AÑO
JUBILAR por el CENTENARIO del BEATO ROMERO, 2016 — 2017:
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¿Por qué no se
menciona a Mons. Óscar A. Romero en la nueva exhortación apostólica «Gaudete et Exsultate» del
Papa Francisco? Al fin y al cabo, el
tema del documento es “el llamado a la
santidad en el mundo actual”, y el Beato Romero será hecho santo más tarde
este año, como un ejemplo urgente del llamado a la santidad en el mundo actual,
y gran parte del texto pareciera ser directamente relacionable a su figura. Los otros santos importantes elevados a los
altares por este Papa figuran en el documento—Juan Pablo II, la Madre Teresa,
Pablo VI, el Cura Brochero—ellos están contabilizados. El gran ausente es Romero, quien podría ser
el santo más insigne de todo el pontificado. ¿Por qué?
Después de
considerar todas las razones, la única respuesta que tiene sentido es que no se
menciona a Romero en el documento porque Romero es la clave interpretativa para leerlo. Se asemeja a la manera en que Jesús es la
clave interpretativa para leer las escrituras judías: “Examináis las Escrituras porque vosotros pensáis que en ellas tenéis
vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí
para que tengáis vida”. (Juan 5,
39-40.) Jesús no está en los textos del
Antiguo Testamento porque Él los interpreta; como una pieza compañera que ayuda
a entender otro documento, como un aparato descifrador que viene aparte del
mensaje a ser descifrado, como una contraseña que no figura dentro del material
al cual da acceso. Romero no aparece en «Gaudete et Exsultate», pero no se puede
entender el documento de la misma manera sin tomarlo en cuenta: Si nos situamos
en un momento imaginario en el futuro después de la canonización de Romero, no
vamos a poder hablar de su santidad y de esta exhortación sobre la santidad,
sin relacionar las dos cosas, especialmente porque pasaron en el mismo año.
La misma
exhortación resalta el vínculo entre el documento y las canonizaciones cuando
dice: “En los procesos de beatificación y
canonización se tienen en cuenta los signos de heroicidad en el ejercicio de
las virtudes, la entrega de la vida en el martirio y también los casos en que
se haya verificado un ofrecimiento de la propia vida por los demás, sostenido
hasta la muerte. Esa ofrenda expresa una imitación ejemplar de Cristo, y es
digna de la admiración de los fieles”.
[G.E., 5.] Este año, aunque varias canonizaciones están
en proceso, dos han capturado la imaginación de los fieles—Romero y Pablo
VI. En el caso del papa Montini, su
prioridad era de esperarse ya que habiendo sido pastor universal, es conocido y
amado por todo el mundo. Por esa razón, es natural que venga citado—cuatro
veces—en el document.
Tienen lugares
centrales en la exhortación el martirio y la persecución, temas relevantes en Romero. De hecho, el propio título del documento se
deriva de las palabras de Jesucristo a las víctimas de persecución: “‘Alegraos y regocijaos’ ["Gaudete et Exsultate"], dice Jesús a los
que son perseguidos o humillados por su causa” (G.E., 1; Mt 5,12.)
Mons. Romero se alegró y regocijó al enfrentar la persecución. “¡Dichoso Alfonso Navarro!”, exclamó
Romero en una misa por el aniversario del asesinato de uno de sus sacerdotes, “¡dichoso el Padre Grande, dichosos los que
han muerto por la persecución del reino de Cristo, dichosos los que en odio de
la fe han sido masacrados, dichosos porque a través de esas manos
ensangrentadas y criminales, Dios ha dado la perla más preciosa que podía dar a
nuestra comunidad! Yo recojo, hermanos, con respeto, con admiración, con agradecimiento,
con cariño de hermano, la vida y el ejemplo del Padre Alfonso en esta mañana,
para decirle ¡esta perla es gloria de nuestra comunidad, corona la belleza de
nuestra diócesis, es luz que nos
invita al testimonio de la santidad,
de la verdad y de la unidad!” [Homilía del 11 de mayo de 1978.] Por su parte, en su exhortación, Francisco
cita a Juan Pablo, quien hablaba del martirio como “una herencia que habla con una voz más fuerte que la de los factores de
división” entre los cristianos. [G.E.,
9.] El discurso citado fue una
conmemoración presidida por el Papa polaco que honró al mártir salvadoreño (entre otros).
Pero «Gaudete et Exsultate» no se limita a
tratar derramamientos de sangre por la fe—Francisco quieren darnos a entender
que puede haber situaciones menos drásticas que nos toquen vivir a todos. “Las
persecuciones no son una realidad del pasado, porque hoy también las sufrimos,
sea de manera cruenta, como tantos mártires contemporáneos, o de un modo más
sutil, a través de calumnias y falsedades”, escribe. [G.E.,
94.] No se puede leer esa frase sin
tener en mente que Francisco ha dicho que Mons. Romero fue sometido a las dos
formas. “El martirio de Mons. Romero no fue puntual en el momento de su muerte”,
dijo a
una delegación de peregrinos salvadoreños en el 2015; “fue un martirio-testimonio, sufrimiento anterior, persecución anterior,
hasta su muerte. Pero también posterior, porque una vez muerto ... fue difamado, calumniado, ensuciado, o
sea que su martirio se continuó incluso por hermanos suyos en el sacerdocio y
en el episcopado”.
