Saturday, September 06, 2014

Romero, Hombre de Dios: Mes #1-La Familia





    
Romero con su Madre, 1944.
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El “Trienio Romero”, 2014-2017, la cuenta regresiva hacia el 100 º aniversario del nacimiento de Monseñor Óscar A. Romero, se puso en marcha en El Salvador el mes pasado. Incluye reflexiones mensuales para las conmemoraciones; el tema para el primer año es “Romero, Hombre de Dios”. La meditación durante el primer mes contempla cómo la vida familiar y niñez de Romero sentó las bases de fe para su camino espiritual de toda la vida. Vamos a seguir las reflexiones aquí, comenzando con esta primera entrega.

Resulta de que el postulador de la causa de canonización de Mons. Romero es también el presidente del Pontificio Concilio para la Familia, el Arzobispo Vincenzo Paglia. Con la celebración del Sínodo sobre la familia este otoño, el tema de la espiritualidad de Romero y la familia es muy actual. A principios de este año, Mons. Paglia sugirió que Romero sería un santo para las familias. “Absolutamente sí”, aseguró. Paglia dijo que Romero habló de un espíritu martirial desde de la familia. “Romero afirmóy es esto lo extraordinario”, dijo Paglia, “que el martirio es también el de una mamá que concibe un hijo, lo lleva en su vientre, lo pare, lo alimenta y lo educa: es martirio porque la madre está dando la vida a ese hijo. Un testimonio como este es enormemente importante para los cristianos de hoy”, dijo Paglia.

Romero pudo ver el sacrificio maternal de primera mano en su propia madre, Guadalupe de Jesús, que crió a siete hijos, entre ellos Óscar. Guadalupe, que había sido una maestra de escuela, cuidaba a los hijos en casa mientras que su marido, Santos, se ganaba la vida trabajando como el telegrafista del cantón. Cuando el joven Romero, el segundo de los siete, tenía 20 años, falleció su padre, dejando a Guadalupe a criar a los hijos sola. Trágicamente, uno de los hermanos de Romero murió de una enfermedad repentina, durante el mismo tiempo. Guadalupe también había perdido otra hija durante el parto. Después, ella sufrió un derrame cerebral, que la dejó paralizada de su lado derecho. Ella falleció en el 1961.

Sin lugar a dudas, el camino de Romero a la santidad comenzó en casa desde el momento en que nació el 15 de agosto de 1917. Romero llegó al mundo en la fiesta de la Asunción, y en medio de las apariciones marianas de Fátima, en las que la Virgen reveló una profecía acerca de “un obispo vestido de Blanco” que sería “muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas” a los pies de una cruz (Mons. Romero sería asesinado en el altar por un escuadrón de la muerte). El niño tuvo el segundo nombre de Arnulfo, en honor a San Arnulfo de Soissons—un obispo—cuya fiesta se celebra el 14 de agosto.  Fue bautizado el domingo, 11 de mayo de 1919. En un lamento escrito después de la muerte de su padre , el joven Romero recordaba que Santos le había enseñado a recitar sus primeras oraciones. “De su madre aprendió la devoción a los santos y a la Santísima Virgen”, dice el folleto de la Arquidiócesis de San Salvador para el trienio: “podríamos decir que se amamantó de la piedad popular que se respiraba en la cuna de su hogar como en la Familia de Nazareth”.

Los devotos de Romero se deleitan de señalar paralelos con Jesús. Algunos de estos se remontan a la infancia de Romero, por ejemplo, cuando hace aprendizaje de carpintería. La familia Romero era económicamente estable, pero el entorno rural y el tiempo histórico los obligó a carecer de agua corriente y electricidad, y a tener comodidades rústicas: por un tiempo, Romero dormía en el suelo. Pero la familia no era pobre. El padre de Romero tenía tierras para el cultivo del café, y su responsabilidad como telégrafo lo hacía estar bien conectado. Los niños llegaron a ser profesionales, tal como sus padres lo habían sido.

En su infancia, el niño Óscar desarrolló un intenso interés por la religión. La casa de los Romero lindaba con la plaza de la ciudad que, a su vez, lindaba con la iglesia parroquial y Romero se detendría allí todos los días para orar. Se ofreció como voluntario para barrer la iglesia. Su interés era tan conocido que cuando el obispo visitó la aldea, el alcalde se lo señaló: “Mire aquí hay un cipote [niño] que es una maravilla, deberían de llevárselo al seminario”, le dijo.

La familia finalmente asintió. Con un paralelo final a la infancia de Jesús, Romero se fue al seminario, a los 12 o 13 años, a perderse a la Casa del Padre. (Véase Lucas 2, 48-49).

 Reflexiones

1. La vida familiar y niñez de Romero y su idea de un espíritu martirial desde la familia nos muestran cómo podemos responder a la llamada a la santidad en la vida cotidiana. Pequeños gestos como enseñarle a los niños a orar y mostrarles un espíritu de entrega desinteresada los puede preparar para algo más grande.

2. La vida familiar y niñez de Romero también ilustran el vínculo ligero entre la vida familiar y la lucha por la justicia social. A pesar de que no vamos a morir como mártires de la doctrina social, podemos aportar un grano de arena al vivir en dignidad con los pobres y enseñarles a nuestros hijos a hacer lo mismo. En el sermón que acababa de terminar cuando fue asesinado, Mons. Romero había hablado de esto. Fue una misa en memoria de una madre difunta. Romero señaló que por criar a sus hijos y alentarlos en sus esfuerzos por un mundo mejor, también había contribuido.

3. La familia Romero hizo muchos sacrificios. Fue un acto de fe para el padre de Romero que lo dejara ir al seminario. A veces se dice que el padre de Romero no era muy religioso, pero dejar que un niño con capacidad de trabajo, que ya habían empezado a aportar económicamente, y cambiar las contribuciones económicas por nuevas obligaciones financieras en el sentido de la matrícula del seminario, fue un acto de fe para Santos. Más tarde, por supuesto, todo el clan Romero sufrió cuando su pariente fue calumniado y después brutalmente asesinado. Fueron condenados al ostracismo social después de su muerte, y fueron objeto de crueles murmuros.

El mes siguiente: Romero en el Seminario.

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