AÑO
JUBILAR por el CENTENARIO del BEATO ROMERO, 2016 — 2017:
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Ante una Catedral
de San Salvador abarrotada, el Cardenal Ricardo Ezzati Andrello, Arzobispo de
Santiago de Chile, nombrado representante personal del Papa Francisco para la
ocasión, pronunció la homilía para el centenario del nacimiento del beato Óscar
Romero el 15 de agosto de 2017.
A la Misa
asistieron el Presidente de El Salvador y otros funcionarios. Entre los
luminarios de la iglesia presentes se encontraban el arzobispo de San Salvador,
José Luis Escobar Alas, y su auxiliar, el recién elevado cardenal Gregorio Rosa
Chávez. También estuvieron presentes el cardenal Luis Antonio Tagle, Arzobispo
de Manila; el cardenal Leopoldo Brenes, Arzobispo de Managua; el cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo, Arzobispo de Mérida (Venezuela); el cardenal José
Luis Lacunza Maestrojuán de Panamá, así como otros arzobispos regionales y
todos los obispos de El Salvador, además de algunos desde más lejos, como el Arzobispo Giovanni Ricchiuti, Presidente de Pax Christi Italia.
Nacido en Italia,
el cardenal Ezzati llegó joven a Chile, donde se integró a la vida nacional.
Incluso fue acusado de ser comunista y subversivo por la dictadura derechista
del general Augusto Pinochet por las ideas que expresó en un libro que
co-autorizó en 1979, que fue criticado por el ministro chileno de Educación
como una traición a la nación.
El Cardenal
Ezzati tituló su homilía "Monseñor Romero, Mártir de la Esperanza".
Cardenal Arzobispo de Santiago de Chile
Enviado Extraordinario de Su Santidad el Papa
Francisco
a la celebración del centenario del nacimiento de
Mons. ÓSCAR ARNULFO ROMERO, Beato y Mártir
MONS.
ÓSCAR ARNULFO ROMERO,
MÁRTIR
DE LA ESPERANZA
1.
Nacimiento de un Pastor Santo
En la Solemnidad de la Asunción de la Virgen Santísima
a los cielos, del año 1917, poco antes de clarear el alba, abrió sus ojos a
este mundo Óscar Arnulfo Romero Galdámez, segundo hijo varón de don Santos
Romero y de doña Guadalupe de Jesús Galdámez. Nace en Ciudad Barrios, en una
familia modesta. Su padre trabaja como telegrafista en la oficina de correos;
su madre quiso ser maestra de escuela, pero se dedicó a su familia de ocho
hijos. El niño Óscar aprendió la “doctrina”, como se le llamaba al Catecismo,
de los labios de su padre y de su madre se fue formando un corazón creyente,
con una profunda devoción mariana. Juntos rezaban el Ángelus con las campanas
que anunciaban el término del trabajo y recitaban el Santo Rosario.
Llama la atención la relación que existe entre el
misterio de María, la Virgen Madre, que hoy celebramos, con Mons. Romero. El
nace el día en que la Iglesia celebra el triunfo de María sobre todo mal,
asunta en cuerpo y alma a los Cielos y muere cuando empieza a celebrarse la gran
fiesta de la Encarnación del Hijo de Dios en las purísimas entrañas de la Virgen,
día en que pasa desde los misterios dolorosos a los misterios gloriosos de ese
Rosario que nunca dejó de rezar.
El Papa Francisco, al nombrarme su Enviado, escribe:
“Ya se cumplen cien años del nacimiento
del beato Óscar Arnulfo Romero, obispo y mártir, ilustre pastor y testigo del
Evangelio, decidido defensor de la Iglesia y de la dignidad del hombre. Hijo de
la amada tierra de El Salvador, habló a la gente de nuestro tiempo de la obra salvífica
de nuestro Señor Jesucristo y de su amor hacia todos, especialmente hacia los
pobres y descartados. Tanto en su vida sacerdotal como en el comienzo de su
ministerio episcopal experimentó un singular camino espiritual, que lo llevó a
propagar la justicia, la reconciliación y paz”.
Es impresionante y emocionante leer y releer algunas
de sus homilías así como su Diario de Vida. ¡Cuánto bien al alma me han hecho!
