AÑO
JUBILAR por el CENTENARIO del BEATO ROMERO, 2016 — 2017
|
||
|
“Hagan lío”—al estilo tridentino
Cincuenta años
antes de que el Papa Francisco sugiriera a los jóvenes que “hagan lío” en sus parroquias,[1] el Beato Óscar Romero dijo
a los fieles que, si querían ser participantes activos en la liturgia, deberían
llegar a misa temprano y apiñar los primeros bancos.
El año anterior,
San Juan XXIII había publicado una edición revisada del ‘Missale Romanum’. Más tarde ese mismo año, el Concilio Vaticano II
produciría ‘Sacrosanctum Concilium’,
dando lugar a cambios dramáticos en la “participación
activa” de los católicos de todo el mundo.
Por lo tanto, la propuesta de Romero, representa una componenda que
sugiere buscar la “participación activa” dentro del Rito Tridentino.
Esta reflexión decididamente
pastoral y ligera del Beato Romero puede ser de interés para los seguidores de
la Misa en la Forma Extraordinaria por su comentario sobre la última versión de
la Misa Tridentina, así como a los seguidores de la ‘Novus Ordo’, por sus implicaciones
para la liturgia reformada. Aunque
completamente en línea con la instrucción litúrgica de la época, sobre todo la
‘Mediator Dei’ de Pío XII (1947), el P. Romero ofrece una
propuesta para hacer realidad la participación activa en la liturgia del usus antiquior.
Con saludos a
los participantes en la conferencia Summorum
Pontificum esta semana.
~~~
CÓMO
ASISTIR A LA MISA
Beato Óscar Romero
19 de enero de 1963
Uno puede
asistir a la misa y permanecer mudo como una piedra, o cruzarse de brazos como
quien asiste a una obra de teatro chino donde no se comprende nada.[2] Pero un cristiano
verdadero no puede asistir a la misa de esta manera. No venimos a la misa para
seguir el desarrollo de un espectáculo interesante, donde tenemos que estar
presentes y tratar de comprender algo. Para nosotros bautizados el asistir a la
misa es un PARTICIPAR y un tomar parte con todo nuestro ser al misterio de
Cristo presente entre nosotros.[3]
La misa es una
participación indefinidamente renovada, a través del tiempo y del espacio, a la
Cena, al sacrificio y a la resurrección de Cristo. Y cuando venimos a misa,
venimos para asociarnos a este misterio.[4]
La misa es un
gran acto social que nos llama a unirnos todos juntos en torno de Cristo. La
primera condición para asistir bien a la misa es LLEGAR A LA HORA. No es bueno
despreciar la primera parte de la misa porque es un diálogo que Dios entabla
con su pueblo. Dios habla en los textos litúrgicos, sobre todo en la Epístola y
el Evangelio. Nosotros le hablamos también, cantando nuestras alegrías en los
salmos del Introito y en la Gloria.[5] El sacerdote ora en
nuestro nombre en la oración. Esta primera parte de la misa muestra nuestra fe
con la palabra de Dios y aumenta nuestro amor a Dios. Ella nos prepara para
celebrar la Eucaristía propiamente dicha.
En la Iglesia y
especialmente a la hora de la misa, el centro de interés es EL ALTAR. La misa
interesa a todos los cristianos, pero no habría misa si no hubiera un altar y
un sacerdote en el altar. Entonces para asistir bien a misa, es necesario
también ver al altar, ver al sacerdote que celebra, sus gestos. Es necesario
oír lo que él dice. No tengamos miedo de acercarnos lo más posible al altar y
de rodearlo.[6]
NO NOS QUEDEMOS ATRÁS en las Iglesias habiendo lugares vacíos adelante.
En la misa el
sacerdote pide por todos los que están en torno a él. Pide por el “pueblo santo”,
por el pueblo que es la familia de Dios, es decir por los que están rodeando el
altar. Agrupémonos en torno al altar para mejor expresar que, en la misa, todos
rezamos juntos, cada uno por todos.[7] Nos presentamos juntos
delante de Dios. Todos juntos somos pecadores y, a todos, Dios no salva.
En la misa hay
una oración del cuerpo asociada a la del alma, y es por esto que en la misa hay
gestos y hay movimientos de toda la comunidad.[8] Con frecuencia nuestros
fieles ignoran que en la oración el cuerpo es un intérprete del alma. La
actitud de pie expresa la vigilancia, la actividad, la acción de gracias.
Cuando escuchamos el Evangelio nos paramos, porque la palabra de Dios hace de nosotros hombres libres y
futuros resucitados. La actitud de estar sentados, no es en la Iglesia una
simple posición de reposo. Ella expresa más bien una facilidad de atención
receptiva y contemplativa del misterio. La actitud de rodillas expresa un gesto
de penitencia, de humildad y de adoración. Es por esto que la Iglesia tiene muy
en cuenta los gestos comunes en la misa. Si uno exige en la misa movimientos
colectivos no de un mero capricho sino para orientar la oración conforme a las
fases diversas de la acción, EN UNA PARTICIPACIÓN ACTIVA Y COMUNITARIA.[9]
La “participación
de los fieles” a la misa se realiza sobre todo en la COMUNIÓN. Es verdad que la
comunión del sacerdote basta para salvar la integridad del sacrificio,[10] pero la comunión de los
fieles es recomendada por ser la más perfecta participación al sacrificio
eucarístico.[11]
La Eucaristía es
consagrada en el altar, pero ella es destinada a todos. Y la comunión no solo
nos une a Cristo sino también a nuestros hermanos porque ella es un banquete
fraternal.
Quizás cuando
termine la misa tengamos la impresión de que todo ha terminado pero, al
contrario, si nosotros hemos participado al sacrificio, ella nos traza
exigencias. Y exigencias concretas para nuestra vida de caridad, para nuestra
vida en FAMILIA y para nuestro TESTIMONIO SOCIAL.[12]
No comments:
Post a Comment