AÑO
JUBILAR por el CENTENARIO del BEATO ROMERO, 2016 — 2017:
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La Coronilla del Beato Romero presenta cinco episodios eucarísticos en la vida del mártir salvadoreño
que pueden ser meditados en torno a su significado por la paz social en El Salvador. En la siguiente reflexión, repasamos varias lecciones de la paz, incluyendo la máxima que la paz se establece sólo sobre la justicia; que la paz requiere gestos proféticos; que la Iglesia debe ejercer la paz de Dios; que la paz es obra de la auténtica evangelización; y que la paz nos pide nuestra propia Transfiguración. Aprovechamos los co-patronos de la patria (El Divino Salvador y La Reina de la Paz), e invocamos otros factores históricos del legado eclesial.
SU PRIMERA MISA
1era Maravilla Eucarística: El P. Óscar
Romero ofrece su primera misa solemne. La estampa reza: "Que este sacrificio que ofrecemos te
agradezca, O Señor. Gobierna con protección constante, a tu siervo, el Romano
Pontífice" (Ciudad Barrios, El Salvador, 11 de enero de 1944).
Reflexión: El regreso de Óscar Romero, hecho sacerdote, de Roma
a su tierra natal, es una misión evangelizadora en favor de la paz. El joven P. Romero es como un mensajero del
Papa Pío II, cuyo lema “Opus Justitiae
Pax” proclama que la verdadera paz es el fruto de la justicia. Por él, Romero pide protección. En 1977, Romero predicó sobre el lema de este
papa, explicando que,
Cuando hay
justicia, hay paz. Si no hay justicia, no hay paz. Paz es el producto del orden
querido por Dios, pero que los hombres tienen que conquistar como un gran bien
en medio de la sociedad: cuando no hay represiones, cuando no hay
segregaciones, cuando todos los hombres pueden disfrutar sus derechos
legítimos, cuando hay libertad, cuando no hay miedo, cuando no hay pueblos
sofocados por las armas, cuando no hay calabozos donde gimen perdiendo su
libertad tantos hijos de Dios, donde no hay torturas, donde no hay atropellos a
los derechos humanos.
[Homilía del 3
de julio de 1977.] El joven P. Romero
viene de una Europa en guerra, con el mensaje de paz que hace resaltar la
tradición de su tierra puesta bajo la protección de la Reina de la Paz. Entronizada como patrona de San Miguel y de
El Salvador en una coronación canónica por otro pontífice durante una guerra
mundial anterior, la Virgen de la Paz simboliza la avocación pacífica de la
Nación. El hallazgo de su imagen en 1682
es asociada con una tregua en una cruenta lucha entre los habitantes de la
región, y otro conflicto en 1833.
Su himno,
compuesto por Mons. Juan Antonio Dueñas y Argumedo—el primer Obispo de San
Miguel, y el clérigo que llamó a Mons. Romero al sacerdocio—exclama,
Los rencores, el odio, la Guerra,
las envidias, el falso disfraz,
con tu amor y cariño destierra,
y en nosotros que reine tu paz!
En
1942, Pío XII se dirigió al pueblo salvadoreño, augurando “que Nuestra Señora de la Paz os coloque a todos bajo el amparo del
simbólico ramo en su Iglesia de San Miguel alza en su mano derecha y cuyo
nombre amaríamos ver proyectado sobre el mundo entero”—deseo que deberíamos
actualizar hoy en día en nuestra patria.
LA ‘MISA ÚNICA’
2nda Maravilla Eucarística: Tras el asesinato
del P. Rutilio Grande, Monseñor Romero llamó al pueblo a una ‘Misa Única’
frente a Catedral, donde predicó ante una multitud de más de 100.000 (San
Salvador, 20 de marzo de 1977).
Reflexión: Ante el asesinato del sacerdote Walter Osmín Vásquez
Jiménez el Jueves Santo del 2018, el Arzobispo de San Salvador Mons. José Luis
Escobar Alas ha insistido que “la
gravísima situación de violencia, el principal problema de El Salvador, debe
ser combatido y superado mediante el mejor esfuerzo nacional”. Por su parte, el Cardenal Gregorio Rosa
Chávez declaró que “necesitamos sacudir
nuestra pereza: ¿qué puedo hacer yo, para cambiar esta situación? De esta parroquia debe surgir algo, para
superar esta situación, así como superamos la guerra [civil]”.
El P. Juan
Vicente Chopín caracteriza la convocación de la “Misa Única” por parte de Mons.
