AÑO
JUBILAR por el CENTENARIO del BEATO ROMERO, 2016 — 2017
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"Es peor de lo que pensaba". |
Un editorial en
la publicación evangélica estadounidense Christianity
Today que llama al apoyo al presidencial republicano Donald Trump una forma
de “idolatría”, hace pensar sobre la crítica social del Beato Óscar A. Romero
en El Salvador durante la década de 1970.
En el cáustico comentario,
el director ejecutivo Andy Crouch, escribe que
no hay casi ningún personaje público en los Estados Unidos hoy en día que más haya ejemplificado la “naturaleza carnal” (“carne” en la edición de King James y del texto griego) que San Pablo insta a los Colosenses dejar a un lado: “fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos, y la avaricia, que es idolatría “(3: 5). Este es un resumen muy acertado de la vida de Trump hasta la fecha.
Los cristianos
evangélicos, exhorta Crouch, deberían ser reacios a pasar por alto la “inmoralidad flagrante” del señor Trump. En
cambio, reconoce, muchos toleran los defectos del candidato porque creen que es
necesario apoyar a Trump con el fin de promover un bien mayor—en particular, promover
la protección de la vida mediante el apoyo a un candidato que opondría y
escalaría la práctica del aborto. Esta es la tendencia que el señor Crouch
asemeja a la idolatría. “Hay de hecho temas
importantes en juego”, reconoce el señor Crouch.
Pero llega un momento en el que la estrategia se convierte en su propia forma de idolatría—un intento de manipular las palancas de la historia a favor de las causas que apoyamos. La estrategia se convierte en idolatría, para el antiguo Israel y para nosotros hoy en día, cuando hacemos alianzas con aquellos que parecen prometernos darnos fuerza—los carruajes de Egipto, los reyes vasallos de Roma—a expensas de nuestra dependencia en Dios que juzga a todas las naciones, y en desacato al manifiesto esmero de Dios por el extranjero, la viuda, al huérfano y el oprimido. La estrategia se convierte en idolatría cuando traicionamos nuestros valores más profundos en búsqueda de la influencia terrenal. Y porque dicha estrategia requiere arrodillarnos ante los ídolos y los príncipes y negar el verdadero Dios, en última instancia siempre fracasa.
Este lenguaje es
una reminiscencia del pensamiento de Óscar Romero, sobre todo en su última
carta pastoral, “Misión de la iglesia en medio de la crisis del país”, publicada en agosto de 1979. En ella, Romero
criticó la absolutización de la riqueza y la propiedad privada y la
absolutización de la seguridad nacional—ambas por la derecha—así como la
absolutización de las organizaciones por la izquierda. Al explicar los peligros
de este tipo de posturas duras, el Beato Romero escribió:
Toda absolutización de una cosa creada es una ofensa al único Absoluto y Creador porque erige y sirve a un ídolo que pretende suplantar al mismo Dios.
Además de ofender a Dios, toda absolutización destruye y desorienta al hombre. La vocación del hombre sólo se realiza cuando se promueve hasta su dignidad de hijo de Dios y partícipe de su vida divina. Esta trascendencia del hombre no es evasión de los problemas de la tierra, ni mucho menos opio que lo distraiga de su obligaciones en la historia; al contrario, en virtud de su destino trascendente, el Hombre posee una capacidad de crítica permanente frente a los quehaceres de la historia y le da una poderosa inspiración para alcanzar metas cada vez más altas. Las fuerzas sociales deberían interpelar por la voz salvadora de Cristo y de los verdaderos cristianos y debería abrirse a los valores del único absoluto. Cuando se Absolutiza un valor humano dándole, teórica o prácticamente, un carácter divino, se priva al hombre de su más alta vocación e inspiración y se empuja la cultura de un pueblo hacia una verdadera idolatría que lo mutila y la oprime.
Palabras de
Romero que se vuelven actuales con la más reciente edición de la revista Christianity Today.
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