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Sunday, November 25, 2012

MSGR. ROMERO BOULEVARD

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Salvadoran President Mauricio Funes inaugurated the largest public works project of his administration, a long-awaited highway construction, which he has christened the Monsignor Romero Boulevard (“Bulevar Monseñor Romero,” in Spanish), at a cost of $100M and seven years of labor—most of it, marred by delays, lawsuits, and corruption allegations.  Funes boasted that his government did what previous, rightwing governments could not do—which was to institute transparency and accountability to bring the massive project to a close.  On Sun. Nov. 25, 2012, Pres. Funes was joined by Gaspar Romero, the Archbishop’s younger brother, in a classic red convertible, as they cruised down the open road to inaugurate the main artery connecting the Salvadoran capital city to points northwest, along the outskirts of the San Salvador volcano.
The name was leaked by El Salvador’s Ministry of Public Works earlier in the week—perhaps, as a way to gauge public reaction to the choice.  Opposition has been largely muted, and seems to center on process rather than the actual name.  Grumblings by the ARENA mayor of San Salvador (ARENA is the rightist party founded by the man accused of ordering the Romero assassination) that Funes should have let the mayors of the towns linked by the highway make the decision, were typical of the criticism.  Funes apparently picked the name by executive decision, drawing upon—but not relying strictly on—input drawn from suggestion boxes in supermarkets, an Internet poll, and a formal survey conducted by a university polling outfit.  In the final phase, the top ten contenders were presented to the public who had an option to write-in a suggestion, and Romero’s name apparently led the write-in nominations.  Funes selected Romero’s name because it embodies the highest values of the country, including service and transparency, said Public Works Minister Gerson Martínez.

Palace intrigue aside, the naming of the new highway after Archbishop Romero marks a stunning reversal in official recognition for Romero in El Salvador.  Before this tribute, there was a “Calle Monseñor Romero,” but it was in the crowded, gritty urban area abutting the Cathedral downtown.  The new Boulevard is a six-lane expressway that was originally envisioned as a part of a ring road or loop highway encircling San Salvador.  It is the first freeway in El Salvador and in Central America, and links San Salvador to Santa Tecla and Antiguo Cuscatlán.  Although short in span (just about 9 km or six miles), it is expected to generate thousands jobs, provide a boost to economic development, and ease traffic congestion in Greater San Salvador.

Photos, top: Oscar Romero driving (stock footage).  Below: Gaspar Romero takes a maiden voyage down Romero highway with Pres. Funes, courtesy El Diario de Hoy.  The late archbishop is literally on the map—Google maps screenshot, courtesy Diario El Mundo. Bottom, Bulevar Monseñor Romero, before the official opening, when it was known as the RN-21 or Bulevar Diego de Holguín.




Wednesday, November 21, 2012

EL ESCAPULARIO DE MONS. ROMERO

 
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Mons. Romero murió vistiendo un escapulario de la Virgen del Carmen, en una capilla de un hospital operado por monjas carmelitas, del cual había sido capellán y benefactor por varios años, y tras su martirio ha sido asumido a las entrañas de la “familia carmelita”, que conserva su retrato en la sala de conferencias de su Curia General, y el Superior General de la Orden alaba su memoria.  (Sitio web de la Orden.)  La orden también ha interiorizado el mensaje que el obispo mártir les dirigió en una visita pastoral a la Iglesia del Carmen de Santa Tecla en 1977 (Foto).  (Este es una ponencia en la serie sobre los grandes sermones de Mons. Romero. Leer el texto de la homilía en español aquí, en inglés aquí, y oír la grabación de la homilía aquí.)

