BEATIFICACIÓN
DE MONSEÑOR ROMERO, 23 DE MAYO DEL 2015
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“Todo el que denuncia”, dijo el Beato
Monseñor Romero, “debe estar dispuesto a
ser denunciando y si la Iglesia denuncia
las injusticias, está dispuesta también a escuchar que se la denuncie y está
obligada a convertirse”.
(Homilía del 17 de febrero de 1980.)
Las gravísimas
denuncias de abuso sexual en contra de la Iglesia Salvadoreña que han salido a
la vista en las últimas semanas, que la han metido en la crisis más tremenda de
su historia y la vinculan con el escandalo global por abuso sexual de memores a
manos de sacerdotes, también presentan una oportunidad. Es precisamente la oportunidad que señaló el
Beato Romero en la frase citada: la oportunidad de volver a denunciar y dejar
denunciarse. “Nosotros haríamos muy mal en creer que lo mejor del mundo es la Iglesia”,
advirtió Romero en otra ocasión, “y para
muchos así conciben la Iglesia, incapaz de pecado, la inmaculada, la intocable”. Pero no es así: “en su seno encierra pecadores. Obispos, sacerdotes … nos llamamos
cristianos [pero] somos pecadores,
necesitados de purificación y el verdadero caminar es la senda de la penitencia
y de la renovación. ¡Ay! del cristiano, ¡ay! del obispo, ¡ay! del sacerdote que
se sienta tan perfecto que puede regañar a los otros”, mientras que no se
somete a la misma examinación y a la denuncia. (Hom. 5 nov. 1978.)
De cierta manera,
el peligro para la Iglesia Salvadoreña no viene de las denuncias. Mucho más peligroso sería evitar ser
denunciada. El Beato Romero, quien fue
limpio de todo abuso o encubrimiento, es como la marca de autenticidad para la
Iglesia. “Si sentimos con Romero”, decía
Mons. Paglia en la ceremonia de beatificación, “El Salvador y el mundo cambiarán”. Solo si la Iglesia Salvadoreña siente con
Romero podrá recuperar la confianza de los feligreses, que, como señala el
nuevo sondeo de la UTEC, ven a Romero como referente de santidad. Sentir Con Romero significa no solo
poner a Romero de estandarte, porque eso no es suficiente. Hasta cierto punto, eso es contraproducente,
porque como bien dijo
el Papa Francisco a nuestros obispos: “un mártir no es [solo] una
bonita imagen que engalana nuestros templos”. Poner a Romero como una estampa solo
establece un contraste: un reto a la Iglesia a que se atreva a ser como
él.
Para Sentir
Con Romero, la Iglesia debe abrirse completamente a la denuncia y
someterse a la justicia. Pero aún más,
debe volver a correr los riesgos del que denuncia, debe volver a ser una voz
profética que aboga por y defiende al pueblo.
Debe exponerse del todo, y volver a dar todo por Dios, el evangelio, y
los pobres.
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