El Papa ha tenido la bondad de enviarme como su Legado
personal, para representarlo en este acontecimiento eclesial que los convoca en
este día de júbilo. Uds. saben tanto como yo, que él tiene un afecto muy grande
por esta tierra “que lleva el nombre del
Divino Salvador”, y saben también, de su reiterado deseo de que el martirio
de Mons. Romero no deje de dar frutos abundantes de comunión eclesial, de
reconciliación y solidaridad entre los salvadoreños, a fin de edificar una
sociedad justa y noble. Mucho es lo que Uds. han sufrido; difíciles las
circunstancias que tienen que seguir enfrentando. Es demasiado valiosa la vida
de cada salvadoreño como para no superar la violencia homicida con “la violencia del amor”. En esta
esperanzada lucha por la vida, el Papa esta con ustedes, los exhorta a
humanizar y a compartir con equidad el desarrollo de su país y les envía su
bendición apostólica.
2.
Algo de su historia
Queridos hermanos y amigos: No es en momento para
volver a contar la historia de quien celebramos, en esta mañana. Sé que, a lo
largo de todo este año jubilar, se han enriquecido espiritualmente con ella,
sin embargo, permítanme destacar sólo algunos de sus rasgos, para procurar
adentrarnos en su corazón y en su mensaje.
Algo tímido e introvertido, a los 13 años ingresó al
Seminario Menor dirigido por los Padres Claretianos, a los veinte al Seminario
de San José de la Montaña, de alii, enviado a Roma, fue ordenado sacerdote el 4
de abril de 1942. Poco tiempo después, a causa la segunda guerra mundial, tuvo
que adelantar su regreso a la patria, donde ejerció el ministerio presbiteral
en varias comunidades, entre ellas, párroco en la Catedral de San Miguel. Más
tarde es nombrado Obispo Auxiliar de San Salvador (1970), Obispo de Santiago de
María (1974), hasta que el Papa Pablo VI lo nombra Arzobispo de San Salvador,
un 23 de febrero de 1977: tiempos complejos y desafiantes para la Patria y para
la Iglesia.
Así se fue desarrollando la vida apostólica de este
joven sacerdote de corte más bien tradicional. Hombre virtuoso, muy activo en
su Parroquia, cercano a la gente, caritativo con los pobres, algo distante de
las opciones pastorales renovadas impulsadas por el post concilio.
Sin embargo, algo empezó a cambiar en él,
especialmente en Santiago de María, al conocer más de cerca la pobreza extrema
de los campesinos. El varón justo se empieza a inquietar por la injusticia y el
Pastor Bueno, que quiere hacerse todo con todos y para todos, tiene la experiencia
de que no basta con acompañar a los más pobres y dar consejos a los más ricos.
Evangelizar, sobre todo después de la Exhortación Apostólica del Papa Pablo VI «Evangelii Nuntiandi», significa “llevar la Buena Nueva a todos los ambientes
... transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los
valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las
fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en
contraste con la palabra de Dios y con el designio de salvación”
(lb.18-19). Y no hay equidistancia entre lo bueno y lo malo, lo justo y lo
injusto, los pobres y los ricos. Así se comprende la opción preferencial por
los pobres y excluidos, como opción del mismo Dios en la historia de su pueblo.
Su ministerio pastoral continúa y llegan
acontecimientos trágicos que remecen sus entrañas. Uno de ellos fue la matanza
de un grupo de peregrinos que regresaban a su pueblo después de visitar un
Santuario. Poco tiempo después, fue el asesinato el P. Rutilio Grande,
acribillado por “desconocidos”, junto a dos parroquianos en un camino rural de
su parroquia, empeñado en la formación de comunidades Eclesiales de Base y
apoyando la organización campesina. Esto fue demasiado. El fuego de Dios
incendió el corazón del Arzobispo. Exigió al Presidente de la Republica una
investigación inmediata y, al domingo siguiente, celebró una sola Misa en San
Salvador con más de 100.000 participantes. Venciendo su timidez pasó a ser “voz de los sin voz”, para clamar “la violencia del amor” que destierra la violencia
del odio. No a la violencia del régimen. No a la violencia guerrillera. Si a
una paz, basada en la justicia y en la verdad, respetuosa de los derechos de
los pobres.
