BEATIFICACIÓN
DE MONSEÑOR ROMERO, 23 DE MAYO DEL 2015
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Esto fue
publicado originalmente en FirstThings.com
el 8 de julio de 2015.
El arzobispo
salvadoreño Óscar Romero, asesinado por un francotirador de ultraderecha celebrando
misa en 1980, fue elevado a los altares en una magnífica ceremonia de
beatificación en San Salvador este mes de mayo. La beatificación de Romero estuvo
llena de notas de reconciliación, que parecían marcar el final oficial del luto
por la guerra civil salvadoreña, oficialmente desatada por su asesinato. Las
palabras del Salmo 125, entonado por el coro, parecía resumir el día: “Los que sembraban con lágrimas cosechan
entre cantares”. Medio millón de personas se reunieron alrededor de un
altar temporal tapizado en rojo martirial y coronado en los colores Vaticanos
de amarillo y blanco, en una emblemática plaza de San Salvador llamada Salvador
del Mundo por el homónimo patrón del país. Cinco presidentes latinoamericanos
estuvieron presentes, y tanto el Papa como el Presidente de los Estados Unidos
emitieron declaraciones para la ocasión. Casi 1.300 sacerdotes concelebraron;
la procesión de entrada se tardó media hora en completar. El templete estuvo
respaldado por un volcán imponente, y sobrevisto de un halo solar inesperado
que apareció poco después que fue proclamada la beatificación de Romero.
El templete. |
Cuando
el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los
Santos—el funcionario Vaticano a cargo de la ceremonia—entró en la plaza, estaba
sonriendo y saludando, al parecer incorporándose al espíritu entusiasta del
evento. El tono alegre del coro de 125 miembros en cuatro voces hacía pensar en
un grupo evangélico norteamericano, y un observador desinformado podría ser
perdonado por no darse cuenta que se trataba de la beatificación de un hombre
que había sido asesinado apenas treinta y cinco años antes en medio de masacres
generalizadas y una fratricida guerra civil. Todo sobre la escena estaba en
marcado contraste con el pavor de aquellos años. Mientras que Romero había sido
anteriormente una figura divisiva, ahora era universalmente acogido. La hermana
y el hijo del hombre acusado de haber ordenado su asesinato tenían asientos VIP
en la ceremonia. Si bien Romero había sido rechazado por sus compañeros obispos
salvadoreños, los aproximadamente cien obispos en la beatificación vestían
casullas luciendo su escudo episcopal, y el Cardenal Amato llevaba una mitra
blasonada con el lema episcopal de Romero: “Sentir
con la Iglesia”.
Vendedora ve la procesión de los obispos. |
“Siguiendo el evento, viendo el transcurso de
la celebración eucarística”, dijo Luis Badilla, un observador de la iglesia
con sede en Roma, “tengo la fuerte
sensación de que Romero estaría muy feliz. Me ha parecido una ceremonia muy
mansa, muy humilde, bellísima. No ha faltado nada y nada ha sobrado. Ha sido
una ceremonia desde la pobreza en dignidad, al igual que Romero”. La
asistencia fue al menos igual a, y probablemente ha superado, la de las
beatificaciones del Padre Pío, de la Madre Teresa y de San Josemaría Escrivá, pero
todo ha corrido sin ningún contratiempo.
Fieles se arrodillan en el pavimento durante la Comunión. |
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