romero no lo hace, y parece raro que como pastor, si él tenía nuevas luces que lo guiaban en su pastoral, no hizo una declaración de su epifanía para nuestra orientación. Al contrario, insiste que no hubo conversión. (James BROCKMAN, Romero : A Life [Romero: Una vida]. Nueva York: Orbis Books, 1989, pág. 128).

Todo esto exige una revisión de la vida de Romero para tener una visión de su persona que haga este escrutinio y desarrolle a base de eso un nuevo modelo que tome en cuenta no solo las homilías de su arzobispado (todo mundo se conforma en analizar solo eso), sino también otros elementos que han estado surgiendo últimamente como son: los apuntes de sus años en el seminario, las notas de prensa que él escribió como sacerdote y como obispo, las fotos que él tomó que ahora son parte de una importante exhibición en San Salvador, su carta pastoral como Obispo de Santiago de María, su homilía nacional de 1976, etc. Se debe hacer un balance de todo esto y después una medición de este balance en contraste y comparación a su diario, sus homilías como arzobispo ... y ver cuál es la verdadera trayectoria de su pensamiento: si es ruptura o continuación. Al practicar este análisis, estamos convencidos de que existe más de continuidad que de cambio radical de postura, en la teología y el pensamiento de Mons. Romero. Es decir, al examinar sus criterios a través de los años, nos damos cuenta de que los principios se mantienen, pero el grado o intensidad de su aplicación varía según la evolución de las circunstancias que lo rodean. Esto corresponde exactamente con lo que el mismo Romero describe como su proceso: “Lo que ocurre en mi vida sacerdotal, yo lo he tratado de explicar como una evolución”, insiste. (BROCKMAN, Op. cit.) “Si daba la impresión de ser más ‘discreto’ y ‘espiritual’, era porque yo creía sinceramente que así respondía al Evangelio, ya que las circunstancias de mi ministerio no habían sido tan exigentes de una fortaleza pastoral que, sinceramente, yo creo que se me pidió en las circunstancias en que llegue a ser arzobispo”. (Ibid.)

El modelo evolutivo que el mismo Mons. Romero propone responde efectivamente a los elementos que debemos tomar en cuenta, incluyendo:
  • al seminarista Romero que nos dice en diciembre de 1941, “Los pobres son la encarnación de Cristo. A través de los andrajos, de los ojos oscuros, de la hediondez de las llagas, de las risas de los trastornados... el alma caritativa descubre y adora a Cristo”. (J. Delgado, "Romero, Un joven aspirante a la santidad", ORIENTACIÓN, Vol. LV Nº 5463, 25 de marzo del 2007.)
  • al padre Romero que denuncia en de marzo de 1945 a “los ricos injustos [que se olvidan] de aquel Dios que no es aceptador de personas cuando reclama la justicia”. (O.A.R., "Un santo antiguo prototipo del hombre moderno", CHAPARRASTIQUE No. 1562, Págs. 1 y 4, 16 de marzo de 1945.)
  • al fotógrafo Romero quien, “con su lente él realiza fotos de niños, de enfermos, de presos”, que demuestran que “él desde muy joven tiene una sensibilidad muy especial por el pueblo que no la tiene cualquier sacerdote”. (Eric Lemus, En fotos: Monseñor Romero inédito, BBC Mundo, 29 de marzo del 2011.)
  • al obispo Romero quien en su primera carta pastoral de 1975 en Santiago de María condena “la injusta desigualdad social y económica y política en que viven nuestros hermanos” ("El Espíritu Santo en la Iglesia”, Primera Carta Pastoral de Mons. Oscar A. Romero, Obispo de Santiago de María, mayo de 1975.)
  • al obispo Romero quien en su primera homilía nacional en 1976 predica sobre la “liberación” (O.A. Romero, "El Divino Salvador: Quién es, Cómo es su Liberación, Cómo llega hasta nosotros su Obra", DIARIO DE ORIENTE, Nos. 31001, 31005, 31006, 31007, 31008, 31009, agosto-octubre 1976).

