AÑO
JUBILAR por el CENTENARIO del BEATO ROMERO, 2016 — 2017
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La oficina de
intereses de la iglesia latinoamericana y norteamericana (LANACC, por sus
siglas en inglés) ha anunciado los temas para la conferencia anual “Romero Days” en la Universidad de Notre
Dame en Indiana, EE.UU, que iniciará con una misa presidida por el Card.
Luis Antonio Tagle, Arzobispo de Manila, Filipinas el viernes 24 de
marzo, el aniversario del martirio del arzobispo salvadoreño. Durante la conferencia anual que se organiza
desde hace 30 años, el P. Robert Pelton lanzará una propuesta atrevida: nombrar
a Romero “Doctor de la Iglesia”.
Entre el multitudinario
elenco de los santos reconocidosa través de los milenios, solo hay treinta y
seis que han sido destacados con el alto honorífico “Doctor de la Iglesia”, usualmente
reservado para los maestros más eminentes entre los santos. Hay tres requisitos formales. Primero, eminens doctrina (conocimiento
eminente). El candidato debe manifestar
profundidad de penetración doctrinal. Normalmente,
esto viene plasmado sobre un extenso cuerpo de escritos que expresan la
Tradición Católica auténtica y vivificante.
Segundo, insignis vitae sanctitas
(un alto grado de santidad). Esto implica una santidad verdaderamente
sobresaliente, aun entre los santos.
Tercero, Ecclesiae declaratio
(la proclamación de la Iglesia). La cosa
viene declarada por la Congregación para las Causas de los Santos, la misma que
declaró a Romero beato y mártir, y eventualmente se espera que lo proclamará
santo—siempre y cuando se haya hecho un estudio rigoroso sobre el tema. Los procesos duran décadas para llegar a una
declaración doctoral, muchas veces siglos después de las canonizaciones de los
santos implicados en cada proceso.
Para entender
los requisitos, sirve numerar algunos de los santos que han sido reconocidos
como doctores de la iglesia: San Agustín y Santo Tomás Aquino, considerados los
teólogos más famosos en el cristianismo, y varios de los llamados “Padres de la
Iglesia”—los santos que fundaron las antiguas y leyendarias comunidades en el
oriente y el occidente. Así también es
útil examinar las características de un “Doctor” recientemente reconocido, como
es San Juan de Ávila, el místico español reconocido como “doctor” por el Papa
Benedicto XVI en el 2012. En la
aprobación de su proceso, destacaron datos como el hecho de que algunos
contemporáneos, entre ellos papas, lo llamaban “maestro”; que fue teólogo,
inventor y humanista; que escribió un erudito tratado; que fue amigo de varios
santos prominentes y que jugó un papel protagónico en el desarrollo de una
doctrina sistemática sobre el sacerdocio.
¿Estaría el
mártir salvadoreño a la altura de tales requisitos? La respuesta de “sí” empieza en la misma
Universidad de Notre Dame, donde, como mencionábamos al principio de esta nota,
se han presentado conferencias sobre Romero por treinta años. “¿Puede
decirme otro lugar en el mundo donde se están estudiando las homilías de un
obispo que ha estado muerto por 25 años?,” preguntó Mons. Ricardo Urioste, en
Notre Dame en el 2005. Entre los
presentadores en las conferencias han destacado el Cardenal Óscar Andrés
Rodríguez Maradiaga, quien, en su discurso del 2002 propuso a Romero como “Un
Obispo Para el Tercer Milenio”, y el Cardenal Peter Turkson, quien, en su
discurso del 2011, correlacionó a Romero y la parábola del “Buen Pastor”, y un
sin número de estudiosos de Romero.
