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La Madre Teresa de Calcuta (1910-1997) y Mons. Romero son ejemplares de la famosa dicotomía de Dom Hélder Câmara: «Cuando doy comida a los pobres me llaman santo. Cuando pregunto por qué son pobres me llaman comunista». La Madre Teresa dio comida a los pobres y por eso ganó el premio Nobel de la Paz y ha sido beatificada por la Iglesia. Mons. Romero denunció por qué hay pobres, y por eso fue tildado “Marxnulfo”, no ha sido beatificado, y cuando fue nominado para el premio Nobel resultó finalmente desfavorecido cuando la Madre Teresa recibió el galardón.
Esta dicotomía no es de valores opuestos sino que armónicos, ya que, “la justicia es inseparable de la caridad” («POPULORUM PROGRESSIO» 22, «CARITAS IN VERITATE» 6), y al examinar las actuaciones de la Madre Teresa y Mons. Romero reconocemos la sintonía que mantienen. Ambos comprenden, “la hermosa y dura verdad”—nos dice Mons. Romero—“de que la fe cristiana no nos separa del mundo, sino que nos sumerge en él”. (Discurso al recibir el «honoris causa» de la Universidad de Lovaina, 2 de febrero de 1980.) Es necesario, nos dice, salir del templo, del santuario, a la ciudad, a la “polis”. Esta es la misma opción por los pobres de Teresa en 1948 cuando abandona el claustro de su convento y sale a las calles de Calcuta a ayudar a los ancianos, los moribundos, y los leprosos. Participando de su miseria, cuenta como sentía la tentación de regresar al albergue y la comodidad de su convento, pero tuvo la intuición de que, “Nuestro Señor quiere que yo sea una monja libre, cubierta con la pobreza de la Cruz”.
Tanto Mons. Romero como la Madre Teresa tuvieron que rodearse y empaparse en sus ámbitos no religiosos de un mundo sin Dios. “En el breve tiempo que me ha tocado estar dirigiendo la Arquidiócesis han pasado ya cuatro gobiernos diferentes con diversos proyectos políticos”, explica Mons. Romero, “La Iglesia por lo tanto ha tenido que ir juzgando de lo político”. (Lovaina, supra.) Por su parte, la Madre Teresa aceptó las instalaciones de un templo de la diosa Kali para dar muertes dignas, con ritos según las devociones de cada persona beneficiada, ya sean hindúes o musulmanes, de India, Pakistán, Etiopía, Tanzanía y otros lugares por Asia, África, Europa y Estados Unidos, donde sus misiones la llevaban. En esta inmersión total en esta dura realidad, de privación, lejos de la Iglesia y de la cristiandad, la Madre Teresa sufrió sentimientos de un vacío espiritual, hasta el punto de dudar la misma existencia de Dios.
Sin embargo, su propósito y motivación al emprender esta estancia en la austeridad es precisamente buscar a Dios, y a pesar de las acusaciones contra Mons. Romero de que había traicionado su misión religiosa y los sentimientos de la Madre Teresa de alienación espiritual, ambos encuentran a Jesús. “En ese mundo sin rostro humano”—nos dice Mons. Romero—se logra encontrar con el “sacramento actual del Siervo Sufriente de Yahvé”. (Lovaina.) Y le hace eco la Madre Teresa cuando nos dice, “hoy hay tanto sufrimiento—y siento que la pasión de Cristo está siendo vivida de nuevo”. (Discurso Premio Nobel, 11 de diciembre de 1979.) “Él se vuelve el hambriento, el desnudo, el sin hogar, el enfermo, el prisionero, el solitario, el no querido … Hambriento de nuestro amor, y este es el hambre de nuestra gente pobre”. (Id.)