 Con esta perspectiva integral, es difícil hablar de ruptura y conversión; y resulta necesario considerar una evolución que hace posible identificar los elementos que existían al principio y seguir los rastros hasta el final. Por ejemplo, cuando Romero dice en 1952, “La iglesia va al campesino, generosamente para amarlo, para elevarlo y hacerlos sentir su grandeza de hijo de Dios y rey de la creación” (O.A.R., "La Iglesia va al campesino", CHAPARRASTIQUE No. 1946 Pág. 1, 12 de diciembre de 1952.), nos damos cuenta que esto equivale exactamente con lo que predica en 1979, “urjan sus derechos teniendo en cuenta que tanto Uds., como los patronos son personas humanas, hijos de Dios” (Homilía del 1º de mayo de 1979). Cuando Romero declara en 1950 que un mandatario injusto “no es digno de obediencia y el ciudadano debe obedecer primero a Dios” (O.A. Romero, "La Colaboración de la Iglesia", Semanario CHAPARRASTIQUE No. 1838, Págs. 1 y 4, 22 de septiembre de 1950), esto equivale a su insistencia en 1980 de que, “Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla; Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado” (Hom. 23/3/1980).  Etc.

De hecho, la única ruptura que cabe mentar es el quiebre que estamos marcando con la Teología de la Liberación. Resulta innecesaria tomarla en cuenta para explicar la “conversión” de Romero cuando se establece de que no hubo tal conversión de manera repentina o dramática. Es más, la opción preferencial por los pobres en Romero, se remonta a sus años en el seminario y antedata al surgimiento de esa corriente de los intelectuales católicos en los años 60. El pensamiento social de Romero estuvo nutrido por las cartas de los papas; y su identificación con los pobres surge naturalmente de sus estudios y prácticas ascéticas. Con el reconocimiento de la importancia de estos otros elementos, la Teología de la Liberación pierde trascendencia. Romero estaba al tanto de ella, y escribió sobre sus tendencias en los años 70. Pero el estudio formal de la Teología de la Liberación tuvo más relevancia para informar al clero que apoyó a Romero que al propio arzobispo. Su prerrogativa fue, “‘Sentir con la Iglesia’, que concretamente significa apego incondicional a la Jerarquía”. (O.A.R., 'Aggiornamento', CHAPARRASTIQUE No. 2981, Pág. 1, 15 de enero de 1965.)

Monday, April 18, 2011

THE SAN SALVADOR SERMON


In August 1976, Óscar A. Romero was invited to preach the sermon for the Feast of the Transfiguration, the national patronal feast of El Salvador. At the time, Romero was the Bishop of Santiago de María in rural eastern El Salvador and the sermon would provide an opportunity to speak at the San Salvador Cathedral for the largest celebration in Salvadoran life. The sermon would have been broadcast over the radio, giving the obscure bishop the largest audience of his life. And—given the fact that Romero was appointed Archbishop within a few months—it proved a star-making turn.  (This is an analysis of a recently published sermon which has only come on line within the last days.)

Bishop Romero used the chance to preach about the liberation inherent in the salvific message of Christ. Speaking gently, Romero reminded his audience that, because the Feast of the Transfiguration harkens to the founding of the country, the celebration was like the evocation of a “cradle song.” Revisiting that history, said Romero, was an opportunity to “face up to the question of whether our religious and national life is being constructed according to the solid coordinates” of Christian teaching. (O.A. Romero, El Divino Salvador: Quién es, Cómo es su Liberación, Cómo llega hasta nosotros su Obra [The Divine Savior: Who He is, what His liberation consists of, how His work reaches us], reprinted in DIARIO DE ORIENTE, Nos. 31001, 31005, 31006, 31007, 31008, 31009, August-October 1976, available here.) Romero then recalled that Pope Paul VI, meeting in Ordinary General Assembly with the Synod of Bishops in 1974, had acknowledged “the voice of the millions of sons and daughters of the Church” in the Third World who groan under the burden of “famine, chronic disease, illiteracy, poverty, injustices in international relations and especially in commercial exchanges, situations of economic and cultural neo-colonialism sometimes as cruel as the old political colonialism.” (EVANGELII NUNTIANDI, 30) The Church, Romero proclaimed, had a duty to attend to their “complete liberation.”

As he would as archbishop, Bishop Romero proposed the Divine Savior—the Transfigured Jesus—as the model of that liberation. “We do not have to go like beggars to atheist sources or to ones without a sense of Transcendence for our concept of Liberation,” Romero said. “Starting from our national origins,” he said, “God has favored us with His true message. It is there, in the innermost part of our faith and of our authentic national spiritual identity, where we find the light and the strength that the Divine Savior offers us for the effective liberation, promotion and transformation of our country.” And as the Pope and the bishops called for a “complete liberation,” Romero preached, “The liberation of Christ and of His Church, does not reduce itself to a merely temporal endeavor. Its objectives are not reduced to an anthropocentric perspective, to a material well-being, or to initiatives of a political, social, economic or cultural order.” Then he cautioned, “Much less can it be a liberation justified upon or which justifies violence.”