Dichos
estudiosos han escrito no solo del martirio de Romero, sino también sobre su
pensamiento y predicación: han estudiado sus homilías y otros escritos, los
cuales han sido publicados en múltiples volúmenes, y han sido traducidos a
varios idiomas. Tanto así que durante la
beatificación de Romero, el Cardenal Angelo Amato no
dudó en llamarlo “un obispo
sabio”, mientras que, en un
comunicado de la Casa Blanca de ese mismo día, el Presidente
Obama lo llamaba “un pastor sabio”. El Papa Francisco, en su
mensaje para la ocasión, también presentó a Romero como un
sabio: actuó “con ciencia y prudencia”,
dijo el pontífice. Para el Cardenal
Amato, Romero fue un profeta “como
Abraham”, mientras que el papa dijo que Romero fue “como Moisés”. Cabe mentar
que su figura ha sido defendida por tres papas consecutivos: Juan Pablo II,
Benedicto XVI y ahora el Papa Francisco, y ya en vida Romero había recibido
doctorados “honoris causa” de las
universidades de Georgetown y Lovaina.
A pesar de una
alta reputación como “un sabio”, queda un problema: que Romero no fue un
académico. Pero por eso no deja de tener
un gran impacto sobre la teología, argumenta el Prof. Michael Lee, de la
Universidad de Fordham, uno de esos estudiosos que ha presentado en “Romero Days”. En una
nota en la prensa salvadoreña, Lee explica como Romero, a pesar
de que “no ostentaba un título de
doctorado, no tenía nombramiento en una universidad, y nunca publicó un libro o
un artículo académico” aun así “dejó
un rico legado teológico”. Según
Lee, en el caso de Romero, “su
predicación y ministerio sirvieron, como ha demostrado Martin Maier [un
jesuita alemán que escribe sobre Romero],
de inspiración teológica”.
Por eso, en su
ponencia en la que propondrá a Romero como Doctor de la Iglesia, el P. Pelton
habla de Romero como un “Doctor Pastoral
de la Iglesia Universal”. San Ambrosio
de Milán, que vivió en el siglo IV, fue el primer obispo en ser reconocido como
doctor pastoral. Es interesante en este sentido el comentario
de Mons. Vicenzo Paglia, postulador de la causa, de que Romero es el “primer mártir del Concilio Vaticano II”. Según Paglia, “el martirio de Monseñor Romero es el cumplimiento de una fe vivida en
su plenitud; una fe que emerge con fuerza en los textos del Concilio Vaticano
II”. Para Paglia, Romero es
el
primer testimonio de una Iglesia que se mezcla con la historia de un pueblo con
el que vive la esperanza del Reino … entre los primeros en el mundo que trató
de traducir las enseñanzas conciliares sobre la historia concreta del
continente, teniendo el valor de tomar una opción preferencial por los pobres,
y de dar testimonio, en una realidad marcada por profundas desigualdades, a la
vía del diálogo y la paz.
La idea de un
“doctor pastoral” cobra importancia tras el pontificado del Papa Francisco, que
hace como una síntesis del Concilio en la idea de una iglesia pastoral. De hecho, quizá el impedimento más fuerte que
afronte la candidatura de Romero para doctor sea de tipo litúrgico, o sea de
tradición y costumbres. Ningún mártir ha
sido incluido en la lista, de doctores, ya que el Oficio (las oraciones para la
fiesta litúrgica) y la Misa son para Confesores (santos canonizados por sus
virtudes y no por un martirio). Por lo tanto, Benedicto XIV (papa 1740-1758), autor
de una obra clásica sobre los procesos de canonización, comenta que San
Ignacio, San Ireneo y San Cipriano no son Doctores de la Iglesia por esa razón.
Si Romero llegase
a ser reconocido como doctor de la iglesia, sería un hecho histórico: llegaría
a ser el primer doctor latinoamericano. En ese sentido, este dato lo favorece: uno
puede preguntarse, ¿quién, si no Romero, debería ser el primero desde las
américas? Hace pensar de las palabras de
Gustavo Gutiérrez, el “Padre de la teología de la liberación”, quien dijo que “la historia de la Iglesia en América Latina
se divide en antes y después de Monseñor Romero”.
Muchos esperan
que Romero sea canonizado este año.
Otros tienen esperanzas aún más grandes.
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