La
recientemente publicada nota sobre la masacre de Tres Calles en este blog expone la tesis de
que la reacción de Mons. Romero a aquella masacre dada en 1975 no fue una
“oportunidad perdida” para poner en acción la doctrina social de la Iglesia pos
Medellín por parte de un prelado tímido y conservador, sino más bien un
desarrollo decisivo por parte de Mons. Romero de su pensamiento que sentó un
importante antecedente para su línea pastoral como arzobispo. Esta ponencia busca robustecer esa tesis con
algunos datos adicionales.
El P. Tomás
Greenan hace un buen resumen de la reacción de Mons. Romero cuando era Obispo
de Santiago de María a la masacre de seis campesinos en el cantón Tres Calles
en su diócesis. “Monseñor Romero se
presentó en la escena de los hechos”, relata Greenan. “Además de visitar a las familias enlutadas
fue a pedir explicación al comandante departamental en dos ocasiones.” Sin
embargo, “a pesar de su conmoción personal, monseñor Romero rehusó hacer una
protesta pública y decidió escribir una carta privada de protesta respetuosa”,
al Presidente de la República. (GREENAN,“El Pensamiento Teológico-Pastoral en las homilías de monseñor Romero”,Universidad Pontificia Comillas Madrid 1992, págs. 22-23.)
Uno de los
argumentos que avanzo en mi ponencia anterior es que al reaccionar a la masacre
de Tres Calles, Mons. Romero estaba actuando en un dado momento histórico, y
que no cabía en 1975 reaccionar con la misma contundencia que sería adecuada,
digamos, en 1977, porque en 1975 la figura de «la masacre popular» todavía era novedosa. Esa aseveración se justifica a base de los
patrones de «protesta» en el ámbito social de ese tiempo. El siguiente cuadro de Paul Almeida ilustra
las manifestaciones en El Salvador entre 1972 y 1977, tanto en el número de
manifestaciones (línea en trazos) cuanto en el número de manifestantes (línea
sólida) que participaban en las manifestaciones entre esos años. El gráfico demuestra que entre los fraudes
electorales de1972 y 1977, respectivamente, hay una baja precipitosa en
protestas, y la reacción de Mons. Romero en 1975 cuadra con este patrón. No era una época de protestas.
No obstante
la reacción reservada de Mons. Romero ante la masacre de Tres Calles, el futuro
mártir de la denuncia evangélica de las masacres y la represión sienta
antecedentes al filo de la masacre de Tres Calles que definen la postura que
tomará la próxima vez que se presente un hecho de esta índole. Justificando su accionar ante la Conferencia
Episcopal de El Salvador (la CEDES), Mons. Romero establece tres criterios que
un obispo debe tomar en cuenta al mesurar su reacción ante un atropello:
1)
El
Prelado debe optar por la forma “más eficaz” de “deduci[r] responsabilidades y
resarci[r] en lo posible el mal causado”;
2)
Debe
considerar si o no se ha “implicado directamente en [el] asunto problemas de [la]
Iglesia”;
3)
Debe
considerar si o no el Prelado está “seguro de los verdaderos móviles del
acontecimiento [y] de la conducta privada de los interesados”.
Carta de
Mons. Romero a Sus Excelencias Mons. Luis Chávez y González, Mons. Benjamín
Barrera y Reyes, Mons. Pedro Arnoldo Aparicio, Mons. J. Eduardo Álvarez, Mons. Arturo
Rivera y Damas, y Mons. Marco René Revelo, publicado en Diez & Macho, “En Santiago de María me topé con la
Miseria”, editorial Criterio, San Salvador, 1995,
pág. 47.
Mons.
Romero consideraba que estos tres elementos no habían sido rellenados por los
hechos de Tres Calles, pero en 1977, un mes después de asumir como arzobispo,
se le presenta un caso que sí satisface a la saciedad estos criterios—el
asesinato del P. Rutilio Grande. En el
caso Grande, Mons. Romero ya no puede confiar que la forma “más eficaz” de “deducir
responsabilidades y resarcir en lo posible el mal causado” es escribiendo una
carta privada al Presidente, porque esa misma táctica no le dio resultado en el
caso de Tres Calles. Los otros dos
puntos son rellenados de manera contundente: es un caso en el cual está “implicado
directamente en el asunto problemas de la Iglesia”, ya que es un sacerdote el
que ha sido asesinado; y Mons. Romero puede estar “seguro de los verdaderos
móviles del acontecimiento y de la conducta privada de los interesados” ya que
se trata de su gran amigo, y Mons. Romero conoce las amenazas en su contra, que
el móvil detrás de las amenazas es la falsa sospecha de avocación comunista, y
Mons. Romero conoce la conducta privada del P. Grande, ya que es su amigo, y
sabe que las acusaciones son difamatorias.
Desde este análisis podemos ver que los elementos sentados en Tres
Calles le sirven a Mons. Romero de plena justificación para definir su reacción
en el caso del P. Grande.
En el caso
Grande, Mons. Romero recurrió a ciertas de las mismas acciones que había tomado
en el caso Tres Calles: llevó a cabo una investigación privada de los hechos
para tener un balance de estos; escribió una carta privada al Presidente pidiéndole
una explicación, y concelebró una misa con otros sacerdotes para encomendar las
almas de los difuntos al Señor. En el
caso Tres Calles, Mons. Romero, como Obispo se hizo presente en la misa de sepelio
de los difuntos, y concelebró con varios otros sacerdotes allí presentes. “Alguien me sugirió que era mejor no ir por
peligro de una manipulación política de mi presencia”, confiesa en su memorando
a la CEDES, pero defiende su intervención y la de los otros sacerdotes (“sólo
un gesto de solidaridad”). Si tuvo
alguna renuencia, “[ú]nicamente hubiera querido que los cantos no fueran los
conocidos 'de protesta'”. Diez. Esa
misma sensibilidad por no confundir lo sagrado con lo profano la tuvo hasta sus
días de arzobispo, cuando se molestó que en el funeral del padre Ernesto Barrera
se cantaran consignas políticas: “Entonces Romero agarra el micrófono y dice,
visiblemente enfadado: por lo menos esperen a que yo termine de dar fin a esta
santa misa; después, ahí en la calle, griten las porras que quieran, pero aquí
adentro no”. (EL FARO.) Pero en el caso Grande, Mons. Romero también practicó
otras tácticas que no había utilizado en el caso Tres Calles, por las
diferencias ya notadas: rompió relaciones oficiales con el gobierno, hizo
pública sus demandas en el caso, y presidió una «Misa Única» en Catedral. Sin embargo, estos actos simbólicos resultaron
los más comentados y significativos en su impacto.
ELEMENTO
|
TRES CALLES
|
RUTILIO GRANDE
|
Investigación
por la Iglesia
|
Sí
|
Sí
|
Carta
Privada al Presidente
|
Sí
|
Sí
|
Misa
Concelebrada
|
Sí
|
Sí
|
Ruptura
con Gobierno
|
(No)
|
Sí
|
Demanda
Pública a Autoridades
|
(No)
|
Sí
|
Misa Única
|
(No)
|
Sí
|
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