Es auténticamente un artículo de
fe que la pobreza es un elemento central en la teología de la Navidad. El
Catecismo de la Iglesia Católica así lo proclama: “Jesús, desde el pesebre hasta la cruz comparte la vida de los pobres”.
[Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica 544.] El Beato Juan Pablo II
reiteró esa doctrina, predicando que, “Cristo
que, siendo rico se hizo pobre libremente, nació en la pobreza de un pesebre,
anunció la liberación a los pobres, se identificó con los humildes, los hizo
sus discípulos y les prometió su reino”. Benedicto XVI ha señalado el hecho
de que Jesús nació entre una familia humilde rodeada por “pobres y anónimos pastores... Los pequeños, los pobres en espíritu:
éstos son los protagonistas de la Navidad, tanto ayer como hoy”. El Papa
Francisco nos interpreta la implicación de ese hecho: “significa que para ser como Él, no debemos ponernos por encima de los
otros, sino más bien abajarnos, ponernos al servicio, hacernos pequeños con los
pequeños y pobres con los pobres”.
Mons. Óscar A. Romero fue aún más
sucinto en su formulación del tema: “el Cristo de Belén es la síntesis divina de
todo el Evangelio que tengo que predicar”. [Sem. Orientación, 25 de
diciembre de 1977.] Explicándolo con más
detalles, Mons. Romero expone que, “a
partir de Belén los cristianos ya no podemos inventar otro Cristo ni otra
doctrina liberadora que no sea la del auténtico Evangelio: el Evangelio de la
pobreza y de la austeridad, el del desprendimiento y de la obediencia a la
voluntad del Padre, el de la humildad y del camino hacia las bienaventuranzas y
hacia la cruz”. Id. Desde la pobreza y la humildad hasta la cruz, solo hay
un paso, anuncia Monseñor, que es el rechazo de un mundo no preparado para
aceptar el trastorno de tener un humilde como Dios y Señor: “esta Iglesia, como Cristo, se desarrolla
también en una noche de tinieblas, y así dice la lectura del Evangelio de San
Juan: ‘Vino a este mundo y este mundo no lo conoció’.”
Para evitar ese desconocimiento,
esa falta de comprensión, Mons. Romero anuncia la “buena nueva” en el lenguaje más concreto y más urgente que es capaz
de concebir y proclama, “Cristo no nació hace veinte siglos, Cristo
está naciendo hoy en nuestro pueblo”. Lo hace para dar mayor
efectividad a su advertencia: “no
busquemos a Cristo entre las opulencias del mundo, entre las idolatrías de la
riqueza, entre los afanes del poder, entre las intrigas de los grandes”.
Hacerlo sería esfuerzo en vano: “Allí no
está Dios. Busquemos a Dios con la señal de los ángeles: reclinado en un pesebre,
envuelto en los pobres pañales que le pudo hacer una humilde campesina de
Nazaret, unas mantillitas pobres y un poco de zacate como descanso del Dios que
se ha hecho hombre, del Rey de los siglos que se hace accesible a los hombres
como un pobrecito niño”. En el mundo de hoy, “habría que buscarlo entre los niños desnutridos que se han acostado
esta noche sin tener que comer. Entre los pobrecitos vendedores de periódicos
que dormirán arropados de diarios allá en los portales. Entre el pobrecito
lustrador que tal vez se ha ganado lo necesario para llevar un regalito a su
mamá, o quien sabe del vendedor de periódico que no logró vender los periódicos
y recibirá una tremenda reprimenda de su padrastro o de su madrastra”.
En una famosa frase, ampliamente
difundida, Mons. Romero predicaba que, “nadie podrá celebrar la Navidad auténtica si
no es pobre de verdad”. Aplicando la doctrina social a lo que dice el
Catequismo, Monseñor explicaba que, “Los
autosuficientes, los orgullosos, los que desprecian a los demás porque todo lo
tienen, los que no necesitan ni de Dios, para esos no habrá Navidad. Sólo los
pobres, los hambrientos, los que tienen necesidad de que alguien venga por
ellos tendrán a ese alguien, y ese alguien es Dios, Emmanuel, Dios con Nosotros”.
Y en palabras aferradas al sentido común, explicaba, “No se puede desear comer cuando no se tiene hambre, no se puede tener
necesidad de Dios cuando se es orgulloso, autosuficiente. Sólo los pobres, sólo
los que tienen hambre serán saciados”. Una bienaventuranza navideña: “Dichosos los que ven venir la Navidad como
el hambriento ve venir algo que comer. No se puede anhelar la liberación, la
libertad, si no se tiene conciencia de estar esclavizado”.
Cuando el Papa Benedicto XVI
inauguró en el año 2009 un almuerzo navideño con los pobres, reconociendo esta
importante nota de la doctrina social en la Navidad, el pontífice comentó, “He venido a estar entre vosotros
precisamente en la fiesta de la Sagrada Familia, porque, en cierto sentido, se
parece a vosotros”. Palabras del papa emérito que hacen recordar lo que
dijo Monseñor Romero treinta años atrás: “Como
nos parecemos a Jesús en Belén esta noche los salvadoreños cuando tenemos una
sociedad que se puede presentar como la pobreza acabada del Belén de María, de
José y de Jesús”.
Monseñor Romero nos recuerda que a través de los pobres nos acercamos a la Navidad y a Dios.
[Esto ha sido una actualización de una nota anteriormente publicada.]
Monseñor Romero nos recuerda que a través de los pobres nos acercamos a la Navidad y a Dios.
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