Y pasando de la palabra a los hechos, crea la oficina
del “Socorro Juridico”, para ir en ayuda de los derechos humanos de los
campesinos más pobres, iniciativa que tuvo una relación muy cercana con la Vicaria
de la Solidaridad, creada por la Iglesia en Chile, para acoger a las víctimas
de la dictadura.
Por otra parte, esta “voz de los sin voz” se escucha par radio en todo el país, cada
domingo, haciendo una lectura evangélica y cristiana de los acontecimientos;
una palabra que forma e informa, un mensaje de esperanza y respeto a la vida,
en un lenguaje que entienden los más pobres. La voz del Pastor traspasa las
fronteras de San Salvador, remece el corazón de la Iglesia en América y de
otros continentes. Como es propio de una figura controvertida, su palabra es
rechazada par algunos y aplaudidas par otros. Quienes se detienen en el pórtico
occidental de la Abadía de Westminster, importante templo anglicano, en un lugar
destacado de la galería de los diez mártires, podrá contemplar una estatua de
Mons. Óscar Romero, flanqueado por el pastor Martin Luther King y el teólogo
luterano, Dietrich Bonhoeffer.
3.
Una conversión pastoral
¿Qué pasó en el corazón de Mons. Romero para dejarse
transformar de esa manera por el Espíritu de Dios? Humanamente hablando no cabe
duda que su cercanía con los pobres, en la medida que fue asumiendo
responsabilidades pastorales mayores, lo llevó a ver con sus ojos la injusticia
que sufrían los campesinos y a constatar con Jesús, cuán difícil es que un rico
ciego entre en el Reino de los Cielos.
“La Iglesia tiene
una buena noticia que anunciar a los pobres,-decía-. Aquellos que, desde hace siglos, han escuchado malas noticias y han
vivido la peor realidad, están escuchando ahora, a través de la Iglesia, la palabra
de Jesús: “el Reino de Dios está cerca”, y de ahí, también hay una buena
noticia que anunciar a los ricos: que se vuelvan pobres para compartir con
Ellos bienes del Reino.”
Hoy, basados en la Conferencia de Aparecida, podemos
decir que nuestro Mártir experimentó una profunda “conversión pastoral”. Se trata de una conversión decididamente
misionera que toca directamente la vida pastoral y sus opciones. Según Aparecida
“la Iglesia no puede prescindir del
contexto histórico en que viven sus miembros”. Por eso debe estar “disponible a abandonar las estructuras
caducas que ya no favorezcan la transmisión de la fe”, pasando “de una pastoral de mera conservación a una
pastoral decididamente misionera”. ¿No fue eso lo que vivió Mons. Romero años
antes de Aparecida?
Haciendo real esta conversión dio un paso que a todos
nos concierne y nos cuestiona. No será posible de escuchar con nitidez la voz
de Dios en la historia si no estamos insertos en el acontecer vital de nuestro
pueblo. Así lo expreso nuestro Beato: “Como
quisiera yo grabar en el corazón de cada uno esta gran idea: el cristianismo no
es un conjunto de verdades que hay que creer, de leyes que hay que cumplir, de
prohibiciones. Así resulta muy repugnante. ¡EI cristianismo es una persona que
me amó tanto y que me reclama mi amor! ¡EI Cristianismo es Cristo!”.
La conversión pastoral lleva a desear vivir como Jesús
con los más débiles, los más pobres, los que no cuentan. Y, desde esa
experiencia purificadora, anunciar la Buena Nueva con la vida, el testimonio y
la palabra, asumiendo la defensa integra l de la vida que incluye la justicia
social. Recuerdo, a propósito, el llamado urgente que hizo San Juan Pablo II
hace treinta años en su visita a Chile, en la sede de la CEPAL, para todo el
Continente americana: “¡los pobres no
pueden esperar!”, dijo. En un mundo de tanta riqueza, de tantas
posibilidades, de tantos adelantos tecnológicos, es incomprensible que los
pobres deban seguir esperando. y más incomprensible aun, que esto siga
sucediendo en un Continente Cristiano.
