Thursday, March 14, 2013

NOTA AL PAPA FRANCISCO

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Punto para la agenda:      Agilizar la Beatificación de Óscar Romero—este año

Su Santidad conocerá que la Santa Sede recibió el expediente completo sobre el Siervo de Dios Óscar A. Romero hace quince años del presente año.   El año en que el archivo fue transmitido, una comisión del Vaticano designada por su predecesor, el Beato Juan Pablo II, señaló que el arzobispo Romero es “reconocido más allá de las fronteras confesionales” como uno de los “mártires y confesores ejemplares de fe, la esperanza y la caridad”, que podría ayudar a promover la “unidad de los cristianos”.   Cinco años después, un destacado vaticanista escribió que “ningún santo en espera figura de manera más prominente que Óscar Romero”.   El Papa Benedicto XVI confirmó las expectativas que Mons. Romero debería ser beatificado cuando comentó: “No tengo ninguna duda que Romero como persona merita la beatificación”.   Después de varios exámenes exhaustivos de su teología y prácticas, el momento de actuar sobre su causa es este momento.   Este año.

Agilizar la beatificación de Mons. Romero sería un apto homenaje a tres de sus predecesores cuya labor llevaría a su plenitud.   En primer lugar, honraría al Venerable Pablo VI—quien lo ascendió a obispo, al Pontificio Consejo para América Latina, y a la Arquidiócesis de San Salvador— beatificar a Mons. Romero durante este “Año de la fe”. Difícilmente puede haber un modelo para el “Año de la Fe” más convincente que un mártir de la fe.   Como Pablo VI nos recordó al proclamar 1967 como un “Año de la Fe”, en memoria de San Pedro y San Pablo, los mártires son los modelos por excelencia de la fe.   Citó el homenaje del Papa San Clemente: “A estos hombres que se pasaban la vida en la práctica de la santidad, hay que añadir una gran multitud de los elegidos, que, habiendo sufrido por envidia muchas indignidades y torturas, nos dejan a nosotros el ejemplo más excelente”.   (Exhortación Apostólica “Petrum et Paulum Apostolos” .)   En consecuencia, el Papa Pablo tuvo a bien hacer el recuerdo de su martirio el foco central del “Año de la Fe” de 1967, preguntando retóricamente: “¿Cómo no conjurar ante la tumba de un ‘Apóstol y Martyr’, nuestro compromiso a practicar con coraje apostólico y celo misionero, la fe que él ha  enseñado y transmitido a la Iglesia y al mundo, con sus palabras, con sus escritos, con su ejemplo, con su sangre?   (Ibid).

En segundo lugar, haría honor al Beato Juan Pablo II que Mons. Romero sea beatificado sin más demora, con el fin de enviar un mensaje de esperanza a los pobres porque, como exhortaba Juan Pablo: “¡Los pobres no pueden esperar!   (Discurso a los delegados de la Comisión Económica para América Latina.)   El gran pontífice reconoció: “La situación de éstos está pidiendo medidas extraordinarias, socorros impostergables: subsidios imperiosos”.   (Ibid). El Pontífice se refirió a la asistencia material a los pobres de fuentes ajenas a la Iglesia cuando dijo: “Los que nada tienen no pueden aguardar un alivio que les llegue por una especie de rebalse de la prosperidad generalizada de la sociedad”.   (Ibid).   Pero el mismo principio agilizador se aplica a la respuesta de la Iglesia y puesto que la misión de la Iglesia es ante todo espiritual, la Iglesia está llamada a responder a la situación con las herramientas que tiene, los talentos y dones que posee.   La solidaridad como actitud de fondo implica”, dijo Juan Pablo II, “sentir la pobreza ajena como propia, hacer carne de uno mismo la miseria de los marginados y, a la vista de ello, actuar con rigurosa coherencia”.   (Ibid.) Juan Pablo escribió también un homenaje a Romero en su propia mano que fue leído en el Coliseo de Roma durante el Jubileo del año 2000, honrando los “pastores celosos como el inolvidable Óscar Romero, asesinado en el altar durante la celebración del sacrificio eucarístico”.

Por último, honraría a Benedicto XVI que Mons. Romero fuese beatificado lo antes posible con el fin de evitar la distorsión de su memoria por personas afuera de la Iglesia.   Benedicto XVI, que trabajó tanto para reafirmar la identidad y la precisión doctrinal católica, reconoció que, “el problema” en el proceso de canonización de Mons. Romero, ha sido una facción política ha intentado “tomarlo injustamente para sí como bandera, como figura emblemática”.   (Observaciones durante el vuelo papal a Brasil.)   El desafío para la Iglesia es la de contrarrestar estos esfuerzos por apropiarse el nombre y la imagen de Romero, “¿Cómo poner adecuadamente de manifiesto su figura, protegiéndola de esos intentos de instrumentalización? Este es el problema”.   (Ibid).   Esta situación es comparable a una disputa de propiedad intelectual en que una parte intenta usurpar a la marca comercial del otro, para cual la respuesta eficaz no es dejar pasar el tiempo sin hacer nada, sino afirmar a tiempo los intereses legítimos propietarios y tratar de restaurarlos.   En este caso, la inacción además crea confusión porque permite a estos grupos alegar, ya sea por ignorancia o mala fe, que la Iglesia ha abandonado a Romero y que repudia o deja de lado su compromiso con la justicia social.   Menos se ganará con más estudios que se perderá por demora, especialmente dada la longitud de tiempo que su causa ha sido estudiada, y el tipo de escrutinio que ha recibido.

Por lo tanto, el imperativo de la Iglesia de promover la fe, la importancia de confirmar nuestro compromiso con los pobres (que ha sido propio del Card. Bergoglio), y la necesidad de recuperar al arzobispo Romero como la propiedad intelectual, moral y espiritual de los cristianos, pesa mucho en favor de acelerar su proceso de beatificación.   ¡Este año!

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