AÑO
JUBILAR por el CENTENARIO del BEATO ROMERO, 2016 — 2017:
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Foto Televisión Católica Arquidiocesana. |
En su homilía
para conmemorar el tercer aniversario de la beatificación de Mons. Óscar Romero, el
actual Arzobispo de San Salvador, Mons. José Luis Escobar Alas predicó
sobre la necesidad de aprender la “doctrina” de Monseñor Romero para construir
el reino de Dios y poner en práctica el Evangelio de Jesús. [VIDEO; artículo relacionado.] He aquí un
extracto:
Bien
pudiéramos decir con el apóstol de las gentes, que “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”, como lo escribe en
la Carta a los Romanos, en el capítulo ocho.
El escenario en que vivió y murió Mons. Romero fue de mucho
sufrimiento. Momento muy difícil que
después de treinta y ocho años no ha cambiado mucho. Sigue siendo difícil este momento
histórico. Pero Dios habla. El cielo se ha abierto. Su gracia se derrama sobre nosotros y esto
nos mueve a la esperanza, a la fe. Nos
da ánimo para trabajar como nos ha sugerido el mismo Papa Francisco, para
construir el reino de Dios. En la figura
de Mons. Romero, en su persona tan cercana, tan con nosotros, encontramos
ciertamente fuerza y ánimo para trabajar por el reino de Dios, comprometidos
por un nuevo orden social más justo.
Es de
desear que la persona de Mons. Romero sea muy conocida y muy amada y ostente
el lugar que le corresponde como el más grande de los hijos de este país en
toda su historia [aplauso] y que su doctrina sea conocida, aprendida, y
practicada.
Mons.
Romero trabajó incansablemente y con la más grande generosidad, hasta dar su
vida por el bien de este pueblo, por amor a este pueblo, por el bien de sus
hermanos, su rebaño, sus ovejas; luchando con toda el alma y con todo el ser
para que hubiese la paz—una paz con justicia social, que dignifique las personas. Y, como hemos dicho, a casi cincuenta años de
distancia, el ideal de Mons. Romero no se ha cumplido. Desde el cielo, intercede por nosotros. Debemos invocarlo constantemente, pero
también debemos trabajar siguiendo sus huellas, poniendo en práctica su
doctrina.
Es de
desear que la figura y el magisterio de Mons. Romero sea una asignatura de la
escuela en todos los planteles educativos de este país, de modo tal que
todos los estudiantes conozcan a Mons. Romero.
Y por supuesto es de desear que en todas las iglesias, en cada una de
las parroquias, en cada una de las comunidades, se conozca, se medite, y se
practique su doctrina, de modo tal que las enseñanzas de Mons. Romero obtengan
en nosotros lo que él tanto deseó.
Una nueva sociedad. Una sociedad
que haya vencido la exclusión social.
Una sociedad que haya vencido las injusticias, las grandes inequidades
económicas. Una sociedad que haya
vencido la corrupción, la impunidad, y el egoísmo. Que no se postren más ante
los ídolos del dinero y del poder. Que
impere el amor a Dios, el amor al prójimo, la dignidad de la persona y el
respeto a sus derechos. Sin
excepción. Donde nadie sea menos que
nadie.
Somos
un pueblo cristiano. Es un imperativo
entonces poner en práctica el evangelio que Cristo nos ha dejado, dándonos el
mejor ejemplo—lavándoles los pies a sus discípulos, muriendo en la cruz para
salvación nuestra. Mismo evangelio
que Mons. Romero predicó y vivió de forma radical. Es el evangelio que nos mueve a ser mejores,
a ser más justos, a crecer en dignidad y en santidad a los ojos de Dios,
obrando siempre el bien.
Al final de la Misa, el cardenal salvadoreño Mons. Gregorio Rosa Chávez propuso que los fieles leyeran los diarios de Romero para ser expuestos al pensamiento de Romero antes de su canonización en octubre.
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