Quienes como Mons. Romero entran decididamente por el
camino de Jesús ... quienes dicen y obran a la manera de Jesús, saben que están
expuestos a pasar- a hacer pascua - de manera semejante al Maestro. Así le
sucedió. Terminada su breve homilía, en el rito del ofrecimiento de los dones,
antes de entrar en el corazón de la Eucaristía, la bala asesina apuntó a su
corazón ... El francotirador recibió como Judas unas cuantas monedas. Pocos días
antes, el mismo u otro sicario, había perdido la ocasión de dar muerte a Mons.
Romero junto a otro altar de la Arquidiócesis. Esa demora hizo posible escuchar
el testamento espiritual del este gran Arzobispo Mártir, en su breve homilía
antes de morir: “si el grana de trigo no
cae en tierra y muere ... ” Y dicho esto, entregó su espíritu.
4.
Mártir de la esperanza
Sin embargo, no es solo la bala, la daga, o la espada
la que produce el martirio. De hecho, al decir del Papa Francisco el martirio
de Mons. Romero continuo después de su muerte en la incomprensión, la maledicencia,
la calumnia.
El martirio, que es un don de Dios. Es Dios quien
regala el martirio como don supremo del amor hasta el extremo. Es Dios quien
por su Espíritu sostiene al mártir, como lo hizo con su Hijo Jesús, clavado en
una Cruz.
La figura de Mons. Romero no se explica sin esta “virtud”, es decir, sin la fortaleza
divina que acamparía el martirio. Hay mártires que lo son por causa de la fe, “en odio a la fe”; otros lo son por causa
de la caridad; otros, y especialmente en nuestro Continente Americana, lo son
por causa de la justicia. Es legitime preguntarse: ¿habrá mártires que lo sea
por causa de la esperanza?
La esperanza es la más humilde de las virtudes
teologales. Pero, no puede haber fe teologal, si no se tiene ante los ojos el
punto de llegada de la vida humana y de la creación, es decir: la tierra nueva
y los cielos nuevos. Por su parte , el martirio por causa del amor no existe
sin la virtud de la esperanza, ya que, lo propio del amor hasta el extrema, es
adelantar los tiempos definitivos , es vivir un instante de cielo en medio de
las calamidades más grandes de esta vida terrena. También tener hambre y sed de
justicia es causa de martirio, sobre todo cuando se vive con la certeza moral
de que luchar por ella es motivo de rechazo y hasta de muerte por quienes
producen la injusticia. Todos los mártires viven por causa de la esperanza,
pensando, porfiadamente, que otro mundo es possible.
Coherente con estas reflexiones, me atrevo a decir que
el Beato Mons. Romero es un mártir de la Esperanza. Lo es para los más pobres
del Continente, lo es para nuestra querida Iglesia, lo es para los que luchan
por la justicia, la reconciliación y la paz que, con cariño renovado, ya lo
llama “San Romero de América”.
Termino con las palabras
que el Papa Francisco dirigiera al querido Arzobispo de San Salvador con ocasión
de la Beatificación de nuestro Mártir: “Quienes
tengan a Monseñor Romero como amigo en la fe/ quienes lo invoquen como
protector e interceso0 quienes admiren su figura/ encuentren en el fuerza y ánimo
para construir el Reina de Dios/ para comprometerse por un arden social más
equitativo y digno. Es momento favorable para una verdadera y propia
reconciliación nacional ante los desafíos que hoy se afrontan. El Papa
participa de sus esperanzas/ se une a sus oraciones para que florezca la semilla
del martirio y se afiancen por los verdaderos senderos a los hijos e hijas de
esa Nación/ que se precia de llevar el nombre del divino Salvador del mundo”.
Hermanos y hermanas,
En esta celebración eucarística cobran todo su
significado las palabras proféticas de Mons. Romero: “EI martirio es una gracia de Dios que no creo merecer. Pero, si Dios
acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de libertad y señal
de que la esperanza será pronto una realidad ... Si llegaran a matarme, perdono
y bendigo a quienes lo hagan”.
Junto al Beato Óscar Romero, al Arzobispo de esta
Ciudad, a todos los Pastores de la Iglesia en El Salvador, junto a cada uno de
Uds., poniendo el corazón y la mirada en esta tierra, los invito a invocar a la
querida Madre y Patrona de este pueblo: Nuestra Señora de la Paz, ruega por
nosotros. Amen.
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