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Friday, May 08, 2015

El obispo que viene del fin del mundo



En medio de las estadísticas sobre los obispos que asistirán a la beatificación de Monseñor Óscar A. Romero el 23 de mayo, un punto de origen geográfico sobresale: Papúa Nueva Guinea. El obispo que hará el viaje desde allí viajará casi 15.000 kilómetros (aproximadamente 9.000 millas) para asistir a la ceremonia—más lejos de cualquier otro obispo que asistirá hasta el momento. Platicamos con el Obispo Donald Lippert, O.F.M. Cap., quien viajará para la ocasión desde la diócesis montañosa de Mendi, en una nación insular situada al norte de Australia.
El “Obispo Don”, como le gusta que le llamen, nacido en Pittsburgh, fue nombrado obispo de Mendi por el Papa Benedicto XVI en 2012. El Obispo Don fue investido en una ceremonia profundamente imbuida de notas culturales de esa tierra de misión, repleta con tambores y hombres de las tribus vestidos en sus trajes indígenas en una ceremonia al aire libre a la que asistieron 3.000. El Cardenal Sean O’Malley, un mentor (y compañero Capuchino), fue el consagrante principal. La ceremonia fue celebrada el 3 de febrero de 2012, la misma fecha en la que Mons. Romero fue nombrado en 1977, y la fecha en que el Papa Francisco firmó el decreto que aprobó su martirio a principios de este año. El lema episcopal de Lippert es “Sentir con la Iglesia”—el mismo de Romero.
Antes de su nombramiento como obispo, había servido como profesor de filosofía en el Instituto de Teología Católica en Bomana, cerca de la capital de Papúa Nueva Guinea. Lippert había estado involucrado en la formación de los misioneros capuchinos a la isla desde hace años: “Yo les digo que realmente están viviendo en los Hechos de los Apóstoles”, solía decir. “Ellos son los primeros en llevar la Buena Nueva a la gente. No quedan demasiadas áreas como esa ya en el mundo”. En los Estados Unidos, Lippert también ha destacado por su ministerio con los hispanos, que se remonta a su año de diácono en Puerto Rico.

Súper Martyrio.  ¿Cómo está el viaje desde Mendi a San Salvador?

R.        Mendi está a 16 horas por adelantado de San Salvador. Voy a viajar solo. Salgo de Mendi en una avioneta el 19 de mayo a pasar una noche en Port Moresby [Ed.: la capital de Papúa Nueva Guinea]. Viajo a Brisbane [Australia] al día siguiente y transito a San Salvador sobre el Pacífico perdiendo así un día. Hay dos paradas, Los Ángeles y Atlanta. Solo este tramo del viaje es de 41 horas. El mayor sacrificio es el gasto dado que nuestros salarios para sacerdotes y religiosos equivale a $ 120.00 EE.UU al mes, la mitad de lo cual va destinado a la comida. Pero esto es una peregrinación y los beneficios espirituales superarán con creces las dificultades o desafíos. Voy a empezar el viaje de regreso directamente a PNG tres días después de la beatificación — después de una breve visita con amigos salvadoreños.

P.         ¿Cómo fue que se interesó en Monseñor Romero?

R.        Monseñor Romero fue martirizado el año que comencé los estudios de teología en Washington, DC. Me uní a las protestas pacíficas de la intervención estadounidense en la guerra civil de El Salvador. He oído historias de primera mano de los efectos de este conflicto desde los innumerables refugiados salvadoreños que inundaban el área metropolitana de DC en esos años en que yo era un joven pasante en el Centro Católico Hispano dirigidos entonces por el ahora Cardenal Seán O’Malley; y más tarde en el Santuario del Sagrado Corazón ubicado en lo que entonces era un barrio de mayoría latina de DC (donde me apodaron el ‘Padre Donato’). Me ‘contagié’ del amor por Monseñor Romero de los campesinos para quienes Monseñor Romero fue el único faro de luz y esperanza en medio de una oscuridad indescriptible. Con razón lo veneraban como su santo desde el principio. Me han inspirado, más de lo que mis palabras podrían explicar, lo que él escribió en su diario y en sus cartas pastorales. Me convertí en un discípulo. En Washington, como en El Salvador, algunos adoptaron (y yo diría pervirtieron) el mensaje de Mons. Romero a su propia ideología política (y teológica). Vi a Mons. Romero siempre y totalmente como un hombre de Dios, un hombre de la Iglesia, que valientemente encarnó el Evangelio de Jesucristo a pesar de la oposición feroz de la izquierda y la derecha. Yo quería seguir su ejemplo. Todavía quiero seguir su ejemplo. Cuando fui sorprendentemente llamado al ministerio episcopal, no había duda de que iba a escoger el lema de Mons. Romero: «Sentir con la Iglesia». Para mí, ese lema tiene dos aspectos, que reflejan de alguna manera el genio evangélico de Mons. Romero. El primer aspecto que yo entiendo es que nosotros, como cristianos estamos llamados a ser fieles al Señor, siguiendo la enseñanza de los pastores que Él ha llamado a cuidar de su rebaño. El segundo aspecto es que la mejor manera para los pastores de guiar y servir es conociendo a su pueblo y siendo uno con ellos. Mons. Romero sabía lo que era tener ‘el olor de las ovejas’ mucho antes de que el Papa Francisco articulara tan bien esa visión.

P.         ¿Qué es lo que espera lograr con su asistencia?

R.        Esta beatificación claramente evidencia un capítulo del evangelio que ha cobrado vida en la vida inspiradora, el ministerio y el martirio de Mons. Romero. El mundo ahora, como en cada época necesita la luz del evangelio para dar esperanza y voz a los excluidos y marginados y para decirle la verdad al poder que reprime y explota. Mons. Romero, un sacerdote santo, un pastor compasivo, un testigo valiente es un signo innegable de que Dios todavía escucha el clamor de los pobres y no está lejos de su pueblo. Desde que Súper Martyrio y otras fuentes comenzaron a flotar la noticia de una posible beatificación, por cual yo había estado orando durante mucho tiempo, sentí la llamada en mi corazón de asistir. Quisiera estar presente para agregar mi pequeño ‘Amén’ al gran ‘Amén’ de la iglesia para el testimonio de santidad de este hombre de Dios y del pueblo.

 

Tal vez el Obispo Don encontrará un poco de Romero entre los salvadoreños que conocerá; y a su vez, quizá ellos verán un poco de Romero en el Obispo Don.


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