BEATIFICACIÓN
DE MONSEÑOR ROMERO, 23 DE MAYO DEL 2015
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Los dos
campesinos asesinados a la par del P. Rutilio Grande irán con él rumbo a los
altares como “compañeros mártires.” Manuel
Solórzano, de 72 años y Nelson Lemus, de apenas 15 años de edad estaban entre
los pasajeros del jesuita salvadoreño el 12 de marzo de 1977 cuando fue
emboscado por hombres armados en medio de plantaciones de caña, quienes
acribillaron el auto Safari en que transitaban desde Aguilares hacia El Paisnal,
causando la muerte de los tres. Otros
pasajeros lograron escapar.
No es inusual
que la Iglesia reconozca el martirio de las personas que acompañan a un mártir
destacado como Grande, ya que la muerte de los compañeros estaría causada por
el mismo odio de la fe que afectó al mártir principal. Por ejemplo, durante su viaje a Corea en 2014,
el Papa Francisco canonizó a Paul Yunji Chung y 123 compañeros. Los mártires de la guerra civil de España
también han sido beatificados y canonizados en grupos. Se acostumbra hacerlo así cuando varias
víctimas vienen asesinadas en el mismo ataque u ola de represión.
En el caso de
los mártires de El Paisnal, es apropiado hacerlo ya que los tres eran miembros
de un equipo pastoral de la Parroquia Jesús de las Misericordia de Aguilares (la
iglesia del P. Grande). El anciano,
Manuel, era el guardián de la iglesia, mientras que el muchacho, Nelson, era el
campanero. El P. Grande iba a El Paisnal
a continuar una novena de San José, desafiando amenazas que había recibido por
su sola cercanía a los campesinos.
Grande llevaba a su guardián para que le hiciera compañía y recogieron a
Nelson en el camino.
Manuel Solórzano
nació en 1905. Era un fiel colaborador
del P. Grande, uno de los más activos miembros de la parroquia. Su fidelidad resaltó en los últimos momentos
de su vida, ya que trató de cubrir al P. Grande y a Nelson durante la balacera,
absorbiendo diez impactos de bala sobre su propio cuerpo. “Las
balas le habían descuajado un brazo”.
Nelson Rutilio
Lemus nació en 1961—no había cumplido todavía sus 16 años. Estaba en el séptimo grado. Su familia ya había sido amenazada por su
participación en el movimiento de delegados de la palabra en la parroquia. Nelson se ofrecía para ayudar en la iglesia,
repicando las campanas y ayudando en el convento y el templo. “Nelson
también llevo su propia cruz desde su infancia, era epiléptico”.
“Rutilio Grande y sus compañeros, Nelson R.
Lemus y Manuel Solórzano son un símbolo de la esperanza del pueblo de El
Salvador”, escribe el P. Rodolfo Cardenal en su biografía (Historia de una esperanza: Vida de Rutilio
Grande, 1985). “Ellos representan una fuerza de vida que no se puede matar ni
contener. El poder de la vida que
desborda todo límite”.
En la misa sobre
sus tres cuerpos en El Paisnal, Mons. Romero predicó que, “El amor verdadero es el que trae a Rutilio Grande en su muerte, con dos
campesinos de la mano . Así ama la Iglesia”, dijo Monseñor.
“Muere con ellos y con ellos se
presenta a la trascendencia del cielo”.
Y ahora los presentará a los tres en los altares.
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