Friday, September 23, 2016

“My great friend, Rutilio!”



JUBILEE YEAR for the CENTENNIAL of BLESSED ROMERO, 2016 — 2017


#BlessedRomero #MartyrOfMercy
When the Minister of Public Works of El Salvador Gerson Martinez greeted Pope Francis after a General Audience in St. Peter's Square, the official gave the pope a modest, handmade relic with the image of Father Rutilio Grande and Blessed Romero. The Pontiff stared at the picture and exclaimed, “My great friend, Rutilio!
The official repeated the customary invitation to the Latin American pope to visit El Salvador, petitions the pope hears out with a friendly smile, but without making any promises. They also spoke of a sculpture to be placed in a “Reconciliation Square” which will be inaugurated to commemorate the 25th anniversary of the Peace Accords during the Centenary of Blessed Romero’s Birth next year. The minister told the Pope that the sculptor comes from one of the most vulnerable areas. The Pope stared at the design and said “this will be another holy door.”
However, the comments about Father Grande are the ones that get my attention. When the pope refers to the Salvadoran Jesuit martyr as “my friend,” the pontiff does not refer to a personal friendship with his Jesuit confrere. The pope has said in an interview that he encountered Grande at a meeting of Latin American Jesuits during the 70s, but did not have an opportunity to approach him. When Francis calls Rutilio Grande a friend, he means it in the spiritual sense, as when he said in his letter on Romero: “Those who have Monseñor Romero as a friend in the faith ...” As to the Jesuit, Francis has said that, “after his death, I became very interested in him,” because “he left the center to go to the periphery”—one of the main lessons of the Francis papacy.
In fact, Francis has also said he considers Rutilio Grande as the mastermind of the beatification of Romero, saying that Romero’s conversion was the “first miracle” of Father Grande, whose assassination in 1977 led to the unleashing of Romero’s audacious denunciation. The diocesan process for the beatification of Father Grande was concluded on August 16 this year and is now in Rome awaiting its happy end.
The beatification documents.

“¡Rutilio, mi gran amigo!”



AÑO JUBILAR por el CENTENARIO del BEATO ROMERO, 2016 — 2017


Cuando el Ministro de Obras Públicas de El Salvador Gerson Martínez saludó al Papa Francisco después de una Audiencia General en la Plaza San Pedro, el oficial le presentó una reliquia modesta, artesanal con la imagen del P. Rutilio Grande y del Beato Romero.  El Pontífice se le quedó viendo a la imagen y exclamó: “¡Rutilio, mi gran amigo!”.
El funcionario repitió la acostumbrada invitación a que el papa latinoamericano visite El Salvador, peticiones que el pontífice escucha con una sonrisa cordial, pero sin hacer compromisos.  También hablaron de una escultura a ser colocada en una “Plaza a la Reconciliación” que se inaugurará para conmemorar el 25 ° aniversario de los Acuerdos de Paz en el marco del Centenario del Natalicio del Beato Romero el próximo año.  El ministro le comentó al papa que el escultor viene de uno de los sectores más vulnerables del país.  El Papa se quedó viendo el diseño de la obra y le dijo: “esta será otra puerta santa”.
Sin embargo, son los comentarios sobre el P. Grande los que llaman la atención.  Cuando el papa se refiere al mártir jesuita salvadoreño como “mi gran amigo”, el pontífice no se refiere a la amistad personal con su cofrade jesuita.  El papa ha dicho en una entrevista que conoció a Grande en una reunión de jesuitas latinoamericanos durante la década de los 70, pero que no tuvo gran oportunidad de acercamiento.  Más bien, cuando Francisco llama a Rutilio Grande un amigo, lo dice en el sentido espiritual, como lo dijo en su carta sobre Romero: “Quienes tengan a Monseñor Romero como amigo en la fe …”  Sobre el jesuita a dicho de que, “Después de su muerte me ha interesado mucho”, porque “dejó el centro por irse a la periferia”—una de las enseñanzas principales del papado de Francisco.
De hecho, Francisco también ha dicho que considera a Rutilio Grande como el autor intelectual de la beatificación de Romero, diciendo que la conversión de Romero fue el “primer milagro” del padre Grande, cuyo asesinato en 1977 provocó el desencadenamiento de una denuncia audaz por parte de Romero.  El proceso diocesano de la beatificación del P. Grande se clausuró el 16 de agosto del presente año y se encuentra en Roma a la espera de su conclusión.
Los documentos de la beatificación.