Ambos valoran al pobre de una manera que difiere de las formas anticuadas y paternalistas de entenderlos. Tanto Mons. Romero como la Madre Teresa se fijan en el pobre no solo como un beneficiario de nuestra generosidad (léase: lástima) o un sujeto que nos permite experimentar la caridad (léase: remordimiento), sino personas que tienen algo que ofrecernos, y cuyo valor intrínseco sirve para beneficiarnos. Los pobres nos predican el cristianismo: “poniéndose del lado del pobre e intentando darle vida sabremos en qué consiste, la eterna verdad del evangelio”, dice Mons. Romero. (Lovaina, supra.) Madre Teresa está de acuerdo: “Ellos nos pueden enseñar tantas cosas hermosas”, dice, recordando como los pobres en uno de sus centros de atenciones le confirmaron un aspecto de su misión: “El otro día uno de ellos vino a agradecer y dijo: Ustedes que han hecho voto de castidad son las mejores para enseñar planeación familiar. Porque no es más que auto-control y amor del uno al otro”. Este tema que era de debate entre expertos, sociólogos y teólogos, también era competencia de una persona pobre: “Y estas son las personas que no tienen nada que comer, tal vez no tienen un hogar donde vivir, pero son grandes personas. Los pobres son gente maravillosa”. (Teresa, Discurso Nobel, supra.)
Algunos han criticado el camino llevado por la Madre Teresa por ayudar en casos concretos pero no cambiar el sistema que genera desigualdades e injusticia. Según esta crítica, “los ricos y los poderosos la amaban”, porque ella no les exigía nada y a eso se debe su premio Nobel y su beatificación, mientras que los teólogos que denuncian a los ricos son “depurados o suprimidos”. (Sara Flounders, Workers World, 25 de septiembre de 1997, traducido por Iniciativa Socialista.) La Madre Teresa tenía una respuesta a ese ataque: “Creen que la justicia social resuelve todos los problemas y no se dan cuenta que es insuficiente,” insiste. “Sin amor, no pasa de ser una nueva opresión. No habrá justicia social sin amor”. Es decir, a lo contrario de lo que muchos creen, el amor es más exigente que la justicia: “Por justicia se da al prójimo sólo lo que se le debe, pero por caridad lo que necesita”. Y Mons. Romero coincide en que la apertura interior a la caridad es más importante que la propia justicia: “a la Iglesia no le importa que haya sólo una distribución más equitativa de las riquezas: le interesa que se dé esa distribución porque existe realmente en todos los hombres una actitud de querer compartir no sólo los bienes, sino la misma vida”. (Homilía del 24 de febrero de 1980.)
Pero la Madre Teresa reconoce la necesidad de hacer justicia cuando denuncia, “Cuando un pobre se muere de hambre, no es porque Dios no lo ha cuidado. Es porque ni tu ni yo quiso darle lo que necesitaba”. Y está dispuesta a plantear preguntas incómodas: “Muchas personas están muy preocupadas por los niños en India, por los niños en África, donde muchos mueren, tal vez de desnutrición, de hambre y demás”, denuncia Teresa, “pero millones están muriendo deliberadamente”—por el aborto. (Discurso Nobel.) Mons. Romero está de acuerdo: “Si sentimos la represión porque nos matan a jóvenes y gente que ya es grande, lo mismo es quitar la vida en las entrañas de la mujer: es hombre como el profesor que es asesinado, como el Ministro de Educación que es asesinado; también el niño en las entrañas es un hombre que por el aborto es asesinado”. (Hom. 17/6/1979.)
Cuando la Madre Teresa ganó el premio Nobel, Mons. Romero le envió un telegrama dándole la felicitación. En él nos hace saber que comprendió que ambos trabajaban por el mismo fin:
Madre Teresa de Calcuta, India. Alégrome Premio Nóbel condecore en usted [la] opción preferencial [por los] pobres como eficaz camino para la paz. Quienes generosamente deseáronme semejante honor siéntanse igualmente satisfechos [por] haber estimulado [la] misma causa. Bendígola. El Arzobispo. (Hom. 21/10/1979.)Y cuando la Madre Teresa estuvo en El Salvador hizo una peregrinación por la Casita de Monseñor: