La santidad de
Mons. Óscar A. Romero es un don para la Iglesia, para su país El Salvador, para
América, y para todo el mundo.
Según la
Fórmula de Canonización, todo santo promueve la “exaltación de la fe católica y crecimiento de la vida cristiana”. Para la Iglesia, San Óscar Arnulfo Romero es
el primero entre los Nuevos Mártires. Él es el primer mártir canonizado de la
era posconciliar; el primer “mártir del
concilio”. Ayuda a la Iglesia a
dimensionar los contornos del martirio en el tercer milenio, pero al mismo
tiempo es un obispo santo, con todos los dotes de un santo tradicional: piedad
sin reproche, caridad y fe y las otras virtudes, un verdadero exponente de la
antigua fe en el mundo nuevo, hombre de oración, adoración eucarística, Rosario
diario, y mortificación disciplinaria.
En las palabras
del Cardenal Amato durante la beatificación,
Amaba
a Jesús, lo adoraba en la Eucaristía, veneraba la Santísima Virgen María, amaba
a la Iglesia, amaba al Papa, amaba a su pueblo ... Romero, de hecho, era como Abraham, un hombre
de fe profunda y de esperanza inquebrantable.
Para El
Salvador, San Romero es un hombre bueno en un tiempo malo, un santo que opera
en medio del conflicto y la corrupción y señala a sus compatriotas un sendero
de decencia en medio de la indecencia.
Cuando El Salvador pierde la fe y abandona su catolicismo, Romero se
compromete con todo en favor de la fe y la moralidad que ella implica. Romero exhorta a su país a descubrir de nuevo
el significado de su nombre preciosísimo, “El Salvador”; el simbolismo de su
fiesta patronal, La Transfiguración; y su papel actual en la historia de la salvación.
En las palabras
de Mons. Vincenzo Paglia después de la beatificación,
El
lema de Mons. Romero “Sentir con la
Iglesia”, podríamos traducirlo para nosotros a “Sentir con Romero”. Si
sentimos con Romero, hermanos y hermanas, El Salvador y el mundo cambiarán.
Para el
continente americano, Romero presenta un nuevo referente de santidad, cuando el
olvido amenaza arrasar con los referentes antiguos, el arzobispo mártir pone en
vigencia aspectos de ellos; la americanidad de Santa Rosa de Lima, y la
trascendencia social de San Martín de Porres.
Como dice el poema de Don Pedro Casaldáliga, el testimonio de San Romero
crea “vida nueva/en nuestra vieja Iglesia”. Continua el obispo poeta:
América Latina
ya te ha puesto en su gloria de Bernini
en la
espuma-aureola de sus mares,
en el retablo
antiguo de los Andes alertos,
en el dosel
airado de todas sus florestas,
en la canción
de todos sus caminos,
en el calvario
nuevo de todas sus prisiones,
de todas sus
trincheras,
de todos sus
altares...
Para el mundo,
San Óscar Romero le recuerda que la religión, en su mejor iteración, no es un
sentimentalismo inútil, ni tampoco una superstición peligrosa, sino que un
aporte esencial para concientizar a un mundo que vira hacia el precipicio del
relativismo. Igual que Mahatma Gandhi y
Martin Luther King Jr., Mons. Romero nos recuerda que una sociedad que hace de
lado a Dios para endiosar el poder peligra de perder todo rasgo de
humanidad/humanismo, y necesita escuchar una voz anclada en la espiritualidad
tradicional de esta civilización para salvarla del abismo. Como bien dijo
el Papa Francisco después de la beatificación:
La
fe en Jesucristo, cuando se entiende bien y se asume hasta sus últimas
consecuencias, genera comunidades artífices de paz y de solidaridad ... Monseñor
Romero nos invita a la cordura y a la reflexión, al respeto a la vida y a la
concordia.
En fin, San Óscar
Arnulfo Romero, es un santo especial.
Comprender su importancia para nuestros tiempos nos ayudará a navegar el
tramo que nos toca vivir en la historia del cristianismo.
Sancte
Ansgarium Arnolfum Romero Galdamez, Ora Pro Nobis!
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