Así como podemos
vernos victimizados por tales “calumnias
y falsedades”, es importante no incurrir nosotros en el pecado de hacer
acusaciones que solo obedecen a “las
ideologías que mutilan el corazón del Evangelio”, advierte el papa. “También
es nocivo e ideológico el error de quienes viven sospechando del compromiso
social de los demás, considerándolo algo superficial, mundano, secularista,
inmanentista, comunista, populista”, escribe. [G.E.,
101.] Similarmente, el Papa ya había hecho esta advertencia: “cuando alguno denuncia tantos modos de mundanidad es mirado con malos
ojos”. En esa ocasión, había
comentado, “yo recuerdo en mi tierra,
muchos, muchos hombres y mujeres, consagrados buenos, no ideológicos, pero que
decían: ... ‘¡Este es comunista, fuera!’, y les echaban, les perseguían. Pensemos en el beato Romero”.
Romero se tuvo
que defender de tales acusaciones, insistiendo que, “aun cuando se nos llame locos, cuando se nos llame subversivos,
comunistas y todos los calificativos que se nos dicen, sabemos que no hacemos
más que predicar el testimonio subversivo de las Bienaventuranzas que le han
dado vuelta a todo para proclamar bienaventurados a los pobres, bienaventurados
a los sedientos de justicia, bienaventurados a los que sufren”. [Hom. 11 may.
1978.]
Francisco señala
esas mismas Bienaventuranzas como claves de santidad en su exhortación. Es necesario, dice el Papa, tener hambre y
sed de justicia: “Tu identificación con
Cristo y sus deseos, implica el empeño por construir, con él, ese reino de
amor, justicia y paz para todos.” [G.E., 25.] En el acta
de beatificación, Francisco describe a Romero precisamente en esos
términos: “Testigo heroico del Reino de
Dios—reino de justicia, fraternidad y paz”.
En concreto, Francisco exhorta que el hambre y la sed de justicia
corresponde a la “opción preferencial” de la Iglesia: “Buscad la justicia, socorred al oprimido, proteged el derecho del
huérfano, defended a la viuda” [G.E.,
79; Is 1,17.]
Francisco
tambien nos llama a la santidad que abraza la pobreza y rechaza la
materialidad, ya que “Las riquezas no te
aseguran nada. Es más: cuando el corazón se siente rico, está tan satisfecho de
sí mismo que no tiene espacio para la Palabra de Dios[.]” [G.E.,
68.] He aquí Romero: “Por eso Cristo dice con tanta emoción:
¡Dichosos ustedes los pobres porque de ustedes es el Reino de Dios! Ustedes son
los más capacitados para comprender lo que no comprenden quienes están de
rodillas ante los falsos ídolos y confían en ellos. Ustedes que no tienen esos
ídolos, ustedes que no confían porque no tienen el dinero o el poder, ustedes
desvalidos de todo, cuanto más pobres, más dueños del Reino de Dios[.]” [Homilía del 17 de febrero de 1980.]
Finalmente,
Francisco plantea una conclusión que podría ser la síntesis romeriana de «Gaudete et Exsultate», cuando dice: “No podemos plantearnos un ideal de santidad
que ignore la injusticia de este mundo, donde unos festejan, gastan alegremente
y reducen su vida a las novedades del consumo, al mismo tiempo que otros solo
miran desde afuera mientras su vida pasa y se acaba miserablemente”. [G.E., 101.] Romero lo resume de manera hasta más sucinta:
“no
es voluntad de Dios, que unos tengan todo y otros no tengan nada” [Homilía del 10 de septiembre de 1978].
Hay muchos otros
paralelismos entre «Gaudete et Exsultate»
y Mons. Romero. Por el momento, es
suficiente señalar este último ejemplo.
En su llamado a la santidad, el Papa Francisco nos dice que todos
tenemos la oportunidad de ser santos:
¿Estás casado?
Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo
con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y
competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o
abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes
autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses
personales
Qué hermoso será
el día en que cada bautizado comprenda que su profesión, su trabajo, es un
trabajo sacerdotal, que así como yo voy a celebrar la misa en este altar, cada
carpintero celebra su misa en su banco de carpintería, cada hojalatero, cada
profesional, cada médico con su bisturí, la señora del mercado en su puesto,
están haciendo un oficio sacerdotal. Cuántos motoristas sé que escuchan esta
palabra allá en sus taxis; pues tú, querido motorista, junto a tu volante, eres
un sacerdote si trabajas con honradez, consagrando a Dios ese tu taxi, llevando
un mensaje de paz y de amor a tus clientes que van en tu cuerpo.
«Gaudete et Exsultate», es la palabra de
aliento que Cristo dejó a los perseguidos como monseñor Romero, y la
exhortación que lleva ese nombre consagra el llamado a la santidad que vivió
Romero. Francisco no omite a Romero para
evitar polémica, ya que varios pasajes controversiales de la exhortación ponen
en evidencia que Francisco no le teme a la discordia. Tampoco se abstiene para proteger a Romero:
el historial refleja múltiples veces que Francisco se ha referido a Romero para
ilustrar estos temas. Finalmente, no fue por descuido, ya que las citaciones en
el texto son extensivas, incluyendo ejemplos tan variados como María Gabriela
Sagheddu, Carlos de Foucauld, Pablo Miki, Andrés Kim Taegon, Francisco Javier
Nguyên van Thuân y los mártires latinoamericanos Roque González y Alfonso
Rodríguez.
En cambio, el
silencio sobre Romero parece más bien una evasión deliberada que resalta al
sujeto excluido.
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