“Rutilio, il mio grande amico!”



ANNO GIUBILARE per il CENTENARIO del BEATO ROMERO, 2016 — 2017


Quando il ministro delle infrastrutture di El Salvador Gerson Martínez ha salutato Papa Francesco dopo una Udienza Generale in Piazza San Pietro, l’ufficiale ha dato una modesta reliquia artigianale con l’immagine di Padre Rutilio Grande e il Beato Romero. Il Pontefice fissò l’immagine e ha detto, “Rutilio, il mio grande amico!”.
Il funzionario ha ripetuto l’invito consueto al papa latino americano per visitare El Salvador, petizioni ascolti del papa con un sorriso amichevole, ma senza scendere a compromessi. Hanno anche parlato di una scultura da collocare in una “piazza della riconciliazione”, che si aprirà per commemorare il 25 ° anniversario degli accordi di pace sotto il Centenario della nascita di Romero il prossimo anno. Il ministro ha detto al Papa che lo scultore viene da uno dei settori più vulnerabili. Il Papa guardò l’abbozzo e ha detto “questo sarà un altra porta santa”.
Ma, sono i commenti su Padre Grande che attirano l’attenzione. Quando il Papa si riferisce al martire salvadoregno gesuita come “il mio amico”, il pontefice non si riferisce alla amicizia personale con il confratello gesuita. Il papa ha detto in un’intervista che ha incontrato Grande in una riunione di gesuiti di America Latina durante gli anni ‘70, ma non ha avuto opportunità di avvicinarsi. Ma quando Francesco chiama Rutilio Grande un amico, lo fa in senso spirituale, come ha detto nella sua lettera su Romero: “Quanti hanno monsignor Romero come amico nella fede ...” Sul Gesuita ha detto che, “Dopo la sua morte me ne interessai molto”, perché “lasciò il 'centro' per andare alla periferia”, una delle principali lezioni del pontificato di Francesco.
In realtà, Francesco ha anche detto che considera Rutilio Grande come la mente della beatificazione di Romero, dicendo che la conversione di Romero ha stato il “primo miracolo” di Padre Grande, il cui assassinio nel 1977 ha portato allo scoppio di una denuncia coraggiosa nella parte di Romero. Il processo diocesano per la beatificazione di padre Grande è stata chiusa il 16 agosto di quest’anno ed è Roma in attesa di completamento.
I documenti della beatificazione.

Thursday, September 08, 2016

Hacia una autentica “cultura romeriana”


