“FILIAL ADHESIÓN” A JUAN PABLO II
Durante su dramática visita en tiempos de guerra a El Salvador, el Papa Juan Pablo II homenajeó públicamente a Mons. Romero como “un Pastor celoso y venerado, arzobispo de esta grey” que trabajó para que “cesara la violencia y se restableciera la paz”. (Santa Misa en el “Metro Centro” de San Salvador, 6 de marzo de 1983.) El elogio hubiera agradado profundamente a Mons. Romero, quien había declarado días antes de su martirio, “Hermanos, la gloria más grande de un pastor es vivir en comunión con el Papa”. Tres años antes de que Juan Pablo se arrodillara ante su Tumba, Romero había declarado, “Para mí, es el secreto de la verdad y de la eficacia de mi predicación estar en comunión con el Papa”. (Homilía del 2 de marzo de 1980.)
La Comunión con el Papa se remontaba a la primera misa de Romero como sacerdote en El Salvador, ofrecida en enero de 1944 por la “protección constante de tu servidor el Romano Pontífice”. (James BROCKMAN, Romero: A Life [Romero: Una vida]. Nueva York: Orbis Books, 1989, pág. 39). Cuando Juan Pablo II fue elegido en octubre de 1978, Mons. Romero le envió un telegrama para felicitarlo. El secretario del papa respondió, “el Santo Padre ha recibido con profunda complacencia esta delicada prueba de filial cercanía”, transmitiendo “su paternal bendición para cada miembro” de la arquidiócesis, la cual Mons. Romero comunicó en su homilía. (Hom. 12 de nov. de 1978.) Cuando Juan Pablo II cumplió el primer aniversario de su pontificado, Mons. Romero de nuevo envió un telegrama juramentando su voto de fidelidad: “Nuestra Arquidiócesis renueva sentimientos filial adhesión”. (Hom. 21 de oct. de 1979.)
La “filial adhesión” que expresó Mons. Romero no era un voto vacío, sino una identificación profunda con la Cátedra de Pedro, ya que Mons. Romero consideraba el papel protagónico de su arquidiócesis como una extensión del papel expandido de la Iglesia de Juan Pablo II. Mons. Romero elogió la “actitud maravillosa del Papa Juan Pablo II”. (Hom. 16 de dic. de 1979.) Mons. Romero presentó a Juan Pablo como un papa comprometido y destacó, “su participación en la Conferencia de Obispos de América Latina, su visita a la ONU, sus mensajes a los gobernantes del mundo en que abogó por la paz, por los derechos humanos, por los desposeídos”. (Hom. 23 de dic. de 1979.) Bajo Juan Pablo, Mons. Romero analizaba, es que “la Iglesia asumió un papel mucho más activo en la solución de los grandes problemas latinoamericanos”, en lugares tal como “Nicaragua y en El Salvador, donde los Arzobispos se pronunciaron abiertamente contra los regímenes autoritarios de esos países”. (16/12/1979, ibid.)
Mons. Romero se apegaba incondicionalmente al discurso de Juan Pablo: “Cuando escuchábamos al Papa Juan Pablo II en Puebla”, declaraba él, “me pareció escuchar la síntesis más hermosa del contenido de la fe”. (Hom. 22 de abr. de 1979.) Mons. Romero adoptó el “esquema” de Juan Pablo sobre la Doctrina Social, “cuando Él invitaba a los Obispos, maestros de la fe, a predicar la verdad sobre Cristo, la verdad sobre la Iglesia y la verdad sobre el hombre”. (Ibid.) El mismo Cardenal Ratzinger, ahora Papa Benedicto XVI, ha señalado el mismo discurso de Juan Pablo en Puebla como “la base de la verdadera liberación”. (Instrucción sobre algunos aspectos de la «Teología de la liberación».) Mons. Romero se alegró en reconocer de que Juan Pablo, “apoya la lucha por la justicia social, el amor a los pobres”. (Hom. 9 de marzo de 1980.) También reconocía el carisma especial del papa: “Si conmovió tanto Juan Pablo II en su viaje a México, es porque, ante todo, quiso aparecer como el amigo”. (Hom. 20 de mayo de 1979.) Mons. Romero reconoció el don especial del papa Wojtyla: “un amigo en medio de amigos: el Papa”. (Ibid.)
Todo esto no quiere negar de que hubieron momentos difíciles y que pusieron bajo prueba a la fidelidad fraternal de estos dos grandes hombres. Mons. Romero calificó tales momentos como, “una confrontación de criterios como cuando Pablo iba a Jerusalén a hablar con Pedro”. (Hom. 10 de feb. de 1980.) Pero Mons. Romero insistía que el mensaje del papa, “no fue una regañada para mí como algunos dicen”. (Ibid.) “Un gesto que me quedó grabado para siempre es la atención con que Juan Pablo II escucha”, recordaba Mons. Romero. (Hom. 13 de mayo de 1979.). “Cuando terminaban sus frases y yo comenzaba a hablar, él se ponía todo [en] atención, hasta físicamente se inclinaba para escuchar, como para comprender”. (Ibid.) Aún en la franqueza de Su Diario, Mons. Romero describe un encuentro en que la humanidad de Juan Pablo despeja la dificultad de la hora: “El Papa sentí que estaba muy de acuerdo en todo lo que yo le decía y, al terminar, me dió un abrazo muy fraternal y me dijo que rezaba todos los días por El Salvador”. (Su Diario, 30 de ene. 1980.)
Después de su última reunión con Juan Pablo, Mons. Romero escribió en su diario: “Yo he sentido aquí la confirmación y la fuerza de Dios para mi pobre Ministerio”. (Ibid.)
Antecedentes:
Pronunciamientos de Juan Pablo y Benedicto sobre Mons. Romero