AÑO
JUBILAR por el CENTENARIO del BEATO ROMERO, 2016 — 2017:
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Romero en la Plaza de San Pedro, como sacerdote y arzobispo. La próxima vez será como santo. |
Óscar Romero, el
arzobispo mártir de El Salvador, será canonizado en Roma el 14 de octubre de
este año. Así decidió el Papa Francisco
en un consistorio de cardenales, como se había anticipado. Mons. Romero será elevado a los altares a la
par del Papa Pablo VI y otros nuevos santos durante un sínodo de obispos que se
celebrará ese mes en el Vaticano. El
anuncio llegado la mañana del sábado 19 de mayo termina semanas de anticipación
y especulación en torno a la canonización del que muchos ya llamaban “San
Romero de América”.
La noticia detona
en un ambiente festivo en la tierra del santo, donde la Arquidiócesis de San
Salvador ordenó “que el sábado 19, al
conocerse la noticia del lugar y la fecha de la Canonización, a las 6:00 a.m.
hagan sonar las campanas de todas las Parroquias como signo de júbilo por la
noticia”. Otras diócesis circularon
instrucciones similares. La noche previa al anuncio, el Arzobispo de San
Salvador Mons. José Luis Escobar Alas celebró una Misa de Acción de Gracias por
el consistorio en la Cripta de la Catedral Metropolitana donde yacen los restos
de Romero, y posteriormente los fieles mantuvieron una vigilia en el recinto,
entre tamales y oraciones alusivas al obispo mártir.
El consistorio
marca el final del proceso de aprobación de la santidad de Romero, un proceso
largo y complicado. Desde el punto de
vista técnico, el consistorio debe ser el paso más “fácil” en todo el proceso;
nadie ha dudado que Romero lo llegaría a superar. Nadie que llega a ese nivel se detiene
allí. De hecho, algunos hasta dicen que
es una ficción legal. No obstante, el
valor simbólico es enorme porque significa que todo está completo. El caso Romero fascina porque presenta un
gran cambio de fortunas. Romero estaba abandonado, sus propios obispos en
contra de él, murió bajo fuertes acusaciones, su entierro fue un desastre, y
varios gobiernos sucesivos de su propio país lo quisieron relegar al olvido. Pero su fama ha ido creciendo, y ahora
existen libros, una película de Hollywood, estatua en Londres inaugurada por la
reina, y hasta un aeropuerto y un asteroide llevan su nombre. Este proceso simboliza el gran final de su
gran ascenso.
La elección de
Roma como el sitio de la ceremonia indudablemente decepcionará a algunos
seguidores de Romero en El Salvador, que obviamente querían que fuera canonizado
en su tierra. Incluso, la conferencia
episcopal salvadoreña envió una carta al Papa Francisco argumentando que
Romero, conocido como un campeón de los pobres, debería ser canonizado junto a
los pobres de su pueblo. El pasado
lunes, Francisco citó a uno de esos obispos, el Cardenal Gregorio Rosa Chávez,
al Vaticano presuntamente para explicarle por qué sería preferible convertir al
salvadoreño en “San Romero del Mundo” canonizándolo en Roma.
El escenario
Romano se distingue de lo que hubiera sido una canonización latinoamericana en
varios respectos. Primero, la
combinación de un papa latinoamericano, un santo popular latinoamericano, en
tierras latinoamericanas, hubiera elevado el evento a una fiesta
continental. Segundo, una canonización
en El Salvador hubiera significado que solo Romero sería canonizado en esa ceremonia,
haciendo la canonización un enfoque intensamente romeriano. En cambio, en Roma, Romero será uno de seis
santos y no será el referente central ya que Pablo VI le lleva
superioridad. Además, en la práctica del
Papa Francisco, las homilías de las canonizaciones suelen hacer solo breves referencias
a los santos canonizados. Sin duda, el
criterio prevalente es que la Iglesia necesita hacer a Romero más universal y
menos un fenómeno salvadoreño o latinoamericano.
Ahora le pertenece a la Iglesia de todo el mundo.
Ahora le pertenece a la Iglesia de todo el mundo.
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