AÑO JUBILAR por el CENTENARIO del BEATO ROMERO, 2016 — 2017


El Beato Romero en la fachada del Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI) de San Salvador, 2015.
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En anticipación del Centenario del Beato Romero, Mons. Ricardo Urioste (Q.D.D.G.) desarrolló una mini letanía para presentar al Beato, a quien llamó: Hombre de Dios, Hombre de la Iglesia, y Hombre de los Pobres.  Yo agregaría un cuarto título para nuestro mártir: Hombre de la Cultura.  De hecho, esto corresponde a las deficiencias primordiales de la sociedad salvadoreña a cuáles Romero se sintió interpelado a responder: “Hambre de Dios, hambre de cultura y hambre de pan—para llenar el vacío que dejan estas tres hambres, necesitamos la ayuda de todo el pueblo”.[1]
Sin lugar a dudas, Óscar Arnulfo Romero fue un hombre culto y culturado.  Desde pequeño era “el niño de la flauta”.  Hablaba latín e italiano. Practicó la fotografía. Fundó y/o lideró varios periódicos eclesiales.  Publicó columnas de opinión en los periódicos de mayor circulación.  Aprovechó la radio y los medios de comunicación social de su tiempo para divulgar su mensaje.  Fue admirador de la música clásica y aprendió a discernir en la música popular, encargando una misa folclórica y un himno al Divino Salvador del Mundo, entre otros.  Promovió el humanismo y el ecumenismo.  Dio lectura a la historia salvadoreña, y a su índole y sus tradiciones.  Impulsó el desarrollo de la sociedad civil, dándole ímpetus al Socorro Jurídico del Arzobispado y apoyando grupos de la defensa de los derechos humanos.  Forjó alianzas internacionales.  Más que todo, luchó con todas sus fuerzas contra una cultura de la muerte, de la vanidad, del materialismo, de la violencia y de la opresión.
El ministerio de Mons. Romero tuvo una cuerda cultural como componente importante.  “La Iglesia quiere aprender el lenguaje, la cultura de los pueblos del mundo para poder traducir en ese lenguaje, en ese modo de ser, su mensaje divino”, explicó el arzobispo mártir.[2]Sin competencias en política ni en sociología, porque no es su competencia, la Iglesia desde su ciencia humana, desde su revelación de Dios, quiere hacer presente la luz de Dios en el mundo; y ella está también, pues, en un diálogo íntimo con el mundo. Nada humano es extraño a ella”.  En un discurso en la Universidad de Lovaina, Bélgica, profundizó: “la Iglesia no es un reducto separado de la ciudad, sino seguidora de aquel Jesús que vivió, trabajó, luchó y murió en medio de la ciudad, en la ‘polis’.[3]  Y con razón, Romero, “desde antes de ser asesinado, ya había trascendido las fronteras nacionales, convirtiéndose en un personaje mundialmente conocido”, según Paulita Pike, fundadora de Cultura Romeriana, una asociación inspirada por Romero en El Salvador.  Romero ha sido interpretado en al menos cinco películas, es objeto de innumerables pinturas, estatuas, poemas, canciones y otras obras artísticas y culturales (incluyendo escuelas, clínicas, calles y hasta un aeropuerto).
Desde estas ligeras valoraciones podemos desprender diez características propias de una auténtica “cultura romeriana”: (1) “Sentir con la Iglesia”, (2) la solidaridad, (3) la no violencia, (4) el espíritu del martirio, (5) una teología “con los pies en la tierra”, (6) la opción preferencial por los pobres, (7) vivir como “micrófonos de Dios”, (8) capacitar la juventud, (9) conservar la memoria histórica, y, sobre todo esto, (10) hacer una “civilización del amor”.
1. Sentir Con La Iglesia.  Para Romero, la Iglesia es su referencia primordial, pero no es auto-referencia.  La iglesia que sale al encuentro del mundo estuvo en evidencia desde los primeros momentos del arzobispado de Mons. Romero, cuando para la “Misa Única” tras el asesinato del padre Grande, Mons. Romero literalmente “salió” a la “polis”, erigiendo un altar provisional en las gradas de su catedral para encontrar al pueblo.  Y se dirigió a ellos: “Sabemos de muchas personas que están aquí sin creer en la misa pero que buscan algo que la Iglesia está ofreciendo”.[4]  Romero buscó la unidad de los cristianos, el ecumenismo, y más allá de la religión, el humanismo.
2. “Hermanos, yo les traigo la palabra que Cristo me manda decirles: una palabra de solidaridad”, dice Romero en Aguilares.[5]  Pero la solidaridad no puede ser una expresión vacía y distante; es una cercanía concreta, que puede decir “hemos estado con ustedes”.  Romero explica que “nuestra palabra de solidaridad se fija en tantos queridos muertos asesinados ... Sufrimos con los que están perdidos, con los que no se sabe dónde están o por los que están huyendo y no saben qué pasa con su familia. Somos testigos de este dolor, de esta separación. Lo vivimos muy de cerca ... Estamos con los que sufren las torturas ...”.  La solidaridad se pone a la par de los que sufren, y de lado de ellos.