El contexto de aquel sermón del sábado 16 de julio de 1977, como el de tantas homilías de Mons. Romero, fue dramático.   Era todavía el arzobispo nuevo, pero su trayectoria había sido tumultuosa.  En marzo había sido asesinado el P. Grande; en abril había estrenado su primera carta pastoral «La Iglesia de la Pascua», en mayo había rezado misas fúnebres para un canciller asesinado y otro sacerdote (el P. Navarro).  Ahora, Mons. Romero procuraba regresar a lo espiritual.  El domingo anterior, por ejemplo, había predicado una homilía titulada «LaInterioridad», y el siguiente día su homilía dominical llevaría el titulo «LaOración».  Es decir, Mons. Romero intentaba pivotar hacia una línea tradicional.  En este empeño, nos dice su biógrafo, Mons. Romero era “como el dueño de casa de la parábola evangélica, que saca cosas nuevas y viejas de su tesoro”.  Mons. Romero pretendió sintetizar la tradición con la renovación del Concilio Vaticano II: “Romero combina lo nuevo y lo viejo, tomando la piedad sencilla de la gente devota como un punto de partida y los lleva a una comprensión más profunda y más culta de la Escritura y las enseñanzas de la iglesia”.  (BROCKMAN, Romero: A Life [Romero, una vida]. Nueva York: Orbis Books, 1999, pág. 75.)  Este era el objetivo de la homilía carmelita.

Mons. Romero abre su homilía con un punto de urgencia—las homilías de Mons. Romero, no por ser espirituales se volvían teóricas o abstractas.  Recuenta la historia de San Simón, a quien la Virgen le presenta el Escapulario del Carmen según la leyenda, y nos recuerda que ante una persecución de los carmelitas, San Simón le pidió a la virgen un signo de protección y Ella le dio el Escapulario.  Por eso les digo, hermanos”, dice monseñor, “en esta hora de 1977, que todos conocemos como una hora de persecución a la Iglesia; con sus sacerdotes asesinados, expulsados, torturados”, la Iglesia salvadoreña también “levanta los ojos a la Virgen y le pide una señal de protección”.  Mons. Romero alza una plegaria en especial por los jesuitas, cuyos miembros habían estado en el blanco del “parte de guerra no. 6” de la célula terrorista de ultra derecha Unión Guerrera Blanca.  (Cabe mentar que después de esta “oración de súplica” por Mons. Romero por una “una señal de protección” a su Iglesia, no hubo otro asesinato de sacerdote por el resto del año ni por la mayor parte del año siguiente.)

En el resto de su homilía, Mons. Romero nos habla del Escapulario como un signo de protección en esta vida y en la próxima, pero también como un signo de compromiso espiritual.  Si el santo Escapulario es un mensaje de la eternidad, un mensaje de lo escatológico, del más allá”, declaró el profeta salvadoreño,  el Escapulario también es un mensaje del más acá”.  Esas palabras como que resumen todo el argumento con una elocuencia devastadora: “el escapulario es también un reclamo de esta tierra, del cumplimiento de los deberes en este mundo”, dice monseñor.  Y cuando la Iglesia reclama una sociedad más justa, unas riquezas mejor distribuidas, una política más respetuosa de los derechos humanos, la Iglesia no se está metiendo en política, ni se está haciendo marxista-comunista”, insiste.  La Iglesia está diciéndoles a los hombres lo mismo que el Escapulario: sólo se salvará aquel que sepa manejar las cosas de la tierra con el corazón de Dios”.

Otra forma de entender el poder del Escapulario es desde del punto de vista de lo que significa la salvación, explica monseñor.  Desde esta óptica, no debemos malentender la promesa de protección del Escapulario.  No está ofreciendo meramente la salvación del alma, desprendida de la salvación integral que quiere Dios.  No vas a salvar tu alma sola; es que el Concilio dice: no basta salvar el alma. Es [necesario] salvar al hombre; alma y cuerpo, corazón, inteligencia, voluntad”.  La salvación integral también busca no solo salvar al hombre en el sentido individual pero también salvar a toda su humanidad: “Es todo un mundo, decía Pío XII, el que hay que salvar de lo salvaje para hacerlo humano, y de humano, divino”.  Tampoco es el Escapulario un talismán que se puede poner un feligrés para evadir sus obligaciones como cristiano.  Un carmelita que llevara el Escapulario” presumiendo que tiene una garantía de salvación que lo libera de la obligación de hacer el bien, advierte Romero, “no se salvará”.  El que quiera apartarse de la obligación y del compromiso que el Escapulario implica se lo está arrancando: “Cuántos pecadores que se confiaron así temerariamente a la hora de morir se arrancaron el Escapulario y murieron sin el Santo Escapulario”. 

