Tuesday, May 26, 2015

Después de la beatificación


El Divino Salvador del Mundo, la mañana del lunes 25 de mayo del 2015, donde la beatificación tuvo lugar.
 

Tres voces distintas se escucharon en la beatificación de Monseñor Óscar A. Romero en San Salvador el pasado 23 de mayo. [VIDEO DE LA CEREMONIA DE BEATIFICACIÓN.] Se oyó la voz del pueblo, estampada con su millón de pies (la mejor estimación parece ser que asistieron alrededor de medio millón de personas). Resonó la jerarquía de la iglesia, empezando a contar la historia oficial del obispo que defendió a los pobres y el significado teológico que se le debe otorgar. Luego, sonó la voz del mismo evento, su inefable mensaje siendo el espectáculo, el ceremonial, la grandeza del momento y las expectativas que va a suscitar.
Estimar una multitud en tales eventos no es nada fácil de precisar: para empezar, es imposible contar una multitud ilimitada en un evento al aire libre, con cualquier precisión. No hubo torniquetes o escaneos de tiquetes sobre cual uno se pueda basar. Las estimaciones de los organizadores pueden ser demasiadas entusiastas. Los estimados de la afluencia aquí varían desde 200.000 en el extremo más bajo (muy bajo, en mi opinión) a 750.000 en el extremo alto (ésta fue la estimación policial informada a la iglesia). Basado en informes del gobierno que 285.000 ingresaron al país en los días anteriores al evento, estimaciones de la ciudad de San Salvador de que 100 toneladas de basura fueron recogidas después de la ceremonia y observaciones de testigos, Súper Martyrio evalúa que la multitud rondaba en la gama entre 300- y 500.000.  [Actualización: miércoles 27 de mayo, el Ministerio de Turismo de El Salvador informó que 500.000 asistieron a la beatificación.]
Sin importar el número real, ha sido, como John Allen, de CRUX, ha informado, la reunión religiosa más grande en la historia de Centroamérica [nota editorial: la canonización por Juan Pablo del Hermano Pedro Betancurt en Guatemala en 2002 pudo haber sido más grande]. Yo diría que fue el evento más grande de su propia clase, es decir que fue la beatificación no papal más grande en la historia (la beatificación del Papa Juan Pablo II atrajo aproximadamente 1 ½ millón, pero otras grandes beatificaciones para figuras como el Padre Pío, la Madre Teresa y Josemaría Escrivà han estado en el rango de entre 200-300.000) como también la beatificación más grande afuera de Roma. Otra vez, poniendo por un lado el número verdadero, el mensaje del pueblo a través de su presencia multitudinaria, es suficiente para hacerlo a uno ponerse en atención y tomar nota.
Tratando de ser escuchada por encima de estas multitudes estuvo la voz de la iglesia, encabezada por nada menos que el Papa Francisco, quien tomó la medida inusual de emitir una carta a la iglesia salvadoreña para proporcionar su orientación. Como telón de fondo, la iglesia salvadoreña había ya trabajado un primer borrador de la narrativa de Romero, que muchos rechazaron como tibia y aguada: se refería a Romero como “Mártir por Amor”, lo que llevó un comentarista a escribir que, de la manera que la iglesia lo decía, se pensaría que Romero había sido asesinado por la descarga accidental de un arma de fuego y no en un asesinato deliberado. En caridad se debe reconocer que el lema de “Mártir por amor” fue simplemente una campaña publicitaria, pero como ocurre con casi todo lo relacionado con Romero, ha sido sometido a un escrutinio estricto.
