AÑO
JUBILAR por el CENTENARIO del BEATO ROMERO, 2016 — 2017:
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#BeatoRomero #Beatificación
Esta semana—en
vísperas de la canonización de Mons. Romero—el jueves 2, viernes 3 y sábado 4
de agosto, se llevará a cabo la peregrinación sobre “el Camino de Romero” que
este año lleva por nombre “Caminando con San Romero para construir la paz”. Como un aporte a la espiritualidad de este
acontecimiento, quisiera ofrecer algunas reflexiones basadas en la Coronilla del Beato Romero, que también es un camino.
La Coronilla es un camino, porque a través de ella nos trasladamos, de
donde estamos, hacia otro lugar. Es un
recorrido espiritual. Es un acercamiento
a través de cual buscamos aproximarnos en la santidad y situarnos en la
compañía de nuestro santo. En fin, la
Coronilla y la peregrinación a Ciudad Barrios que se hace anualmente, tienen
mucho que decirse, y aquí quisiera comenzar esa conversación tras las dos vías,
los dos caminos ...
SU CAMINO DE VIDA
1era Maravilla Eucarística: El P. Óscar
Romero ofrece su primera misa solemne en Ciudad Barrios después de regresar de
Roma donde fue ordenado sacerdote y realizar su viaje de regreso, durante el
cual estuvo internado en un campo de detención en Cuba. (Ciudad Barrios, El
Salvador, 11 de enero de 1944).
Reflexión: En la Coronilla, comenzamos la trayectoria en Ciudad
Barrios. La peregrinación traza la ruta
al revés—termina en Ciudad Barrios. Pero
no importa en qué dirección nos dirigimos, lo que vamos a reconocer es que en
la vida de Romero, existen estos dos polos: el oriente y la capital, el campo y
la gran ciudad, Ciudad Barrios que lo ve nacer, y San Salvador donde entrega su
vida por Cristo.
Los dos
lugares se vuelven emblemáticos en la vida de Romero. El oriente simboliza la humildad de su
origen. En “Piezas Para Un Retrato”, hay un relato en que Romero habla de donde
viene. “Es que uno tiene raíces”, explica. “Yo nací en una familia muy pobre.
Yo he aguantado hambre, sé que es trabajar desde cipote. Cuando me voy al seminario y le entro a mis
estudios, y me mandan a terminarlos aquí en Roma, paso años y años metido entre
libros y me voy olvidando de mis orígenes”.
Romero habla de su conversión como un retorno a la sencillez de esos
orígenes: “Cambié, sí, pero también es
que volví de regreso”.
Por otro lado,
San Salvador representa el lugar de su gran entrega. En una entrevista a Gloria Silvia Orellana en
el 2010, su hermano Don Gaspar Romero, recuerda que al ser nombrado arzobispo,
el futuro mártir entendió que “Es un alto
honor, pero, también, un alto sacrificio”.
San Salvador es su Jerusalén: “Caminar
hacia Jerusalén significa para Cristo y para todos sus seguidores los
cristianos, ir buscando la voluntad de Dios, camino que él mismo lo anuncia, no
lo desconoce: de sufrimiento, de calvario, de humillaciones, de cruz; pero que
después termina en una meta de triunfo, de victoria, de resurrección” (Homilía del 9 de marzo de 1980).
Y este es el
recorrido que Romero hace repetidamente en su vida. De San Miguel, va a San Salvador de
seminarista. Luego, regresa a San Miguel
hecho sacerdote. De allí lo mandan a San
Salvador a ser secretario de los obispos y luego obispo, pero en San Salvador
encuentra conflictos y problemas.
Después es enviado de nuevo a oriente a ser Obispo de Santiago de María,
donde según Don Gaspar, vive los días más felices de su carrera eclesial porque
le gusta la vida entre la gente sencilla, pero también es donde “se topa con la
miseria”. Y de allí es enviado
finalmente a San Salvador. Estos son los
dos polos de la ruta Romero: la humildad y el sacrificio, la metrópolis y el
campo.
SU “CONVERSIÓN”
2nda Maravilla Eucarística: Tras el
asesinato del P. Rutilio Grande, Monseñor Romero llamó al pueblo a una ‘Misa
Única’ frente a Catedral, donde predicó ante una multitud de más de 100.000
(San Salvador, 20 de marzo de 1977).
Reflexión: Otra manera de meditar la vida de Mons. Romero, quizá
la más acostumbrada, es en torno a su conversión después del asesinato del P.
Grande. Él iba por un camino seguro y de
comodidad: el camino de los ascensos, de los éxitos; hasta se dice que iba
camino a ser cardenal. Pero por su
propia voluntad él elige un desvío que cambia del todo su destino. Es una tremenda lección de vida, porque nos
dicen que estando ya viejo es casi imposible cambiar de esquemas con tanta
radicalidad. Se ha vuelto uno de los
grandes misterios de Romero comprender cómo se da ese cambio, y qué es lo que
lo lleva a dar ese giro monumental.