En su Mensaje a los Carmelitas, el Beato Papa Juan Pablo II confirmó el mensaje de Mons. Romero en su humilde homilía.  Quien se reviste del escapulario”, dijo el papa, experimenta el “compromiso diario de revestirse interiormente de Jesucristo y de manifestarlo vivo en sí para el bien de la Iglesia y de toda la humanidad”, como la Virgen.  Así pues, son dos las verdades evocadas en el signo del escapulario”, explicó el santo padre.  Por una parte, la protección continua de la Virgen santísima”,  y por otra parte “la certeza de que la devoción a ella no puede limitarse a oraciones y homenajes en su honor en algunas circunstancias, sino que debe constituir un ‘hábito’, es decir, una orientación permanente de la conducta cristiana, impregnada de oración y de vida interior, mediante la práctica frecuente de los sacramentos y la práctica concreta de las obras de misericordia espirituales y corporales”.

Las palabras del pontífice hacen eco del mensaje de Mons. Romero:El Escapulario de la Virgen, pues, no puede apartarse del Evangelio de Cristo, y la Virgen no puede decir una cosa distinta de la que dice la doctrina de la Iglesia, porque la Virgen es un miembro de la Iglesia, Madre de la Iglesia, y no tolerará nada que se predique o se haga contra la Iglesia”.

Este es el contenido que los carmelitas han recogido de la prédica de Mons. Romero.  Es un mensaje que les asegura que su Escapulario no es un amuleto de la superstición, sino una pieza de devoción que le recuerda a la orden carmelita y a todos los fieles la vigencia y actualidad de la misión de servicio que la Iglesia lleva al mundo actual.  Los carmelitas, como otras órdenes, se han esmerado por hacer actual su misión espiritual.  El sacerdote carmelita John Welch, en sus apuntes espirituales, profundiza sobre la línea pastoral, la espiritualidad y el martirio de Mons. Romero como un reflejo de la espiritualidad carmelita en el sentido del servicio que requiere el mundo actual.  «Seasons of the Heart» (“Estaciones del Corazón”), WELCH, O.Carm.

Si la Virgen hablara a un Simón Stock de 1977 al darle el Escapulario”, subrayó Mons. Romero, “le diría: Todo aquel que lleva el escapulario tiene que ser un hombre que ya vive su salvación en esta tierra … desarrolla[ndo] sus capacidades humanas para el bien de los demás”.

Thursday, November 15, 2012

THE MARTYRS PROJECT

 
 
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The first single from The Project’s album “Martyrs Prayers is a heartfelt tribute to Archbishop Óscar Romero called simply, “Romero.”  The unique and inspired album pays tribute to martyrs ancient and new from various Christian denominations.  In addition to Romero, whose tribute song also appears in Spanish and Portuguese (the only martyr so honored among those selected), the album features songs about Saints Thomas Becket, Ignatius of Antioch, the martyred Pope Clement, Carpus of Pergamum, Quirinus of Neuss, Sadoth of Seleucia, the orthodox Maria Skobtsova and the Lutheran Dietrich Bonhoeffer. 
The selections reflect the diversity of the contributing artists who include Roman Catholics and Evangelicals, Methodists and Anglicans as well as varying political persuasions.  The result is an honest, earnest and authentic vision that strikes a fitting balance between celebrating the inspiration that martyrs give to us, while sounding an appropriately wistful, melancholy note, acknowledging the inevitable lamentation for what humans can do to the best among us.   The album’s promotional materials focus on the provocative question, “What would you die for?”—a question the album’s music seeks to address.  The special edition CD that debuted this month includes a wealth of information in liner notes, biographies and resource materials.  The Rev. Taylor Burton-Edwards, Director of Worship Resources for the United Methodist Church, has said that the artists’ work presents “the challenge and the opportunity... to dwell in all the riches of prayer, music, art and the drama of liturgy and ritual itself of the entire church in every place, riches all ours to learn from and to share.”

