EL SALV. SUMA SU APOYO A LA BEATIFICACIÓN
El estado salvadoreño se ha comprometido a prestar una intervención ante la Santa Sede para pedir la beatificación de su más destacado hijo, Mons. Oscar A. Romero. Desde varias perspectivas, el anuncio constituye algo excepcional. Es la primera vez que el gobierno de El Salvador se pronuncia oficialmente sobre la causa de canonización de Mons. Romero. Es raro el caso en que un gobierno intervenga de manera oficial en una causa de canonización.
Desgraciadamente, el anuncio por parte del gobierno, hecho despues de un encuentro con Tutela Legal del Arzobispado de San Salvador y el Centro de Justicia y el Derecho Internacional, ha sido percibido como una maniobra cínica por el estado, ya que ofreció su anuncio sobre la beatificación en lugar de lo que estos organismos le pedían: la derroga de la amnistía que prohibe enjuiciar a los sospechados del magnicidio de Romero, y la aceptación por el estado de su parte en el asesinato. Ciertamente la propuesta del gobierno es especiosa y vacía por tres razones. En primer lugar, el gobierno pretende dar, en substitución de algo justificado y necesario en si mismo, otra cosa que tambien lo es. No se puede substituir la justicia para Mons. Romero con la santidad para Mons. Romero porque las dos causas son obligadas, y no es ninguna "concesión" ceder a una de las dos cosas. En segundo lugar, la intervención que el gobierno ofrece viene sumamente tardía, hasta el punto de ser inútil y de nada necesaria. Ya Mons. Romero está en una etapa avanzada de su proceso, y no por la ayuda del estado salvadoreño ha llegado a tener la estatura de heroe espiritual a nivel internacional que lo impulsa hacia la beatificación. Finalmente, el anuncio del gobierno salvadoreño incluye varias contradiciones en su argumento, inclusive que no se puede investigar porque existe una amnistía, que no se puede aceptar responsabilidad porque ya se investigó (aunque la amnistía no permite investigar), y que no se puede quitar la amnistía porque hay que ser responsable (aunque se rechaza la responsabilidad de la actuación del estado).
Es evidente que el gobierno no se adhiere a la ley de no usar para fines políticos la figura de Romero con que constantemente acusa a la oposición, porque cuando le conviene usar la figura de Romero para salir de un aprieto, lo hace con abandono singular. Pero lo que nos interesa analizar en esta conexión es si esta intervención podría hasta dañar la causa de beatificación. El peligro viene desde el hecho de que una causa de martirio se basa en la teoría de que el mártir fue asesinado por un victimario que actua en odio a la fe cristiana de la víctima (el famoso ODIUM FIDEI). Sin embargo, si el victimario se está sumando a los promotores de la causa, ¿no puede esto interferir con la teoría del ODIUM? Aunque es interesante la noción, la respuesta está bien clara: no hace estorbo. Al mismo Jesús despues de haber sido crucificado le reconocieron sus asesinos, "Este verdaderamente era el Hijo de Dios," y no deja de ser su sacrificio un acto divino con un significado teológico monumental. De hecho, el único daño que se percibe en esta conexión es la posible contaminación que semejante maniobra política de un gobierno tenga sobre el resultado de una causa de canonización: que digan que fue beatificado como resultado de las políticas sucias de un gobierno sin sentido de la santidad.
El análisis final puede ser este. Aunque hay riesgo de manchar la pureza del proceso, la promesa del gobierno puede hacer un bien. Hay que ser optimista y tener fe, y es posible que gente decente en el gobierno y entre los salvadoreños tomen el respaldo del gobierno con un sentido de autenticidad, y que esto ayude a la reconciliación (usando la palabra en el sentido espiritual, que conlleva el sentido de arrepentimiento y de perdón). Principalmente, el aporte que esta decisión daría al proceso es quitar el pretexto de que la beatificación sería polémica, o rechazada por el sector conservador, ya que ellos son los que están en el gobierno. Tambien hay que aceptar el progreso aún cuando sea lento y reconocer que por lo menos ya no se está calumniando a Mons. Romero como un agitador a la violencia, ni a sus seguidores como devotos de una causa ilegítima como se hacía hasta hace poco. Hay que reconocer este progreso, y no dejar de pedir más.
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