El cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga (en la foto) se ha convertido en uno de más destacados defensores del Papa Francisco. Defendiéndolo de aquellos críticos que dicen que los pronunciamientos sociales del Papa muestran ingenuidad y falta de comprensión sobre los puntos finos de la teoría libre mercado, Rodríguez Maradiaga arremete que los campeones del libre mercado son los que faltan conocimiento. “Los que critican al Papa no conocen al resto del mundo”, dice el cardenal. En particular, dice Rodríguez Maradiaga, no conocen a los pobres. Siendo Francisco de América Latina, dice el cardenal, él sabe cómo vive el resto del mundo. “Para nosotros la pobreza es personas concretas, rostros concretos de la gente — personas que sufren, personas que viven en barrios marginales, personas que están en la cárcel, personas que son deportadas, personas que están en los campamentos de refugiados”, insiste.
Otro Óscar — Mons.
Óscar A. Romero de El Salvador — vio la misma realidad hace
unas décadas: “Rostros de campesinos sin
tierras, ultrajados y matados por las fuerzas y el poder. Rostros de obreros
despedidos sin causa, sin paga suficiente para sostener sus hogares. Rostros de
ancianos, rostros de marginados, rostros de habitantes de los tugurios, rostros
de niños que ya desde su infancia comienzan a sentir la mordida cruel de la
injusticia social”, dijo
Romero. Insistió
en que “Nuestro mundo salvadoreño no es
una abstracción”. Más bien, “es un
mundo que es su inmensa mayoría está formado por hombres y mujeres, pobres y
oprimidos”.
Estar frente a esta realidad, argumenta
Rodríguez Maradiaga, obliga al cristiano verdadero a no mirar las teorías económicas,
sino a las caras de los pobres. Francisco, que “tiene un profundo conocimiento de la vida de los pobres, dice que la
eliminación de las causas estructurales de la pobreza es una cuestión de
urgencia que ya no se puede postergar”, dice el purpurado: “El niño hambriento o enfermo de padres
pobres no puede esperarse”. Comparece el Papa San Juan Pablo II, declaraciones
de 1987 a la Com. Econ. para Am. Lat. (“¡Los pobres no pueden esperar! La
situación de éstos está pidiendo medidas extraordinarias, socorros
impostergables, subsidios imperiosos”).
En un discurso de 2002, Rodríguez Maradiaga
afirmó que Mons. Romero había respondido a la llamada y se sintió interpelado por
la urgencia de la realidad de los pobres: “la
suya no fue una conversión en el sentido habitual del término, un apartarse de
la senda equivocada hacia el camino correcto”, dijo Rodríguez Maradiaga. “Fue, más bien, la búsqueda constante de la
voluntad de Dios que le llevó a enfrentar con valentía el pecado estructural
que estaba aplastando a los más pequeños de su querido país”.
En su Mensaje Cuaresmal del 2014,
Francisco expuso la situación específica que la doctrina social católica llama pecado
estructural de raíz que establece un orden social injusto. “Cuando
el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos”, dice Francisco,
“se
anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas”.
Sobre ese punto, Mons. Romero llegó a decir que la pobreza es, por tanto, un diagnóstico
de la presencia del pecado estructural. “La
existencia, pues, de la pobreza como carencia de lo necesario, es una denuncia”,
dijo.
Entonces, sumergiéndose en el mundo de los pobres, la Iglesia “recobra un sentido más claro de lo que es el
pecado”, dijo Romero.
Romero expuso sobre el significado del
pecado estructural en su segunda carta
pastoral, en la que lo definió como “aquellas estructuras sociales, económicas, culturales y políticas que
marginan eficazmente a la mayoría de nuestro pueblo”. En cierto sentido, Romero
argumentó, las denuncias de la Iglesia no son nuevas: “Propiamente la Iglesia ha denunciado durante siglos el pecado”,
incluyendo el pecado que corrompe las relaciones entre individuos. “Pero ha vuelto a recordar lo que, desde sus
comienzos, ha sido algo fundamental: el pecado social, es decir, la
cristalización de los egoísmos individuales en estructuras permanentes que
mantienen ese pecado y dejan sentir su poder sobre las grandes mayorías”.
Y “En
su acercamiento a los pobres, la Iglesia comprende que el pecado es cosa grave”,
pronunció.
“Pecado
es aquello que dio muerte al hijo de Dios y pecado sigue siendo aquello que da
muerte a los hijos de Dios”, dijo Romero. En consecuencia, la pobreza
ofrece una catequesis auto- contenida: “Esa
verdad fundamental de la fe, la vemos a diario en situaciones de nuestro país”,
dijo Romero.
Al igual que Romero, “Francisco analiza la economía desde el punto de vista de los pobres,
que está en línea con la perspectiva de Jesús”, dice Rodríguez Maradiaga. Y
“Francisco reconoce en esas estructuras
injustas una enfermedad del sistema como tal”.
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