The video for the Romero tribute piece features Michael Glen Bell playing acoustic guitar and singing the lyrics adapted by Bell and Duane W.H. Arnold from Romero’s own words.  The lyrics are taken from remarks attributed to Romero by the Guatemalan journalist José Calderón Salazar, who interviewed him on March 11, 1980 for the Mexican newspaper Excelsior, just two weeks before his death.  By this time, Romero had come to terms with the fact that he would likely be killed because of his role denouncing atrocities and a pastoral line that some saw as provocative or partisan—accusations that Romero energetically rejected, insisting that he was only following the Gospel to its necessary end.  Some of that tension is captured in the song and its music video—directed and edited by Owen Thomas.  The video cuts back and forth between the peaceful footage of Bell playing the soulful but strident ballad in a bare chapel, reminiscent of the Divine Providence Chapel where Romero was killed, and stock footage of the Salvadoran upheaval (rendered in black and white), including images of Romero and Romero’s funeral.  The tension mounts as the song’s intensity quietly rises over its repetitive refrain:
Let my blood be a seed of freedom/Let my blood be a seed.
Mr. Arnold, who may be seen as the driving force behind the tribute, is familiar with the Romero story and the Salvadoran war, and authored a book called “Prayers of the Martyrs,” which nourishes the spirit, if not the actual content of the album.  My wife, Janet, for a number of years was VP of a Jesuit institution,” Arnold told Super Martyrio.  She made trips to El Salvador and UCA and, for several years, took part in the vigils/protests at SOA at Ft. Benning.”  This grounding in the real world only seems to heighten the song’s credibility in its spiritual aspirations: there is nothing manipulative or partisan about its message or tone.  We hope by this CD to give greater exposure to Romero and the martyrs within that wider audience of evangelicals, Anglicans and Roman Catholics—especially those who are younger and have no living memory of the events of 1980,” Mr. Arnold said.

He has made a splendid foray for a noble cause.

See also:
Other Romero inspired art
Controversial mural in San Salvador

Tuesday, November 13, 2012

«SANGRE y SUDOR»

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Las reliquias de Mons. Romero conservadas en Hospitalito de la Divina Providencia en San Salvador dan constancia de su martirio y nos recuerdan su predicación de que entrar en el sacerdocio de Jesucristo implica asumir «estola de sangre» y «casulla de dolor».  (Homilía del 21 de enero de 1979.)  Las reliquias también nos hablan de su santidad, y de la fe de sus seguidores.  En un reciente discurso presentado en tres ciudades británicas, Jan Graffius, una experta en la conservación de objetos sagrados que ha trabajado para preservar los vestimentos de Mons. Romero en el Hospitalito, habló sobre su labor.

La catedrática, del colegio Stonyhurst de Lancashire, Inglaterra (fund. 1593), describe en gran detalle la condición actual de los vestimentos litúrgicos que monseñor vestía aquel 24 de marzo de 1980, cuando fue asesinado (ver Foto), y lo que estos nos dicen sobre los detalles dramáticos de su muerte.  Graffius cuenta como, al llegar al Hospitalito, encontró la sotana y la casulla de Mons. Romero colgadas en una misma percha para ser exhibidas en la forma que eran vestidas una prenda sobre la otra.  Sin embargo, esta forma de colgar los vestimentos, en un mostrador improvisado que dejaba ventilar el aire, no era lo más idóneo para conservar las prendas, ya que el abastecimiento de oxigeno permitía que microbios que consumen las proteínas (como la sangre en estado de descomposición) se crearan en la tela de los artefactos.  Este punto de entrada clínico, casi forense, que buscaba solamente conservar las telas, la trajo a Graffius cara a cara con el hecho central de las reliquias: la evidencia del martirio de Mons. Romero—las inmensas manchas de sangre y de sudor sobre los vestimentos, y otras evidencias de la violencia y crueldad de aquel día.  (De hecho, el título de su discurso es precisamente, “Sangre y sudor: el testimonio de las reliquias de Romero”.)