La conversión de
Romero sigue el modelo de la conversión de San Pablo, una conversión que ocurre
textualmente en el camino, durante un proceso de peregrinar. El giro radical de Saulo/Pablo le da una
credibilidad especial a su testimonio, nos explica el mismo Mons. Romero: “San Pablo es un testigo maravilloso de la
resurrección porque si había un hombre que no hubiera querido creer en Jesús ni
en la resurrección, era el perseguidor Saulo. Creía que los cristianos estaban
engañando a sus compañeros judíos y por eso los perseguía. Y a este Pablo,
convencido de que Cristo no vive, se le aparece Cristo viviente; y [se
vuelve] capaz de dar su vida por esa gran
verdad”. (Hom. 17 feb. 1980.)
Pero el
detalle consiste en no analizar esta conversión solo como un hecho histórico,
algo que vemos por el espejo retrovisor.
Mons. Romero nos enseña que en el camino de la vida, la conversión ve
para adelante, no para atrás. En su
última homilía, Romero expone una visión intima de la espiritualidad de la
conversión de San Pablo, en la que supone que “San Pablo dice: ‘no es que ya haya conseguido el premio sino que corro
hacia adelante, olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que
está por delante; corro hacia la meta para ganar el premio al que Dios desde
arriba, llama en Cristo Jesús’.” (Hom. 23 mar. 1980.)
La ruta de
vida de Romero nos interpela a ver nuestro
futuro desde la óptica de la conversión.
SU ACOMPAÑAMIENTO AL PUEBLO
3era Maravilla Eucarística: Monseñor
Romero regresa a Aguilares para retomar la iglesia del P. Grande después de
estar sitiada por el ejército: "Hoy,
me toca venir a recoger esta Iglesia y este convento profanado, un Sagrario
destruido y sobre todo un pueblo humillado, sacrificado" (Aguilares,
19 de junio de 1977).
Reflexión: En su cuarta carta pastoral, Mons. Romero proclama
que “Sin apartarse de su propia
identidad, al contrario, siendo ella misma, la Iglesia ofrece al país el
servicio de acompañarlo y orientarlo en sus anhelos de ser un pueblo libre y
liberador. Para esto, ella debe realizar el mandato de Jesús: ser luz, fermento
de la sociedad, encarnándose, cada vez más, en la propia historia del pueblo,
en sus angustias y esperanzas”. (Misión de la iglesia en medio de la crisis del país, 61.)
En la misma
carta, Romero habla de un proceso que implica estar en marcha, caminar con el
pueblo y así acompañarlo en su recorrido: “recordemos
que la Iglesia es histórica, que está en camino”, advierte. “La
Iglesia es peregrina”, y por ende “en
su forma de presentar el mensaje único del Evangelio, va evolucionando de
conformidad al momento histórico que vive”.
(Op. Cit., 86.) Pues, “nuestro
pueblo salvadoreño, junto con todo el pueblo latinoamericano va caminando entre
angustias y esperanzas, entre frustraciones y expectativas”. (Ibid.,
85.)
No es
solamente un lenguaje florido, sino que se refiere a un paso necesario que se
debe tomar para orientar la Iglesia adecuadamente para proveer el servicio que
la humanidad de hoy requiere. Es lo
mismo que predica el Papa Francisco, cuando insiste
que el primer paso de la evangelización es “levántate
y marcha”. Advierte el Papa: “La Iglesia para ser siempre fiel al Señor
debe estar de pie y en camino: ‘levántate y marcha’. Una Iglesia que no se
levanta, que no está en camino, se enferma”.
El
acompañamiento es parte del ministerio episcopal de Romero, pero todos podemos
acompañar. En lo personal, yo he
descubierto cómo, en mi ejercicio de abogado, también cabe un sentido de acompañamiento. Mi bufete representó a familias migrantes
separadas por las políticas de Donald Trump.
Por supuesto, mi papel principal era de salvaguardar los derechos
legales de mis clientes. Pero, me he
dado cuenta cuanto valor tuvo para ellos que yo los visitara en los centros de
detención, visitara a sus familiares detenidos, platicara con ellos, les
ayudara con asuntos cotidianos no legales, como conseguir tarjetas telefónicas
para que pudieran llamar a sus familiares.
Todo esto no necesariamente les resuelve su problema legal, pero hace algo de
igual importancia: les regresa la dignidad robada por políticas inhumanas.
Eso es el acompañamiento:
la solidaridad que restaura la condición de hijos de Dios, de hermanos, a las
víctimas de cualquier injusticia.
SU PASO A LOS ALTARES
4rta Maravilla Eucarística: Monseñor
Romero celebraba habitualmente una Hora Santa de Adoración Eucarística en la
capilla del hospital para cancerosos donde él vivió y convocó a los fieles a
participar. "Junto a los enfermos,
podemos al mismo tiempo que hacer un acto de fe en la presencia real de Cristo
en la Eucaristía y ejercitar nuestra oración por las grandes necesidades de la
Patria, de la Iglesia, de las familias, al mismo tiempo hacer un acto de
caridad—que nos manda el Catecismo entre las obras de misericordia—visitar a
los enfermos".