Instead, “complete liberation” includes these things (material well being, initiatives of a political, social, economic or cultural order) but goes beyond them. The Liberation of Christ and His Church “is a liberation that encompasses humanity in its entirety, in all its dimensions,” Romero declared, “and that includes being open to the Absolute, which is God.” Speaking in generalities, but without ambiguity, Romero said that the Church stands shoulder to shoulder with others who practice the acts of temporal liberation, adding its own contributions in the field of spirituality: “When it joins those who work for liberation,” Romero said, “the Church does not limit its action to the religious field, disassociating itself from the temporal problems of Mankind; instead, it reaffirms the primacy of its spiritual vocation.” The Church, he said, “does not substitute the proclamation of the Kingdom of God for the announcement of human liberations,” but its best contribution is to convert hearts. “The Church agrees,” he said, “that it is necessary to change existing structures for ones that are more just and more humane.” But, the Church is convinced, he added, that the new ones would revert to being unjust and inhumane if there was not true the profound conversion at the spiritual level that the Church is concerned with.

The sermon was a decisive, albeit conservative, pronouncement that revealed Romero’s evolving pastoral compass, attentive to the reality of his country and of his Church.

Background:

Romero's 'Transfiguration Theology' (Spanish)

Romero's final Transfiguration sermon (Spanish)

Criticism of Jon Sobrino in '76 Sermon

Wednesday, April 13, 2011

EL REVOLUCIONARIO DE DIOS *

Óscar Arnulfo Romero escribió que, “la Iglesia es la más auténtica revolucionaria de la historia”. (* “El Revolucionario de Dios” es el nombre de un antiguo sitio web sobre Mons. Romero.) La Iglesia, dijo Romero, predica obediencia siempre y cuando un mandatario sea justo, pero, “una vez salidos de ese cauce, el mandatario ya no es digno de obediencia y el ciudadano debe obedecer primero a Dios”, dijo Romero. Y advirtió: “en este caso la historia no conoce rebeldía ni revolución más valiente que la resistencia de la Iglesia...auténtica revolución de 20 siglos con incomodables páginas de sangre y persecución”. Escribió esto en el año 1950. (O.A. Romero, La Colaboración de la Iglesia, Semanario CHAPARRASTIQUE No. 1838, Págs. 1 y 4, 22 de septiembre de 1950. Los varios artículos citados están disponibles aquí.)

Así como una nueva exposición fotográfica está robusteciendo nuestro entendimiento de la “voz y mirada” de Óscar Romero y su sensibilidad por los pobres y marginados antes de llegar al arzobispado, las ponencias del Padre Romero publicadas en el semanario pastoral de la diócesis de San Miguel nos revelan a un sacerdote que va desarrollando su concientización social al pie de las notas de la Iglesia del Concilio. Es necesario hacer tres acertamientos en este sentido: Primero, el P. Romero no hace “la cuestión social” (como así él lo llama) un punto predominante, pero sí se refiere al tema en términos sorprendentemente parecidos al lenguaje de su predicación profética en San Salvador. Segundo, el P. Romero, como un buen novicio, no se aparta demasiado de la postura de sus superiores, los papas y los obispos. De hecho, el joven sacerdote nos da una increíble pista sobre su filosofía pastoral cuando nos indica, “lo mejor es vivir hoy más que nunca aquel clásico axioma: ‘Sentir con la Iglesia’, que concretamente significa apego incondicional a la Jerarquía”. (O.A.R., 'Aggiornamento', CHAPARRASTIQUE No. 2981, Pág. 1, 15 de enero de 1965.) Finalmente, el P. Romero habla desde una lectura fuertemente anti-comunista, como era la tendencia prevalente de esa época.