La eficacia del asesinato se puede medir en la tela, que da constancias de una intrusión mínima que logra el impacto máximo.    Graffius quedó impresionada con las dimensiones diminutas, casi quirúrgicas de las aperturas que la bala hizo en las dos prendas: las marcó con un pequeño agujero, casi indistinguible entre las telas de los dos vestimentos.  Para Graffius, la nitidez de la entrada del proyectil es evidencia de la puntería experta del asesino que logra apuntar su arma directamente al corazón de Mons. Romero, hecho que se evidencia por otra apreciación de Graffius—la gran cantidad de sangre que rodea la minúscula perforación de la bala.  Las prendas también guardan espeluznantes detalles sobre el drama de aquel momento, dice Graffius, contando que encontró unos depósitos que ella pensó que eran de moho, que resultaron ser cristales de sal, residuos de sudor.  Al encontrar mayores concentraciones debajo de las rodillas de los pantalones, los expertos analizaron que Mons. Romero, al haber visto al francotirador, tomó la opción de no correr ni esconderse, y que la emoción—quizá el terror—del momento le causó una torrente de sudor que descendió por su cuerpo, empapándole la ropa.

Así como las reliquias dan constancia de la muerte del arzobispo, los vestimentos y otros objetos conservados en el hospitalito también nos hablan de la sencillez de su vida cotidiana.  Todos los artefactos requieren trabajos de conservación, dice Graffius, poniendo como ejemplo los alzacuellos sacerdotales, que dice son muchos, pero todos se encuentran en estado de deterioro y necesitados de su intervención.  Los vestimentos cotidianos de Mons. Romero—incluyendo la sotana y la casulla en que murió—eran de confección simple, dice Graffius, porque eran los que monseñor utilizaba para rezar la Misa todos los días, y no eran de tan alta calidad como los que usaba para predicar la Misa en Catedral.  La ropa que vestía debajo de su hábito religioso eran prendas hechas a manos dice Graffius—una muestra de la generosidad de la gente que lo rodeaban, porque no era ropa cualquiera comprada en un almacén, ni tampoco era el trabajo de un diseñador de modas sino que ropa casera, hecha a mano con sencillez.  Quizá el punto mas gracioso que menciona Graffius es que monseñor solo tenía tres pares de calcetines: “uno puesto, uno en la lavandería, y uno en la gaveta”.

El inventario de pertenencias que hace Graffius encaja con las apreciaciones que otros han hecho sobre el estilo de vida de Mons. Romero.  La auditoría realizada por el Socorro Jurídico del Arzobispado tras su asesinato concluyó que monseñor “era un hombre que vivía en la pobreza.  No tenía nada. La propiedad más valiosa era el anillo arzobispal”.  (F. Meléndez, EL FARO.)  Según el resumen post mortem de sus bienes personales, lo único que se encontró fue su coche Toyota “Mil”, una radio de onda corta, una maquina de escribir, y sus libros.  (Id.)  Los muebles de su habitación, que todavía se conservan en la Casita donde vivió en el campus del Hospitalito, eran simples también.  Aparte de una silla mecedora, se puede apreciar una cama.  Las camitas de él eran de las que vendían en el mercado, de hierro, sencilla”.  (Id.)

Según el P. Thomas Greenan, “Romero se sitúa en la tradición patrística episcopal de san Basilio Magno de Capadocia”.  (Greenan,1998.)  San Basilio—nos dice el Papa Benedicto XVI—fue un santo que, “Como obispo y pastor de su vasta diócesis ... denunció con firmeza los males; se comprometió en favor de los más pobres y marginados; intervino también ante los gobernantes para aliviar los sufrimientos de la población”.  (Audiencia del 7 de julio del 2007.)  El Papa elogió a este santo del siglo IV por su valentía, “enfrentándose a los poderosos para defender el derecho de profesar la verdadera fe”.  (Id.) El P.  Greenan resalta que, “monseñor Romero vivía una vida de sencillez y de austeridad”.  (Greenan, supra.)  Apuntando la “base ascética” de la filosofía de monseñor, Greenan nota que “Parecido a Basilio, quien residía en un instituto para hospedar a los pobres, monseñor Romero residía en un simple cuarto dentro de los confines de un hospicio para mujeres moribundas de cáncer”.  (Id.)  Según Greenan, este modo de vida personal fue la base espiritual desde cual Mons. Romero podía denunciar las injusticias de los ricos y los poderosos con autenticidad.