El Papa Francisco dijo en su carta que Romero ha sido “ejemplo de los mejores hijos de la iglesia”. Por ese fraseo, Francisco delicadamente reconoce las divisiones en la iglesia y aclara su preferencia. Francisco compara Romero a Moisés, escribiendo que Romero “supo guiar, defender y proteger a su rebaño, permaneciendo fiel al Evangelio y en comunión con toda la Iglesia”. Como Dios “eligió a Moisés para que, en su nombre, guiara a su pueblo”, escribe Francisco, “sigue suscitando pastores según su corazón, que apacienten con ciencia y prudencia su rebaño”. Va aún más lejos en la bula apostólica de beatificación, emitida el 14 de mayo, pero sólo publicada durante el acto. Allí, Francisco llama a Romero “padre de los pobres”, que el actual arzobispo de San Salvador nota es uno de los títulos del Espíritu Santo; de esa manera, el Papa parece indicar que Romero fue un instrumento del Espíritu Santo (ha sido beatificado en la vigilia de Pentecostés).
Este mensaje aparece para ser dirigido a los escépticos que podrían dudar la calificación de Romero como un santo. Este mensaje es reforzado por las directivas de la comisión de espiritualidad de los obispos salvadoreños, que decretó que se añadiría una oración invocando a Romero al final de cada Misa que se celebre en todo el país desde ahora en adelante. Adicionalmente, se enviarán las reliquias de Romero usadas en la ceremonia de beatificación (su camisa ensangrentada), en peregrinación por todas las parroquias del país. Los fieles también han sido convocados a visitar la Catedral, la iglesia de la pequeña aldea donde nació Romero (Ciudad Barrios) y la capilla donde fue asesinado, para obtener una indulgencia desde ahora hasta el cumpleaños de Romero el 15 de agosto. Finalmente, se enviarán reliquias adicionales de Romero a las otras catedrales de la América Central.
Por último, está la impresión que el evento ha tenido sobre quienes asistieron y también aquellos que lo experimentaron remotamente o que se darán cuenta más tarde. La grandeza y el espectáculo del evento figurarán en grande, en la imaginación popular. Ha sido, como dijo el portavoz presidencial, Eugenio Chicas, “el evento del siglo” para El Salvador. Pequeños detalles, desde la procesión de entrada de más de mil sacerdotes y obispos que duró media hora hasta el admirable halo solar que impresionó a los espectadores al aparecer precisamente durante el rito de beatificación, aseguran que la marca del evento quede grabada en la memoria histórica como un espectáculo alucinante.
En el corto plazo, estos detalles alentadores generarán positividad y buena voluntad. Pero también generarán expectativas y no todas esas expectativas se cumplirán.
Por el momento hay una especie de tregua adentro de la iglesia, con las diversas facciones aparentemente reunidas en torno a Romero. También es probable que la infusión de fervor y énfasis en dimensiones espirituales aumentará la probabilidad de que los fieles pidan la intercesión de Romero, con el fin de producir el milagro requerido para su canonización. Una curación médica autenticada llevaría Romero a santo, probablemente dentro de dos años, según Monseñor Rafael Urrutia, el encargado de la fase salvadoreña del proceso. También se le ha encargado la beatificación del padre Rutilio Grande, y dice que el Papa le está enviando señales de que quiere que el padre Grande avance rápidamente. A su vez, esas señales hacen a Mons. Urrutia tener esperanzas de que Grande pueda ser beatificado y Romero canonizado juntos — y que Francisco llegue a El Salvador para la celebración.
Hay considerablemente menos optimismo que los que se oponían a Romero en vida experimenten ahora la conversión, o si simplemente ocultarán su continuo desdén. En un episodio inesperado, Roberto D’Aubuisson, Jr., recién elegido alcalde de una gran ciudad salvadoreña, e hijo del hombre, ya difunto, acusado de haber ordenado el asesinato de Romero, llegó a la beatificación, vistiendo un sombrero de paja con la imagen de Romero. Fue pronto en señalar que su padre no le da nada para avergonzarse. Alabanzas a Romero, pero no más.
Casi nadie tiene esperanzas que la buena voluntad de la beatificación acabe con la ola de violencia delincuencial que está haciendo El Salvador uno de los países más mortíferos en el mundo. Eso, sólo un milagro del Beato Romero podría lograrlo.




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