3. La no violencia.  “Jamás hemos predicado violencia, solamente la violencia del amor, la que dejó a Cristo clavado en una cruz, la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan crueles entre nosotros”.[6]  Como indicó el Papa Francisco, “Monseñor Romero nos invita a la cordura y a la reflexión, al respeto a la vida y a la concordia … La fe en Jesucristo, cuando se entiende bien y se asume hasta sus últimas consecuencias, genera comunidades artífices de paz y de solidaridad. A esto es a lo que está llamada hoy la Iglesia en El Salvador, en América y en el mundo entero: a ser rica en misericordia, a convertirse en levadura de reconciliación para la sociedad”.[7]
4. Todos debemos tener un espíritu del martirio, aunque no todos tengamos que morir por nuestros valores.  Porque “dar la vida no es sólo que lo maten a uno; dar la vida, tener espíritu de martirio, es dar en el deber, en el silencio, en la oración, en el cumplimiento honesto del deber; en ese silencio de la vida cotidiana, ir dando la vida, como la da la madre que sin aspavientos, con la sencillez del martirio maternal da a luz, da de mamar, hace crecer, cuida con cariño a su hijo. Es dar la vida”.[8]
5. “Me da gusto pensar que la Iglesia que yo predico no es una Iglesia abstracta, por las nubes, sino una Iglesia que peregrina con los pies en la tierra”, declara Mons. Romero.[9]  Es “la doctrina social de la Iglesia que les dice a los hombres que la religión cristiana no es un sentido solamente horizontal, espiritualista, olvidándose de la miseria que lo rodea. Es un mirar a Dios, y desde Dios mirar al prójimo como hermano y sentir que 'todo lo que hiciéreis a uno de éstos a mí lo hicísteis'.”[10]
6. El 24 de febrero de 1980, el Beato Romero recibió un telegrama de numerosos obispos americanos, incluyendo Dom Hélder Câmara, Mons. Pedro Casadáliga, y Mons. Samuel Ruiz, felicitándolo “que Ud. y su Iglesia estén realizando fielmente la opción preferencial por los pobres”.  Romero explicó que “sólo puede ser verdadera Iglesia la Iglesia que se convierte y se compromete con el pueblo sufrido y pobre”, ya que “una Iglesia que no se une a los pobres para denunciar desde los pobres las injusticias que con ellos se comenten, no es verdadera Iglesia de Jesucristo”.[11]
7. Mons. Romero predicó de que “de nada sirve la palabra que vibra y suena si no se encarna en la vida del cristiano”.[12]Que nuestras comunidades y nuestra vida individual sea el testimonio del evangelio que la Iglesia predica; aún cuando no tiene radios, ni aparatos técnicos, sus cristianos van predicando por todas parte el gran mensaje liberador del cristianismo ... ¡convertirnos en micrófonos de Dios! Que esta fe que llevo la pueda transmitir con mi buen ejemplo, con mi honradez, con mi palabra amable, con el consuelo que doy: y debo de ser un modelo de palabra de Dios que se ha hecho vida en la intimidad de mi ser. ¡Esa es la fe!”.
8. “Los pobres y los jóvenes constituyen la riqueza y la esperanza de la Iglesia en América Latina; y su evangelización es, por tanto, prioritaria”, declaró Mons. Romero.[13]  Por eso la Iglesia debe capacitar a los jóvenes para asumir el reto de protagonizar su propio destino y ofrecer un futuro mejor a la sociedad entera. “No desesperemos, porque si ésta es la esperanza de América Latina, en El Salvador hay mucha esperanza porque hay muchos pobres y muchos jóvenes”.
9. Memoria histórica.  El Creador quiere “dar su salvación ... precisamente en la historia de los pueblos ... de tal manera que podemos decir: Cristo salva a la República de El Salvador en su propia historia, y todas aquellas maravillas del Antiguo Testamento se hacen presentes en esta Pascua salvadoreña, nuestra”.[14]  Por eso es necesario estudiar la historia—tanto en su pasado como en su actualidad—para discernir los pasos de Dios por la historia y también para no olvidar nuestros mártires y nuestros procesos, nuestra historia de salvación.