Al final del discurso de Graffius, Mons. Terence Drainey, obispo de Middlesbrough, dirigió algunas palabras a la asamblea, e hizo un comentario de que las fotos de la ropa ensangrentada de Mons. Romero le hacían pensar en el Sudario de Turín.  Precisamente, de eso se trata, ya que las reliquias de un mártir nos remontan al sacrificio salvífico de Jesús.  En su discurso, Graffius recordó las cantidades de personas que acudían a ver las reliquias de Mons. Romero durante el tiempo que estuvo trabajando con ellas, y la experiencia mística que estas personas buscaban.  También aludió al hecho de que los vestimentos han sido cortados y que muchos pedazos se han obsequiado a diversas iglesias, incluso en Inglaterra, donde los fieles las custodian celosamente y con mucha reverencia.  Aunque ahora prevalece la idea proteger las piezas más sagradas, otros objetos han sido distribuidos a varias instituciones por todo el mundo.

Tradicionalmente, las reliquias se dividen en tres tipos.  En el caso de Mons. Romero, las del primer grado contienen la sangre del mártir.  Las del segundo grado son otras pertenencias propias de Romero, usadas por él en vida.  Y las del tercer grado son las que han tocado las reliquias del primer grado o su tumba.  Todas son luces espirituales que nos iluminan nuestro camino para seguir los pasos de monseñor, que vislumbran su martirio (las primeras), su santidad personal (las segundas) y nuestra propia fe (todas estas).


Ver también:



Friday, November 09, 2012

MSGR. ROMERO & VATICAN II

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It has been 50 years since the Roman Catholic Church embraced a renewal of purpose which took the faithful from hearing Mass in Latin to celebrating it in their native tongues and inspired some bishops, like Óscar Romero, to denounce injustices as an important component of preaching the Faith.  In his 2005 Christmas remarks to the Roman Curia, the then new Pope Benedict XVI discussed the legacy of the Second Vatican Council (as the reform program is called) in terms of how it is interpreted.  We can either view the Council through the correct prism of reform and renewal, he said, or we can erroneously read it as a rupture with tradition—which the Pope called, in a famous turn of a phrase, the “hermeneutic of discontinuity.”

Archbishop Romero has correctly been described as “a Martyr of the Council.”  (See, J. Filochowski, 2012.)  But, did Romero understand the Council to authorize a break with the core tradition of the Church?  Romero was firm that the Council did not bring an abrupt rupture, but rather an updating of assumptions.  This does not mean that the Church has broken with twenty centuries of tradition,” he said, “but rather that she has evolved with these modern times.”  (May 8, 1977 Homily.)  Romero reaffirmed his rejection of the “hermeneutic of discontinuity” in his famous last sermon, delivered the day before he was killed (and understood to be the reason he was killed).  When dealing with the changes in the Church,” Romero said, “we need to ask God for the grace that will enable us to embrace these changes in a way that will allow us to understand the present reality without betraying our faith.”  (Mar. 23, 1980 Hom.) Because “we are firmly anchored in the heart and the faith of Jesus Christ,” he said, and “this does not change.”  (Id.)

Benedict told the Roman Curia in 2005 that the “commitment to expressing a specific truth in a new way demands new thinking on this truth and a new and vital relationship with it,” but that the bishops must continue to present that truth in “faithful and perfect conformity to the authentic doctrine.”  The Pope emphasized that, “Through the Sacrament they have received,” bishops are the “stewards of the mysteries of God” and are required to “to administer the Lord's gift in the right way.”  And for his part, Romero similarly hung his hat, so to speak, on preaching authentic doctrine.  With all the power that my sacred ministry gives me, as a sacred trustee of the Word of God and the Church’s teaching,” Romero said, he urged the faithful to “consolidate ourselves as Church under the light of this authentic doctrine.”  (May 15,1977 Hom.)  Romero saw Vatican II as a continuum that harkened back to the apostolic era and he compared it to the Council of Jerusalem, described in Acts of the Apostles in the New Testament.  Vatican II, like the Council of Jerusalem, is responding to the needs of our time,” he said. (Id.)

