AÑO
JUBILAR por el CENTENARIO del BEATO ROMERO, 2016 — 2017:
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El cardenal designado visita la Tumba del Beato Romero después de su nombramiento. Recuadro: con el mártir en vida. |
Roque Dalton,
el poeta salvadoreño más insigne de la historia moderna de su país, tiene un
poema llamado “El turno del ofendido”, que celebra la eventual reivindicación
de alguien que ha sido burdamente ignorado por mucho tiempo: “Habéis despreciado mi amor/os reísteis de su
pequeño regalo ruboroso/sin querer entender los laberintos/de mi ternura”. Para mí, nada explica el nombramiento de
Mons. Gregorio Rosa Chávez como cardenal, que el deseo del Papa Francisco de
corregir un tremendo error histórico—el haber pasado por alto al “discípulo de
Mons. Romero” para un nombramiento al arzobispado y el resultante aislamiento
que Rosa Chávez ha sufrido en la sociedad salvadoreña a raíz de la impresión de
que la misma iglesia lo había despreciado.
No nos
equivoquemos: Rosa Chávez se merece el galardón—es por eso precisamente que el
hecho que no se había dado, ha sido un gran descuido. Como ahora lo saben todos, Rosa Chávez fue
elegido por el Beato Óscar Romero como uno de sus más cercanos colaboradores;
de hecho, Rosa Chávez asesoró a Mons. Romero en el campo de las
comunicaciones. Después, fue el mismo papa
San Juan Pablo II quien hizo de Rosa Chávez el obispo más joven del
continente. Fue a Rosa Chávez que el
pontífice polaco confió su considerada opinión de que Mons. Romero era “un mártir”. Después, Rosa Chávez se convirtió en la mano
derecha de Mons. Arturo Rivera y Damas, el sucesor de Romero, en riesgosas
negociaciones por la paz durante el conflicto salvadoreño, convirtiéndose en
una figura de proyección internacional.
Sin embargo,
Rosa Chávez fue sobre-saltado, no solo una, ni dos, sino tres veces en los
nombramientos de arzobispos de San Salvador.
Rosa Chávez no solamente ha sido obispo por más tiempo que los demás integrantes
de la conferencia episcopal salvadoreña, sino que también es más antiguo en el
obispado que todos los obispos eméritos del país (va a tener 35 años de ser
obispo este julio). Durante este
periodo, ha mantenido una postura leal a la Iglesia y a los arzobispos a quien
le ha tocado servir. Su labor a favor de
la Iglesia ha incluido en la administración de Caritas (de cual es líder a
nivel nacional y continental), en su parroquia donde ha desarrollado novedosos
conceptos para la reintegración de los miembros de las pandillas a la sociedad,
y—por supuesto—en su infatigable trabajo de promover la causa y conservar el
legado de su mentor, Mons. Romero.
El cuidado del
Papa Francisco por semejantes desprecios históricos, ya había quedado en
evidencia desde que el pontífice reconoció el trato injusto al que fue sometido
Mons. Romero. “Una vez muerto”, dijo el
pontífice durante una audiencia, “yo era
sacerdote joven y fui testigo de eso; fue difamado, calumniado, ensuciado …
incluso por hermanos suyos en el sacerdocio y en el episcopado”. El papa se declaró conmovido por tal ejemplo:
“Eso a mí me da fuerza”. Puede ser que el papa vea en el obispo
auxiliar una versión en miniatura del martirio de Romero. De hecho, el Papa Bergoglio talvez pueda
tener una sensibilidad por tales casos debido a su propia trayectoria
eclesial. Se sabe que después de haber
sido provincial jesuita de su país, surgieron tensiones entre su orden que lo
llevaron a un “exilio” en Córdoba, en el interior del país. Fue un episodio que el futuro papa consideró
un tiempo de humildad y humillación, antes de ser nombrado obispo y
“rehabilitado” adentro de la Iglesia.
Es por eso que
algunas lecturas del nombramiento Rosa Chávez que infieren una bofetada en la
cara a Mons. José Luis Escobar Alas, al nombrar a su “auxiliar” cardenal y no a
él, me parecen esquivar el blanco. ¡Todo
lo contrario! En primer lugar, según lo
ya establecido, Rosa Chávez, obispo desde 1982, precede a Mons. Escobar, que
fue nombrado obispo en el 2002 (arzobispo desde el 2009). En segundo lugar, al anunciar a Rosa Chávez, el Pontífice resaltó su calidad
de “obispo titular” de una sede honorífica (Mullis). De esta manera, no estaba faltando el respeto
a Mons. Escobar al nombrar su “auxiliar”, sino que estaba tomando en cuenta en
su calidad más o menos equivalente como un obispo pleno—aunque
“titular” (y aunque el título solo sea una ficción protocolar). Finalmente, hay que tener en cuenta el
concepto del poder que tiene el pontífice.
En una homilía pronunciada exactamente cuatro años antes del
nombramiento de Rosa Chávez, el Papa Bergoglio comentaba, “Cuando a una persona se le da un cargo que
según los ojos del mundo es un cargo superior, se dice: ‘¡Ah! A esta mujer la
han ascendido a presidenta de esta asociación y este hombre ha sido
promovido...’ Este verbo: promover: si es un verbo bello, se debe usar en la
Iglesia. Sí: este ha sido promovido a la cruz, en la humillación. Esta es la
verdadera promoción, la que ‘se parece más’ a Jesús”.
Según la
lógica del Papa Francisco, Mons. Gregorio Rosa Chávez ha sido promovido, pero
no solo por la decisión anunciada este fin de semana, sino en la trayectoria
que ha recorrido para llegar a esa meta.
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