Haciendo hacia un lado estas modalidades de expresión que obedecen al contexto y a la coyuntura histórica de un dado momento, es muy notable el mensaje esencial que transmite el P. Romero. Desde sus primeras notas, Romero insiste que una religión que se limita a la interioridad espiritual y no impacta la realidad externa cotidiana de los fieles es una creencia que resulta, al final de cuentas, demasiado truncada. “Es que nos hemos acostumbrado a ver la religión como una cosa de sacristía y procesiones y escapularios”, escribe el P. Romero apenas tres años después de su ordenación sacerdotal: “no se nos ha enseñado que la religión es vida … que es engrandecimiento del ciudadano porque templa su voluntad, porque da a su cerebro un sistema que apoya en lo inmutable ... porque es comprensiva de todos los sentimientos humanos y capaz de solucionar todos los problemas de la historia”. (O.A.R., Para el Centenario del Seminario, CHAPARRASTIQUE No. 1554, Págs. 1 y 4, 19 de enero de 1945.)

Como lo haría al ser arzobispo, Romero analiza “la cuestión social” como una deficiencia en los valores espirituales: “la rebelde negación de lo sobrenatural ha llevado a los ricos injustos a olvidarse de aquel Dios que no es aceptador de personas cuando reclama la justicia”, insiste Romero. (O.A.R., Un santo antiguo prototipo del hombre moderno, CHAPARRASTIQUE No. 1562, Págs. 1 y 4, 16 de marzo de 1945.) Romero es contundente en reconocer y condenar las transgresiones de ‘los ricos injustos’: hay un sector que “lleva al campo un sentido de superioridad tan marcado que casi se diría que vivimos de nuevo la era de los amos y los esclavos”, dice Romero. “De esa desestima proceden las inicuas explotaciones y escándalos”. Y los ricos se dan lujos, denuncia Romero, “mientras el pobre cortador, mal pagado, duerme sin ilusiones, bajo el ajeno cafetal para digerir la grosera tortilla con frijoles- único sustento que para él tiene el patrón en toda la temporada”. (O.A.R., La Iglesia va al campesino, CHAPARRASTIQUE No. 1946 Pág. 1, 12 de diciembre de 1952.)

Aunque no se conocía en ese tiempo la frase “opción preferencial por los pobres”, el P. Romero deja claro su preferencia. “La iglesia va al campesino, generosamente para amarlo, para elevarlo y hacerlos sentir su grandeza de hijo de Dios y rey de la creación”, escribe el joven sacerdote. (Ibid.) Pero el P. Romero no se limita en acoger a los pobres, sino que pronuncia una fuerte condena de sus abusadores: “no poner mano de hierro a los abusos de los acaudalados y dejar en la misma miseria a la mayoría de los pobres y obreros es cometer una injusticia en la legislación”, asevera. (O.A.R., Justicia en la Constitución, CHAPARRASTIQUE No. No. 1819, Pág. 1, 12 de mayo de 1950.) Los “excesos en recta doctrina no se llamarían leyes sino violencias, y no hay obligación de obedecerlas en conciencia”, escribe Romero en palabras que nos hacen pensar de su última homilía (“Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla ...”). Finaliza diciendo, “la justicia no pide favores sino derechos”. (Ibid.)

Finalmente, Romero defiende, aún en esta época en que nadie lo podría tildar de “marxista”, las enseñanzas de la Iglesia contra acusaciones de ser comunista. “Como era de esperarse, la reciente Encíclica de Pablo VI que enfoca decididamente el auténtico progresos de los pueblos y fustiga la injusticia social a elevación internacional, tenía que encontrar muy diversas reacciones”, escribe Romero. (O.A.R., La ‘Populorum Progressio’, CHAPARRASTIQUE No. 3093, Pág. 3, 21 de abril de 1967.) “Del sector capitalista surgió inmediatamente el calificativo de marxista para la ideología de la ‘Populorum Progressio’,” escribe Romero. “Marxismo y capitalismo son dos extremos que han originado inmensos males económicos sociales”, analiza. “No podía el Papa buscar solución de un auténtico progreso de pueblos en ninguno de los dos sistemas”. Y Romero es franco en aceptar el atractivo del comunismo. “El comunismo aboga por una sociedad sin clases, justa y pacífica; el cristianismo también”, admite. (O.A.R., Marxismo y cristianismo, CHAPARRASTIQUE No. 2021, Pág. 1, 16 de julio de 1954.) “El comunismo tiene el sentido de las masas populares; el cristianismo también”. Sin embargo, Romero no los ve en equivalencia: “lo que los diferencia radicalmente es que esos mismos ideales se buscan por caminos muy diferentes; el comunismo pretende construir esa nueva civilización con sus solas fuerzas humanas ... Mientras que el cristianismo sostiene que es imposible ese nuevo orden sin contar con la justicia y la caridad de Cristo instaladas en las almas”. (Ibid.)