Romero also disavowed a “hermeneutic of discontinuity” with respect to his own ministry.  We begin by asking if these evident changes of the modern Church are a betrayal of the Gospel or changes demanded of her in order to be faithful to the Gospel,” he asked in 1977.  (Aug.6, 1977 Hom.)  He answered the question in the text of his second pastoral letter, issued that same day: “Far from betraying the Gospel, [the Archdiocese] has done no more than fulfill her mission,” he said.  She has spoken out about events in this country precisely because she is interested in the good of each and every individual. This has been required of her for the defense of human rights and for the salvation of souls.”  (Romero. The Church: The Body of Christ in History.)

Pope Benedict told the Roman Curia about a related concern with respect to the “hermeneutic of discontinuity” which comes into play when Catholics cite to “the Spirit of the Council” but ignore the precise formulations of the Council’s texts.  The hermeneutic of discontinuity risks ending in a split between the pre-conciliar Church and the post-conciliar Church,” the Pope said.  It asserts that the texts of the Council as such do not yet express the true spirit of the Council” because they are the results of back-room dealing during the Council which ended up unwittingly keeping in place “many old things that are now pointless.”  Those who hold that view, Benedict noted, would argue that it is “necessary to go courageously beyond the texts” to really accomplish the Council’s intended reforms.  But Benedict rejects that interpretation, saying that the Council was not like a constitutional convention (a “constituent assembly”) for a new Church, because the Council Fathers lacked authority to constitute a new Church, as “the essential constitution of the Church comes from the Lord.” (Id.)

Whenever he justified his actions based on the Council, Romero always focused on the language of the specific texts, citing to individual passages and encouraging the faithful to become familar with the documents: “Study them and see the richness of their spirituality.”  (5/77 Hom., supra.)  One estimate of Romero’s citations of just one Council document, «Gaudium et Spes»—the pastoral constitution on the church in the modern world—is that Romero cited it over 300 times in under 200 sermons.  (Filochowski, supra.)  Romero explained, while he made a typical citation to the Council texts that, “I also want to refer to the documents of the Second Vatican Council because these have become the great law that are now part of our Christian life.”  (Oct. 28,1979 Hom.)  Thus, it is clear that, in citing the Council, Romero was guided by the actual texts.  For example, when he preached about ‘censu fidei’—the Council’s teaching that says that lay persons are endowed with prophetic gifts, he did it by citing the Council text and relating the message to a traditional saint.  Celebrating the Feast of St. Catherine of Alexandria, Romero said, “My sisters and brothers, this beautiful example of your patroness leads me to reflect on a page from the Second Vatican Council and apply it to you who are participating in this holy Mass in the parish chapel ... to honor St. Catherine.”  (Nov. 25, 1977 Hom.)  He then recited the Council verbatim and explained the application of the teaching to the congregation.

In a more recent writing, Pope Benedict has noted that one of the most important insights of the Second Vatican Council comes from a lesser-known document dealing with religious freedom and the Church’s relations with the State.  That relationship was grounded on Christ’s counsel to ‘give Caesar what is Caesar's and God what is God’s’ (Matthew 22:15-22.) and was forged during the experience of the early Church: “Christians prayed for the emperor, but did not worship him,” the Pope said.  (A. Tornielli, LA STAMPA.)  That early reality found an echo in the post-Conciliar world, Benedict observed: “It was certainly providential,” he wrote, “that thirteen years after the conclusion of the Council, Pope John Paul II arrived from a country in which freedom of religion had been denied by Marxism, in other words by a particular form of modern philosophy of the State.”  Many observers have seen a parallel between the reality John Paul faced in his native Poland under Communism, to the persecution of Christians under rightwing regimes like the experience of Óscar Romero’s Church.

In sum, that is the essence of Romero’s experience: a bishop who was killed for trying to apply the precise teachings of the Council to a reality that had been precisely defined by the Council—he is a Martyr of the Council in the fullest sense of the term.

