BEATIFICACIÓN
DE MONSEÑOR ROMERO, 23 DE MAYO DEL 2015
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Durante su viaje
por Ecuador, Bolivia y Paraguay, el Papa Francisco tiene un compañero de camino
en el Beato Mons. Óscar A. Romero, el arzobispo mártir de El Salvador. Muchas notas periodísticas sobre el viaje han mencionado la
beatificación de Romero este mayo pasado como uno de los puntos resaltantes del
pontificado Bergoglio y el énfasis del viaje papal sobre la pobreza y la
desigualdad social hacen al Beato Romero un referente para esta visita.
El Beato Romero
figuró en el viaje desde el momento en que el pontífice pisó tierras
latinoamericanas cuando el Presidente Rafael Correa, en su discurso de
bienvenida a Ecuador a Francisco, le afirmó: “Gracias a Dios la Iglesia latinoamericana
nos ha dado extraordinarios pastores, como Monseñor Óscar Arnulfo Romero,
mártir de nuestra América recientemente beatificado por usted”.
El mismo Papa
Francisco enmarcó a Romero en un contexto latinoamericano cuando, en su
expansivo mensaje por
la beatificación del mártir, dijo que era un “día de fiesta para la Nación salvadoreña, y también para los países
hermanos latinoamericanos”. También
dijo que el mensaje de Mons. Romero era una interpelación a la unidad en torno
a la paz y la reconciliación con relevancia a todo el continente: “A esto es a lo que está llamada hoy la
Iglesia en El Salvador, en América y en el mundo entero: a ser rica en
misericordia, a convertirse en levadura de reconciliación para la sociedad”.
Si estas
declaraciones no pusieran a Romero al centro de la noticia, entonces el mensaje
teológico de este viaje haría de Romero un referente para la visita
apostólica. Respondiendo al mensaje de
bienvenida al Presidente del Ecuador, Su Santidad parafraseó su
esperanza para la América Latina: “que
los logros en progreso y desarrollo que se están consiguiendo se consoliden y
garanticen un futuro mejor para todos, poniendo una especial atención en nuestros
hermanos más frágiles y en las minorías más vulnerables, que son la deuda que
todavía toda América Latina tiene”.
Días antes de partir de Roma, el Papa publicó su intención
evangelizadora para el mes de julio que enmarcaría su viaje: “Para que, ante las desigualdades sociales,
los cristianos de América Latina den testimonio de amor a los pobres y
contribuyan a una sociedad más fraterna”.
Todo esto nos
hace pensar de una de las frases con que Mons. Romero fue elevado
a los altares: aquello de ser un “Evangelizador y padre de los
pobres”. En su homilía en el Parque
Bicentenario de Quito, Francisco profundizó sobre el tema de la evangelización,
predicando que “La evangelización no
consiste en hacer proselitismo”. En
vez de hacer proselitismo, exhortó el papa, “tengan los sentimientos de Jesús ¡Sean un testimonio de comunión
fraterna que se vuelve resplandeciente! Y qué lindo sería que todos pudieran
admirar cómo nos cuidamos unos a otros. Cómo mutuamente nos damos aliento y
cómo nos acompañamos”.
Finalizó
diciendo: “Eso es evangelizar, ésa es nuestra revolución –porque nuestra fe siempre es revolucionaria–,
ése es nuestro más profundo y constante grito”. Las palabras del papa parecen explicar aquella
frase de la beatificación de Mons. Romero y, en torno, la praxis del Beato
Romero parece ilustrar esta predicación del papa. Por esa mutua referencia, el Santo Padre y el
Beato Romero son compañeros de camino en la evangelización del Continente.
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