Para Romero, Cristo fue siempre el elemento imprescindible en la batalla contra la injusticia: “sin Cristo se destruirán ciertas injusticias, pero se entronizarán otras peores”. (Ibid.)

Sunday, April 10, 2011

The Secret Life of Óscar Romero


A few months before he was felled by an assassin’s bullet, Msgr. Óscar Arnulfo Romero entrusted his friend Mrs. Santos Delmi Campos de Cabrera a veritable treasure: a box containing some 400 slides of photographs of and by Archbishop Romero throughout his life. Thirty years later, the Museum of the Word and Image of San Salvador (MUPI, for its Spanish initials) has mounted an exhibit featuring fifty of the photographs. (Super Martyrio will occasionally run photographs from the collection if they are appropriate to the topic of a particular post but will not, out of respect for the exhibit, post them en masse. You may find selected galleries of the pictures here and here and here.) The images provide a glimpse into the hitherto unknown life of Óscar Romero and already seem bound to shatter many of the misconceptions and over-simplifications about Romero. Basically, they reveal that he wasn’t a square, nor was he cold hearted, as legend has it, only awakening to the plight of his country’s peasants during the last three years of his life.

There is a sort of hypothesis,” says Carlos Henríquez Consalvi, “that Monseñor Romero undergoes a sort of conversion in the last years of his life, that only then does he have a preferential option for the poor.” Henríquez Consalvi is the director of MUPI. “Nevertheless, these photographs show that it is not true, because from very early on he has a very special sensibility for the people, that not every priest is going to have.” (Eric Lemus, En fotos: Monseñor Romero inédito [In Photos: The Unpublished Archbishop Romero], BBC World, March 29, 2011.) Istead, the MUPI photos taken by Romero show a peasant woman bathing a naked baby using a recycled tin can. Another picture shows a toddler in blue overalls standing off center against a glossy, newly painted, red wall. A peasant woman riding a mare is shot from a moving car. Boys playing ball are frozen in time—one of them, flying through the air.

Surprisingly, Romero had an eye for photography. “In Romero the photographer, I notice something very important,” says Henríquez Consalvi: “no picture is poorly taken. If you go through them, you see that the framing is perfect; the light is perfect; no shot is wasted,” he argues. (Lemus, Id.) “He would turn the camera when the image was vertical. And he always looked for the human touch: the smile of the children, the faces of the patients in the hospitals.” (Id.) This was, after all, the priest who had written in his notes as a seminarian: “The poor are the incarnation of Christ. Through their tattered clothing, their dark gazes, their festering sores, the laughter of the mentally ill ... the charitable soul discovers and venerates Christ.” (J. Delgado, Romero, Un joven aspirante a la santidad [Romero, a young aspirant to saintliness], ORIENTACIÓN, Vol. LV Nº 5463, March 25, 2007.) These photographs teach the sermon that Romero would later preach to us using words: They show the “faces of landless peasants mistreated and killed by the forces of power, faces of laborers arbitrarily dismissed and without a living wage for their families, faces of the elderly, faces of outcasts, faces of slum dwellers, faces of poor children who from infancy begin to feel the cruel sting of social injustice.” (March 2, 1980 Homily.)

Apart from the fact that Romero turned his camera on children, on the sick, and on the inmates of the prisons he visited, he also took pictures of everyday events such as the construction of the San Salvador Cathedral (that he would later lord over) and the arrival of the San Salvador zoo’s elephant (which finally died last year). The pictures of Romero are equally revealing. One sometimes gets the impression from Romero biographies that Father Romero was not comfortable in his own skin. He is depicted as aloof, and bookish. He is described as a perfectionist who was hard on himself and on others. He sought counseling to cope with stress and was poor at making friends, alienating the rest of the clergy while he was in San Salvador. But, the pictures reveal a priest who appears happy and who is usually surrounded by friends and parishioners. The strict cleric is seen in civilian clothing (suit and tie, though). We meet Romero the tourist: at the Vatican, at the Trevi Fountain in Rome, at the Bridge of Sighs in Venice, and on a ship sailing toward the sunset. These photos help us to celebrate the life of Óscar Romero, even as we always remember and revere his martyrdom. The images give life to Romero’s words after assuming the archbishopric in 1977: “my life does not belong to me, but rather belongs to you.” (August 21, 1977 Homily.)