Thursday, November 08, 2012

LA RUTA ROMERO

 

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La ruta turística dedicada a Mons. Romero anunciada por el Pres. Mauricio Funes y el ministro de turismo de El Salvador José Napoleón Duarte, reúne sitios con significado para la vida del prelado con puntos de interés comercial, y deja a un lado algunos lugares de vital relevancia al obispo mártir.  Entre los sitios que quedaron afuera del recorrido oficial, sobresaltan: Ciudad Barrios, donde nació Romero; Anamorós, su primera parroquia; San Miguel, donde trabajó como sacerdote por un cuarto de un siglo; y Santiago de María, su primera diócesis como obispo.  Pero quizá la omisión más significativa sería El Paisnal, lugar del asesinato del P. Rutilio Grande, cuya muerte estremeció—y, según algunos relatos—radicalizó el pensamiento del arzobispo.  Mons. Romero visitó el pueblito una y otra vez durante su arzobispado como una piedra de toque.

No obstante estas omisiones—seguramente forzadas por limitantes como son la necesidad de completar la trayectoria en un corto tiempo, y de combinar lugares ubicados dentro de cierta cercanía en una lógica de local—la ruta señalada por el Ministerio de Turismo es una buena opción (ver video).  Al centro de la ruta oficial se encuentran cuatro iglesias: la Catedral Metropolitana; el templo céntrico, histórico de El Rosario; la basílica neo-gótica del Sagrado Corazón; y la capilla del Hospitalito de la Divina Providencia.   Estas forman los extremos de una gran cruz que abarca San Salvador y también la vida espiritual de Romero como arzobispo.  Desde la inmensidad de la Catedral hasta la intimidad de la Divina Providencia, queda marcada la vida cotidiana y el trabajo esencial de Romero, quien vivió y murió en el campus del hospital para cancerosos de la Divina Providencia y trabajó en la Catedral.  También hubiera cabido en este recorrido una visita a la iglesia San José de la Montaña, anexa al seminario mayor, donde Romero fue instalado como arzobispo, y desde donde Romero ejerció un interés en la formación de sacerdotes desde los años 70 hasta los tiempos de su arzobispado.  Ubicado cerca de dos puntos comprendidos en la ruta oficial—el monumento al Divino Salvador del Mundo y el Hospitalito Divina Providencia—sería oportuno visitarlo extraoficialmente durante el tour.

Aparte de estas iglesias que forman el círculo interior del recorrido, figuran dos categorías de sitios incluidos en el tour.  Una es la atracción histórica u/o académica, que sirve para dar contexto a las demás.  La más típica de estas es el Museo Antropológico, que nos ubica en la historia; o el Centro Romero en la Universidad Centroamericana, que nos presta contexto teológico para saber comprender lo que estamos viendo.  Pero no es meramente académica la perspectiva que sitios como este nos dan.  La Universidad fue el sitio de la peor persecución en contra de la iglesia, la Masacre de la UCA de 1989, en cual seis sacerdotes fueron asesinados en una sola noche, y simbólicamente se acribilló “otra vez” un retrato de Romero en una sala central.  El santuario sobre Mons. Romero de las Hnas. Chacón no es solo una exhibición cualquiera, sino una oportunidad para conversar con personas que fueron amigas del arzobispo a través de muchos años y quienes lo conocieron de maneras que un museo o libro no pueden adecuadamente expresar.  Y la última categoría es la atracción meramente turística: el monumento al Divino Salvador, el Palacio Nacional, el Paseo El Carmen, etc.  Pero la lógica del lugar requiere que se ahorre tiempo y se aproveche la oportunidad, y de todos modos estos lugares no son del todo ajenos, ya que han sido seguramente visitados por Monseñor.

Finalmente, vale la pena reiterar por que son importantes estos sitios.  Los lugares de los santos han atraído a peregrinos desde la antigüedad, porque al caminar los pasos que han seguido los santos, podemos centrarnos sobre la realidad de sus vidas y de sus sacrificios y no quedarnos fijados solo en la superficie, viendo a iconos sin llegar a comprender como esa vida ha encarnado en una realidad.  Lugares en Europa tales como Santiago de Compostela en Galicia, España, y Canterbury en Inglaterra, han sido el enfoque de cuantiosas peregrinaciones en siglos pasados, mientras que en la edad moderna ya existen sitios que parecen seguir sembrando la ruta de una Iglesia Peregrina.  En ese sentido, es necesario constatar que la ruta Romero no es una creación del ministerio de Turismo, sino que una ruta espiritual trazada originalmente por los fieles y seguidores de Mons. Romero, cuya existencia está siendo avalada y reconocida por el estado.