Monday, June 27, 2011

MONS. ROMERO Y LA VIDA MORAL


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En la película “Salvador” (1986), de Oliver Stone, James Wood hace el papel de un periodista norteamericano que se va a confesar con Mons. Romero, y le admite haber cometido “muchos pecados carnales”, abusando de drogas y alcohol, y de ser un aprovechado. Después de recibir lo que él percibe como una penitencia leve del arzobispo, el periodista se retira del confesional, insistiendo, “Bueno, todavía puedo tomar, y fumar marihuana de vez en cuando, ¿verdad?” El prelado blando de la película puede dejar la impresión de que Mons. Romero era laxo en temas de la moralidad personal para exigir más con el pecado “estructural” o la injusticia “social”. Pero en realidad, Mons. Romero insistía en la equivalencia de la injusticia social y el hedonismo, y denunciaba en iguales términos a los dos.

Sus pronunciamientos sobre el tema no fueron para nada ambiguos: “¡No adulterarás! ¡No fornicarás!” (Homilía del 18 de marzo de 1979) Probablemente estas reprimendas de Mons. Romero nunca adquirirán la misma fama que otras de sus frases más conocidas, pero será auto evidente que las caracterizaba la misma firmeza y convicción. “Queridos hermanos, puede llover fuego sobre esta Sodoma”, advertía. Arremetía en contra de “las aberraciones de aquellos que abusan de los placeres sexuales: el evitar los hijos, la homosexualidad, las relaciones prematrimoniales, el aborto, la prostitución”. (Hom. 6/11/1977.) Con firmeza absoluta se pronunció: “sólo en el matrimonio puede haber la relación sexual de un hombre con una mujer”, añadiendo que, “Dios prohíbe terminantemente toda relación fuera del matrimonio entre hombre y mujer”. (Hom. 18/3/1979, supra.)

Mons. Romero fue tan firme en condenar el hedonismo como en condenar al injusticia social porque veía las dos cosas como síntomas del mismo mal: el capricho del hombre por buscar la felicidad lejos de Dios. Preguntaba, “¿qué es el pecado? ... el pecado es irrespeto a lo que Dios quiere; y entonces el hombre que quiere buscar su felicidad fuera de Dios, o contra Dios, pone su felicidad en las creaturas, en el dinero, en el poder político, en la carne, en la lujuria, en un amor adulterino” (Hom. 24/7/0977). El hedonismo es “únicamente poner un uso de funciones corporales al servicio del placer, del egoísmo”, predicaba Monseñor (Hom. 6/11/1977), y tal como es cierto con la injusticia social, en todas estas materias, Dios exige conversión:

¿Qué quiere Dios del capital, al hombre que le da dinero, haciendas y cosas? Que se convierta; quiere decir, que sepa darle a las cosas creadas por Dios el destino que Dios le dio a las cosas, qué son siempre de Dios el bienestar de todos, el compartir con todos la felicidad ... ¿Qué quiere Dios de la intimidad, de la relación conyugal? La procreación. Si el hombre maliciosamente interrumpe la procreación con medios artificiales, está bloqueando la voluntad de Dios. Tiene que convertirse.
(Hom. 21/8/1977.)

Partiendo desde el criterio de que tanto el libertinaje como la injusticia se alejan de la voluntad de Dios, Mons. Romero aseveró que “hay otros ídolos más vergonzantes que los que se acaban de mencionar, y son el ídolo del placer, el ídolo del sexo, el ídolo de los vicios”. (Hom. 4/11/1979.)  Igual que Mons. Romero tildaba al exceso de acumulación de riquezas como una idolatría que la Iglesia tenía que desenmascarar, Mons. Romero también señala otros falsos dioses que hacen competencia con el Dios verdadero en El Salvador: “es el Dios de El Salvador que se ve amenazado ante falsas idolatrías: idolatría del dinero, idolatría del poder, idolatría de la lujuria, idolatría del placer. Cuántas idolatrías amenazan a nuestra civilización”. (Hom. 23/7/1978.) Idolatrías hedonistas que son dañinas: “Cuando se endiosan esos valores tan relativos y se absolutizan por encima de todo, lo que perece es lo tierno y santo del amor, la fidelidad, el matrimonio”. (Hom. 7/10/1979.) Mons. Romero les aplica la misma evaluación con que valora la injusticia social—diciendo que el “Hombre Nuevo” (del lenguaje de la declaración de los obispos de Medellín) debe purificarse del hedonismo: Cristo “ha enseñado a abandonar el anterior modo de vivir, del hombre viejo corrompido por los deseos de placer, el hombre viejo que no es el Espíritu”. (Hom. 5/8/1979.) La justicia social es posible cuando el hombre deja de ser un “hombre carnal” y pasa a ser un “hombre espiritual”. (Hom. 12/8/1979.)