Romero como un “gesto profético”. La novedad de esta decisión consiste en que
representaba una potencial violación de las normas eclesiales que no obstante ha
sido reconocida como una actuación correcta y hasta necesaria bajo las
circunstancias. En la Biblia hay
numerosos antecedentes en que los profetas se saltan las costumbres y los ritos
del templo para arrojar luz sobre algún precepto de la justicia. Por ejemplo, Amós y Oseas, los “profetas de
la justicia social”, cuestionaron los sacrificios en el Templo cuando estos no redundaban
en la vida y la práctica de los creyentes (Amós 4, 4-5; 5, 21-23; Oseas 6, 6).
La seguridad de
la decisión de Mons. Romero proviene de una especie de potestad profética, como
cuando Jesús predicaba “como uno que
tiene autoridad” (Mat 7, 29). Según Teófilo
de Adana, Cristo enseñaba a través del reproche, y no por el halago. («Catena
Aurea», 1265.) Tal autoridad
solo proviene de una espiritualidad recta y ortodoxa, y no por ningún deseo de
contrariedad a la fe de la Iglesia. En el caso de Mons. Romero, “Su fuerza ante las grandes dificultades a
las que tuvo que hacer frente radicaba precisamente en la fe que lo acompañaba,
sostenida por la oración, por la relación con el Señor en la santísima
eucaristía”. «Positio Super Martyrio»,
Tipografía Nova Res s.r.l., Roma, págs. 495-496.
Oramos para que
el Espíritu Santo conceda a nuestra Iglesia el don de “gestos proféticos” a favor de la paz, a la altura de los retos que la Iglesia debe
enfrentar en nuestros tiempos.
EL DESAGRAVIO DE AGUILARES
3era Maravilla Eucarística: Monseñor Romero
recupera la iglesia del P. Grande: "Hoy,
me toca venir a recoger esta Iglesia y este convento profanado, un Sagrario
destruido y sobre todo un pueblo humillado, sacrificado" (Aguilares,
19 de junio de 1977).
Reflexión: La entrada de Mons. Romero a Aguilares a reclamar el
Tabernáculo y las Hostias profanadas, a la vez levantando el “pueblo humillado”
hace pensar de la “Paz de Dios”—la protección medieval que las autoridades
eclesiales extendieron a las poblaciones feudales abrumadas por los abusos y las
extorsiones de los caudillos feudales de la época.
Ese fue el caso
en Charroux, en la Francia medieval, cuando los gobernantes débiles no podían
proteger a los campesinos—una coyuntura histórica que se asimila a la realidad
actual salvadoreña. Ante esa situación
desgarradora, y el clamor del pueblo por acción protectora, en el año 989 A.D.,
el Arzobispo Gombald y varios obispos de la región declararon la «Pax Dei» (“Paz de Dios”). Los obispos decretaron espacios de protección
en las iglesias, alrededor de actividades religiosas, procesiones, festivales,
días de fiesta, el domingo, etc., para niños, mujeres, campesinos,
comerciantes. Al fin, se convirtió en todo un movimiento popular que duró casi
un siglo y se propagó por toda Europa, poniendo los cimientos de la sociedad
civil en ese continente; una verdadera transformación social.
Ese mismo
espíritu prevaleció en las décadas que siguieron al Concilio Vaticano II en
nuestro país, cuando las comunidades eclesiales de base ayudaron al pueblo a
despertar ante realidades desafiantes y lo interpelaron a organizarse y
prepararse, con el acompañamiento de sacerdotes comprometidos como el P.
Rutilio Grande. “Porque un pueblo desorganizado es una masa con la que se puede jugar,
pero un pueblo que se organiza y defiende sus valores, su justicia, es un
pueblo que se hace respetar”, decía Mons. Romero. En ese contexto, la Iglesia acompañó y se
encarnó en las comunidades, protegiendo a su rebaño con sus propias vidas. “Sería
triste”, dijo Romero, “que en una
patria donde se está asesinando tan horrorosamente, no contáramos entre las
víctimas también a los sacerdotes. Son
el testimonio de una Iglesia encarnada en los problemas de su pueblo”.
Oramos para que
la Iglesia levante de nuevo el manto protector de la “Paz de Dios” para
proteger al pueblo.
LA ADORACIÓN EUCARÍSTICA
4rta Maravilla Eucarística: Monseñor Romero
celebraba habitualmente una Hora Santa de Adoración Eucarística en la capilla
del hospital para cancerosos donde él vivió y convocó a los fieles a
participar. "Junto a los enfermos,
podemos al mismo tiempo que hacer un acto de fe en la presencia real de Cristo
en la Eucaristía y ejercitar nuestra oración por las grandes necesidades de la
Patria, de la Iglesia, de las familias, al mismo tiempo hacer un acto de
caridad—que nos manda el Catecismo entre las obras de misericordia—visitar a
los enfermos".