Sunday, April 03, 2011

LA COSECHA DE OTRO ANIVERSARIO



El 31° aniversario del asesinato de Mons. Romero ha traído avances significativos en la de-politización de la figura del mártir. Tanto los gestos reconocidos como fueron la visita del Presidente Barack Obama a la Tumba de Mons. Romero y la Declaración del Secretario General de la ONU Ban ki-Moon en homenaje a Mons. Romero, como también los acontecimientos menos apreciados como ha sido el crecimiento de la conmemoración del aniversario en países como la India, donde este año hubieron grandes conmemoraciones, han significado logros increíbles en la figura del mártir. A la par de todo esto va la estatura de Mons. Romero como un héroe cada vez más universal y menos polémico o controvertido.

Cuando el dirigente de ARENA Mario Valenti criticó la visita del Presidente Obama a la tumba de Mons. Romero diciendo que no todos en El Salvador apoyan su canonización, y que Obama debería visitar también la tumba de Roberto d'Aubuisson, nadie de la derecha salió a respaldar su punto de vista. El ex canciller de la República y ex precandidato presidencial de ARENA, Francisco Laínez, se apartó de la opinión de Valenti en una entrevista. Los editorialistas golpearon fuertemente tales opiniones divisivas. “Es aquí, en su propia tierra”, opinó la editorial de EL FARO, “donde se obstaculiza su ascenso a la santidad por grupos radicales de ultraderecha que continúan negando su legado, con el fin de evitar que, con el reconocimiento universal de su vida, se hable inevitablemente de su muerte, perpetrada por grupos paramilitares encabezados por el fundador de ARENA y el hijo del ex presidente Molina, y financiados por grandes empresarios salvadoreños, cuyas acciones continúan impunes”. (Editorial, La trascendencia de Monseñor, EL FARO, 28 de Marzo de 2011.)

Más revelador es el hecho de que los periódicos derechistas se sumaron a la unidad alrededor de Romero. “ARENA se sigue equivocando con grandilocuencia al mostrarse reacia a admitir, clara y honrosamente, la indiscutible dimensión ética de Monseñor Romero”, escribió el ex-director de CONCULTURA del partido de derecha y director de la Cámara de Comercio en un periódico derechista. (Federico Hernández Aguilar, Monseñor Romero y los miserables, EL DIARIO DE HOY, 29 de Marzo de 2011.) Otra opinión en el mismo periódico ultra-conservador ese mismo día comentaba la visita del Presidente Obama a la Tumba de Romero—lejos de insistir que debió haber visitado la tumba de d'Aubuisson—diciendo: “Nuevamente tiene que ser un extranjero el que nos enseñe el respeto y la admiración por un líder como lo fue Monseñor Romero. Y no cualquier extranjero, nada menos que el Presidente de la potencia más grande del mundo”. (Juan Valiente, La otra agenda de los Obama, EL DIARIO DE HOY, 29 de Marzo de 2011.) El gesto de Obama era “invitación a defender a los más débiles, a los injustamente perseguidos, a los históricamente desprotegidos”, reza el editorial. “La búsqueda de la justicia social y del respeto a los derechos humanos son signos de una democracia”. (Ibid.)

Aunque algunos activistas de izquierda entonaron una nota desafinada, la corriente dominante impuso un tono unificador. Un estudioso de las homilías de Mons. Romero declaró un mes antes de su propia muerte en vísperas de este aniversario de que, “Romero no es que sea progresista ... No es un Casaldáliga, pero a la vez va mucho más allá que un progresista. Los deja atrás a todos. Es una mezcla de lo antiguo con lo nuevo. Eso es lo que lo hace auténtico”. (Entrevista con Miguel Cavada, compilador obra de Mons. Romero, EL FARO, 23 de Marzo de 2011.) El embajador de El Salvador por el gobierno efemenelista ante el gobierno Sandinista de Nicaragua fue aún más directo al insistir de que Romero “[e]ra un ortodoxo que señaló de forma radical las causas de los sufrimientos que aquejaban a su gente”. (Juan José Figueroa Tenas, La estatura universal de Romero, DIARIO COLATINO, 24 de Marzo de 2011.)

Estas han sido algunas de las cosechas del 31° aniversario de Mons. Romero.