10. En fin, para resumirlo todo, debemos construir una “civilización del amor”.[15]  Hacer esto “no es un sentimentalismo, es la justicia y la verdad ... Una civilización del amor, que no exigiera la justicia a los hombres, no sería verdadera civilización, no marcaría las verdaderas relaciones de los hombres. Por eso, es una caricatura de amor cuando se quiere apañar con limosnas lo que ya se debe por justicia. Apañar con apariencias de beneficencia cuando se está fallando en la justicia social. El verdadero amor comienza por exigir entre las relaciones de los que se aman, lo justo”.
Para sacar adelante estos valores, precisa tener una organización dedicada al ‘dialogo íntimo entre la Iglesia y el mundo’, como decía Romero.  Cultura Romeriana, la agrupación que ha surgido alrededor de Mons. Romero en El Salvador, reúne los requisitos necesarios para llevar a cabo esa misión.  Su interés en asuntos culturales se remonta a su fundación en el 2005 como una humilde página de Facebook.  La página, que se llamaba simplemente, “Monseñor Romero”, logró reunir a más de mil seguidores, a quienes difundía artículos, actividades, desarrollos en el proceso de la beatificación y testimonios gráficos de las celebraciones en las fechas emblemáticas del 24 de marzo (su asesinato), y el 15 de agosto (su natalicio).
El grupo encontró un nuevo ímpetu en torno a la defensa de pequeños artistas con cercanía histórica a la causa de Romero que estaban siendo marginados en la planificación de la ceremonia de beatificación cuando esta fue anunciada en el 2015.  “Cultura” es una voz “Romeriana” instalada en el mundo de la cultura, en sintonía con los artistas y fuerzas creativas del momento, y bien podrían convertirse en la innovación más importante en la salvaguardia del legado de Romero.  Una de las intervenciones más dinámicas del grupo ha sido en torno a la Cripta del Profeta y Mártir, donde Cultura Romeriana se ha instalado y ha desarrollado actividades para la difusión del pensamiento de Romero que se traduce en testimonios variados y muchas veces espontáneos en este sagrado recinto, que se vuelve, como las antiguas Catacumbas cristianas, un verdadero centro espiritual, artístico, comunitario.
Un pequeño relato sirve para ilustrar el uso “evangelizador” que Cultura Romeriana ha hecho en la Cripta, cuando los integrantes del grupo metálico Iron Maiden descendieron a la Cripta, y fueron entretenidos y captivados por la presentación informativa de Paulita Pike sobre el Beato Romero, atrayendo también la atención de los medios de comunicación social y la noticia dio vuelta al mundo.  En otra ocasión, para el aniversario de la beatificación de Romero, Cultura armó un homenaje cultural en la Cripta, con la actuación de artistas como Guillermo Cuellar (compositor de la Misa Popular Salvadoreña) y Paulino Espinoza (del grupo Exceso de Equipaje), en la presencia del Señor Arzobispo de San Salvador, Mons. José Luis Escobar Alas.
La verdadera “cultura romeriana” debe saber trasladar los antes mencionados valores al mundo del arte y de la cultura, tal y como Cultura Romeriana ha tratado de hacer al defender artistas auténticos y autóctonos, afines a la cultura popular, a la índole y el genio del pueblo; al recoger testimonios de la memoria histórica de ese pueblo; y al servir de puente entre la Iglesia y la Cultura.  Esto es tener los pies en la tierra, ser micrófonos de Dios, al encarnar los valores de la filosofía “romeriana” en el arte y la cultura.  Y es también un verdadero servicio a la Iglesia en apoyo a “la Nueva Evangelización”—un proyecto comparable al ‘Patio de los Gentiles’, para el diálogo con los no creyentes lanzado por el Vaticano durante el papado de Benedicto XVI, a cargo del influente cardenal italiano Gianfranco Ravasi.  Solo que Cultura Romeriana goza de la ventaja adicional de estar conformada por laicos, y por ende puede volverse un verdadero movimiento de laicos.
Pero para asegurar su éxito como un movimiento laico, habría que pensar en canalizarlo como un verdadero “movimiento”, similar a otros movimientos laicos tal como Focolares, Acción Católica, Cursillos de Cristiandad, el movimiento Carismático, San Egidio, Trabajador Católico, etc.  Es decir, se tendría que pensar en formalizar sus normas y estructuras de gobernanza, y su estado eclesial, incluyendo relación formal con la jerarquía, para que tenga sistemas de lidiar y mediar los diálogos internos que deberán surgir en su seno.  Por otro lado, también tiene sentido dejar que el fenómeno siga su trayectoria orgánica, sin interferencias forzadas, para que las cosas se desarrollen de forma natural, al menos por un plazo inicial para ver si alcanza la masa crítica bajo su propio impulso.
Una verdadera “cultura romeriana” puede transfigurar la Iglesia y transformar el mundo.


