La primera película de Hollywood financiada por la Iglesia Católica estrenó
hace veinticinco años, el 25 de agosto de 1989. “Romero” hizo debut con la actuación
estelar del puertorriqueño Raúl Julia (“El beso de la mujer araña” y la franquicia
de “La Familia Addams”) como el arzobispo salvadoreño Óscar A. Romero, y fue
dirigida por el australiano John Duigan. El escritor fue Juan Sacret Heart y el productor fue el P. Ellwood E. Kiesel de
Paulist Pictures. “No obstante su origen
religioso”, escribió el New York Times, la película fue “francamente un proyecto comercial dirigido a
un público de masas”. Pero a diferencia de lo que ocurre en otros sets de películas,
el reparto y el equipo de “Romero” se reunían cada semana para oir la misa, con
el productor (el P. Kiesel) de celebrante.
Un cuarto de siglo después, “Romero” se ha conservado bien, atrayendo una reverencia
inusual (en el sito web RottenTomatoes le dan el
75% de aprobación crítica y el 81% de apreciación de audiencia), y ha tenido
sin duda un gran impacto cultural, llevando a su sujeto a la estatura icónica
que solo la gran pantalla puede lograr:
- Lanzada antes de haber transcurrido diez años desde del asesinato de Romero en el año 80, la película fungió esencialmente como el primer borrador de la leyenda Romero, presentando lo que se ha convertido en el paradigma dominante para contar su historia—con todo y su motivo del estudioso conservador que se convierte en un revolucionario después de experimentar un cambio radical tardío, después del asesinato de un amigo cercano.
- La película ha sido fundamental para llevar a Romero al público, sobre todo en el mundo de habla Inglés. Sin duda, el asesinato de Romero estuvo en los titulares internacionales al final de la Guerra Fría, pero la película presenta un retrato íntimo que resuena mucho más que un titular, y trajo a los espectadores frente a frente con la interpretación del mártir elegante y bien elaborada de Raúl Julia. La película anticipa la institución de la causa de canonización de Romero en 1994, y la inauguración de la estatua de Romero en la fachada oeste de la abadía de Westminster en Londres en 1998.
- Veinticinco años después, “Romero” ya cobra un lugar legítimo en el cine católico. En 2004, el National Catholic Register y la revista Faith & Family clasificaron a “Romero” en posición no. 26 en sus “Películas Pro-católicas Top100”, y cuando se puso en marcha la “Quinquenia por la Libertad” de los Obispos Católicos de Estados Unidos en el 2012, el Register recomendó ver a “Romero” durante la QPL. “Romero” aparece habitualmente en las principales listas del cine católico, incluyendo uno publicado a principios de este año.
El fallecido Roger Ebert dio alabanzas modestas a “Romero”, escribiendo que
“la película tiene un buen corazón, y la
actuación de Julia es muy interesante, sobria y considerada”. Sin embargo,
Ebert calificó, “la debilidad de la
película es una cierta previsibilidad implacable: Podemos presentir en cada
momento lo que debe ocurrir en seguida, y la trayectoria generalizada de la
película parece ordenada incluso ya en los primeros tiros. Como resultado, la
película no mueve muchas pasiones, y parece más bien afligida que enojada”. Aunque Ebert hace criticismos válidos (es por
eso que lo citamos), su punto final parece evadir la meta. El verdadero Romero
no era enojado, y de esta manera la película pinta un retrato auténtico de su sujeto.
Algo que “Romero” no se propuso ser, y nunca debe ser pensado ser, es historia. El film es muy preciso como un
boceto de un personaje, como un examen psicológico, y como una radiografía
emocional de la historia que cuenta. Pero a la mayoría de los personajes que
aparecen en la pantalla se les ha cambiado el nombre, probablemente para evitar
demandas por difamación de las personas verdaderas, que aún vivían cuando se
hizo la película. Muchos otros personajes son totalmente ficticios o representan
compuestos de varias figuras históricas, editados para simplificar la historia
o darle prisa. No es deshonesto: la misma práctica se da en otras películas,
como “Cristiada” (2012). De la misma forma, hay episodios y eventos que nunca
sucedieron (por ejemplo, Romero en la cárcel), pero las dramatizaciones son
alegóricas y elucidan la verdad, mientras que otros eventos importantes que sí
sucedieron quedaron afuera (por ejemplo, las reuniones de Romero con los papas
).
