Tuesday, October 09, 2018

La última carta de Mons. Romero


AÑO JUBILAR por el CENTENARIO del BEATO ROMERO, 2016 — 2017:

La carta; Mons. Romero dando su discurso; con el Dr. De Somer.
#BeatoRomero #Beatificación
El día de su asesinato, Mons. Óscar A. Romero escribió una carta dirigida al Dr. Pieter De Somer, rector de la Universidad de Lovaina, por haberle otorgado un doctorado honorario el 2 de febrero pasado.  La carta de Romero, escrita en lenguaje respetuoso pero rutinario, del que se suele usar con alguien que el escritor admira pero no conoce, destaca por su calidad ordinaria: no fue escrita para ser una “última carta”.
Muy estimado doctor de Somer:
Deseo expresar en Ud. a esa prestigiada Universidad mi profunda gratitud, por la alta distinción del Doctorado Honoris Causa y la para mí, valiosa oportunidad de expresar mi pensamiento en esa ilustre cátedra.
Asimismo agradezco la cálida acogida que sentí ese día 2 de febrero y, el generoso ofrecimiento de ayudar a estudiantes que deseen cultivarse intelectualmente allí.
Acepte con mi afectuoso saludo y especial admiración, la reciprocidad de mis oraciones.
Una carta escrita para agradecer un acontecimiento ocurrido cincuenta y un días antes tiene que ser calificada como tardía. De hecho, es impresionante que Romero demoraba pero no descuidaba aquellos detalles, y pone en evidencia su lado riguroso, ya bastante conocido. La tardanza, sin duda, es explicable: en el lapso entre el 2 de febrero y el 24 de marzo, Romero había ido a Roma, visitado a Juan Pablo II, hecho sus ejercicios espirituales, comenzado la temporada de Cuaresma, sobrevivido un atentado contra su vida con dinamita, y seguido un espiral de violencia en la vida nacional que lo había llevado a exclamar “¡Cese la represión!
En Lovaina, Romero había pronunciado un discurso que se ha convertido en un verdadero testamento, titulado “La dimensión política de la fe desde la opción por los pobres”.  Su conclusión maestral sigue resonando hasta hoy: “desde la trascendencia del evangelio podemos juzgar en qué consiste en verdad la vida de los pobres; y creemos también que poniéndose del lado del pobre e intentando darle vida sabremos en qué consiste, la eterna verdad del evangelio”.
La carta de Romero refleja cierta serenidad, tomando en cuenta la tempestad que rodeaba al mártir en esos días: agradece la “valiosa oportunidad de expresar mi pensamiento en esa ilustre cátedra”.  También pone en evidencia un hombre con sus ojos fijados firmemente en el futuro: cuando está siendo canonizado en un sínodo dedicado a la juventud, resalta su emoción ante la posibilidad de “ayudar a estudiantes que deseen cultivarse intelectualmente” en la Universidad.
Desde su brevedad, esta última carta refleja la bondad y sencillez de Mons. Romero.

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