BEATIFICACIÓN
DE MONSEÑOR ROMERO, 23 DE MAYO DEL 2015
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Un comentario del
escritor salvadoreño Berné Ayalá sobre los aspectos forenses del asesinato del
Beato Óscar Romero presenta nuevos insumos para analizar el “odium fidei” (odio a la fe) de los
asesinos. Ayalá, que tuvo militancia
política y militar en el Partido Comunista Salvadoreño durante la guerra civil
salvadoreña, examina las armas y el daño causado, para llegar a la conclusión
esencialmente que Mons. Romero fue cazado como un animal por sus perseguidores,
casi como un nuevo San Sebastián—el santo generalmente representado atado a un
poste bajo una lluvia de flechas de perseguidores que quieren asegurar que esté
muerto.
Los asesinos
de Romero, dice Ayalá, utilizaron “un
arma y munición que suele utilizarse en un deporte como la caza”; pero no
una caza cualquiera—dígase, codornices o conejillos de indias—sino la “caza mayor” como de osos polares. El objetivo al desplegar tan gran poder de
fuego y fuerza destructiva era de lograr un golpe certero, una matanza quirúrgica. Ayalá se refiere al fusil listado en la
agenda de la “Operación Piña” allanada en posesión de Roberto D’Aubuisson en
1980 que Ayalá considera que fue utilizado—el .257 Roberts. Una fanática en una página web de cazadores
deportivos pavonea haber matado un oso con un rifle Roberts, mientras que en
otra página, otro deportista comenta la facilidad con la que derribó un ciervo
mula: “Este ciervo absorbió un tiro desde
200 yardas introducido detrás del hombro en ángulo bastante ajustado y le salió
por el cuello. Cayó tan rápido que pensé
que se había vaporizado.”
Víctimas del .257 Roberts. |
Si bien Ayalá (autor
de “La Bitácora de Caín”—una novela sobre la conspiración para asesinar a Mons.
Romero) se limita a comentar las implicaciones logísticas y operacionales del
crimen, no deja de aludir a los aspectos teológicos del asunto. Cazar a un hombre como un animal, sujetar a
la autoridad más alta de la Iglesia a una trata así bestial, es negar al hombre
la dignidad de ser hijo de Dios y por eso implica odio a la fe que nos enseña
lo contrario. En contraste a otros
asesinatos desordenados y brutales de la época, el asesinato quirúrgico del
despreciado arzobispo “polémico”
refleja una gran determinación para acabar con él.
“Este crimen requirió de una pericia
especial, de una fineza muy calculada y fue
concertado por una élite con abundantes recursos materiales y
financieros”, finaliza Ayalá. “El secreto que ronda este caso solo puede
mantenerse con las babas del poder”.
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