La decisión editorial con mayores consecuencias ha sido sin duda la
determinación de retratar a Romero como una conversión de camino-a-Damasco.
Cuando abre la película, Romero es un retirado, reservado, y vilipendiado clérigo
(“¡Cualquiera menos Romero!” se les escucha
a sacerdotes jóvenes quejarse entre sí, en su presencia). Este Romero se
demuestra muy cercano a la aristocracia. Al final de la película, Romero se ha
hecho un defensor apasionado y valiente de los derechos humanos, querido por las
mayorías pobres, y ahora odiado por los oligarcas que eran sus amigos al
principio. La película en sí se equilibra en su tratamiento, pero al establecer
a Romero en esos contrastes invita al abuso del modelo de la “conversión” de la
vida de Romero. Tomemos, por ejemplo, esta descripción de la pre-conversión de
Romero: “se puso del lado de los
terratenientes codiciosos, los agentes del poder, y los escuadrones de la
muerte”. Esto es una grotesca tergiversación—especialmente la parte que
Romero estaba “del lado de ... los escuadrones de la muerte” es un la mentira
obscena. Pero esta caricatura surge del modelo de conversión repentina
implementado con tanto éxito en “Romero”.
Otra decisión narrativa relacionada que puede haber trochado el
conocimiento de Romero ha sido la decisión de contar sólo los últimos tres años
de la vida de Romero. Hoy en día, incluso entre los admiradores de Romero, solo
se conocen sus años de arzobispo. Si te encuentras con una cita de Romero, vendrá
casi con toda seguridad de sus sermones de sus tres años como arzobispo. A
pesar de que mantuvo un diario y otros apuntes por toda su vida, sólo sus
diarios de sus tres años como arzobispo han sido publicados y traducidos.
Podría decirse que, para entender lo que motivó a Romero, se tiene que entender
quién era en realidad antes de cualquier conversión. Incluso si se acepta el hecho
de su conversión, la naturaleza y el alcance de la misma sólo se entenderá si se
puede adquirir un concepto de lo que Romero hizo con los primeros sesenta años
de su vida, y no sólo los últimos tres.
Irónicamente, en estas notas que suenan fuera de tono, “Romero” cobra
relevancia, ya que sigue representando el mejor punto de referencia (y, muchas
veces, el material de origen) para entender el
mito de Romero, versus su personaje histórico. Incluso cuando se trata de
acercarse a la verdad sobre Romero, esta narración tan estilizada y hasta un
poco ficticia le gana a los documentales sobre Romero que se han hecho, incluyendo
el ofrecimiento “Monseñor: El último viaje de Oscar Romero” de 2011 y el documental
mexicano “El Cielo Abierto” del 2012. No obstante que estas películas hayan
recuperado gran parte de los detalles históricos que “Romero” dejó en la sala
de montaje, jamás alcanzan el sentido de arte y de poesía en la que cada toma “Romero”
supera a las otras versiones más históricamente correctas. (Óscar Romero
también fue interpretado en la película de Oliver Stone “Salvador” del 1986, y
en el película hecha para la televisión “Choices of the Heart” (“Opciones del
Corazón”) del 1983; “Romero” es superior en cuanto a la representación del
Arzobispo se trata.)
Por último, de manera que “Romero” llega a los veinticinco años, es sorprendente lo relevante que sigue siendo para decirle al mundo que la persecución y el martirio son verdaderos, incluso cuando vienen atados a contextos culturales y políticos complejos. Los titulares del día sobre la persecución de los cristianos en Irak y otras regiones en conflicto son suficientes para probar el hecho de que la historia de Romero no es una alusión anacrónica a una época de antaño—los mártires batidos por los torbellinos de la política aún existen hoy en día. Los comentarios del Papa Francisco volando de regreso a Roma después de haber beatificado a 124 mártires en Corea son instructivas. El martirio puede ser una muerte impuesta “por confesar el credo o por hacer las cosas que Jesús nos manda a hacer por el prójimo”, dijo el Papa. “Para mí, Romero es un hombre de Dios”.
La película de John Duigan de 1989 sigue siendo la mejor sobre “Romero”, y
sigue siendo tan urgente como hace 25 años lo fue.
Ver también:
Becket (película sobre el último arzobispo asesinado al altar, antes de Mons. Romero)
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Becket (película sobre el último arzobispo asesinado al altar, antes de Mons. Romero)
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