BEATIFICACIÓN
DE MONSEÑOR ROMERO, 23 DE MAYO DEL 2015
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Después que el
Papa Francisco habló sobre el Beato Óscar Romero el viernes, diciendo que el
martirio de Romero continuó después de su muerte de manera que “fue difamado, calumniado, [y] ensuciado”, me ha sorprendido la
cobertura de los comentarios de Francisco. [TEXTO] Me sorprende que el lamento de
Francisco que a los muertos “ se les sigue
lapidando con la piedra más dura” en el mundo—la lengua—nos llevara
de inmediato a informes acusando ciertos prelados difuntos de calumnia contra
Romero. Acusaciones de cuales estos prelados difuntos, al igual que Romero, no
pueden defenderse. En general, me sorprendió cómo las palabras de Francisco
fueron interpretadas y uniformemente, en mi opinión, mal interpretadas por la
prensa.
Para disipar
malentendidos, he aquí cinco maneras en que los comentarios de Francisco han
sido malinterpretados, y aquí está todo
lo que Francisco dijo, que expone los errores en la forma en que sus palabras
han sido reportadas.
1. En lugar de
condenar a los acusadores de Romero, Francisco estaba alabando a Romero.
El lente de
error a través de cual la mayoría de los informes interpretó los comentarios de
Francisco es la creencia que Francisco estaba criticando a alguien. Vemos el
sesgo en los verbos utilizados para describir la acción de Francisco: que “critica” a los detractores de Romero, los
“denuncia”, los “bofetea”, los “condena” y
hasta los “desolla”. Todas estas
palabras presuponen que los críticos de Romero son el foco de atención de
Francisco. De hecho, Francisco está tratando de enfocarnos sobre
Romero—no sus detractores:
O sea que es lindo verlo también así: un
hombre que sigue siendo mártir. Bueno, ahora ya creo que casi ninguno
se atreva pero después de haber dado su vida siguió dándola dejándose azotar
por todas esas incomprensiones y calumnias.
Fíjense dónde
Francisco está llamando nuestra atención: a la actitud del Beato Romero, que
Francisco alaba y propone como ejemplar. Las acciones de los demás son
incidentales y periféricas a esta acción principal, que se centra en el hombre,
Romero. Este énfasis fundamental es olvidado universalmente en los informes.
2. Las palabras
de Francisco tenían la intención de aliviar a los seguidores de Romero, no de
fustigar a sus críticos.
Las palabras de
Francisco fueron correctamente entendidas por la audiencia de más de 500
salvadoreños como palabras de validación y de reconocimiento de que
habían sufrido un trato injusto en la Iglesia. Francisco presenta sus
declaraciones improvisadas afirmando: “Quisiera
añadir algo también que quizás pasamos
de largo”. Los salvadoreños permanecieron sentados en silencio durante
la declaración preparada del Papa, sin aplaudir una sola vez durante la lectura
del texto. Pero lo interrumpieron con aplausos tres veces durante la breve sección
improvisada sobre el tratamiento de Romero en la iglesia. Lo aceptaron como
algo que se tenía que decir, una verdad fundamental que necesitaba ser
reconocida, no por despreciar a nadie, sino como redención del agraviado—más
que todo Romero, pero también a sus devotos entre los fieles.
3. Las palabras
de Francisco no estaban dirigidas a la Iglesia salvadoreña.
Muchos informes,
en particular los relatos en español, asumieron que el subtexto cuando
Francisco habló fue una exposición acusadora de los pecados de la iglesia de El
Salvador, donde los obispos se habían dividido de manera infame en torno a
Romero, y algunos le fueron abiertamente hostiles en vida. Pero Francisco
contradice explícitamente esta lectura diciendo:
El martirio de Mons. Romero no fue puntual en el
momento de su muerte, fue un martirio-testimonio, sufrimiento anterior,
persecución anterior, hasta su muerte. Pero también posterior, porque una vez
muerto –yo era sacerdote joven y fui testigo de eso– fue difamado,
calumniado, ensuciado, o sea que su martirio se continuó incluso por hermanos
suyos en el sacerdocio y en el episcopado. No hablo de oídas, he escuchado esas cosas.
Si Francisco
escuchó directamente las críticas
injustas a Romero como un joven sacerdote, debe haberlas escuchado en Argentina, donde vivía en ese tiempo. Si las escuchó directamente, y “no
habla de oídas”, entonces está explícitamente no refiriéndose a las cosas
que los obispos salvadoreños podrían haber dicho en El Salvador, que él sólo habría oído hablar en la Argentina de segunda mano. Esto no es para absolver a nadie,
porque es un hecho que los obispos salvadoreños trataron mal a Romero; sin
embargo, no fueron el foco de las palabras de Francisco.
4. Las palabras
de Francisco no estaban dirigidas a los conservadores.
Algunas notas informaron que Francisco estaba apuntando a los conservadores ya sea políticos o del clero. Eso también es no necesariamente verdad sentada. Es cierto que los críticos de Romero han tendido a ser conservadores políticos y eclesiales. Sin embargo, no han sido sus tendencias conservadoras las que han requerido ese resultado; Francisco no ha alegado algo al contrario; y no ha criticado ser conservador. De hecho, los conservadores que han entendido a Romero, como el arzobispo emérito de San Salvador Fernando Sáenz Lacalle o el Prefecto de la Doctrina de la Fe el cardenal Gerhard Müller, han apoyado a Romero y su causa de santidad.
5. La
advertencia de Francisco es de aplicación universal.
Si hay un
reproche en las palabras de Francisco, es una advertencia cautelar y
generalizada de no hablar mal de los muertos, porque podríamos estar totalmente
equivocados acerca de los méritos de los casos:
Solo Dios sabe. Solo Dios sabe las historias de las
personas y cuántas veces, a personas que ya han dado su vida o que han
muerto, se las sigue lapidando con la piedra más dura que existe en el
mundo: la lengua.
Esto es lo más
cerca que Francisco llega a “condenar” o “denunciar” en su discurso. Pero tengamos
en cuenta que las palabras son hipotéticas y contingentes. Estas
palabras son lo suficientemente amplias como para abarcar cada vez que alguien es
criticado injustamente después de la muerte, incluyendo casos tan distintos
como los del Venerable Pío XII y San Junípero Serra, a quien el Papa canonizó a
pesar de las críticas que había maltratado a los indígenas, a lo que el Papa
dijo que era injusto juzgar a la gente del pasado bajo estándares modernos.
Tal vez esta es
la mejor lección que podemos desprender del mensaje de Francisco: una nueva versión
del viejo adagio, De mortuis nihil nisi
bonum: “No hables mal de los muertos,” porque no están aquí para defenderse
o para corregirte si malinterpretas gravemente las circunstancias de sus vidas.
Publicado en ‘El Día de los Muertos’
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