[13] Ver nota 11, supra.

Thursday, September 01, 2016

Blessed Romero and Saint Teresa



JUBILEE YEAR for the CENTENNIAL of BLESSED ROMERO, 2016 — 2017

Mother Teresa visits Archbishop Romero’s living quarters in July 1988.

#BlessedRomero #MartyrOfMercy
When Mother Teresa won the Nobel Peace Prize in 1979, Archbishop Oscar A. Romero of El Salvador, who had been nominated that same year for the award, sent a congratulatory telegram , which lets us know that the archbishop recognized that both were working toward the same purpose:
Mother Teresa of Kolkata, India.  I am happy that the Nobel Prize has been awarded to you for your preferential option for the poor and that this option is seen as an effective path to achieve peace.  Those who graciously desired this honor for me are equally satisfied for having encouraged this cause.  I give you my blessing.  The Archbishop of San Salvador. (October 21, 1979 Homily.)
The soon-to-be Saint Teresa and Blessed Romero are proof of the famous saying of Dom Hélder Câmara: “When I give food to the poor they call me a saint. When I ask why they are poor they call me a communist.” Mother Teresa gave food to the poor and will be called a saint; Romero denounced why there are poor, and “he was defamed, slandered, soiled ... even by his brothers in the priesthood and in the episcopate” (Pope Francis, October 30, 2015 Address).
Actually, Romero and Teresa are two sides of the same coin. Both understand, “the beautiful but difficult truth”—as Archbishop Romero would say—“that the Christian faith does not cut us off from the world but immerses us in it.” (Address to accept honorary doctorate from the University of Leuven, February 2, 1980.) It is necessary, he says, to go out of the temple, the sanctuary, to the city, the “polis”. This is the same option for the poor Teresa made in 1948 when she left the cloister of the convent to take to the streets of Kolkata to help the elderly, the dying, and the lepers. Sharing their misery, she tells how she was tempted to return to the shelter and comfort of her convent, but she had the intuition that, “Our Lord wants me to be a free nun covered with the poverty of the Cross.”
Both Archbishop Romero and Mother Teresa had to immerse themselves in, and soak in the irreligious realities of a world without God. Archbishop Romero had the task of gathering the bodies of peasant massacres, while Mother Teresa took up her work in a temple of the goddess Kali in which she tried to give a dignified death, with rites according to the devotions of each person benefited, be they Hindu or Muslim, in India, Pakistan, Ethiopia, Tanzania and elsewhere in Asia, Africa, Europe and the Americas, where her missions carried her. During her total immersion in this harsh reality of deprivation, removed from the tabernacle and the altar, Mother Teresa suffered feelings of a spiritual void, to the point of doubting the very existence of God.
However, the purpose and motivation for this passage through austerity was precisely to seek God and, despite the accusations against Archbishop Romero that he had betrayed his religious mission and the feelings of spiritual alienation experienced by Mother Teresa, both found Jesus. “It is within this world devoid of a human face”—Archbishop Romero tells us—that he comes face to face with the “current sacrament of the Suffering Servant of Yahweh.” (Leuven.) And Mother Teresa echoes the sentiment when she says, “today there is so much suffering - and I feel that the passion of Christ is being relived all over again.” (Nobel Prize Speech, December 11, 1979.) “He makes himself the hungry one - the naked one - the homeless one - the sick one - the one in prison - the lonely one - the unwanted one … Hungry for our love, and this is the hunger of our poor people.” (Id.)
Both valued the poor in a way that differs from the outmoded and paternalistic ways of understanding them. Both Archbishop Romero and Mother Teresa see the poor not only as beneficiaries of our generosity (read: pity) or as subjects upon whom to practice our charity (read: guilty conscience), but people who have something to offer, and whose intrinsic value can make us the beneficiaries. The poor help us understand our Christianity: “by putting ourselves alongside the poor and trying to bring life to them, we shall come to know the eternal truth of the gospel,” said Bishop Romero. (Leuven, supra) Mother Teresa agrees: “They can teach us so many beautiful things,” she says, recalling how the poor in one of her aid centers confirmed an aspect of her mission: “The other day one of them came to thank and said: You people who have vowed chastity you are the best people to teach us family planning. Because it is nothing more than self-control out of love for each other.” This issue that had been debated among experts, sociologists and theologians, was also one of competence for a poor person, “And these are people who maybe have nothing to eat, maybe they have not a home where to live, but they are great people. The poor are very wonderful people.” (Teresa, Nobel Speech, supra.)
Some have criticized the approach of Mother Teresa to help in specific cases but not seek to change the systems that generate inequality and injustice. According to this view, “the rich and powerful loved her” because she did not demand anything from them and that this explains her Nobel Prize and her canonization, while theologians who denounce the rich are “purged or suppressed.” (Sara Flounders, Workers World, September 25, 1997.) But Archbishop Romero defends her position, arguing that it is better to have converted hearts than to have reformed structures: “the Church’s concern is not only that there be a fairer distribution of wealth, but that this sharing become a reality as people take on an attitude of wanting to share not only their possessions but also their lives with those who are disadvantaged in our society.” (Feb. 24, 1980 Hom.)
Meanwhile, Mother Teresa recognized the need to do justice when she denounced, “When a poor person dies of hunger it has not happened because God did not take care of him or her. It has happened because neither you nor I wanted to give that person what he or she needed.”
The Saint and the Blessed are surely congratulating themselves today in heaven for having given testimony to the full spectrum of Christian love for the poor.


