En su intervención en la 65 ª Religion Newswriters’ Association Conference,
Todd Johnson citó el caso de monseñor Óscar A. Romero de El Salvador para
ilustrar la dificultad de contar el número de los mártires cristianos. Johnson
es un experto en demografía religiosa del Gordon-Conwell
Theological Seminary. Señaló que Mons. Romero es reconocido como mártir, pero la
motivación de su asesinato es disputada. Para determinar si una muerte en
particular es un martirio, señaló, los motivos de los asesinos son la
consideración más importante. Por lo tanto, concluyó Johnson, para evaluar el
martirio, primero hay que resolver las controversias relacionadas.
Quizás a diferencia del Prof. Johnson, yo
si veo maneras de eliminar la controversia y establecer de manera concluyente
que Mons. Romero murió como un mártir de la Iglesia con cualquiera de tres
modelos del martirio. Los dos primeros caminos hacia el martirio para Óscar
Romero son paradigmas que se han utilizado con frecuencia para resolver casos
cerrados; mientras que el tercero es una aplicación directa de la norma legal,
tradicionalmente utilizada por la Iglesia para establecer el martirio. Los tres
llevan a la misma conclusión y, si sigue mi razonamiento, creo que estará de
acuerdo que realmente no hay duda sobre el martirio de Romero.
En primer lugar, Mons. Romero es un “mártir
de la caridad”. El
Papa Francisco pareció respaldar este camino alternativo al martirio en agosto,
cuando dijo que el martirio incluye ser asesinado “por la realización de las obras que Jesús
nos manda a hacer por nuestro prójimo”. San Lorenzo (c. 225-258) es el gran
ejemplo. Según la leyenda, ante la confiscación de las riquezas de la
Iglesia por las autoridades romanas, las repartió entre los pobres para evitar
su incautación por parte de Roma. Luego, cuando se le ordenó entregar los
tesoros de la Iglesia presentó a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a
los que sufren, y dijo que estos eran las riquezas de la Iglesia. Otro ejemplo
destacado, de los tiempos modernos, es San Maximiliano Kolbe (1894-1941), quien
se ofreció a tomar el lugar de un fugitivo de un campo de concentración
condenado a muerte. Al igual que San Lorenzo, Romero demostró un compromiso sorprendente
con los pobres, basado en el Evangelio, y basó su acción 'provocativa' desde
esa premisa. Al igual que San Maximiliano, Romero se puso en peligro al
tomar el lugar de los que ya estaban en peligro: “Créanlo hermanos, el que se compromete con los pobres tiene que correr
el mismo destino de los pobres”, dijo. “Y
en El Salvador ya sabemos lo que significa el destino de los pobres: ser
desaparecido, ser torturados, ser capturados, aparecer cadáveres”…
En segundo lugar, Óscar Romero fue
asesinado en “Odium Iustitiae”. Este argumento puede significar diferentes cosas para diferentes
comentaristas, así que lo afirmamos de la manera más sencilla posible. Una
formulación generalmente aceptada del martirio es una muerte provocada por “odio
a la fe cristiana, o las virtudes cristianas que forman parte integrante del
vivir la fe cristiana”. Por ejemplo, si un activista pro-aborto mata a un
sacerdote que se había pronunciado en contra del aborto, la Iglesia resistiría por
reduccionista al argumento de que el acto no era más que un “crimen por motivos
políticos”, cuando la defensa de la vida constituye una virtud que es “parte
integrante del vivir la fe cristiana”; del mismo modo, cuando decimos “odium iustitiae”, simplemente significa
que la justicia cristiana o la Doctrina social de la Iglesia constituye una
virtud importante, “parte integrante del vivir la fe cristiana”, de tal manera
que el odio a esta parte importante tiene el mismo efecto que el odio a la
totalidad de la fe. Santos como el P. Alberto Hurtado (1901-1952, canonizado por el Papa Benedicto XVI en 2005) y Mons. RafaelGuízar (1878-1938, canonizado por el Papa Benedicto XVI en 2006),
que fueron campeones de la justicia social y se identificaron con la causa de
los pobres, ejemplifican la calidad heroica de esta virtud.
En tercer lugar, y por último, Óscar Romero
fue asesinado en “Odium Fidei”–estricta y directamente hablando. Según la mayoría de los observadores,
Romero fue asesinado el Lunes, 24 de marzo 1980 como una reacción directa al
sermón que pronunció el día anterior, el domingo 23 de marzo, en la que ordenó
a los soldados a desobedecer órdenes de matar a civiles, como contrarias a la
Ley de Dios. Mons. Ricardo Urioste fue vicario de Romero. “Yo creo que debió ser su sentencia de muerte probablemente”, dice Urioste. “Ellos dijeron, ‘Bueno este hombre nos va a
sublevar a todos los soldados y nos va a poner en apuros muy grandes así que
decidieron matarlo”. Fue la versión de 1980 de “¿Quién me librará de este sacerdote
turbulento” –una expresión que parece a primera vista ser estrictamente política,
pero que tiene profundo contenido teológico. Santo Tomás Becket (1118-1170), de
quien la frase “sacerdote turbulento” fue dicha, no fue asesinado simplemente
porque se opuso al rey: fue asesinado por defender la jurisdicción de los
tribunales de la Iglesia sobre el clero. Santo Tomás Moro (1478-1535) no fue
asesinado simplemente por oponerse al rey: fue asesinado por defender la
supremacía papal sobre la corona. Y Romero no fue asesinado simplemente por
oponerse al régimen: fue asesinado por defender la supremacía de la ley de Dios
sobre las órdenes militares de matar a campesinos. “Ante una orden de matar que dé un hombre, debe de prevalecer la Ley de
Dios que dice: ¡No matar! Ningún soldado está obligado a obedecer una orden
contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla”, había
dicho. Por eso, fue asesinado.
Sin duda, el asesinato de Romero lleva repercusiones
tanto políticas como teológicas. Como dijo el Papa Benedicto a la Congregación para las Causas de los Santos en 2006, el
perseguidor moderno hoy “cada vez trata
de manifestar de modo menos explícito su aversión a la fe cristiana o a un
comportamiento relacionado con las virtudes cristianas, pero que simula
diferentes razones, por ejemplo, de naturaleza política o social”. Y como dijo en un santuario para los mártires modernos en 2008, los mártires incluyen aquellos
que se “se inmolaron por no abandonar a
los necesitados, a los pobres, a los fieles que les habían sido encomendados,
sin miedo a amenazas y peligros”... Como Óscar Romero.
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