AÑO
JUBILAR por el CENTENARIO del BEATO ROMERO, 2016 — 2017
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Entre los
géneros eclesiales, “pastoral” se
refiere a una carta abierta de un obispo que contiene alguna enseñanza o
instrucción. En el arte, sin embargo, “pastoral”
significa un género de pinturas (y otras formas de arte, a veces llamado “bucolismo”) que describe la vida en el
campo. El Beato Óscar Romero emitió su primera carta pastoral en mayo de 1975
(como Obispo de Santiago de María), pero se puede decir que su primer obra “pastoral” se remonta a un género que la
mayoría de personas no fácilmente va a asociar con Romero—la fotografía.
A lo largo de
su vida, Romero fue un fotógrafo aficionado, y sus sujetos incluyeron
atracciones turísticas de sus viajes ocasionales, escenas de la vida eclesial,
y también representaciones de la realidad campesina, como la fotografía sin
fecha reproducida arriba, de una quebrada en su natal San Miguel. La foto es
parte de nuestra serie sobre Romero en imágenes para el Año Jubilar Romero
declarado por la Iglesia por el centenario del mártir salvadoreño.
“Hay una especie de tesis que Monseñor Romero
sufre una especie de conversión en los últimos años de su vida, que hasta ese
momento tenía una opción preferencial por los pobres”, dice
Carlos Henríquez Consalvi, director de un museo en El Salvador, que alojó una
exposición sobre la fotografía de Romero. “No
obstante, estas fotografías demuestran que no es cierto porque uno observa que
él desde muy joven tiene una sensibilidad muy especial por el pueblo que no la
tiene cualquier sacerdote.”
En el arte, las
obras pastorales ofrecen imágenes a menudo idealizadas del campo, que se
representa como un Edén—un ‘Locus amoenus’
(textualmente, un “local ameno”). A
veces, el entorno evoca la nostalgia por una sencillez casi infantil o un
retorno a los valores paganos de vivir en armonía con la naturaleza, en
contraste con la vida de la ciudad. Romero, también, ve al entorno campesino
como un lugar idóneo para estar en comunión con la naturaleza y con Dios, por
lo menos, a primera vista.
“¡Qué hermosos cafetales, qué bellos cañales,
qué lindas algodoneras, qué fincas, qué tierras, las que Dios nos ha dado! ¡Qué naturaleza más bella!”,
se maravilla Romero en una homilía de diciembre 1977. Pero hay un detalle, porque a la vida de los que
habitan junto a la naturaleza “la vemos
gemir bajo la opresión, bajo la iniquidad, bajo la injusticia, bajo el
atropello, entonces, duele a la Iglesia”. Pero, siempre optimista, el Beato
Romero confía en que “sea el poder de un
Dios que librará de las manos pecadoras de los hombres una naturaleza que junto
con los hombres redimidos va a cantar la felicidad en el Dios liberador”.
Mucho antes de
hacer esta lección explícita en su predicación, Romero la captó con su lente.
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