El Beato Romero y Santa Teresa



AÑO JUBILAR por el CENTENARIO del BEATO ROMERO, 2016 — 2017

Madre Teresa visita la casita de Mons. Romero en julio de 1988.

Cuando la Madre Teresa de Calcuta ganó el premio Nobel de la Paz en 1979, Mons. Óscar A. Romero de El Salvador, quien había sido nominado ese mismo año para el galardón, le envió un telegrama dándole la felicitación, en que deja saber que el arzobispo comprendió que ambos trabajaban por el mismo fin:
Madre Teresa de Calcuta, India. Alégrome Premio Nóbel condecore en usted [la] opción preferencial [por los] pobres como eficaz camino para la paz. Quienes generosamente deseáronme semejante honor siéntanse igualmente satisfechos [por] haber estimulado [la] misma causa. Bendígola. El Arzobispo. (Homilía del 21 de octubre de 1979.)
La pronto-Santa Teresa y el Beato Romero son ejemplares de la famosa dicotomía de Dom Hélder Câmara: «Cuando doy comida a los pobres me llaman santo. Cuando pregunto por qué son pobres me llaman comunista». La Madre Teresa dio comida a los pobres y será llamada santa; Romero denunció por qué hay pobres, y fue “difamado, calumniado, ensuciado ... incluso por hermanos suyos en el sacerdocio y en el episcopado” (Papa Francisco, Discurso del 30 de octubre del 2015).
En realidad, Romero y Teresa son dos caras de una misma moneda. Ambos comprenden, “la hermosa y dura verdad”—como dice Mons. Romero—“de que la fe cristiana no nos separa del mundo, sino que nos sumerge en él”. (Discurso al recibir el «honoris causa» de la Universidad de Lovaina, 2 de febrero de 1980.) Es necesario, nos dice, salir del templo, del santuario, a la ciudad, a la “polis”. Esta es la misma opción por los pobres de Teresa en 1948 cuando abandona el claustro de su convento y sale a las calles de Calcuta a ayudar a los ancianos, a los moribundos, y a los leprosos. Participando de su miseria, cuenta como sentía la tentación de regresar al albergue y la comodidad de su convento, pero tuvo la intuición de que, “Nuestro Señor quiere que yo sea una monja libre, cubierta con la pobreza de la Cruz”.
Tanto Mons. Romero como la Madre Teresa tuvieron que rodearse y empaparse en sus ámbitos no religiosos de un mundo sin Dios. A Romero le tocó sortear cadáveres de masacres campesinas, mientras que, la Madre Teresa tuvo que instalarse en un templo de la diosa Kali para dar muertes dignas, con ritos según las devociones de cada persona beneficiada, ya sean hindúes o musulmanes, de India, Pakistán, Etiopía, Tanzanía y otros lugares por Asia, África, Europa y Estados Unidos, donde sus misiones la llevaban. En esta inmersión total en esta dura realidad, de privación, lejos del sagrario y el altar, la Madre Teresa sufrió sentimientos de un vacío espiritual, hasta el punto de dudar la misma existencia de Dios.
