“EL INOLVIDABLE”: Beato JUAN XXIII
Mons. Romero y los Papas (continuación)
Cuando Mons. Romero citó “Una de las bellas páginas de Juan XXIII” (pontificado: 1958-1963) en su Homilía del 4 de septiembre de 1977, bien pudo haberse referido a una de las cartas encíclicas del recordado pontífice; también pudo haber querido referirse a uno de los documentos del Concilio Vaticano II, convocado por el Papa Roncalli. De hecho, la referencia era a una de las “páginas” comunes y corrientes de la vida ordinaria del jefe de la Iglesia conocido por los fieles como “Il Papa Buono” (el papa bueno). Esta es una serie sobre la fidelidad de Mons. Romero a los papas, particularmente a sus enseñanzas sociales.
De hecho, la “página” que Mons. Romero quería señalar en aquella homilía de 1977 era una meditación de Pacelli cuando era un diplomático importante de la Santa Sede. Su oración era: “ ‘Señor, concédeme que conserve siempre la sencillez que aprendí en mi hogar, que no la vaya a perder, porque muchas veces se pierde en estos ambientes diplomáticos, políticos, consérvame, Señor, la sencillez de tu sabiduría’ ”. (Hom. sept. 1977, Supra.) Mons. Romero recordaba que Juan “nunca se avergonzó de su origen campesino”. (“La Iglesia y las Organizaciones Políticas Populares”, Tercera Carta Pastoral de Mons. Romero, 6 de agosto de 1978.) Y “Cuando los papás de Juan XXIII cumplían 50 años de casados”, recordaba Monseñor, el pontífice les envió una carta, diciéndoles, “ ‘hace mucho tiempo que salí de la casa de ustedes; he estudiado en muchos colegios; he leído muchos libros; pero en ninguna parte he aprendido lo que aprendí [con] ustedes’ ”. (Hom. 31 de diciembre de 1978.)
Monseñor llamó a este papa, “el inolvidable Juan XXIII” (Hom. 1 de octubre de 1978) y nunca olvidó la serenidad Juan XXIII al enfrentar su muerte, diciendo que la cama sería su altar. Esto ayudó a Mons. Romero en su ministerio de atender a enfermos. Según la superior de las monjas del Hospitalito donde Mons. Romero vivía, “Antes o después de la hora santa, pasaba Monseñor al hospital a saludar a los enfermitos, por quienes tenía un cariño especial y les decía: ‘Ustedes son el Cristo sufriente y su cama es la cruz’.” (Las hermanas del Hospitalito recuerdan a Monseñor, Carta a las Iglesias, Año XX, Nº.443-444, 1-29 de febrero del 2000.) La agonía de Juan XXIII había sido muy impactante: “cómo murió Juan XXIII, casi a la vista de todo el mundo”, recordaba Mons. Romero. (Hom. 3 de septiembre de 1978.) Antes de la pasión del Beato Juan Pablo II, el fin de Juan XXIII había sido la más ventilada: “Yo no he visto una muerte más pública que aquella que iba diciendo minuto a minuto, la vida que se iba apagando, la hostia que se estaba consumando”. (Ibid.) Este era el ejemplo que Mons. Romero proponía a los “queridos enfermitos que me escuchan—sé que me están escuchando allá en el querido hospital de la Divina Providencia, como en tantos otros hospitales y en tantos lechos de enfermo”. (Hom. 23 de abril de 1978.) Les predicaba que, “el refugio es el lugar donde también trabajan los enfermos”, ya que el enfermo puede ofrecer su enfermedad como sacrificio al Señor: “Que ofrezca su dolor, que ofrezca su enfermedad. Esto tiene valor”. (Hom. 23 de marzo de 1980.)
Evidentemente, Monseñor le acreditaba mucho merito a esta autenticidad de Juan XXIII, y de hecho esta autenticidad hizo su mensaje más conmovedor: “muchas de las ideas avanzadas por Juan ya habían sido expresadas por su predecesor Pío XII. Lo que le dio originalidad y vitalidad a estas ideas fue el espíritu Juanino”. (The Lasting Vision of Pope John [La visión duradera del Papa Juan], TIME, 26 de febrero de 1965.) Por ejemplo, cuando Mons. Romero cita a Juan en su defensa de los derechos de los campesinos, no deja de recordar que el papa “que nunca se avergonzó de su origen campesino, abogó por los cambios necesarios para [proteger a] los campesinos”. (Tercera Carta Pastoral, Supra.)
Cuando Juan publicó su carta encíclica «MATER ET MAGISTRA» en 1961, Romero reconoció de inmediato el lugar que la nueva encíclica tendría en los capítulos de la doctrina social. “Hace 70 años la Iglesia, gracias a la sabiduría de León XIII y su inmortal Rerum Novarum”, tomó cartas en el asunto, y “la nueva encíclica de Juan XXIII resume la enseñanza social de la Iglesia de estos 70 años”, escribió Romero. (O.A.R., Editorial ‘Mater et Magistra’, Sem. CHAPARRASTIQUE No.2373 Pág. 1, 21 Junio 1961, disponible aquí.) También reconoció “La cálida acogida que ha comenzado a recibir la nueva encíclica, por parte de gobiernos y pueblos civilizados”. (Ibid.) Dos años después, Juan publicó «PACEM IN TERRIS», que fue recibida de inmediato como “uno de los documentos más profundos e importantes de nuestra edad”. (TIME, Op. Cit.) En su momento, Romero alabó “la maravillosa carta del Padre Santo que ya va estremeciendo el mundo aún en los ámbitos enemigos de la Iglesia”. (O.A.R., Editorial ‘Pacem in Terris’, Sem. CHAPARRASTIQUE No. 2893 Pág. 1, 19 Abril 1963, disponible acá.)
La “última homilía” de Mons. Romero del día antes de su martirio hace eco de las encíclicas de Juan XXIII, quien había dicho en la «PACEM IN TERRIS» que cuando una ley o disposición (o sea, orden) es “opuesta a la voluntad de Dios ... ni la ley promulgada ni la disposición dictada pueden obligar en conciencia al ciudadano, ya que es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”. («PACEM» ¶ 51.) Y Mons. Romero predicó el 23 de marzo: “Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado”. (Hom. marzo 1980, Supra.) En gran parte, por estas palabras, el siguiente día, fue asesinado. Palabras que en 1963 fueron elogiadas como “un vistazo de cómo podría parecer el mundo si fuera gobernado por el amor”. (TIME, Ibid.) Palabras empapadas del “el espíritu Juanino”.
SIGUE: Pablo VI
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