AÑO
JUBILAR por el CENTENARIO del BEATO ROMERO, 2016 — 2017:
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Foto EL FARO. |
El regreso del
recién ascendido cardenal salvadoreño Gregorio Rosa Chávez a su país natal el 4 de julio de 2017 fue
atendido con la bienvenida que normalmente se le da a un héroe de guerra o del
deporte. A la espera en el Aeropuerto
Mons. Romero estaba la conferencia episcopal del país y el Presidente de la
República. Por toda la carretera que del
aeropuerto lleva hacia la capital se encontraban congregaciones de admiradores;
la caravana de Rosa Chávez se detuvo a saludarlos, en un caso, desde la parte
trasera de un camión ‘pickup’. El purpurado hasta se volvió “trending topic” en Twitter por su
entrada sensacional.
Si bien el
nombramiento de Rosa Chávez al colegio cardenalicio conlleva “un elemento personal” (en las palabras
del neocardenal)—un reflejo de sus propios méritos—su nominación es también un
reflejo del ascenso continental de la tendencia progresista en la iglesia de
cual el nuevo purpurado es un ícono. Ese
movimiento es en parte una reivindicación, como analizábamos en una
nota anterior, no solo de Rosa Chávez, sino también de personajes
como su mentor, el Beato Óscar Romero, el obispo mártir del continente. Asidua ha estado la insistencia de Rosa
Chávez en que el honor le pertenece a Romero.
En su primera parada formal tras su ingreso, Rosa Chávez visitó la Tumba
de Romero en la Cripta de Catedral donde dedicó emotivas palabras a su patrono:
“Mons. Romero antes de haber nacido estabas
aquí... Estamos aquí gozosos, porque tú
eres el Cardenal de este país. Pedirte que me ayudes a ser un buen
Cardenal, Mons. Romero te necesitamos”.
Este nuevo flujo
hacia el sentido liberador sigue el esquema trazado en la Iglesia
continental. Si bien la conferencia de los
obispos latinoamericanos en Medellín Colombia en 1968 resaltó el espíritu
reformador, la siguiente reunión en Puebla, México (1979), guiada por Juan
Pablo, tuvo un impulso de moderación. El
próximo encuentro, en Santo Domingo (1992), contó más con la incidencia de la
Curia Romana, que con el análisis de la realidad latinoamericana encontrado en
los primeros dos encuentros. Ese
engranaje analítico con los problemas de la sociedad actual, propios de CELAM
en sus reuniones originales, tuvo que esperar a la conferencia celebrada en
Aparecida, Brazil (2007), donde la redacción del documento final estuvo a cargo del
Cardenal Jorge Mario Bergoglio—el ahora Papa Francisco.
El movimiento
restaurador también se puede trazar a través de la historia de la Iglesia en
San Salvador. Durante el siglo XX, la
arquidiócesis vio cincuenta años de pastoral progresista bajo tres arzobispos
sucesivos (Luis Chávez y González, Óscar Romero, y Arturo Rivera Damas), que
comulgaban con las corrientes del Concilio Vaticano II y Medellín (que vio
nacer la frase “opción preferencial por los pobres”). Después de una guerra civil de 12 años que
comenzó en 1980, la Iglesia volvió a tener una línea más tradicional bajo la
mira del arzobispo conservador Fernando Sáenz Lacalle, un ex capellán militar y
miembro del Opus Dei.
Las visitas del
Papa Juan Pablo II a la región (incluyendo El Salvador) en 1983 y 1996 fueron
consideradas como intentos de moderar la inclinación hacia la izquierda en la
iglesia local. El Papa polaco es célebremente recordado por amonestar “¡Silencio!” a simpatizantes sandinistas
en Managua, y por regañar públicamente al p. Ernesto Cardenal, agitando su dedo
frente a su cara al saludarlo en la pista del aeropuerto, por integrarse al
gobierno marxista. Sin embargo, el pontífice polaco también creó a Oscar
Rodríguez Maradiaga como cardenal en Honduras, y convirtió a Gregorio Rosa
Chávez en el obispo más joven del continente en 1982 (tenía entonces 39 años).
En efecto, el Papa Wojtyla plantó las semillas de la restauración que ha venido
después de un interludio conservador en la region.
La falta de un
cardenal en la Iglesia Salvadoreña se había vuelto palpable—tanto así que el ex
Presidente Tony Saca pidió abiertamente al Papa Benedicto XVI durante una
visita al Vaticano otorgar el título a Mons. Sáenz en el 2005. En tiempos de Romero, el vacío cardenalicio
en el continente latinoamericano era tal que el título de “monseñor” recibido
por Romero en 1967 llegó a cobrar mayor trascendencia—se volvió prácticamente
el nombre propio de Romero, y sigue siendo así llamado con cariño entre los
feligreses. Finalmente, el purpurado
italiano Carlo Maria Martini, el gran león jesuita de Milano, llegó a decir que
Romero era su cardenal favorito ya que el rojo de su sangre martirial lo hacía
como un cardenal “de facto”.
Rosa Chávez obispo (1982) y cardenal (2017); con el Beato Romero, Santa Teresa y San Juan Pablo. |
También se
detecta esta estrategia en las palabras que dijo el Papa a Rosa Chávez en la
intimidad del momento que compartió con él al colocarle la birreta
cardenalicia: “Coraggio! Avanti!” (“ánimo”
y “adelante”).
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