Sin embargo, su propósito y motivación al emprender esta estancia en la austeridad es precisamente buscar a Dios, y a pesar de las acusaciones contra Mons. Romero de que había traicionado su misión religiosa y los sentimientos de la Madre Teresa de alienación espiritual, ambos encuentran a Jesús. “En ese mundo sin rostro humano”—nos dice Mons. Romero—se halla cara a cara con el “sacramento actual del Siervo Sufriente de Yahvé”. (Lovaina.) Y le hace eco la Madre Teresa cuando nos dice, “hoy hay tanto sufrimiento—y siento que la pasión de Cristo está siendo vivida de nuevo”. (Discurso Premio Nobel, 11 de diciembre de 1979.) “Él se vuelve el hambriento, el desnudo, el sin hogar, el enfermo, el prisionero, el solitario, el no querido … Hambriento de nuestro amor, y este es el hambre de nuestra gente pobre”. (Id.)
Ambos valoran al pobre de una manera que difiere de las formas anticuadas y paternalistas de entenderlos. Tanto Mons. Romero como la Madre Teresa se fijan en el pobre no solo como un beneficiario de nuestra generosidad (léase: lástima) o un sujeto que nos permite experimentar la caridad (léase: remordimiento), sino personas que tienen algo que ofrecernos, y cuyo valor intrínseco sirve para beneficiarnos. Los pobres nos ayudan a entender nuestro cristianismo: “poniéndose del lado del pobre e intentando darle vida sabremos en qué consiste, la eterna verdad del evangelio”, dice Mons. Romero. (Lovaina, supra.) Madre Teresa está de acuerdo: “Ellos nos pueden enseñar tantas cosas hermosas”, dice, recordando como los pobres en uno de sus centros de atenciones le confirmaron un aspecto de su misión: “El otro día uno de ellos vino a agradecer y dijo: Ustedes que han hecho voto de castidad son las mejores para enseñar planeación familiar. Porque no es más que auto-control y amor del uno al otro”. Este tema que era de debate entre expertos, sociólogos y teólogos, también era competencia de una persona pobre: “Y estas son las personas que no tienen nada que comer, tal vez no tienen un hogar donde vivir, pero son grandes personas. Los pobres son gente maravillosa”. (Teresa, Discurso Nobel, supra.)
Algunos han criticado el camino llevado por la Madre Teresa por ayudar en casos concretos pero no cambiar el sistema que genera desigualdades e injusticia. Según esta crítica, “los ricos y los poderosos la amaban”, porque ella no les exigía nada y a eso se debe su premio Nobel y su canonización, mientras que los teólogos que denuncian a los ricos son “depurados o suprimidos”. (Sara Flounders, Workers World, 25 de septiembre de 1997, traducido por Iniciativa Socialista.) Pero Mons. Romero defiende su postura, argumentando que tener corazones convertidos vale más que tener estructuras reformadas: “a la Iglesia no le importa que haya sólo una distribución más equitativa de las riquezas: le interesa que se dé esa distribución porque existe realmente en todos los hombres una actitud de querer compartir no sólo los bienes, sino la misma vida”. (Hom. 24 feb. 1980.)
Por su parte, la Madre Teresa reconoce la necesidad de hacer justicia cuando denuncia, “Cuando un pobre se muere de hambre, no es porque Dios no lo ha cuidado. Es porque ni tu ni yo quiso darle lo que necesitaba”.
La Santa y el Beato seguramente hoy se congratulan en el cielo por haber dado testimonio del espectro completo del amor a los pobres.