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Mons.
Romero aseveró que “el gran consuelo” al enfrentar la probabilidad de que sería
asesinado es que “la palabra queda” y su mensaje cristiano tocaría “los
corazones que lo hayan querido recoger”.
(Homilía del 17 de diciembre de 1978.)
Las palabras de Mons. Romero verdaderamente han perdurado, y la
evidencia de que la palabra de Mons. Romero «queda» entre nosotros surge a
veces de sectores inesperados. De vez en
cuando examinaremos en este espacio, frases romerianas citadas por algún
comentador para tratar de iluminar los diversos contextos.
En esta
ocasión, revisamos la cita que hace el político y “experto” antidrogas
salvadoreño, Carlos Avilés, en una entrevista reciente. Avilés, el Presidente de la Fundación
Educativa para la Prevención del Consumo de Droga (Prevee) y fundador del Partido
de Centro Popular, hablaba de su propuesta de combatir el narcotráfico con
acciones en contra de los fuertes y adinerados que están involucrados en esas
actividades, y no siempre en contra de los de bajos rangos, y que se realicen operativos
policiales tanto en vecindarios ricos como en las zonas marginales. “Mi sueño es que en este país llegue un
gobierno que aplique la justicia”, comentó Avilés, “no que la justicia muerda
el pie del descalzo como dijo monseñor Romero, y que los delitos de cuello
blanco ni siquiera se investiguen”. (La Página.)
La
expresión citada es una frase colorida que da a entender que el pobre no tiene
protección, y anda “descalzo”, y por ende puede ser mordido, no igual que una
persona rica que puede cubrir sus pies y evitar las picaduras. Esa situación, fácil de entender, resume la
situación de la justicia, la cual comprende más complejidad pero se puede discutir
en términos de desigualdad de protección entre el pobre y el rico. Pero, ¿eso dijo Mons. Romero? La cita es certera. La frase fue utilizada por Mons. Romero en
dos homilías en el año 78. La primera
vez, cuando Mons. Romero introdujo la frase, él correctamente anticipó que se
trataba de “una frase que no se les va a olvidar a ustedes”. Pero esto no era una falta de la humildad que
lo caracterizaba, ya que la frase no era de su autoría, sino que la formulación
de un campesino que le había hecho el comentario. El Socorro Jurídico del Arzobispado hacía un análisis
de la Ley de Defensa y Garantía del Orden Público de ese año y, monseñor quería
explicar la inquietud que sentía de que la ley no se aplicaría equitativamente,
de la misma manera con los ricos y con los pobres. “Porque me decía un pobrecito una frase que
no se les va a olvidar a ustedes, como no se me olvida a mí”, dijo Mons.
Romero, y externó lo que le dijo el campesino: “Es que la ley Monseñor, es como
la culebra, sólo pica a los que andamos descalzados”. (Hom. 20 agosto 1978.)
Tres meses
después, Mons. Romero volvió a repetir la misma frase en un contexto
bíblico. Estaba explicando una de las
admoniciones de Malaquías en contra de los sacerdotes judíos, y aprovechó de
que la frase cabía en ese contexto para poder explicar aquel asunto teológico
en términos más comprensibles en el ámbito salvadoreño. De nuevo es la doble moralidad a lo que “se
refiere la profecía tremenda de Malaquías”, explicó Mons. Romero, parafraseando
la condena del profeta a los sacerdotes del Templo: “os fijáis en las personas
al aplicar la ley, si es don fulano, si es doña fulana, con mucho gusto; si es
un pobrecito, un despreciable, ni caso se le hace”. Esto era una práctica muy condenable entre
los sacerdotes hebreos, explicaba monseñor: “Qué bien lo decía el campesino: la
ley es como la culebra, sólo muerde a los que andan descalzos”, repitió,
haciendo memoria de la misma frase memorable que había presentado inicialmente
para iluminar la realidad salvadoreña.
Ahora la usaba para iluminar una enseñanza de las Sagradas Escrituras. (Hom. 5 nov. 1978.)
Ahora, sin
dar ni restar respaldo alguno al comentarista Avilés, sí podemos constatar que
hace un uso correcto de esta frase de Mons. Romero—es decir, le da su
interpretación correcta y la aplica a una circunstancia en que parece apta para
el argumento. De hecho, la situación que
describe Avilés sobre la aplicación de las leyes en contra del narcotráfico en
barrios pobres encaja perfectamente con la situación original que examinaba
Mons. Romero en agosto del 78, la primera vez que utilizó esa frase, en torno a
la Ley del Orden Público y el ab/uso de esta para amedrantar a los pobres. En sus demás comentarios, Avilés da a conocer
que sus inquietudes son parecidas: “cuando veo esos operativos de la policía o
la fiscalía botando una puerta de lámina en una zona marginal, una niña que le
da miedo a las dos de la mañana, un abuelito que cae hasta con convulsiones al
suelo cuando apresan a su familiar, una madre que grita, eso no puede ser, es
ingrato” (LA PÁGINA, supra.) Avilés
cuestiona, “¿cuándo vamos a ver este tipo de operativos en una casa de una
manzana, donde tengan que botar un portón de hierro, automático?” (Id.) Lo único que le faltó a Avilés fue la comparación con una “culebra”, que le da aún más vigor a la expresión (especialmente teniendo en cuenta la simbología de la serpiente en la imaginería cristiana).
Más
importante aún, el uso de esa frase por parte de Mons. Romero revela algo de lo
que la hace perdurar. Primero, su aplicabilidad a diversas situaciones. Esta adaptabilidad se pone en evidencia desde
el uso de Mons. Romero, que la hace aplicable tanto a la Ley del Orden Público
en El Salvador en 1977 cuanto a las admoniciones de Malaquías en contra de los
sacerdotes judíos en tiempos bíblicos.
Segundo, la frase celebra la sabiduría de los pobres, ya que cita las
palabras de un campesino, y revela una verdad sencilla pero también por ende
innegable. Esto le habrá gustado a
monseñor, ya que él creía que los pobres eran personas muy dignas con mucho que
enseñar al resto de la sociedad.
Tercero, la sencillez y validez de la frase cuadra con la sencillez y la
validez de las frases de las Sagradas Escrituras, incluyendo las parábolas que
usaba Cristo para enseñar, ya que estas también fueron dirigidas a personas
sencillas y pobres. Por ende, suelen
prevalecer entre las imágenes utilizadas, las de fieras del campo y víboras,
tanto como referencias desde la agricultura.
Cuarto, la frase cuadra con la idea de Mons. Romero pronunciada en
Lovaina, de que el Evangelio ilumina la situación de los pobres y de manera
complementaria la vida de los pobres puede iluminar la verdad que del
Evangelio. En este caso, el arzobispado
trataba de estudiar la aplicación de la Ley a los pobres desde el Evangelio, y
después utilizaba una frase de esos pobres para tratar de entender las
admoniciones de Malaquías. Y quinto, la
frase es urgente, haciendo un resumen eficaz de una situación apremiante y real;
y desde ese fundamento en la realidad cobra su vigencia y actualidad.
En fin, la
frase de que «la ley es como la culebra, sólo muerde a los que andan descalzos»,
es una palabra auténtica de Mons. Romero—algo que él dijo, y que refleja la denuncia
profética, evangélica que él hacía de la realidad.
Ver también:
Frases de Mons. Romero, Parte II
Ver también:
Frases de Mons. Romero, Parte II
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