Reflexión: Contemplando el Santísimo Sacramento del altar
podemos pensar sobre el camino de Monseñor en su ascenso a los altares, que
también se trata de un movimiento, un desarrollo que se ha dado a lo largo de
los años y que ha superado obstáculos que en su momento parecían desalentadores. El postulador de la causa, Mons. Vincenzo
Paglia, cuenta que en ciertos momentos, él pensó que tenía cerrado el
camino. El camino a la canonización de
Romero es el camino obstaculizo, el callejón sin salida que finalmente se puede
vencer si tenemos fe y creemos en la justicia del Señor y de su Reino.
El 23 de marzo
del 2012, justo un año antes de la elección del Papa Francisco, el periódico Vatican Insider declaró “Óscar
Arnulfo Romero: la causa perdida”.
El rotativo consideraba (con veracidad) que “los teólogos y los historiadores de la Congregación nunca han iniciado
a trabajar en el material recogido durante la fase diocesana” y por ende, “la fase romana del proceso de beatificación
se encuentra todavía en una vía muerta”.
La conclusión era inevitable: que “el
proceso de beatificación del arzobispo salvadoreño parece haber llegado a un
callejón sin salida”. Ese año se dio
el tristísimo suceso de que el Papa estuvo en América Latina el 24 de marzo sin
mención alguna del significado de dicha fecha para el continente.
Sin embargo, el
próximo año entró el Papa Francisco y aconsejó
que “el pueblo salvadoreño debe de tener
fe en que la canonización de Monseñor Romero avanza al ritmo adecuado”. Y así ha sido: nueve meses después de la
declaratoria de “causa perdida”, el Papa
Benedicto desblocó el proceso, hecho ratificado cuatro meses después por
Francisco; y, a menos de tres años de dicha declaración de fracaso, el 3 de
febrero del 2015, Mons. Romero fue reconocido como un mártir, y ese mismo año fue
beatificado.
Esta
trayectoria es una alegoría para cualquier prueba de la fe. El camino de las trabas siempre implica obstáculos,
corazones cerrados, gente que se nos enfrenta con la pretensión de impedirnos
el paso, pero trabajando con amor, firmeza y fe, todo se puede superar. El intento de bloquear y aislar a Romero comenzó
ya en su vida, pero él jamás se quebrantó en su fe y supo decir con
serenidad, “si me matan resucitaré en
el pueblo salvadoreño”.
NUESTRO SEGUIMIENTO DETRÁS DE SUS PASOS
5nta Maravilla Eucarística: Monseñor Romero
es asesinado "mientras celebraba el Sacrificio del perdón y
reconciliación" (San Salvador, 24 de marzo de 1980; Juan Pablo II,
Palabras en la Catedral de San Salvador, 6 de marzo de 1983). "Por tanto,
una muerte verdaderamente ‘creíble’, de testimonio de la fe." (Benedicto
XVI, Entrevista a los Periodistas, 9 de mayo del 2007.)
Reflexión: Finalmente, el martirio de Mons. Romero nos hace preguntar
si nosotros estaríamos dispuestos a seguir en sus pasos, a seguir su ejemplo, a
acompañarlo y acuerparlo no solo a él sino también a todos los pastores de la
Iglesia profética y perseguida de todos los tiempos y del mundo actual. En su último retiro espiritual a un par de
semanas antes de su muerte, Romero puso su confianza en nosotros, meditando que
en su ausencia, “otros proseguirán con
más sabiduría y santidad los trabajos de la Iglesia y de la Patria”.
El obispo
norteamericano Ricardo Ramírez nos da la
imagen de una Misa comenzada por Romero pero que a nosotros nos toca terminar. En un artículo titulado “La Eucaristía Inconclusa: El legado espiritual de Monseñor Romero”,
publicado en el Canadian Catholic Review
en enero de 1991, el obispo Ramírez concluye,
Muchos ven la “Eucaristía Inconclusa” de Romero como
un símbolo de lo que queda por hacer en El Salvador, en la América Central y
Sudamérica, y en todo lugar que la gente sufre por su liberación.
¿Quién va a terminar la Eucaristía? La Eucaristía es
la recreación del drama de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Lo
que Romero hacía cuando fue asesinado es vivir el Misterio Pascual. Lo hacía a través de un rito que había
realizado toda su vida: ofrecerse a sí mismo con Cristo como ofertorio de paz,
para que la tierra se reconciliara con su creador, y los pecados quedaran
perdonados.
Ahora nosotros debemos
alzarnos a caminar en procesión, y dar continuación a esa Misa. Podemos hacerlo
a través de la caridad, o la promoción de la justicia social, o haciendo obras
de misericordia, o acercándonos a Romero, leyendo sus homilías, su diario, o
tomando parte de una peregrinación como la caminata a Ciudad Barrios que parte
en estos días.
Una gran
manera de caminar con Romero es yendo a la Cripta a meditar la Coronilla con
otros devotos de él (todos los domingos a las tres treinta de la tarde). Después de la caminata a Ciudad Barrios sería
una buena forma de reflexionar sobre la peregrinación.
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