Para Mons. Romero, el hedonismo es tan serio como la injusticia social porque puede llevar a la muerte: “El aborto, crimen abominable, también es matar”. (Hom. 18/3/1979.) Para Mons. Romero, esto es opresión: “En su forma institucionalizada mata el ejército, mata el que secuestra, mata también la madre que manda a abortarse. Todos estos son crímenes que claman al cielo”. (Hom. 28/12/1977.) Como lo explica él: “Si sentimos la represión porque nos matan a jóvenes y gente que ya es grande, lo mismo es quitar la vida en las entrañas de la mujer: es hombre como el profesor que es asesinado, como el Ministro de Educación que es asesinado; también el niño en las entrañas es un hombre que por el aborto es asesinado”. (Hom. 17/6/1979.) Mons. Romero asocia el hedonismo con la misma persecución de la Iglesia: “La persecución viene de los pecadores ... les duele a los que fomentan el aborto que la Iglesia no esté con el aborto; también le duele a quien usa medios anticonceptivos artificiales que la Iglesia ... diga que no es lícito mutilar las fuentes de la vida”, y “La Iglesia es perseguida, tiene que ser perseguida, si es defensora de los derechos de Dios y de la dignidad humana”. (Hom. 29/5/1977.)

Condenar el hedonismo es parte de la “misión profética de la Iglesia”, la cual “es difícil, pero es necesaria”. (Ibid.) Es parte de la denuncia de la Iglesia: “En esta palabra del evangelio, hermanos, no solo denunciamos la injusticia, sino también las inmoralidades”. (Hom. 2/10/1977.) La denuncia está motivada por el deseo de orientar el pueblo hacia Dios: “Cuando la Iglesia denuncia el pecado, es para decirle a los hombres: no pongan su embeleso en las cosas de la tierra, elévense, promuévanse a las cosas del cielo, gánense con las riquezas de la tierra la amistad de Dios, manejando estas cosas conforme a la voluntad de Dios”. (Hom. 8/12/1977.) La iglesia está dispuesta a entrar a la política para denunciar el libertinaje de la misma manera que orienta sobre la doctrina social: “Si la Iglesia toca aspectos políticos es desde su competencia de revelación de Dios para decirle a la política lo que no está bueno, lo que es pecado, y ella tiene el deber de señalar” los aspectos de la moralidad privada; “tiene derecho, porque es guardiana de la Ley de Dios y de la naturaleza”. (Hom. 2/7/1978.) Esto “no es meterse en política sino predicar, desde su competencia evangélica, el reclamo de Dios a la humanidad”. (Ibid.)

Igual que fue firme en su postura de denuncia ante la injusticia social, Mons. Romero insistió que la Iglesia debe ser firme en defender la vida sana. “La moral de la vida que comienza en las entrañas de una mujer, la fidelidad del matrimonio, son antiguos y son nuevos. Y la Iglesia tiene que defenderlos aun cuando por eso tenga que perder los aplausos y tenga que sufrir los ataques del público” general. (Hom. 7/1/1979.)

POST DATUM


En una homilía durante su reciente viaje a San Marino, el Papa Benedicto XVI advirtió contra los “modelos hedonísticos que ofuscan la mente y amenazan con anular toda moralidad”. El Pontífice aseveró que se están exaltando las cosas del mundo y descuidando las cosas espirituales: “se ha empezado a sustituir la fe y los valores cristianos por presuntas riquezas, que se revelan, al final, inconsistentes e incapaces de sostener la gran promesa de lo verdadero, del bien, de lo bello y justo”, aseguró. “En el mundo hay mal, egoísmo, maldad”, dijo el Papa, pero Dios “quiere manifestar su amor todavía de manera más profunda y sorprendente propiamente frente al pecador para ofrecer siempre la posibilidad de la conversión y del perdón”.

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