Reflexión: El afán de Mons. Romero de unir nuestros actos de fe
a los actos de caridad nos hacen pensar a la historia de toda la auténtica
evangelización en nuestro continente.
Mons. Romero plantea que la Iglesia salvadoreña recibió y transmite “la revelación
auténtica de la verdadera salvación de Dios”, desde “los primeros rayos cristianos, que
iluminaron la opulenta geografía de Nuestra Patria, al emerger de su nebulosa
prehistoria”. Esa revelación pasa
sin duda a través de la evangelización continental de personajes como Fray
Antonio Montesinos, Fray Bartolomé de las Casas y San Junípero Serra.
En medio de una
“conquista” y “colonización” ideológica, frustrada y corrompida, operó una
revelación autentica de la salvación. Por
ejemplo, el Fray Antonio Montesinos, en su famosa predicación de Noche Buena de
1511, interpeló a los colonizadores sobre el trato físico y espiritual a cual
eran sometidos los indígenas:
Decid, ¿con qué
derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos
indios? … ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni
curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais
incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir
oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine, y conozcan a su Dios
y criador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Éstos,
no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como
a vosotras mismos?
Asusta la
franqueza con cual Fray Antonio vincula la dignidad de las personas en el
respeto de sus derechos civiles y en temas espirituales, aunque no todos
supieron vivir esa coherencia de vida cristiana. Esta es la tradición que Mons. Romero está
implicando cuando nos interpela a unir nuestros actos de fe a compromisos
caritativos: que nuestra fe sea coherente.
Al hacer así, aseguraremos que nuestros actos de fe cambiarán al mundo,
y que nuestros actos de caridad harán nuestra evangelización un compromiso
creíble en la mirada de nuestros hermanos.
Que Dios nos
conceda la gracia de hacer nuestra practica sacramental una expresión de la
revelación auténtica de la salvación de Dios.
LA ÚLTIMA MISA
5nta Maravilla Eucarística: Monseñor Romero
es asesinado "mientras celebraba el Sacrificio del perdón y
reconciliación" (San Salvador, 24 de marzo de 1980; Juan Pablo II,
Palabras en la Catedral de San Salvador, 6 de marzo de 1983). "Por tanto,
una muerte verdaderamente ‘creíble’, de testimonio de la fe." (Benedicto
XVI, Entrevista a los Periodistas, 9 de mayo del 2007.)
Reflexión: En algunas de sus últimas palabras, Mons. Romero nos
dice que “todos los frutos … de nuestro
esfuerzo, después de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor
y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha,
iluminados y transfigurados” en el cielo.
En la Teología de la Transfiguración de Mons. Romero, Cristo llama a sus
seguidores, incluidas las naciones, a transfigurarse; ser elevados del pecado y
los deseos materiales a la dignidad de los Hijos de Dios, y aceptar el
sufrimiento y el sacrificio como los dolores de parto de un mundo más justo que
no representa el Cielo en la tierra, sino la antecámara del Paraíso.
Por un lado,
Romero ha vivido una “Transfiguración”, pasando de ser un hombre despreciado
por sus contemporáneos a ser un santo para futuras generaciones. Por otro lado, Romero nos invita a cada uno
de nosotros a ser transfigurados y a terminar el proceso que su vida—y su
muerte—solo puso en marcha. El obispo
norteamericano Ricardo Ramírez escribió en un artículo titulado “La Eucaristía
Inconclusa: El legado espiritual de Monseñor Romero”, publicado en el Canadian Catholic Review en enero de
1991:
Muchos ven la
“Eucaristía Inconclusa” de Romero [la
Misa en que fue asesinado el 24 de marzo de 1980] como un símbolo de lo que
queda por hacer en El Salvador, en la América Central y Sudamérica, y en todo
lugar que la gente sufre por su liberación.
¿Quién va a
terminar la Eucaristía? La Eucaristía es la recreación del drama de la pasión,
muerte y resurrección de Jesucristo. Lo que Romero hacía cuando fue asesinado
es vivir el Misterio Pascual. Lo hacía a
través de un rito que había realizado toda su vida: ofrecerse a sí mismo con
Cristo como ofertorio de paz, para que la tierra se reconciliara con su creador,
y los pecados quedaran perdonados.
Que la luz del
sol del Transfigurado nos ilumine el camino de redención que pasa por la cruz y
el calvario que nos lleva a la meta más allá de la historia de todo cristiano, que deja, tras su paso, la paz.
Compuesta el 29
de marzo de 2018, fecha del asesinato del P. Walter Osmín Vásquez Jiménez y
Memoria de la Institución de la Eucaristía. (Esta Coronilla se reza en la Cripta de la Catedral de San Salvador, ante la Tumba del Beato Romero, todos los domingos entre las 3 y las 4 de la tarde.)
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